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Se Acabaron Las Palabras

¿Cuántas palabras lindas y llenas de bendición hemos oído? Yo, decenas. Listo. Se acabaron los tiempos de hablar como único vehículo posible. ¿Has oído hablar de gobierno? Si eres bíblico y literalista ciento por ciento, seguramente no. Nuestra Biblia, al menos la tradicional versión Reina Valera, no contiene esa palabra, así como la presento, en singular y en modo individual. Otras versiones sí la traen, pero en algunos casos no parecen transitar dentro de lo absolutamente confiable. El hombre es inteligente y conoce mucho de estrategia. Y eso está bueno, porque a esa inteligencia se la ha dado Dios que también de estrategia sabe un rato largo. Pero cuando esa inteligencia se convierte en astucia y la estrategia en estratagemas, entonces mucho me temo que ingresamos en la jurisdicción de un reino respetable y respetado, pero que no es el Reino de nuestro Padre al cual pertenecemos por adquisición con precio de sangre.

Tú y yo vivimos en lugares distintos. En el caso de mis compatriotas argentinos, separados por metros o kilómetros, dentro de un mismo territorio y con similar cultura heredada. En el caso de todos los que viven en otros lugares de nuestro ancho mundo, entonces las diferencias se amplifican bastante porque, a la distancia geográfica natural, hay que añadirle la cultural. Aquí en Argentina llamamos países hermanos, a los que comparten frontera o sentimos cercanos. Pero la cruda realidad es que, culturalmente, ni siquiera nos parecemos a los que consideramos más cercanos y afectivamente más unidos. ¿Y eso es malo? No, porque cuando naces en una tierra, heredas todo o casi todo lo que esa tierra trae desde su propia historia. Y cada país de esta América ha edificado su historia a partir de distintos elementos. Algunos, con más o menos dolor que otros, pero todos con una marca, con un sello especial que identifica.

Y es a partir de todo eso que luego, en el momento en que cada lugar de esta tierra dispone elegir sus autoridades, a las personas que habrán de administrar lo que, -les aseguran-, les pertenece, que es una nación o un país, la o las personas que eligen, pueden ser de mayor o menor idoneidad, de mayor o menor compromiso, de mayor o menor eficiencia, pero en función y razón de sus parecidos culturales, en definitiva, serán un calco de la mayor parte de aquellos que van a gobernar. Porque si han sido electos, es porque una mayoría les otorgó su voto, que es como decir, su respaldo y su identificación con sus personas. Si se elige un gobernante honesto, es porque en ese país la mayor parte de sus habitantes lo son. Si se elige a alguien que luego dejará en evidencia que es corrupto, será porque la inmensa mayoría que lo eligió, se le parece. El problema es que una enorme mayoría cree que sabe lo que sabe, porque simplemente alguien se lo contó. ¿Nadie va a preguntarse si eso que les contaron es verdad o sólo una artimaña política? Fui periodista, pero a las operaciones de prensa a favor o en contra de, no las inventé yo. Estaban. Y me peleé con ellas años y años.

Eso es, en grandes rasgos, las particularidades de un gobierno humano. Que son aquellos a los que nuestras biblias nos dicen que debemos sujetarnos y obedecer. De hecho, ninguna versión de esas biblias nos dirá que ese mandato debemos cumplirlo, aunque esas autoridades nos ordenen delinquir o sencillamente pecar. No conozco demasiados modelos humanos de desobediencia a ese mandato, pero sí conozco a Jesús, y me basta. A Jesús no lo mataron los romanos, ellos sólo fueron los brazos ejecutores de una crucifixión ordenada por el Sanedrín, esto es, la iglesia oficial a la cual supuestamente debía pertenecer Jesús. Comenzando por aquel centurión romano que le pidió que sanara a su siervo, continuando con el `propio Pilato, que no tenía intención ni deseo de ejecutarlo y concluyendo con ese simple soldado que, no por crueldad ni por maldad decidió clavarle la lanza en el costado, sino que lo hizo, creyendo que aún vivía, para que no sufriera más.

Jesús no tuvo problemas con el gobierno de su tiempo por una sencilla razón: Jesús era gobierno, desde su innegable autoridad espiritual. El problema Jesús lo tuvo con la religión, representada por el liderazgo fariseo, y por sus propios paisanos religiosos, que decidieron elegir salvar a Barrabás y condenarlo a Él. Ninguno logró entender ni saber que no fueron ellos los que lo mataron, sino que Jesús vino exactamente a pasar por eso para expiar de una vez y para siempre el pecado ancestral de cada uno de nosotros. Que los romanos no cayeran en cuenta de esto, es casi lógico. Ellos estaban absolutamente fuera de toda espiritualidad santa. Pero sí fue un impacto que el Sanedrín no lo entendiera. Que no es algo que nos asombre, ya que todavía sus herederos étnicos, siguen sin entenderlo, aunque crean en el Dios que es su Padre.

Y los creyentes de este tiempo, ¿Cómo nos comportamos con relación a los gobiernos terrenales? De manera muy despareja, no hay una línea conducente. Más allá de los que leyeron la Palabra de Dios y la entendieron, en el resto de los auto proclamados cristianos, hay partidarios de la derecha, de la izquierda, del centro y de algún que otro invento regional que pueda servir para acceder a un poder en serio. Un país con un gobierno que financia e incentiva un matrimonio de personas del mismo género, o sanciona leyes que aceptan un aborto por simple decisión de la mujer que lo desea y es, -dice- dueña de su cuerpo, ¿Qué forma de cristianos tiene en sus iglesias capaces de apoyar esto? Un país con un gobierno autoritario, que no acepta nada que no provenga de sus directivas, pero que puede ocultar ciertos sucesos graves, como la pedofilia de poderosos y el abuso de menores víctimas inocentes de la miseria ocasionada por programas que solo enriquecen a los más ricos y empobrecen a los más carenciados, ¿Qué clase de cristianos tienen sus iglesias cuando son capaces de apoyar algo así?

Cristianos sólo por nominación. Van a una iglesia, leen sus biblias y en público oran de un modo que pueden romper cristales por la potencia y enjundia. Pero en el fondo de sus corazones no terminan de creer que tienen suficiente poder como para, incluso, cambiar el derrotero de una nación. ¿No dice la Palabra que la oración de UN justo tiene más poder que una manifestación de miles de no creyentes? Claro, pero para que eso sea una realidad palpable, hay que acceder a la categoría de justo, que no se obtiene sólo por congregarse cada semana o por cantar en la plataforma o, incluso, predicar un lindo sermón. Justo es el obediente a la voluntad de Dios, y de esa calidad y cualidad, no hay precisamente abundancia. Entonces, con el argumento de hacer cosas para la iglesia como estructura, eligen acercarse a los gobiernos terrenales. Y en ciertos casos, hasta fundando fuerzas políticas con esa finalidad.

Esto, que a primera lectura no parecería ser grave, ya que todos sabemos que para cualquier obra que una congregación encare se necesita buen dinero para sustentarla. Y una cercanía a esferas de gobierno garantizarían, al menos, contar con los elementos financieros y materiales como para llevar adelante cualquier obra. ¿Cuál es el error? En primer término, y no es algo menor, quedar cautivos y sujetos a la voluntad de grupos y hombres en su gran mayoría no creyentes y hasta opositores a la fe en Cristo. En segundo lugar, convertirse en cómplices de todo lo que esa fuerza política pueda ejecutar. Y con una mano en el corazón, respóndeme: ¿Cuántas fuerzas políticas conoces que hayan llevado a cabo más obras santas que profanas? Y el tercer elemento es con el que comencé este tema: la ignorancia total de buscar el poder humano, terrenal y secular, cuando estamos investidos de todos los elementos para ser gobierno por el simpe hecho de estar EN Cristo.

¿Coincides conmigo que nuestro Dios es quien gobierna todo el universo de todos los universos y galaxias, y que como tal gobierna de manera inequívoca y absoluta todo nuestro mundo? Si de verdad eres creyente maduro, es obvio que coincides con esto. ¿Y qué parte de la creación decidió formar Dios nada menos que a Su imagen y semejanza? Al hombre. A nosotros. Entonces, ¿Cuál sería el texto bíblico que dice que, a pesar de ser imagen y semejanza de Dios, nosotros no tenemos sus mismas virtudes? Ninguno. No sólo no existe tal pasaje, sino que los que están en mi Biblia, dicen exactamente lo contrario. Que sí tenemos todas las virtudes del Señor porque por esa razón nos formó a su imagen y semejanza. Y que podemos hacer, -por ejemplo-, todas las cosas que Jesús hizo durante su ministerio terrenal y aún mayores, porque Él mismo nos aseguró que eso ocurriría porque Él iba al Padre y su poder nos sería transferido.

Con todos estos elementos en nuestras manos, y partiendo de la base de que no son cosas que se me han ocurrido a mí o que en un ataque de fantasía he resuelto inventar para entretener a mis escuchas, sino auténticas verdades bíblicas, la pregunta me surge sola: ¿Por qué razón nada de esto todavía ha sucedido, al menos en volúmenes que permitan cambiar sociedades corruptas, impías, pecadoras y pervertidas? Porque sólo nos hemos limitado a escuchar hermosas predicaciones, leer nuestras biblias casi por compromiso, orar por formalidad y creer todo aquello que evidencie tener cierto grado de racionalidad. Porque hacemos lo que podemos mientras estamos vivos y tenemos una vaga idea de lo que nos puede acontecer el día que partamos de este mundo. O sea: pese a lo que hemos leído y oído centenares de veces, todavía estamos cautivos por el temor a la muerte y sin terminar de creer de verdad que apenas es un tránsito hacia otra dimensión.

No voy a hacer un estudio bíblico, sólo voy a compartirte algunas escrituras que fundamentan lo que digo: Génesis 41:40: Tú estarás sobre mi casa, y por tu palabra se gobernará todo mi pueblo; solamente en el trono seré yo mayor que tú. Esto se lo dijo Faraón a José, pero es un calco de lo que hoy te diría Dios a ti mismo. Estás ordenado por la oficina divina para gobernar. 1 Samuel 8:20: y nosotros seremos también como todas las naciones, y nuestro rey nos gobernará, y saldrá delante de nosotros, y hará nuestras guerras. Aquí ya va tomando más forma actual. La nuestra es una ciudadanía sobrenatural, no terrenal, donde nuestro Rey nos gobierna y, por medio de cada uno de nosotros, desplegará todo su poderío para llevarnos a vencer en todas nuestras guerras, eminentemente las espirituales.

1 Reyes 3:9: Da, pues, a tu siervo corazón entendido para juzgar a tu pueblo, y para discernir entre lo bueno y lo malo; porque ¿Quién podrá gobernar este tu pueblo tan grande? Vivimos, mayoritariamente, bajo sistemas democráticos. No hay modo de adaptar a eso nuestro sistema monárquico. Lo más parecido a un acto electoral democrático que hay en nuestras biblias, es cuando Pilato le pide al pueblo que elija entre Jesús y Barrabás, a quien quiere salvar de la muerte. Y su resultado no es algo que justamente nos haga sentir satisfechos. Job 34:17: ¿Gobernará el que aborrece juicio? ¿Y condenarás tú al que es tan justo? Esto, directamente, es una sentencia que anula cualquier posibilidad de gobierno a quien no sea un hijo de Dios Lo sabemos: ¿Qué gobierno humano reconocerá errores y se enjuiciará a sí mismo por ellos? No existe eso en todo el planeta.

Zacarías 3:7: Así dice Jehová de los ejércitos: Si anduvieres por mis caminos, y si guardares mi ordenanza, también tú gobernarás mi casa, también guardarás mis atrios, y entre estos que aquí están te daré lugar. Aquí tienes una disposición divina que te capacita para gobernar sobre lo que Dios decida colocarte. Que de ninguna manera habla de gobiernos terrenales del modo clásico y tradicional que poseen, ya sean presidencialistas o legislativos. Esto es un gobierno que está por encima de todos los gobiernos humanos. 1 Timoteo 3:4-5: que gobierne bien su casa, que tenga a sus hijos en sujeción con toda honestidad (pues el que no sabe gobernar su propia casa, ¿Cómo cuidará de la iglesia de Dios?) Pablo es claro y contundente. Si no te da la categoría espiritual para ser cabeza de tu hogar conforme al diseño divino, no podrás ejercer gobierno sobre la iglesia y mucho menos aspirar a ser el justo que cambie tu nación.

Y para finalizar este repaso bíblico anexo, te dejo lo que relata Mateo 20:25-28: Entonces Jesús, llamándolos, dijo: Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos. Si quieres conocer la opinión de Dios respecto a los gobiernos humanos, aquí la tienes sintetizada en boca del Hijo. Si un gobernante humano ha sido elegido para administrar los bienes de todos los habitantes del país que lo ha elegido como administrador, ¿Por qué termina enseñoreándose de ellos como si fuera su propietario? Por ambición, corrupción, soberbia y egocentrismo. ¿Puede alguien que se rotule como cristiano, gobernar así? No. Pero tú y yo hemos visto eso muchas veces.

¿Cuáles son las características del hijo de Dios que muestra Jesús en este texto? Humildad. Pero humildad real, no simulada ni fingida para la foto o el video promocional. Ser gobierno es sinónimo de servir, no de ser servido. Ser gobierno implica dar nuestra vida por las personas y no exponer las suyas en nuestro favor. ¿Cuántas guerras y muertes inocentes se hubieran evitado, simplemente cumpliendo con esto? Porque en las guerras no mueren los que deciden librarlas, sino aquellos que son enviados a combatir en defensa de los intereses hasta personales de los que decidieron declararla. Esto en modo alguno es justicia. Porque una cosa es una guerra en defensa de la libertad de las personas y otra muy distinta es pelear en defensa de intereses expansionistas, odios raciales, apetencias por riquezas o disposiciones de logias de alto poder. Muy genuino es que Jehová es varón de guerra, pero no de esta clase de guerras que hoy vemos en distintos puntos del mundo. La guerra que Jehová pelea por y con nosotros, es la que libramos contra el reino de las tinieblas, que es el usurpador del Reino de los Cielos del cual somos integrantes.

Muy bien. Dicho todo esto, sólo me resta implementar en favor de mi país ese gobierno que poseemos desde que pasamos de nuestra vieja vida a una nueva EN Cristo. Yo lo hago por mi país porque por ese motivo mi Señor me hizo nacer aquí. Tú, donde quiera que vivas, puedes hacerlo por el tuyo por la misma razón. El poder para producir cambios lo tienes exactamente igual que yo y que todos los que estamos dispuestos a creerlo y ponerlo por obra. Sólo hay que aclarar algunos puntos para que nadie se confunda o nos confunda. A esta altura de mi vida y con todo el camino que he recorrido, tanto en lo secular durante un largo lapso, como lo espiritual, desde hace ya mucho tiempo, no tengo en mente formar ningún grupo de nada, ninguna fuerza política terrenal de nada, ni trabajar para ninguna estructura humana de ningún signo. Lo único que pienso utilizar es ese poder que nos ha sido entregado, con oración, declaración, decreto y activación.

Si todos los días oro, declaro, decreto y activo que mi país será gobernado por hombres honestos, íntegros y responsables, con clara empatía por todas las necesidades que existen, voy a creer que el Espíritu Santo moverá todo lo que haya que mover para que eso se produzca. Pero, atención con esto que no es menor: será en beneficio de mi país, la República Argentina, y de todos los que somos sus habitantes, pertenezcamos a la clase social que pertenezcamos. Nosotros haremos nuestra parte, poniendo esfuerzo, dedicación, trabajo, responsabilidad, honestidad y cumplimiento con todo lo que nos corresponda y el gobierno que Dios ponga posibilitará que todo eso no se pierda, rinda beneficios para todos y eleve el standard de vida de los que luchan por mejorarlo. Ese es el modo más justo. Batallar sólo en favor de la clase social a la que pertenezco, aunque sea comprensible desde lo humano, en el ámbito espiritual seguirá siendo una manera egocéntrica y hasta corrupta de actuar. Y eso no es para un hombre de Reino.

Te pegunto: ¿Crees que esto sea posible? ¿Crees que Dios moverá toda su potencia a favor de lo que le pidas? Mateo 21:22: Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis. Marcos 11:24: Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá. Juan 14:13: Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Juan 15:16: No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé. Basta. No necesitamos gobiernos que crean que sólo deben ayudar a los más pobres quitándole a los más ricos. Tampoco necesitamos gobiernos que crean que sólo deben ayudar a los más ricos que los apoyan y aprovecharse explotando a los más pobres. Tú llámale como quieras a estos dos polos, yo elegí llamarlos injustos. Sólo un detalle: revisa el contexto de estos pasajes que te compartí. Vas a ver que todo eso tiene condicionamientos previos. Si no los cumples, Dios no oye tu pedido.

Tú eres el depositario de todas las virtudes de nuestro Dios el Padre, de nuestro Dios el Hijo y de nuestro Dios el Espíritu. Si definitivamente no somos capaces de creer esto, al menos una vez, y jugarnos como guerreros que somos en beneficio de la tierra donde vivimos y para que ese Dios nuestro sea honrado y glorificado, todos estos años que hemos transitado como supuestos cristianos, no habrán servido nada más que para jugar a una religión que, como tal, no nos aporta absolutamente nada. Apenas algunos ritos, costumbres, tradiciones, muletillas, entretenimiento disfrazado de culto, alabanza y adoración disfrazada de música rítmica o lenta y enseñanzas tan profundas y rebuscadas que aun todos los que no entienden nada adopten rostros de solemne aceptación y sigamos cada día, cada semana, cada mes, cada año viviendo en una religiosa cautividad de los rudimentos mundanos porque son los únicos que nos funcionan. Eso, se sigue llamando babilonia, y es una mentalidad que es necesario erradicar, por más que pensemos que estamos renovados y en el buen camino.

Según Malaquías 3:10, Dios mismo nos autoriza a probarlo. Y en mucho más que en la tremenda guerra de sacarle algo a nuestra billetera. Podemos probar el poder de Dios en todo aquello que, por discernimiento espiritual y bajo la guía del Espíritu Santo, tengamos dirección para batallar. Es una guerra, obviamente, y como tal tiene sus riesgos y hasta sus pérdidas. Pero estamos aquí para devolverle al Padre Su Reino que hoy todavía está usurpado por el dios de este siglo, o de este sistema si lo quieres mejor traducido. Si hasta hoy habías pensado sólo en ti, en tu familia y en la seguridad de ser salvos y pasar la eternidad con Él, no te lo censuro porque es muy cierto y genuino. Sólo que el día que nos encontremos cara a cara con Él, caeremos en cuenta que no aterrizamos un día en la panza de mamá sólo para vivir lo mejor que se pueda y luego morirse para retornar de donde vinimos.

Estamos aquí con un propósito y una misión que, hasta hoy, conforme a lo que se puede ver a tu alrededor, todavía no estamos cumpliendo. Y eso, amado hermano, hermana, amigo o amiga, es una asignatura pendiente que no podemos ni debemos dejarle como carga innecesaria a las generaciones que nos siguen. No sé cuantos años terrenales tendremos cada uno de los que hoy compartimos todo esto tendremos aquí por la gracia del Señor. Lo que sí sé, es que cuando se cumpla cada ciclo de cada uno, ese pueda pararse frente a Jesús y oír ese conocido: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor. Será más que suficiente para entrar en esa dimensión con un gozo incomparable y desconocido, que sólo es posible cuando sabes que sabes que sabes que tu Padre celestial siente complacencia de ti, simplemente porque decidiste vivir EN su Hijo y como tal eres visto y valorado.

Sólo un detalle final. Todo aquel que en este momento siente una fuerza interna que le dice que haga esto, que pelee por su tierra y por su gente santa, antes de lanzarse a esa batalla ardua y dura, tenga en cuenta algo muy importante: asegurarse de tener sus vestiduras blancas. No digo absolutamente sin pecado porque, en un hombre de carne que todavía siente la influencia adámica, que era la misma que experimentaba Pablo, eso es imposible. Pero que cuando se le dijo que todo lo puede en Cristo que lo fortalece, no se le recitó un versículo bíblico para jugar a la escuelita dominical, sino para ponerlo por obra en su vida. Si es posible y está en santidad de espíritu y alma, hoy mismo, ahora. Si en una guerra individual no puedes olvidar colocarte toda la armadura que conoces, en una guerra de estas características globalizadas, mucho más. Tu enemigo sabes quien es. Lo que no siempre sabes es qué fisonomía usa para cada batalla. A veces, si hay vulnerabilidades, hasta con ropaje religioso se viste.

Es hora de dejar de hablar lindas palabras y producir hechos espirituales concretos. Quiero intentarlo. Y algo me dice por dentro que no seré el único. Ni en mi tierra natal ni en otras que nunca conocí pero que amo como las ama el Dios que jamás trazó fronteras para dividir hombres. Cuando estemos con Él, no habrá razas, nacionalidades, etnias, idiomas o culturas diferentes. Todos seremos sus hijos por igual. Si crees que no vale la pena pelear por eso, sólo deja esto para el olvido y sigue tu vida como la estabas viviendo hasta hoy, hasta este momento mismo de escucharme esto que tenía mandato para compartirte. Escucha esto y ponte a orar. De lo que te sea revelado, aprende, enseña, actúa y pelea.

1 Samuel 8: 4-9: Entonces todos los ancianos de Israel se juntaron, y vinieron a Ramá para ver a Samuel, y le dijeron: He aquí tú has envejecido, y tus hijos no andan en tus caminos; por tanto, constitúyenos ahora un rey que nos juzgue, como tienen todas las naciones.  Pero no agradó a Samuel esta palabra que dijeron: Danos un rey que nos juzgue. Y Samuel oró a Jehová. Y dijo Jehová a Samuel: Oye la voz del pueblo en todo lo que te digan; porque no te han desechado a ti, sino a mí me han desechado, para que no reine sobre ellos. Conforme a todas las obras que han hecho desde el día que los saqué de Egipto hasta hoy, dejándome a mí y sirviendo a dioses ajenos, así hacen también contigo. Ahora, pues, oye su voz; más protesta solemnemente contra ellos, y muéstrales cómo les tratará el rey que reinará sobre ellos.

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noviembre 20, 2024 Néstor Martínez