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6 – No Somos Pavos Reales

Alguien dijo alguna vez, con cierto humor, que independientemente del impacto que producía Jesús con sus palabras, también había que darle un reconocimiento a quien le preparaba los bosquejos… Obviamente, no se podría encontrar a alguien más completo que ese libretista especial y singular que el Señor tenía para sus predicaciones, por entonces denominadas como sermones. El utilizaba permanentemente elementos inductivos, esto es: un método de raciocinio que consiste en alcanzar un principio que se deriva lógicamente de unos datos o hechos. Él usaba la narrativa, las preguntas, los diálogos, las parábolas, las analogías, las imágenes y las experiencias comunes a todos los seres humanos.

Nunca le habló a ninguno como si fuera un ser extraterrestre o fantasmagórico. Algunos predicadores modernos hacen eso, esperando lograr fama. De hecho, Él siempre enseñaba con parábolas para ser entendido por la gente de la calle, esto es, como decimos en estas tierras, para los ciudadanos de a pie, no en exclusividad para los potentados o millonarios. Sin irnos demasiado lejos, las parábolas más pequeñas, (Que estoy estudiando ahora para publicarlo próximamente), eran las que llevaban a grandes ideas.

Como adelanto puedo decirte que la parábola del Buen Samaritano es un sermón en su composición. El Hijo Pródigo enseña sobre el perdón, y la de los Talentos instruye sobre responsabilidad personal, etc. Cuando Jesús predicaba la narrativa, que es la habilidad o la destreza para narrar o contar las cosas, tomaba todo el peso del mensaje. Por ejemplo, la analogía, que es la relación de semejanza entre cosas distintas, era la técnica favorita de Jesús.

Cuando hablaba de luz, sal, roca, arena, pastor, ovejas, aguas vivas, viñas, puertas y muchas más, sus oyentes podían entender lo que en realidad les estaba enseñando. Un maestro lo es cuando lo que enseña, se entiende sin problemas. Cuando una enseñanza se enreda demasiado o se complica, el oyente la deja a un lado y, si estima al maestro, piensa que este es demasiado brillante, en tanto que él mismo es demasiado tosco. No es así. Jesús nunca enseñó para lucirse, sino para que quienes lo oían, aprendieran. Confiaba en que el Espíritu Santo haría lo restante, por eso repetía permanentemente que quien tuviera oídos para oír, que oyera.

Una de las geniales particularidades que tenía Jesús era la de comparar y contrastar permanentemente imágenes que les resultaban familiares a quienes lo oían. El sabio y el necio, las ovejas con las cabras, la luz con la tiniebla, el rico con el pobre, el joven con el viejo y así sucesivamente con todo lo que pudiera formar parte del escenario de vida de cada uno de esos aldeanos hambrientos de justicia, amor y paz. Si bien no relataba proezas personales ni anécdotas propias, aprovechaba esa experiencia para referirse a lo que por mayoría ocupaba a sus oyentes.

Cuarenta y nueve veces habló de ovejas, en concordancia con la enorme cantidad de pastores que formaban su audiencia, veintisiete veces a asuntos de agricultura, como sembrar y también cosechar, de lo que habló en veintidós ocasiones. Y luego la interacción permanente con esa gente. Esto siempre ha sido y sigue siendo lo más complejo, porque por cada uno que responde o formula preguntas interesantes y de edificación, hay por lo menos cincuenta que solo buscan trascendencia o, lo peor, descalificar al maestro. Los evangelios registran ciento cincuenta y tres preguntas que Jesús les formuló a sus oyentes.

Si alguien se atreviera a analizar técnicamente los sermones o enseñanzas de Jesús, definiría que sus enseñanzas casi siempre comenzaban por algo sumamente conocido y puntualmente concreto, en lo personal, para terminar, guiando a quien lo escuchara a asuntos más abstractos y universales. Esto nos permite aprender de Él que, si deseamos ser profundos, lo que debemos hacer es buscar revelación y luego posterior guía del Espíritu Santo. De intentarlo en la carne, sólo lograríamos ser complicados, rebuscados e inentendibles.

 Dicho con claridad, se trata de comenzar por lo simple y luego, cuando lo simple está bien entendido, recién introducirnos en lo complejo. Recuerda que toda enseñanza profunda y genuina, transita por una delgada línea entre lo profundo y verdadero con lo ultra místico o fantasioso. La otra particularidad muy suya, era la de involucrar a quien lo oía con lo que tenía para decir. ¿Cuántas veces lo leíste u oíste decir “oísteis que fue dicho”? Otra vez les dijo que le contaran a Juan lo que habían visto, que se fijaran en una cierta mujer a la que luego iba a sanar de un flujo de sangre y hasta preguntarles a ellos, luego de un ejemplo, quien era el siervo fiel del que Dios hablaba. No era un monólogo, era un diálogo en espíritu y verdad.

Alguien se ocupó de elaborar ciertas estadísticas respecto a esto. De allí que sabemos que Jesús en sus enseñanzas, usaba mucho el “tú”, el “ustedes”, hablando directamente con sus oyentes. En los evangelios se registran ciento veinticinco incidentes de Jesús comunicándose con su audiencia. Absolutamente nada que ver con la oratoria griega, basada antes que nada en la uniteralidad del orador. Fíjate que un cincuenta y cuatro por ciento de estos incidentes, servían para que sus oyentes iniciaran un diálogo. Lo que te digo, es nada menos que justamente el Hijo de Dios en más de la mitad del tiempo, dejaba que su audiencia estableciera la agenda de sus enseñanzas.

¿Alguien recuerda el significado genuino de la palabra humildad? Ausente sin aviso en la mayoría de nuestras reuniones actuales, ¿Verdad? Él no tenía drama en responder en medio de sus enseñanzas todas las preguntas, objeciones y dudas que esa gente pudiera tener. Sus mensajes no tenían influencia palaciega, sino de pueblo, de Su pueblo. Él estableció la premisa que nos dice que la gente aprende por experiencias por inducción, mucho más que por decretos. Y, finalmente, se gratificaba si era escuchado con atención, pero ese gozo era total cuando esa gente lograba poner por obra al menos una parte de lo aprendido. Coincido. Imito. Me gozo exactamente en lo mismo. Muy lejos de ser Jesús, obvio, pero muy cerca de ser un seguidor más suyo.

Hoy, la mayoría de las predicaciones tienen muchísimo más que ver con el alma que con el espíritu. Cuidado; Jesús no fue impasible ante esas necesidades humanas, pero sólo las trató con la asistencia del Espíritu de Dios y, por tanto, toda mención a temas del alma o del cuerpo, encerraban enseñanzas tan magníficas que todavía se pueden usar sin riesgos de error. Habló del adulterio, de la ira, de la ansiedad, de la avaricia, la muerte, las deudas, la eternidad, las dudas, la fe. Del ayuno, de las críticas, del dar, de la codicia, de la honestidad, de la hipocresía, del gozo, de la bondad, del conocimiento, de la ley, del legalismo, de la vida, de la lujuria, del matrimonio y del dinero.

También de los juramentos, de la paternidad, de la oración. De las apariencias, del respeto, de la responsabilidad, de las recompensas, de las reglas, del sexo, de las calumnias, del hablar y de administrar. Se refirió a los impuestos, a la confianza, a la crueldad, a la virtud, a la sabiduría y al celo. Celo de guardar lo divino, no celo de celar a tu esposa. ¿Cuántas mencioné? Cuarenta y dos, creo. Y me quedaron algunas sin citar, pero creo que como elementos pesados de digerir por aquella audiencia y también por las actuales, es más que suficiente, ¿No te parece?

En lo personal, he predicado una gran cantidad de estos temas, pero con una diferencia abismal respecto a como lo hizo Jesús. En Él había una enorme pureza, santidad y unción respecto a cada uno de estos puntos, cosa que en mí no era así de ninguna manera. Un simple e imperfecto hombre, con la mejor predisposición y entrega fiel al Dios de todo poder, pero con el porcentaje de carnalidad que es el factor clave de aquella fantástica buena batalla de la que nos habló Pablo. De todos modos, pastores y líderes que semanalmente predican en sus respectivas congregaciones, procuran de sobremanera, (Y estoy hablando de los bien intencionados y fieles, obviamente), ayudar a sus oyentes a mejorar sus vidas en todas las áreas posibles.

 Hacen muy bien en repetir una y otra vez la imposibilidad que tiene el cristiano para cometer pecados abiertamente negativos para un despertar espiritual. Eso, fundamentalmente a los recién convertidos, les resulta indispensable para acomodar sus vidas cada día y evitar caer en tentaciones o engaños que seguramente les traerían costos más elevados. Sólo un detalle: Si todas las semanas, esos pastores o líderes se ven en la necesidad de repetir que no se debe mentir, robar, fornicar o adulterar, entonces me temo que el crecimiento y la maduración de esa gente tardará siglos…

Durante mucho tiempo, al menos en lo que a mí me tocó recibir de mis primeros ministros, estuve convencido que a los diez mandamientos antiguos de Éxodo 20, no había que prestarles demasiada atención ya que, -me enseñaron-, era imposible cumplirlos, y sólo estaban allí para que el hombre no se apoyara en la ley sino en la Gracia de Jesucristo. De acuerdo, algo de eso era verdad, pero no todo. Hoy ya no rige aquella ley porque nuestra vida sólo es posible aferrados a la Gracia del Señor. Sin embargo, esos diez puntos que recibe Moisés, siguen siendo vigentes en cuanto al modelo de vida al que un cristiano debe adherir.

Es muy cierto que resulta muy complicado, sino imposible, cumplirlos a todos, pero no podrás negarme que por lo menos la mitad de ellos, son posibles sin demasiado esfuerzo. No matar, no robar, no adulterar, no codiciar bienes ajenos y no fabricar imágenes y adorarlas, creo que no necesita que se lo explique o repita cada semana. Si eres un hijo de Dios por la cruz de Cristo, ya lo sabes y ahora es tu batalla diaria conservarte puro. Es una de mis asignaturas pendientes el hacer un estudio mucho más profundo y concreto respecto a esos mandamientos, pero en el mientras tanto, cumplirlos al máximo de nuestras posibilidades, no es una opción ni un mérito, es una obligación.

La otra asignatura, son las parábolas. Las de conducta, porque nunca estará de más conocerlas más a fondo, y esencialmente las del Reino, que son las que menos estudios han recibido. Todos somos conscientes que es mucho más sencillo hablar de las cosas del Reino, e incluso enseñar postulados sobre Él, que vivir realmente en su dimensión. Hay gente que lo ha conseguido y sus testimonios son de peso y formación. En principio, para saber y entender que, si ellos que son tan humanos como tú y yo pudieron, no veo el impedimento para que tú y yo no podamos lograrlo.

De hecho, vivir en la dimensión del Reino de los Cielos, es vivir al revés de lo que vive el mundo secular. Y, en principio, eso es bastante complicado porque, aunque en lo individual podamos conseguirlo, en lo corporal y también en lo social y familiar, te coloca en una posición difícil, ya que entras a caminar en contra de los postulados de un sistema que, lo aceptemos o no, termina por condicionar nuestras vidas, tal como si fuéramos uno más de los millones de incrédulos que lo construyen, respetan y ejecutan.

Durante siglos, para la sociedad secular en su conjunto, independientemente de las culturas donde cada una se desenvolviera, los cristianos éramos nada más que un grupo de personas oscuras, vestidas casi rozando el ridículo, malhumorados, jueces de todo y de todos, ingenuos rozando la idiotez e incapaces de sentirse felices o participar de celebraciones familiares o de otra índole. Mira; nadie va a decirte que te vistas como multimillonarios o actores de televisión, tampoco que andes por la vida riéndote a carcajadas de cualquier grosería ambiente, que seas permisivo con cualquier acto pecaminoso o promiscuo, que seas astuto o rápido para engañar por anticipado al que quiere engañarte.

Pero convengamos, aunque nos duela reconocerlo, que, como iglesia estructural, ese mundo secular no ha exagerado demasiado en su definición. Creo que es tiempo de tomar la túnica simbólica de Jesús y vivir una vida cotidiana normal, como la de todos tus congéneres de la sociedad en la que te ha tocado residir, aunque sin caer en ninguno de sus pecados habituales. Sin hacer alarde de ello, sólo permitiendo que te vean vivir y comprueben que lo que hablas, piensas y predicas, es un reflejo de tu vida. Eso sería darle curso moderno y activo a una parte importante de ese Sermón del Monte que aquí nos ha ocupado.

Y, ya en el final de todo este compendio compartido, quiero dejarte algunos puntos valiosos para nutrir tu palabra. Cuando se nos dice que debemos predicar el evangelio a toda criatura, no se nos está exigiendo ser uno de esos predicadores con escenario, luces, cuerpo de danza, coro y show. Se nos demanda compartir nuestro testimonio y entregar algo que alimente, libere cautivos y consolide cristianos nuevos. Te voy a sugerir unos cuantos temas que te pueden ser muy útiles, así como las escrituras que los respaldan. Todo para que lo uses en tu trabajo, en el colegio, con tus amigos o conocidos, e incluso con familiares que aún están fuera del pueblo santo.

Leerles capítulos y versículos ha conseguido logros simplemente porque Dios es bueno, misericordioso y lleno de amor para poner todo aquello que a nosotros nos falta, pero para los que no saben nada de nada de todo esto, la Biblia les resulta aburrida y es nuestro deber darle vida activa, dinámica y esencialmente práctica para que realmente les sirva como manual de ingreso, consolidación, restauración, redención y vida abundante. Pero, para que eso sea posible, en primer término, tendrá que ser una realidad diaria bien visible en cada uno de nosotros.

En primer lugar, creo que es indispensable transmitir con nuestras vidas, conductas, gestos y actitudes, lo que significa el poder del amor de Dios en nuestras vidas. El legendario Juan 3:16 es insustituible: Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Lucas en el capítulo 15 y versos del 3 al 7, hay mirada de lo mismo: Entonces él les refirió esta parábola, diciendo: ¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras la que se perdió, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros gozoso; y al llegar a casa, reúne a sus amigos y vecinos, diciéndoles: Gozaos conmigo, porque he encontrado mi oveja que se había perdido. Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento.

Luego, un asunto que, cuando te llega, se te hace bastante cuesta arriba aceptarlo y ni te cuento de cumplirlo, y es el de dar gracias a Dios aún en tus días más oscuros. Para pedir o, incluso, dar gracias por bendiciones recibidas, no tenemos demasiados impedimentos o cuestionamientos, pero para dar gracias a Dios por una de esas calamidades que cada tanto a todos los seres humanos les toca vivir, se pone medio denso y complicado. Hay un pasaje en Daniel 6:10 que dice: Cuando Daniel supo que el edicto había sido firmado, entró en su casa, y abiertas las ventanas de su cámara que daban hacia Jerusalén, se arrodillaba tres veces al día, y oraba y daba gracias delante de su Dios, como lo solía hacer antes.

 El otro es mucho más conocido, ya que está en el Nuevo Testamento y es, de alguna manera, el que jamás deberíamos olvidar y mucho menos cuestionar o descreer. 1 Tesalonicenses 5:18, Pablo dice: Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús. ¿Estás tomando dimensión de esto que dice aquí? Dar gracias en todo. Escucha. Todo, nada, siempre y nunca, son términos eternos, así que, cuando la palabra te dice que des gracias en todo, significa exactamente eso: en todo.

Todos lo sabemos, aunque por diversas razones lo disimulemos o aparentemos ignorarlo. Es imperativo contar con un enfoque preciso hacia un objetivo divino, no humano. Es indispensable para cumplirlo, tener fe y además mucha fuerza. Y esencialmente, dejar a un lado las incontables y atractivas distracciones de la vida. Es revelador leer lo que dice en Nehemías 6:1-14: Cuando oyeron Sanbalat y Tobías y Gesem el árabe, y los demás de nuestros enemigos, que yo había edificado el muro, y que no quedaba en él portillo (aunque hasta aquel tiempo no había puesto las hojas en las puertas), Sanbalat y Gesem enviaron a decirme: Ven y reunámonos en alguna de las aldeas en el campo de Ono. Mas ellos habían pensado hacerme mal.

Y les envié mensajeros, diciendo: Yo hago una gran obra, y no puedo ir; porque cesaría la obra, dejándola yo para ir a vosotros. Y enviaron a mí con el mismo asunto hasta cuatro veces, y yo les respondí de la misma manera. Entonces Sanbalat envió a mí su criado para decir lo mismo por quinta vez, con una carta abierta en su mano, en la cual estaba escrito: Se ha oído entre las naciones, y Gasmu lo dice, que tú y los judíos pensáis rebelaros; y que por eso edificas tú el muro, con la mira, según estas palabras, de ser tú su rey;  y que has puesto profetas que proclamen acerca de ti en Jerusalén, diciendo: ¡Hay rey en Judá!

Y ahora serán oídas del rey las tales palabras; ven, por tanto, y consultemos juntos. Entonces envié yo a decirle: No hay tal cosa como dices, sino que de tu corazón tú lo inventas. Porque todos ellos nos amedrentaban, diciendo: Se debilitarán las manos de ellos en la obra, y no será terminada. Ahora, pues, oh Dios, fortalece tú mis manos. Vine luego a casa de Semaías hijo de Delaía, hijo de Mehetabel, porque él estaba encerrado; el cual me dijo: Reunámonos en la casa de Dios, dentro del templo, y cerremos las puertas del templo, porque vienen para matarte; sí, esta noche vendrán a matarte.

Entonces dije: ¿Un hombre como yo ha de huir? ¿Y quién, que fuera como yo, entraría al templo para salvarse la vida? No entraré. Y entendí que Dios no lo había enviado, sino que hablaba aquella profecía contra mí porque Tobías y Sanbalat lo habían sobornado. Porque fue sobornado para hacerme temer así, y que pecase, y les sirviera de mal nombre con que fuera yo infamado. Acuérdate, Dios mío, de Tobías y de Sanbalat, conforme a estas cosas que hicieron; también acuérdate de Noadías profetisa, y de los otros profetas que procuraban infundirme miedo.

¿Hemos creído que nada puede separarnos del amor del Padre? Deberíamos, pero somos conscientes que no siempre. Ministrando a personas he oído a muchas de ellas expresar su tristeza y hasta depresión porque creen que por sus pecados Dios los ha dejado de amar. Pablo, tal vez con algún episodio similar, se los recuerda a los Romanos, cuando en 8:38-39 les dice: Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.

Está claro, ¿Verdad? Sin ese amor y sin Dios, todo es simple ilusión. Eclesiastés 1:2 lo dice desde el pensamiento de Salomón: Vanidad de vanidades, dijo el Predicador; vanidad de vanidades, todo es vanidad. Como casi todo lo que dijo, (No tanto lo que hizo) Salomón, está más que claro. ¿Qué cosa es la vanidad? Una ilusión. Es creer que por nosotros mismos podemos conseguir cualquier cosa. Muchos lo han hecho, es cierto, pero un día algo fuerte les golpeó la vida y todo lo construido como indestructible se les desmoronó en mil pedazos inservibles.

Por eso no terminamos de entender a nuestro Dios de amor. Y mucho menos, si te digo que nosotros, tú y yo, somos hijos del amor. Dicho así, suena a romanticismo de pareja, pero no lo es. Amar con el amor de Dios, es inspirar a otros a amar y así sucesivamente. ¿Te imaginas que mundo tendríamos? Por eso Juan, en su primera carta, capítulo cuatro, dice lo que leemos del 7 al 12:  Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor.

 En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros. Nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se ha perfeccionado en nosotros. ¿Lo leíste bien? ¿Lo entendiste? Ahora piensa y dime: ¿Cuántos cristianos llenos de esa clase de amor has conocido…?

Alguien dijo que Jesús era una casa abierta para todos los necesitados de amor y de perdón. Tal cual. Cuando hacía mi programa radial y enseñaba más o menos al estilo de lo que son mis audios más extensos, entre los llamados telefónicos que recibí al final de un programa en el que había hablado justamente del amor y del perdón, un llamado de una mujer que dijo ser prostituta, pero que lo que yo había dicho la había conmovido y que quería asistir a una iglesia para buscar eso: amor genuino, no sexual y fundamentalmente el perdón de Dios por todos sus pecados.

 La invité a la que por entonces era nuestra congregación y hablé con una hermana, mujer de edad madura, para que la recibiera y la ayudara a integrarse y luego a ser una creyente sólida. Todo funcionó bien, pero muchos de los miembros de la iglesia, cuando se enteraron de su testimonio, comenzaron a discriminarla. Recuerdo que un día dijo: “¿Qué temen, que la prostitución sea contagiosa? Estoy salvada, restaurada y redimida.” No pudo soportarlo por mucho tiempo y terminó yéndose, espero que a otra congregación más llena de amor y no nuevamente al prostíbulo.

Nunca supe más de ella, pero lo de “mis hermanos” me entristeció y mucho. Lucas 15:1-2: Se acercaban a Jesús todos los publicanos y pecadores para oírle, y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: Este a los pecadores recibe, y con ellos come. Lucas 50-32: Y los escribas y los fariseos murmuraban contra los discípulos, diciendo: ¿Por qué coméis y bebéis con publicanos y pecadores? Respondiendo Jesús, les dijo: Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. Allí está el nudo de todo esto.

Nuestras congregaciones se esmeran tanto en mostrarse con excelencia a los ojos de la gente de afuera, que no se pueden permitir que ingresen personas que -según sus elucubraciones-. Le harían mermar ese atractivo. ¿Sabes qué? En primer lugar, no entendieron nada. En segundo término, están procediendo exactamente a la inversa de lo que lo hizo Jesús y, por ende, a lo que el mismo Dios Padre nos demanda. ¿Qué clase de cristianos son esos? Religiosos y carnales. No los necesitamos. El Sanedrín no salvó a nadie. Una cruz con la que ellos colaboraron, fue la que lo hizo.

Ha sido dicho que en el mundo tendremos aflicción, pero también que tengamos ánimo, pues nuestro Señor ha vencido al mundo. Sin embargo, en el mientras tanto, hay una guerra que consiste en una determinada cantidad de batallas. Sólo Dios sabe cuántas. Nuestro deber es tener muy en cuenta que, en las batallas de la vida, debes revestirte con la armadura de Dios. Enseñanzas sobre este elemento hay tantas que encararlo son una dirección clara y específica del Espíritu Santo, es ir a más de lo mismo y sin garantía alguna de victoria genuina.

 De todos modos, esa armadura existe y está a nuestra disposición. Pablo la muestra en Efesios 6:1018: Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.

Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios; orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos;

Obviamente, no podríamos cometer la osadía de determinar alguna pieza de esta armadura más importante que otra. La esencia es usarla completa. Pero el yelmo que cubre nuestra mente y la espada del Espíritu que es la palabra de Dios, son claves y básicas. Quedan los otros rudimentos, pero si la mente está fresca y entregada y la palabra de Dios anida en nuestras vidas, la victoria es más cercana. En otro orden, todos los creyentes anhelamos estar llenos del Espíritu Santo. Te pido que cada vez que escribo o digo creyente, no me lo ubiques en gente que va a una iglesia cristiana. Creyente es exactamente eso: creyente. A veces, ni siquiera asiste a un lugar determinado, tal como lo hacían Jesús y sus discípulos. Pero, lo que es seguro, que no tiene nada que ver con alguien que profesa una religión con todas sus tradiciones, estatutos, ordenanzas, rituales y costumbres.

Si entre estos hubiera algún creyente, por favor que alguien le avise que eso no tiene nada que ver con el Dios en el que cree. Ahora bien; si de verdad estoy lleno del Espíritu Santo, ¿Qué cosa cambia en mi vida? Mira lo que le dice Pablo a los Gálatas en 5:22 de su carta: Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, ¿Qué te enseñaron respecto a esto? Que, si tienes al Espíritu Santo, tienes que tener sus frutos, que son amor, gozo, paz, etc. A mí me enseñaron eso. Es un error. No te dice que los frutos del Espíritu Son. Te dice que El fruto del Espíritu Es. ¿Y qué es? Amor, y como consecuencia de ello, todo lo demás. O sea: Si no tienes El fruto de Amor, te será imposible tener gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad y fe. ¿Soy claro?

En el hablar del idioma español, al menos como se habla aquí en Argentina, porque en España es bastante diferente, a la palabra gozo solamente se la utiliza en los ambientes cristianos. En el ámbito secular, si la oyes o la lees, indefectiblemente será afectada a la sexualidad, pero no a la vida diaria. Aquí se habla mucho más de la alegría. Que, si bien suena como sinónimo de gozo, hay un algo que las diferencia. Mientras que el gozo genuino solamente puede tener origen espiritual y divino y viene siempre desde adentro hacia afuera, la alegría puede darse en cualquier ámbito, incluso hasta para llegar a hacer bromas en cuanto a lo alegre que se pone alguien cuando bebe alcohol y te llega siempre desde afuera hacia adentro.

Lo cierto es que, independientemente de cómo se produzca, tanto el gozo como la alegría genuina, solamente son posibles con Dios. De otro modo no existen. Pablo se lo demanda a los Filipenses en el 4:4 de su carta: Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos! ¿Recuerdas lo que dije anteriormente sobre la palabra todo? Esto es lo mismo. Siempre. Que significa justamente eso: siempre. En Nehemías 8:10 hay otra pintura de esto:  Luego les dijo: Id, comed grosuras, y bebed vino dulce, y enviad porciones a los que no tienen nada preparado; porque día santo es a nuestro Señor; no os entristezcáis, porque el gozo de Jehová es vuestra fuerza.

Hace muchos años, y en medio de una crisis monumental por aspectos de mi vida de hombre recién convertido, aterrizó en mis manos un libro que si mal no recuerdo se titulaba: “Cuando lo que Dios hace no tiene sentido”. Si no era ese exactamente el título, pido perdón, pero a mi memoria que no es mala ni mucho menos, a esta altura de mi vida no le puedo pedir más esfuerzo. El caso es que este libro me ayudó muchísimo a entender cuestiones que sin conocer algunas cosas que allí estaban escritas, jamás hubiera podido entenderlas.

 Me gusta el audio porque comunica y trata mano a mano con el oyente. No tanto el video, que es más distracción o lucimiento que aporte. Pero, por mi talento original de cuna, soy un enamorado de la gráfica, es decir, de todo lo escrito. Porque si tienes un problema no vas a ponerte a buscar un audio ni un video, pero sí es muy posible que acudas en búsqueda de algo escrito que sabes que te puede ser útil. Para la jurisprudencia, muy eventualmente audios o videos son pruebas válidas para alguna causa, pero si lo es lo escrito. Por algo será.

El caso es que, en muchas ocasiones, Dios hace o permite cosas que ninguno de los que suponemos conocerle, podemos entender. ¿De qué se trata eso? ¿Es que Dios tiene tácticas o estrategias imposibles de entender para la mente del hombre? En parte sí, pero creo que el tema pasa por la genética de Dios con respecto a la nuestra. De hecho, no estoy inventando nada ni hablando de algo de lo que nadie escuchó hablar. Muy por el contrario, Juan en el capítulo 13 de su evangelio y verso 7, recoge unas palabras de Jesús respecto a esto. Fue cuando terminó de lavarle los pies a Pedro y éste se mostró sorprendido por esa actitud.

 Y ahí fue donde le dijo que él era quien era y cómo podía ser que Él le lavara los pies, cuando en lo teórico debía ser a la inversa. Jesús habla: Respondió Jesús y le dijo: Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; más lo entenderás después. Sencillísimo como enseñanza práctica. ¿Estás viviendo algo que no sabes por qué te sucede y te sorprendes que Dios no haya hecho nada para impedirlo o ahora mismo para liberarte? Respira hondo, siéntate o arrodíllate y ora dando gracias. Y luego espera. Más adelante entenderás por qué ocurrió todo esto que ahora no entiendes. He vivido eso.

…Llevamos años pidiéndole cosas al Señor y esperando respuestas positivas. Cuando no llegan, nos frustramos, nos deprimimos y en algunos casos hasta nos enojamos. Cuando sí llegan, damos gracias y al día siguiente ya estamos renovando el pedido un paso más allá de lo del día anterior. Eso somos. Mejor dicho, debí decir que eso éramos, no que somos. Pero a esto lo diría si el cambio fuera notorio y evidente. Pero, déjame confesarte que, conforme a lo que me ha tocado ver, que creo no debe ser muy distinto a lo que tú has visto, coincidiremos en que eso no siempre está así. Allí es donde, en los más fieles y sinceros, surge la pregunta crucial:

¿Cómo puedo retribuirle al Señor todas sus bendiciones, su amor y su misericordia? ¿Hay alguna manera de llevarlo a cabo? El Salmo 116 parece tener, al menos, una respuesta posible. Dice: ¿Qué pagaré a Jehová Por todos sus beneficios para conmigo? Tomaré la copa de la salvación, E invocaré el nombre de Jehová. Ahora pagaré mis votos a Jehová Delante de todo su pueblo.  Pagar mis votos no es encender velas ni caminar muchos metros de rodillas. Pagar votos Es sencillamente cumplir el objetivo para el cual Dios me ha enviado. ¿Cómo puedo saberlo? Observando los talentos luego convertidos en dones que he recibido desde la cuna y sin mérito alguno de mi parte.

En el segundo capítulo del libro de Josué, hay una historia maravillosa que tiene que incentivarnos a la reflexión cierta y sobria. Dos hombres enviados por Josué a Jericó buscan refugio nada menos que en la casa de una ramera llamada Rahab. Ella, jugándose la vida ante sus gobernantes, los esconde y confunde a quienes los buscaban enviándolos lejos, fuera de las puertas de la ciudad. Transcurrida esa noche, los hace descolgar por una ventana y les da todas las posibilidades para que escapen y vuelvan a dar cuenta a Josué de lo que han visto. Sólo les pone la condición de que, cuando la ciudad sea atacada, su casa y la de sus familiares será respetada.

 Así fue. Ahora bien; en épocas en donde la discriminación, el racismo, el clasismo y el odio a ciertos sectores pobres de la sociedad parecería ser un indicador del que no queda excluida la iglesia, el pueblo de Dios va a obtener batalla y victoria a partir del trabajo y sacrificio valiente de una prostituta. ¿Tú crees que más de un líder perfumado y vestido como actor de Hollywood se hubiera atrevido a hacer algo similar? Y ahora prepárate, porque viene lo más impactante, algo que tal vez hayas conocido, pero que no siempre recordamos a la hora de discriminar.

Te comparto una extensa genealogía que está en Mateo 1 desde el verso 5 al 16. Léela con atención y cuidado y piensa en todo lo que te rodea. Salmón engendró de Rahab a Booz, Booz engendró de Rut a Obed, y Obed a Isaí. Isaí engendró al rey David, y el rey David engendró a Salomón de la que fue mujer de Urías. Salomón engendró a Roboam, Roboam a Abías, y Abías a Asa. Asa engendró a Josafat, Josafat a Joram, y Joram a Uzías. Uzías engendró a Jotam, Jotam a Acaz, y Acaz a Ezequías. Ezequías engendró a Manasés, Manasés a Amón, y Amón a Josías. Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos, en el tiempo de la deportación a Babilonia. 

Después de la deportación a Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel, y Salatiel a Zorobabel. Zorobabel engendró a Abiud, Abiud a Eliaquim, y Eliaquim a Azor. Azor engendró a Sadoc, Sadoc a Aquim, y Aquim a Eliud. Eliud engendró a Eleazar, Eleazar a Matán, Matán a Jacob; y Jacob engendró a José, marido de María, de la cual nació Jesús, llamado el Cristo. O sea: en lo carnal y humano, Jesús es descendiente de una prostituta. ¿Necesitas algo más para no seguir ufanándote como un pavo real porque eres un exquisito y fino cristiano del siglo veintiuno?

Por eso es que, cuando hablo de cristianos exquisitos, no me estoy refiriendo a gente que pretende excelencia en todo lo que hace o recibe. No, eso es correcto y atendible ciento por ciento. A lo que voy es que nuestras exquisiteces indefectiblemente se llevan nuestro ego hacia arriba. Y cuando el ego se nos remonta a volar, no va a frenarse ante nada. Y si puede, en su carnalidad sustentada por libretos del infierno, no dudará en subirse por encima de la altura de nuestro Dios, si puede. Un día llega una prueba, que, si bien nadie puede enseñar que las pruebas son obligatorias, tampoco puede olvidar o disimular que son ciento por ciento posibles en esta vida terrenal que transitamos.

Y muy pocos son los que se atreven a dar gracias por ellas y buscar, dentro de lo oscuro y negativo que haya, una luz y una salida para tornarla en bendición. Lee los dos primeros capítulos del libro de Jonás. ¿Es o no es, toda una señora prueba ser tragado por una ballena? De acuerdo, en ningún lugar dice ballena, sólo dice gran pez, pero no es descabellado ni imposible que ese gran pez haya sido una ballena. ¿Qué habrá pensado este buen hombre cuando andaba a los tumbos por la panza de ese bicho cuidándose que sus jugos gástricos no se lo digirieran? Y luego fíjate como va a terminar su historia. Ese es el para qué de una prueba. Dios no tiene culpa si tú clamas pidiendo que te diga el por qué.

Ahora bien; todos los que alguna vez hemos pasado por diferentes pruebas, lo sabemos: en cualquiera de ellas, es cuando más notoria y notable se hace la inmensa misericordia de nuestro Dios. Son esas instancias donde por un momento piensas: “¡Bueno! ¡Parece que hasta aquí llegué! ¿Será mi tiempo de partir con Él?” Allí es donde es como si su voz te dijera que no, que todavía tienes mucho por hacer aquí y que de ninguna manera te irás con Él. No todavía. Y un día sales de esa prueba y allí es cuando te cae la ficha y te das cuenta la maravilla de su amor y su respaldo.

Si bien hay toda una tipología de la crucifixión, muerte y resurrección de Jesús, los tres días que Jonás anduvo dando vueltas por el estómago del gran pez, tuvo ese auxilio divino que nunca lo dejó en el aire y sin apoyo. Yo sé que, como episodio literal, el de Jonás resulta muy complicado de aceptar, pero también sé que el evangelio no tiene absolutamente nada que ver con la lógica griega, sino que, por el contrario, se precia por ser espontáneo, improvisado y sujeto a lo que el Espíritu Santo decida hacer o no hacer.

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septiembre 5, 2025 Néstor Martínez