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Cuando el Espíritu se Mueve

 

Hay una tesis teológica que considera a los maestros y pastores como ministerios separados, pero hay otra que basándose en Efesios 4:11, estima que parecen estar unidos. La repetición de la palabra otros –aseguran- indica que se consideran sólo cuatro ministerios, y que los pastores son también maestros.

De ninguna manera osaría intervenir en tamaño debate. Primero, porque estructuralmente no tengo nivel para pretenderlo, y segundo, porque mi llamado personal ha sido tan claro con referencia al ministerio del maestro sin mencionar siquiera el de pastor, que me exime de todo comentario.

De todos modos, el término pastor, aquí, no es usado en el sentido moderno de la palabra (Los pastores actuales están más cerca de lo que era el anciano-presbítero-obispo del Nuevo Testamento, el oficial administrativo de la iglesia local, que el de un hombre con un tremendo corazón de amor).

Y se usa la misma palabra griega para designar a Jesús como el gran pastor de las ovejas, nuestro buen Pastor. El pastor oriental conducía a su rebaño hasta donde éste podía hallar alimento y agua. La Palabra hebrea empleada para pastor tiene el significado de alimentador.

La preocupación principal del pastor, de acuerdo con el término que aquí se emplea, no es dirigir los asuntos de la iglesia, sino proteger, cuidar y sostener a los más débiles y, además, también impartir enseñanza.

Vivimos en un mundo de cambios, donde los nuevos problemas, los nuevas interrogantes, y las nuevas circunstancias hacen ciertamente necesaria la ayuda de un maestro que señale los principios de la Palabra y demuestre la forma en éstos se relacionan con nuestro diario vivir. Esta sigue siendo la obra del maestro que está dotado por el Espíritu y dedicado a Cristo.

Jesús es también el gran Maestro. El Espíritu Santo es de manera tan prominente en Espíritu Maestro como es el Espíritu de poder y el Espíritu de profecía, y quien sabe si más. Es cierto que el Espíritu Santo nos enseña a todos directamente.

No necesitamos autoridad humana para obtener seguridad de nuestra salvación, ni necesitamos que alguien nos enseñe a conocer al Señor en una manera mejor y más profesional. El Espíritu y la Palabra bastan para eso. Pero los maestros dotados por el Espíritu y dados por Cristo a la Iglesia pueden descubrir verdades que han sido escudriñadas, y ayudar a adiestrar y a inspirar a otros para que lleguen a ser maestros.

Dios desea que todos lleguen a ser maestros en el sentido de estar capacitados para explicar la Palabra a otros. Pero los maestros que pueden alimentarnos con la leche y la carne de la Palabra son necesarios antes que esto pueda ser una realidad.

Apolos puede ser un ejemplo de un maestro que «regaba» lo que Pablo había plantado en Corinto, y que ayudaba a la gente a crecer espiritualmente por medio de su refrescante enseñanza. Ciertamente, su enseñanza debe haber venido con los ríos de agua viva, el flujo poderoso del Espíritu Santo. Recuerda también que Apolos tenía un espíritu dócil a la enseñanza.

Desafortunadamente, existen quienes están siempre aprendiendo y que nunca pueden llegar al conocimiento de la verdad, guías ciegos de los ciegos, falsos maestros que niegan al Señor que los compró. Dios no perdonará a los tales. Los cristianos que aman y honran a Jesús pueden disfrutar de una unidad del Espíritu y de la fe, aun cuando no estén de acuerdo en algunos puntos o aun en algunos de los métodos de interpretación bíblica.

Tenemos amor por los pecadores, aun por aquellos que niegan al Señor, puesto que nuestro deseo es atraerles hacia Él. Pero eso es diferente de la comunión en el Espíritu que gozamos con los creyentes, una comunión que crece en mejor forma si es que mantenemos un espíritu dócil a la enseñanza.

Según se ha indicado, los dones que aparecen en la lista de 1 Corintios 12:8-10 parecen ser clases de dones que deben ser ejercidos uno a la vez en varias ocasiones por varios individuos, según sea la voluntad del Espíritu. Debiera advertirse todavía más que cada uno de estos dones está dirigido hacia las necesidades del Cuerpo, más bien hacia las necesidades de aquel que es usado por el Espíritu para ministrar el don.

UNA PALABRA DE SABIDURIA: Esta es una palabra (una proclamación, una declaración de sabiduría) dada para satisfacer la necesidad de alguna ocasión o problema particular. No depende de la habilidad humana o de la sabiduría humana sino que es una revelación del consejo divino. Mediante la percepción sobrenatural concedida por este don tanto en la necesidad como en la Palabra de Dios se logra la aplicación de esa Palabra a la necesidad o al problema que está entre manos. Por el hecho de ser una «palabra» de sabiduría, es claro que se da únicamente lo necesario para la ocasión. Este don no nos eleva a un nuevo nivel de sabiduría, ni hace que sea imposible que cometamos errores.

Sencillamente nos permite sacar algo del ilimitado almacén de Dios. A veces puede traer una palabra de sabiduría para guiar a la iglesia, también es posible que satisfaga las promesas dadas por Jesús en cuanto a «palabra y sabiduría, la cual no podrán resistir ni contradecir todos los que se opongan».

El hecho de que Jesús estuviese hablando de un don sobrenatural de una palabra de sabiduría queda en evidencia por su mandato de no meditar (preparar) de antemano lo que habrían de decir en las sinagogas o delante de las cortes. Esto se cumplió ciertamente en el caso de los apóstoles y de Esteban.

UNA PALABRA DE CIENCIA: La sabiduría parece tener que ver con el correcto uso del conocimiento. De este modo el don de una palabra (proclamación, declaración) de ciencia (conocimiento) se halla íntimamente relacionado al don de una palabra de sabiduría.

Al escudriñar las Escrituras uno halla que se dice mucho respecto de la iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo», de la fragancia celestial del conocimiento que Dios da de nosotros en Cristo.

La oración de Pablo en favor de los Efesios es: Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento del él (Efesios 1:17-23). Por los colosenses él ora también que sean llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual, de modo que ellos puedan andar como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios (Colosenses 1:9-10).

Santiago hace un llamado a demostrar conocimiento mediante buenas obras nacidas de una conducta buena (noble, digna de elogio) (Santiago 3:13). Hay gran énfasis en el conocimiento de la verdad, esto es, la verdad revelada en el evangelio.

El conocimiento incluye también las exigencias del evangelio y la aplicación de ellas. Pablo dice que los judíos tenían celo por Dios, pero no conforme a ciencia. El conocimiento de Dios, Cristo, el evangelio y las aplicaciones del evangelio a la vida cristiana.

Pablo dice: no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido, lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu (1 Corintios 2:12, 13).

Todo esto está de acuerdo con las promesas de Cristo de que el Espíritu de verdad testificará de Él, nos enseñaría todas las cosas, y nos guiará a toda verdad. Puede haber tan sólo una conclusión. Una palabra de ciencia viene como una declaración de verdad evangélica o como la aplicación de ella. Es un don que trae iluminación sobrenatural del evangelio, especialmente en el ministerio de la enseñas y de la predicación.

Dios dio conocimiento de hechos por medio de visiones y en varias otras maneras, pero en la Biblia no hay indicación y en absoluto de que el don de la palabra de conocimiento signifique la revelación del lugar donde hallar artículos perdidos o la enfermedad o pecado que afectan a una persona. Más bien, da un entendimiento más profundo de la Escritura.

Puede verse un ejemplo en la casa de Cornelio. Los discípulos que estaban con Pedro en ese lugar se asombraron cuando oyeron esos gentiles hablar en lenguas como el Espíritu les daba que hablasen. Pero Pedro interpretó eso como el Espíritu les daba que hablasen. Pero Pedro interpretó eso como un sello de aprobación de Dios a la fe de los gentiles, y dio una palabra de conocimiento allí, y luego también en el Concilio de Jerusalén.

FE: La fe como un don es obviamente algo diferente de la fe que salva y de la fe o fidelidad que es el fruto del Espíritu. Algunos consideran que es la fe que mueve montañas o esa clase de fe exhibida por los héroes de Hebreos 11.

Pero de la misma manera como se da sólo una palabra de sabiduría al Cuerpo para que encare la necesidad de un poco de sabiduría, así también el don de fe puede ser la impartición de fe al Cuerpo. El Espíritu Santo puede usar un cántico, oración, testimonio, o predicación como un canal para comunicar fe o levantar el nivel de fe en el Cuerpo.

Esta comunicación de fe hizo de Pablo un ministro capaz del Nuevo Testamento. Lo capacitó para ayudar a otros a recibir el Espíritu por medio del oír con fe. Con seguridad estuvo presente también en la oración unida que tuvo como consecuencia un nuevo derramamiento del Espíritu en Jerusalén. Posiblemente se ha expresado en poder para llevar a cabo otros tipos de ministerio también.

DONES Y SANIDADES: Ambas palabras, dones y sanidades, se hallan en plural en el griego. Algunos consideran que esto significa que existe una variedad de formas de este don. Hay quienes interpretan que ciertos individuos están dotados para sanar una especia de aflicción o enfermedad, y otros otra.

Felipe, por ejemplo, fue especialmente usado en la sanidad de los paralíticos y de los cojos. Otros lo toman como que Dios da un don de una provisión de sanidades en una ocasión particular, y que otra provisión es concedida en otra ocasión, tal vez a alguna otra persona, muy probablemente en el ministerio del evangelista. La sanidad del cojo de la Hermosa se toma como un ejemplo.

Hay todavía otros que consideran que cada sanidad es un don especial, es decir, el don es para la persona enferma que tiene la necesidad. De este modo, visto de esta manera, el Espíritu no constituye a los hombres en sanadores.

En cambio, provee un nuevo ministerio de sanidad para cada necesidad así como ésta surja en la Iglesia. Por ejemplo, la virtud (poder) que fluyó a ella un precioso don de sanidad. Hechos 3:6 es literalmente, «Lo que tengo, esto de doy».

«Esto» es singular e indica un don específico dado a Pedro para que lo entregara al cojo. No parece ser que significara que él tenía una reserva de dones de sanidad en sí mismo, sino que él tenía que mirar al Señor y recibir del Espíritu un nuevo don para cada persona enferma a quien ministrara.

No hay evidencia de que los apóstoles pudiesen sanar a quien quiera y cuando ellos quisieran mediante algún poder de sanidad residente en ellos. Y tampoco consideraban ellos que su ministerio principal era la sanidad.

Leemos de milagros especiales (extraordinarios) hechos por la mano de Pablo en Éfeso. Esto implica que en conexión con el establecimiento de las siete iglesias en Asia por medio del ministerio de Pablo en Éfeso, se operaron milagros desusados que no tomaron lugar en todas partes.

Así, Pablo no tenía ningún don automático en sí mismo que lo constituye en un sanador. En realidad, en Éfeso Dios usó pañuelos (usados para enjuagar la transpiración) y delantales de trabajo de los que Pablo usaba mientras trabajaba haciendo tiendas.

Se operaban milagros cuando estas cosas se constituían en medios para que las personas que estaban enfermas expresaran fe, y Jesús a menudo hacía o pedía que los hicieran cosas que estimularán una expresión activa de fe.

En cierta ocasión aun la sombra de Pedro llegó a ser un medio tal. Pero los medios usados eran siempre variados y jamás se permitía que se convirtieran en una forma de ceremonia. La fe de ellos había que estar en el Señor, no en los medios utilizados para ayudarles.

Sin embargo, estas cosas nada tienen que hacer directamente con los dones de sanidades. El énfasis en 1 Corintios 12:9 se halla en la expresión del Cuerpo. No es necesario que busquemos a un evangelista. Tal vez no siempre sea posible llamas a los ancianos de la iglesia, pero los dones de sanidades están a disposición de cada miembro del Cuerpo para que ministre a los enfermos.

LAS OPERACIONES DE MILAGROS: Ambos nombres se hallan en plural aquí, y de nuevo la sugerencia es que hay a disposición muchas variedades de milagros o hechos de poder. «Milagros» es plural de la palabra poder de Hechos 1:8, pero en el plural significa hechos de poder grandioso, sobrenatural, que van más allá de lo que un hombre puede hacer. Son intervenciones divinas directas en el mundo del hombre y de la naturaleza que se distinguen de las sanidades.

Anthony D. Palma señala que «operaciones» se usa casi solo respecto de la actividad de Dios o de Satanás. El sugiere, por tanto, que este don opera especialmente en conexión con el conflicto entre Dios y Satanás. Estos hechos de poder que le infringen derrota a Satanás podrían incluir el juicio de ceguera obre Elimas y la expulsión de demonios.

Algunos consideran que este don tiene que ver con la resurrección de muertos o con milagros en la naturaleza, tales como el aquietar la tormenta y caminar sobre el agua. Pero Donald Gee nos advierte que hay una total ausencia de milagros de naturaleza tanto en hechos como en las Epístolas.

Pablo sufrió cuatro naufragios, de lo que sabemos. La descripción del sucedido en Malta muestra que la providencia de Dios les permitió escapar a tierra, pero a nado, y no mediante un milagro. Se registran sólo dos ocasiones de resurrección de muertos. En cuanto al resto, fueron referidos al consuelo de la bendita esperanza de la resurrección y del retorno de nuestro Señor.

Tanto los dones de sanidades como los dones de las operaciones de milagros nos demuestran a nosotros y le demuestran al mundo que Jesús ciertamente es vencedor. En la cruz fue pagado el precio completo y fue sellada la condenación de Satanás.

Pero el resultado pleno de esto no se verá sino hasta que seamos cambiados y se nos den cuerpos inmortales e incorruptibles, y hasta que Satanás sea finalmente echado al lago de fuego, y el último enemigo, la muerte, sea destruido.

Mientras tanto, hay dones espirituales de gracia a nuestra disposición para darnos un gusto anticipado de esto en sanidades de milagros, no conforme a las exigencias nuestras, sino según sea la voluntad del Espíritu.

PROFECIA: Se distinguió la naturaleza de este don en conexión con 1 Corintios 14 y con el profeta. Lo que necesita decirse todavía es que el don estaba a disposición de cualquier miembro de la congregación, y no tan sólo de aquellos que tenían un ministerio regular de profetas.

Efectivamente, por el hecho de que la edificación de la Iglesia es por medio de este don, se insta a todos para que lo busquen. La profecía se halla relacionada también con la iluminación de los misterios del evangelio. Además, debe haber variedad en la expresión del don.

Pero en la mayoría de los casos parece estar dirigida al cuerpo de creyentes que se haya reunido. El sermón de Pedro, según ya se ha indicado, fue el cumplimiento de la promesa de Joel concerniente a la profecía. Pero Pedro tomó las lenguas como parte de ese cumplimiento también, y como lo indica 1 Corintios 14, las lenguas necesitan interpretación para servir al propósito de la edificación.

Sin embargo, en la vista de la naturaleza del sermón de Pedro, es posible que durante el curso de la predicación en otras ocasiones en Hechos pudiera estar en operación, pero aun así puede haber ocasiones en que el Espíritu le dará algo que esté más allá de lo que tiene en sus notas.

Si la experiencias de los profetas del Antiguo testamento puede servir de guía, vemos que Dios a menudo trató con ellos mientras ellos se hallaban a solas con El, y luego les envió a profetizar, a hablar para El. También por medio de la profecía el Espíritu toca los puntos sensibles, revela lo que está oculto, y lleva a la convicción y a la adoración, como así también alienta y estimula a la acción.

DISCERNIMIENTOS DE ESPIRITUS: Los plurales indican una variedad de modos en los cuales pude manifestarse este don. Por el hecho de que es mencionado directamente después del don de profecía, se ha sugerido que participa del juzgar mencionado en 1 Corintios 14:29.

Efectivamente, la palabra discernimiento involucra la formación de un juicio y tiene relación con la palabra que se usa para juzgar la profecía. Comprende percepción concedida sobrenaturalmente, distinción entre espíritus, buenos y malos, verdaderos o falsos, con el fin de hacer una decisión.

Juan dice que no hemos de creer a todo espíritu, sino que debemos probarlos (1 Juan 4:1). A veces se necesita un don del Espíritu para hacer esto. En realidad, la Biblia habla de tres espíritus: el espíritu de Dios, el espíritu del hombre y el espíritu del diablo (además de los espíritus malignos o demonios asociados con él).

Parecería como si en la operación de este don en la asamblea locas o reunión de creyentes el espíritu del hombre fuera el principal ofensor. Aun con la mejor de las intenciones, es posible que algunas personas confundan sus propios y profundos sentimientos con la voz del Espíritu. O, a causa de celo excesivo o de ignorancia espiritual al no saber cómo rendirse al Espíritu Santo, el Espíritu de uno podría inmiscuirse.

Del mismo modo como los otros dones, éste no eleva al individuo a un nuevo nivel de habilidad. Ni tampoco le da a nadie el poder para que ande ahí mirando a la gente y diciendo de qué espíritu son. Es un don específico para una ocasión específica.

LENGUAS, GENEROS O FAMILIAS DE LENGUAS: También se ha descrito la naturaleza de este don en relación con 1 Corintios 14. Es parte de la riqueza de dones que operan por medio de la multitud de creyentes a través de aquel único Espíritu Santo. El Nuevo Testamento indica que era común y se consideraba deseable.

Los paralelos entre Hechos y 1 Corintios 14 indican que este don que se presenta aquí es en su forma igual que la evidencia en Hechos; sin embargo, el propósito en 1 Corintios 14 es como un don manifestado en la iglesia y que necesita interpretación para lograr la edificación.

A menudo la gente que no tiene la experiencia lo denomina «jerigonza extática», pero éste no es el punto de vista de Pablo respecto del don. Por medio de El hablamos a Dios. Logra establecer comunicación. Por medio de El hablamos misterios, lo que para Pablo siempre tiene el significado de verdad espiritual (1 Corintios 14:2). La palabra griega significa claramente idiomas no meras sílabas sin sentido.

INTERPRETACIÓN DE LENGUAS: La interpretación se toma por lo general como la entrega del significado o contenido esencial de la expresión en lenguas. El significado básico de la palabra es traducción en Juan 1:42; 9:7 y Hebreos 7:2. Pero puede significar traducción o interpretación.

No obstante, aun cuando signifique traducción, esto no quiere decir necesariamente que signifique palabra por palabra. La tarea del traductor es poner las palabras con sentido correcto y con buena gramática. De este modo el Salmo 23:1 que tiene sólo cuatro palabras en hebreo necesita de siete palabras en la Versión Revisada de Reina Valera.

Por cierto que el don no implica que haya algún tipo de conocimiento de idioma por parte del intérprete. Se recibe directamente del Espíritu Santo, y viene en la medida en que uno presta atención al Señor más bien que a las lenguas dadas. Además el don puede venir de varias maneras, «bien sea por visión, por carga, o por sugerencia, según el Señor quiera hacerlo».

También puede requerirse un paso de fe por el hecho de que el Espíritu muy a menudo da sólo algunas palabras de la interpretación al principio. Luego, cuando éstas son dadas en fe, viene el resto según el Espíritu conceda expresión.

ADMINISTRACIÓN (GOBERNACIONES): El plural parece indicar una variedad de expresión del don para suplir las necesidades de un puesto de dirigente o de administración (1 Corintios 12:28). Otros usos aparte del Nuevo testamento implican dar consejo sabio. Un nombre estrechamente relacionado significa timonel o piloto de un barco (Hechos 27:11). Parecería como que implica el manejo de los negocios de una congregación como también dar dirección espiritual.

Probablemente éste era el don del Espíritu concedido especialmente al jefe administrativo, llamado el anciano o presbítero por comparación con los gobernantes de las sinagogas, y denominado obispo o sobreveedor (superintendente) en la lengua griega.

Este era un oficial elegido. Pero había de ser elegido, no mediante política o juego de poderes, sino mediante la sabiduría concedida por el Espíritu al cuerpo. Luego él estaría equipado con los dones del Espíritu y dependiendo de ellos, y no en su propia habilidad de dirigente. El plural puede indicar también que el don estaba disponible de igual manera para otros oficios de dirigente o administración.

AYUDAS, ACCIONES DE AYUDA: El plural indica una variedad de acciones de ayuda que pueden estar inspiradas por este don. El verbo correspondiente significa tomar la parte de alguien, o acudir en ayuda de alguien. Se usa respecto de ayudar a los débiles, y de dedicarnos a la bondad.

La palabra se usaba a veces en los tiempos antiguos como un término técnico de la banca para designar a un jefe de contabilidad. Esto correspondería con la clase de trabajo para la cual fueron elegidos los siete en Hechos 6: 2, 3.

Allí, la palabra mesas significa mesas de dinero, y se refiere a un fondo en efectivo, fondo al cual contribuyó Pablo con ofrendas que trajo, por lo menos en dos ocasiones. Pablo se preocupaba mucho siempre de que las finanzas fuesen manejadas cuidadosamente y, de acuerdo con las instrucciones de las iglesias, no tiene por qué estar carente de espiritualidad.

Esto indicarla también que los diáconos que eran «llenos del Espíritu Santo y de sabiduría» continuaron con esta responsabilidad, y el Espíritu continuó supliéndoles con los dones que necesitaban en su trabajo.

Los diáconos también ministraron la ayuda de la iglesia a los pobres, a los débiles y a los enfermos. De este modo, el significado ordinario de acciones de ayudas armoniza también con el oficio de ellos, según lo vemos en la Iglesia primitiva.

MINISTERIO, SERVICIO, DIACONADO: Romanos 12:7 usa la palabra ministerio o servicio, probablemente en relación con el ministerio de un diácono. La misma palabra griega se usa tanto para el ministerio de la Palabra como para el ministerio de los siete en Hechos 6:2.

Se usaba con frecuencia para la preparación de una comida, y también para varios tipos de servicios espiritual, tal como el ministerio de reconciliación. Otro uso común era en relación con la ayuda o socorro a los pobres.

Esto también calza con la obra de un diácono. De este modo, el significado del don de ministerio aquí es muy probablemente ese don del Espíritu que permite que el diácono desempeñe su oficio con poder y sabiduría. Ciertamente, no está limitado a los diáconos.

EXHORTACIÓN: Aunque 1 Corintios 14:3 incluye esto junto con la profecía, Romanos 12:8 lo pone en lista como un don distinto. Incluye las ideas de apremiar, desafiar, o hacer una apelación. Es posible también que el verbo tenga la idea de conciliar, estimular la amistad, conseguir la unidad del Espíritu.

La exhortación específica a soportar hasta el fin y mantener la esperanza de la venida de Cristo ante nosotros es otro aspecto importante de este don. Nuestra esperanza es un elemento vital en nuestra vida cristiana, y aun cuando el estudio de la Escritura es importante para mantenerla, el don del Espíritu puede estimularnos a la luz de esta esperanza y hacer que ella viva.

DAR, COMPARTIR: Implica dar una parte de lo que tú tienes, compartirlo con otros, se trata especialmente de dar a los necesitados. Tal como Efesios lo indica, esto no es principalmente un don del Espíritu para ayudar a que los ricos compartan su riqueza. Es a los pobres a los que se pide que trabajen con sus manos con el fin de poder compartir con los necesitados.

Era el don o ministerio del Espíritu en el cual todos participan inmediatamente después de Pentecostés, había de hacerse con sencillez, sinceridad y generosidad. Bernabé es uno de los mejores ejemplos, en cambio Ananías y Safira son una demostración de cómo no debe hacerse.

PRESIDIR, DIRIGIR, CUIDAR, DAR AYUDA: Aun cuando presidir se usa respecto de tener la superintendencia de algo, se usa también acerca de manifestar preocupaciones, cuidar de la gente, y dar ayuda. Repetimos otra vez que el dirigente no sabe ser quien domine a los demás ni haga el papel de tirano, sino alguien que preste servicio.

El pensamiento aquí no es de presidir en el sentido de dirigir la obra del Espíritu o destruir la espontaneidad en la adoración. Este es más bien el don que ayuda a nuestros dirigentes para que se preocupen de nuestras almas y que hace que toda la iglesia sienta interés por nuestras almas y que hace que toda la iglesia sienta interés por ayudarse unos a otros bajo la dirección que Dios nos ha dado.

HACER MISERICORDIA: Este don final en la lista de Pablo tiene que ver con un ministerio de obrar a actos de misericordia, de ayudar a otros con benevolencias y compasión. Involucra el cuidado personal de los necesitados, los enfermos, los que tienen hambre, los desnudos (que tienen ropas insuficientes), y los presos. Es uno de los dones más importantes, según Jesús mismo lo indicara.

Puede incluir un ministerio tal como el don de Dorcas (Hechos 9:36-39). Pero al examinar las Escrituras vemos que el ciego clamó para que Jesús, mediante un acto de misericordia, le hiciera ver. El hombre rico en el Hades pidió que Lázaro fuese enviado y en un acto de misericordia tomara una gota de agua y refrescara su lengua.

El samaritano mostró actos de misericordia hacia el hombre que cayó entre ladrones. Pero a menudo se usa la misma palabra respecto de la misericordia de Dios al dar salvación, bendición y ministerio. Porque Dios es rico en misericordia. De este modo, este don puede ministrar la misericordia de Dios y ayudar a los que se encuentran en necesidad, ya sea su necesidad física, económica, mental, o espiritual.

Este don ha de ser ministrado con jovialidad, alegría y benevolencia. El llevar a cabo estas acciones de misericordia no por cumplir con un deber, o con la esperanza de recibir recompensa, o como una expresión de bondad humana, jamás será suficiente.

Efectivamente, la eficacia de un acto de misericordia depende muy a menudo de la forma en que haga más bien que de lo que se haga o de la cuantía de ello. Se precisa del don del Espíritu Santo para tener un ministerio que cumpla con estos requisitos.

Sin embargo, este don, junto con el don de dar, está abierto a todos nosotros y, en efecto, es muy necesario a todos nosotros. Tal vez sería bueno si cada cristiano leyera Mateo 25:31-46. No importa cómo se interprete el pasaje, los principios están allí.

Aun cuando nuestra salvación no depende de las obras, (Y esto, supongo, que para los cristianos genuinos está más que claro), si es que es una salvación verdadera, irá acompañada de obras. El Espíritu que se complace en glorificar a Cristo nos ayudará todas estas cosas como para El.

Durante la mayor parte de la historia de la Iglesia ha habido mucha dependencia de los recursos humanos. Cuando los fondos, el equipo, los hombres, los materiales, y la habilidad técnica se hallan disponibles, los proyectos se impulsan con expectativas de pleno éxito.

Sin embargo, a menudo fracasan a pesar de todo esto. Por otra parte, algunos han comenzado sin nada pero con una tremenda confianza en Dios y dependiendo de los dones y la ayuda del Espíritu Santo, y lo imposible se ha convertido en posible.

Es una gran cosa aprender a usar los recursos humanos que tenemos a nuestra disposición, al mismo tiempo que se depende del Espíritu. Los dones del Espíritu son todavía los principales medios divinos para la edificación de la Iglesia, espiritualmente y en número. Ninguna otra cosa puede hacerlo.

Del mismo modo como el don del Espíritu, el bautismo en el Espíritu, es para nosotros, así también todos los dones son para nosotros. Por qué no reclamamos, ejercitarlos, y depender de ellos? Ellos con los medios que Dios ha provisto para que podamos avanzar sobre el fundamento que está colocado en Cristo Jesús- Señor nuestro.

El Espíritu Santo, que gusta de honrar y revelar a Jesús, ministrará su poder a cada uno de nosotros, y por medio de nosotros. Él no nos defraudará, porque todos los dones glorificarán a Jesús y nos prepararán para su regreso. Entonces ya no los necesitaremos. Pero hasta entonces ellos permanecen.

El ministerio del Espíritu Santo en la iglesia primitiva se desarrolló en una atmósfera de confiada expectación. Ellos no sólo esperaban la bendición diaria y la manifestación de los dones del Espíritu; tampoco olvidaban que Pentecostés era una fiesta en que ofrecían los primeros frutos.

Pentecostés era parte de la cosecha final. De este modo, ellos miraban hacia adelante al retorno de Cristo. De la vigorosa experiencia pentecostal de ellos surgió el lema, Maranatha, «¡El Señor viene!» Y ni siquiera el transcurso del tiempo logró menguar su esperanza.

Cuando Pablo estaba próximo a concluir su vida recién vino a darse cuenta de que no viviría para ver el día glorioso en que los muertos en Cristo resucitarán. Pero no por eso estuvo él menos seguro de que Jesús volvería.

Esa esperanza de ver otra vez a Jesucristo hizo que los primeros cristianos estuvieran más conscientes que nunca de la necesidad de llevar a cabo su trabajo en el poder del Espíritu. En esta época el Espíritu Santo es el único que nos puede ministrar la vida, el poder y la persona de Jesús. Bien sea que se le llame el Espíritu de Dios o de Cristo, el Espíritu de paz, verdad, poder, gracia, o gloria, siempre es el mismo Espíritu Santo que hace de Jesús una realidad y que continúa su obra.

Sin embargo, Él se distingue de Jesús como otro Consolador o Ayudador, y como el que da testimonio de Cristo mediante su enseñanza y por medio de sus grandiosos hechos. Se distingue también del Padre, y es enviado por el Padre y por el Hijo. Se muestra su divinidad por todo cuanto hace, especialmente por el hecho de que conoce las cosas profundas de Dios, y que ora por nosotros conforme a la voluntad de Dios.

El también ayuda a cumplir aquellas oraciones, al dirigir a los individuos y a la Iglesia en la voluntad de Dios. Fue a causa de que EL dirigió a Felipe hasta el eunuco etíope y a Pedro hasta la casa de Cornelio, y luego dio a la iglesia de Antioquía instrucciones para que enviaran a Pablo y a Bernabé, que la iglesia llegó a ser misionera. Todo cristiano gentil tienen una gran deuda con el Espíritu Santo, quien derribó las barreras y ayudó al menos a algunos a vencer sus arraigados prejuicios y a moverse por todo el mundo.

Esta dedicación al servicio de Dios nació realmente de una dedicación a Dios mismo. En todo aspecto de la vida del cristiano, el Espíritu nos señala a Jesús y derrama el amor de Dios en nuestros corazones. Si estamos verdaderamente en Cristo, hemos de vivir en y por el Espíritu. De modo que ningún aspecto de nuestra vida debe carecer de su toque.

Lo que hizo por los creyentes del primer siglo mientras vivieron, trabajaron, adoraron, manifestaron su esperanza y sufrieron por Cristo, desea hacerlo por nosotros. ¡Quién sabe si no hay algunos delantales y pañuelos que EL podría usar para ministrar la sanidad en la actualidad! Pero aún más importante, El desea hacernos uno es el Espíritu y uno en Cristo al unirnos para guiarnos con El.

En realidad, Él está presente para guiarnos bien sea que recibamos manifestaciones especiales de sus dones y revelaciones o no. Hay personas que tienen la idea de que no están en el Espíritu a menos que reciban una nueva revelación o una nueva dirección de parte de Él cada día.

Pero cuando Pablo fue impedido por el Espíritu a predicar en Asia, esto es en Éfeso, él no recibió en ese momento otra instrucción. Su fidelidad a su tarea le hizo ir por muchos días a través de Misia hasta los límites de Bitinia. No fue sino hasta entonces que recibió otras instrucciones de parte del Espíritu.

Gran parte de la vida de los primeros cristianos consistía en una dedicación a cumplir fielmente la obra del Señor y los asuntos de la vida sin intervenciones espectaculares. Sin embargo, ésa no era una existencia monótona. Los dones del Espíritu la presencia de Cristo eran su porción diaria, tanto en el trabajo como en la adoración. Era una vida de crecimiento en gracia como también en el fruto del Espíritu.

El crecimiento en la gracia y el desarrollo del fruto del Espíritu fue posible, y es posible en la actualidad, por medio de Cristo que cada persona por el Espíritu Santo, que nos santificó el separarnos del mal y al dedicarnos a Dios cuando nos dio nueva vida y nos colocó en el cuerpo de Cristo. Pero ése es únicamente un aspecto de nuestra santificación.

La oración de Pablo es que Dios nos santifique por completo. Hay también un aspecto continuo de santificación en el cual debemos cooperar. Debemos presentarnos a Dios, y mediante el Espíritu seguir tras esa santidad (dedicación, consagración en la correcta relación a Dios y al hombre) sin la cual nadie verá al Señor. Esta es una santidad semejante a la de Él, la que el Espíritu Santo nos ayuda a conseguir.

Esto significa reconocer y poner en práctica nuestra identificación con Cristo en su muerte y resurrección. Diariamente debemos considerar «muertos al pecado, pero vivo para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro». Diariamente debemos presentar por fe cada facultad de nuestro ser a Dios como «instrumentos de justicia». De este modo debemos seguir haciendo morir los impulsos de la vida antigua y continuar ganando victorias mientras vivimos para Jesús.

Por una parte, cambiamos de un grado de gloria al otro al contemplar y servir a Jesús. Por otra, la misma dedicación a Dios puede hacer que suframos por Cristo y por el evangelio. Pablo no sólo se considera a sí mismo crucificado con Cristo y viviendo una vida nueva en y por medio de Cristo, sino que estaba dispuesto también a cumplir en su carne «lo que falta de las aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es la iglesia». Esto es, él no había tenido todavía que morir por causa de la Iglesia, pero hasta que eso sucediera, estaba dispuesto a seguir sufriendo para establecer ese Cuerpo, y que más creyentes fueran añadidos al mismo.

Toda obra de santificación es la obra del Espíritu, y ésta recibe en el Nuevo Testamento la mayor parte de la atención. Se antepone al testimonio, al evangelismo, al dar, y a toda otra forma de servicio cristiano. Dios desea que seamos algo, y no sólo que hagamos algo.

Pues sólo cuando lleguemos a ser semejantes a Jesús podrá ser eficaz lo que hagamos y proporcionarle gloria a Él. Nuestra adoración también, al ser guiada por el Espíritu y al ser impulsada por el Espíritu en todo aspecto nos alienta en esto mismo.

Debemos evitar la idea, sin embargo, de que nuestro principal objetivo en la vida cristiana es conseguir nuestra perfección. Realmente conseguimos mayor crecimiento mientras estamos en servicio. La persona santa (dedicada, consagrada) no es la que pasa todo su tiempo en el estudio, la oración, y en las devociones, por muy importantes que éstos sean.

Los vasos santos del tabernáculo no podían ser usados para propósitos ordinarios, pero no era su separación del uso ordinario lo que les constituía santos. No eran santos sino hasta que estaban en el servicio de Dios.

De este modo, es santo quien no sólo está separado del alma, sino separado para Dios, santificado y ungido para el uso del Señor. Esto era simbolizado en el Antiguo Testamento por el hecho de que la sangre era aplicada primero, y el aceite sobre la sangre.

Así, la limpieza era seguida de una unción simbólica que representaba la honra del Espíritu Santo en la preparación para el servicio. Entonces nosotros también somos ungidos como lo fueron los profetas, reyes y sacerdotes del tiempo antiguo.

Los medios y el poder para el servicio vienen a través de los dones del Espíritu. Pero los dones del Espíritu deben distinguirse del don del Espíritu. El bautismo en el Espíritu era necesario antes que los primero discípulos salieran de Jerusalén o aun comenzaran a cumplir la Gran Comisión.

Ellos necesitaban poder, y el nombre mismo del Espíritu Santo está conectado con poder. El vino como el Don y como el Poder. El mismo es las primicias de la cosecha final, que ha venido para dar comienzo a una obra que ha de reunir alrededor del trono a gentes de oso linaje, lengua, pueblo o nación. El mismo bautismo en el Espíritu fue experimentado por otros en por lo menos otras cuatro ocasiones en Hechos, como ya hemos visto, como también por otros en un tiempo más tarde, según Tito 3:5.

El día de Pentecostés la recepción del don del Espíritu estuvo marcada por la evidencia inicial física (o externa, puesto que no era completamente física) de hablar en otras lenguas (idiomas diferentes del suyo) como el Espíritu les daba que hablasen. Tomando como punto de partida el hecho de que las lenguas es la evidencia dada, y especialmente en la casa de Cornelio («Porque los oían que hablaban», Hechos 10:46), tenemos una base excelente para considerar las lenguas como la videncias inicial física (o externa) del bautismo en el Espíritu Santo.

Tal como muchos están dispuestos a admitir, es difícil probar por medio del libro de Hechos que el hablar en lenguas no es la evidencia inicial del bautismo en el Espíritu Santo. La mayoría de los que intentan descalificar a las lenguas cono la evidencia recurren a las epístolas, y en ellas buscan pruebas teológicas de su posición. Pero las epístolas no están en manera alguna divorciadas de las experiencias de Pablo, y ciertamente tampoco lo están de las experiencias de la gente a la cual él escribió.

El considerarlas totalmente teológicas, en contraste en que las epístolas presentan una variedad proporcional tal como la justificación por fe, ésta se relaciona con la experiencia anterior de Abraham. Según ya hemos visto, gran parte de lo que Pablo dice en sus epístolas en lo concerniente al Espíritu se halla directamente en paralelo a las experiencias del libro de Hechos.

El argumento contra las lenguas como la evidencia se basa mayormente en la pregunta: «¿Hablan todos lenguas?». Ya hemos visto lo débil que es este argumento, especialmente por el hecho de que el verbo se halla en presente continuo, «¿Hablan todos continuamente en lenguas?», lo que significaría: «¿Tienen todos un ministerio para la Iglesia de hablar en lenguas?»

Es importante el valor de las lenguas como una señal, en la edificación personal, y para enseñarnos a responder al Espíritu con sencillez y con la fe de un niño. El hecho mismo de que no sepamos lo que estamos diciendo nos ayuda a aprender a responder al Espíritu sin mezclar nuestros conceptos y deseos, por cuanto hablamos como el Espíritu da que hablemos.

Por lo general, no hay registro mental en nuestro cerebro de lo que vamos a decir. En cambio, nuestra mente está a menudo llena de alabanza al Señor, y sencillamente (pero en forma activa) rendimos nuestros órganos vocales, boca y lengua, al Espíritu y hablamos lo que Él nos dé. (Algunos dicen que el Señor les dio unas pocas palabras antes que hablaran. Cuando ellos obedecieron y hablaron lo que vino a su mente, el Espíritu santo les dio la facultad y la libertad para expresarse en lenguas).

En el libro de los Hechos las lenguas vinieron también cuando se recibió el don del Espíritu. Tal vez haya un intervalo entre el momento de creer para salvación y el de recibir el don, como bien quizá no haya tal intervalo. Lo ideal sería que uno pudiera ejercitar su fe en tal forma que recibiera el don tan pronto como fuese creyente.

Pero en Hechos no se indica un intervalo entre la recepción del don del Espíritu y la recepción de la evidencia de hablar en lenguas. Muchos han testificado de experiencias similares. En la experiencia personal del autor de este trabajo, el Espíritu Santo hizo que un día cualquiera y sin necesidad de incentivos externos, cayera de rodillas y se encontrara hablando en un idioma que desconocía.

Recuerdo haberle dicho al Señor que si había una libertad en el don de lenguas, yo la deseaba. De inmediato, las lenguas fueron derramadas en gran abundancia. Tal vez esto sea también un asunto del viento que «de donde quiere sopla». Sin embargo, hay una seguridad de que tenemos el don del cual habla la Biblia cuando hablamos en lenguas. De este modo, la Biblia es la guía y nosotros debemos juzgar nuestra experiencia por medio de ella.

Esto quiere decir que debiéramos buscar las lenguas. Nuestra atención debería estar en el gran Bautizador, el Señor Jesús mismo. La fe que cree que El cumplirá su promesa es la clave para ser bautizado en el Espíritu. Puesto que el bautismo es para servicio, también están siempre en orden la consagración y la entrega a Dios.

Pero no podemos programar la forma en que venga. Cada ocasión que se menciona en el libro de Hechos fue diferente. A veces El viene a pesar de lo que nosotros hacemos. Además, «el viento de donde quiere sopla». Él puede venir en una suave quietud, con un sencillo silbido. Puede venir acompañado del sonido de un fuerte vendaval. Dispongamos nuestro ánimo para dejar que El venga como quiera.

Debería reconocerse también que el hablar en lenguas es solamente la evidencia inicial del bautismo en el Espíritu Santo. Se presentarán otras evidencias a medida que la plenitud del Espíritu inunde todas las avenidas de la vida. También podemos esperar que se manifieste una mayor reverencia por Dios, una dedicación y consagración a Dios y a su palabra más intensas; y un amor creciente y más activo por Cristo, por la Biblia, y por los perdidos.

Efectivamente, siempre debería tenerse presente que el bautismo en el Espíritu no es una experiencia culminante. Así como Pentecostés mismo fue sólo el comienzo de la cosecha y trajo a los hombres a una comunión de adoración, enseñanza y servicio, del mismo modo el bautismo en el Espíritu Santo es tan sólo una puerta a una relación creciente con el Espíritu y con los demás creyentes.

Conduce a una vida de servicio en que los dones del Espíritu proporcionan poder y sabiduría para la difusión del evangelio y el crecimiento de la Iglesia. La rápida difusión del evangelio en muchos sectores del mundo en la actualidad es una necesidad de esto. En la medida en que se presenten nuevas necesidades, y así como Dios en su voluntad soberana desarrolla su plan, deberán esperarse nuevas experiencias de llenado u nuevas instrucciones para servicio.

El ministerio del Espíritu y sus poderosos hechos fueron la porción más importante de la Iglesia primitiva (según lo indica el griego en Gálatas 3:5; filipenses 1:19). La abundancia de dones y la forma maravillosa en que éstos satisfacen las necesidades del Cuerpo muestran que el camino de Dios siempre es, «No con ejército, ni con fuerza, sino con mi espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos».

Sin embargo, no hay un orden especial en el cual la Biblia presenta los dones. Romanos 12:6-8 comienza con profecía. Primera de Corintios 12:8-10 comienza con la palabra de sabiduría. Las otras tres comienzan con los apóstoles. Algunos intentan clasificar los dones según su naturaleza, tales como dones de revelación, dones de poder, y dones de expresión.

Otros distinguen entre dones viajeros, tales como apóstoles, maestros y evangelistas; y dones locales, tales como pastores, los que presiden, y los que ayudan. O bien los dividen conforme a su función, tal como proclamación, enseñanza, servicio y administración. Estos son todos legítimos, pero no hay manera de evitar las superposiciones que ocurren con cualquier sistema de clasificación.

Algunos tratan de distinguir entre dones públicos y privados, o entre dones funcionales y oficiales. Pero estas personas frecuentemente pasan por alto el hecho de que todo cristiano tiene su propio don, vocación, u oficio.

Otros intentan distinguir entre dones extraordinarios que son carismáticos, completamente sobrenaturales, y los cuales ellos erróneamente suponen que están más allá del control del individuo (como profecía, milagros, sanidades, y lenguas) y los que ellos llaman ordinarios o no carismáticos y que incluyen habilidades naturales, humanas (como maestros, ministerio, gobierno, administración, ayudas, dar, y manifestar misericordia).

Algunos llevan esto más allá y sugieren que puesto que los apóstoles y profetas fueron necesarios para el establecimiento o la colocación de los cimientos de la Iglesia, en la actualidad ya no son necesarios. Pero Efesios 4:7:11 pone en claro que para el establecimiento de la Iglesia fueron necesarios los apóstoles, profetas, evangelistas y pastores – maestros por igual.

Pablo no hace distinción alguna entre ellos. Parece claro también que cada uno de estos ministerios incluye dones sobrenaturales algunos consideran que los profetas de Efesios 2:20 son los profetas del Antiguo Testamento. Sin embargo, 3:5 y 4:11 señalan definitivamente profetas del Nuevo Testamento).

Ni tampoco la Biblia distingue entre dones que son «más sobrenaturales» y «menos sobrenaturales». Todos ellos son parte de la obra del espíritu por medio de la Iglesia. Las declaraciones realizadas por distintas prestigiosas personalidades del evangelio, en cuanto a que todos los dones son «ciento por ciento milagrosos» y que «están totalmente desprovistos del elemento natural», han sido llevada al extremo por algunos.

La misma gente ha dicho más tarde que la expresión del don «puede variar de acuerdo con el oficio o aun con la personalidad de aquel por medio de quien es dado». Aquí surge un problema cuando algunos dicen que dones tales como profecía o la palabra de sabiduría y la palabra de ciencia son totalmente sobrenaturales y que deben manifestarse de un modo independiente, distinto, que los identifique por lo que ellos son.

No ven estos dones relacionados de alguna manera con la enseñanza o la predicación. Pablo contrasta lo que enseña la sabiduría del hombre con lo que enseña el espíritu, e indica que el espíritu da la sabiduría y el conocimiento que habrán de ser usados por el predicador o el maestro. Algunos comentarios efectuados al respecto han sido apropiados. Han dicho, por ejemplo, que:

«Si nuestro concepto de lo que es ‘sobrenatural’ se interpone impidiéndose ver los dones del Espíritu en los ministerios de predicación y de enseñanza, entonces es claro que nuestra comprensión del significado de ‘sobrenatural’ necesita ser corregida. Tal vez algunos confunden ‘espectacular’ con ‘sobrenatural’.» En realidad, los dones están interrelacionado, y cada uno comprende una variedad de manifestaciones o maneras en las que puede expresarse.

Por razones de conveniencia, los dones serán considerados en tres grupos. Primero, dones para el establecimiento de la iglesia y para llevarla a la madurez en que todos los miembros pueden recibir sus propios dones y contribuir a la edificación del cuerpo local.

Estos son los apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros que son elegidos por el Señor, cautivados por El, y dados como dones a la Iglesia, no simplemente a alguna iglesia local en particular. En cada ministerio hay involucrada más de una manifestación ocasional de un don del espíritu.

En manera semejante a los primeros apóstoles, éstos son hombres maduros, adiestrados, que no fueron enviados en su misión hasta que hubieran ganado experiencia bajo el gran Maestro Jesús, luego el Maestro Espíritu, el Espíritu de verdad). El ministerio de ellos n se limitó a una iglesia local. Tarde o temprano se mudaban de un lugar a otro, pues fueron dados a la iglesia como un todo.

Segundo, dones para la edificación del cuerpo por medio de los miembros individuales. Estas son manifestaciones específicas de los dones espirituales dados según la necesidad y conforme a la voluntad del Espíritu. Pueden ser ejercitados por cualquier miembro de una congregación.

Sin embargo, en algunos casos, aun en congregaciones locales puede desarrollarse en un determinado sentido. Algunos pueden ser llamados profetas, intérpretes, u obradores de milagros. Pero esto no residiría en ellos. Los dones siguen siendo todavía del Espíritu, y cada expresión se recibe directamente del El según sea su voluntad.

También es importante el hecho de que todos estos dones son ministrados en el contexto el cuerpo. Hay cierta espontaneidad con relación a ellos. Pero no deben ejercerse de acuerdo con los sentimientos del individuo, sino de acuerdo con las instrucciones de la Palabra, y conforme a los dictados de la cortesía y del amor. Tampoco estos dones hacen que una persona sea independiente de la ayuda de otros. Todas las cartas de Pablo muestran lo mucho que él dependía de la ayuda y las oraciones de la gente de las iglesias.

Tercero, dones para servicios y extensión. Estos incluyen administración, presidir, servicio, repartir, ayudas, misericordia, y exhortación. Otros dones también se sobreponen en este grupo. Es indudable que profecía, fe, milagros y sanidades contribuyen también a la extensión.

Apóstoles, embajadores de Cristo Jesús es el supremo sumo sacerdote y apóstol. Sin embargo, la palabra apóstol era usada respecto de cualquier mensajero que se designaba y comisionada para un propósito especial. Epafrodito fue un mensajero (apóstol) designado por la iglesia en Filipos y enviado a Pablo. Los misioneros que formaban parte del grupo de Pablo fueron los mensajeros (apóstoles) enviados y comisionados por las iglesias.

No obstante, los doce fueron apóstoles en un sentido especial. Después de una noche de oración, Jesús escogió a los doce de entre un gran número de discípulos y les dio el nombre de apóstoles La comunión de la ultima cena estuvo limitada a ellos.

Pedro reconoció que los doce tenían un ministerio y una responsabilidad especial, teniendo presente, probablemente, que los doce tendrían en el futuro que juzgar (gobernar) a las doce tribus de Israel. Así es como, después de la elección de Matías, no se hicieron nuevas elecciones para ser incluidos en el número de los doce, ni se eligieron reemplazantes cuando éstos sufrieron el martirio.

En la nueva Jerusalén hay sólo doce apóstoles. De este modo los doce fueron un grupo limitado y desarrollaron una función especial en la predicación, la enseñanza y el establecimiento de la Iglesia, como también en testificar de la resurrección de Cristo en poder. Nadie más puede ser apóstol en el mismo sentido en que ellos lo fueron.

Hubo, sin embargo, otros apóstoles. Jesús también envió a otros setenta, estos formaban un grupo diferente del de los doce. Pero al enviarnos Jesús usó la misma palabra que había empelado el enviar a los doce, la palabra griega apostello, de la cual proviene la palabra apóstol. También dio a los setenta la misma comisión, y ellos regresaron con los mismos resultados.

Pablo y Bernabé también son llamados apóstoles. Pablo también declara que Andrónico y Junias eran estimados entre los apóstoles que fueron antes que él… Sin embargo, Pablo se refiere a todos los demás apóstoles como sus antecesores.

Cuando habla de las apariciones del Cristo resucitado, menciona que Cristo fue visto por Cefas, los doce, luego por quinientos, luego por Santiago el hermano de Jesús, luego por todos los apóstoles, «y al último de todos» fue visto por Pablo, como «un abortivo». De este modo, parece que el resto de aquellos que reciben el nombre de apóstoles en el Nuevo Testamento también pertenecían a un grupo limitado del cual Pablo era el último.

Esto encuentra su confirmación en las cualidades establecidas en conexión con la selección de un reemplazante para Judas. Un apóstol tenía que ser testigo ocular de la resurrección y de las enseñanzas o dichos de Jesús. Esta es la razón por la cual el apóstol Pablo estaba viendo constantemente la necesidad de defender su apostolado.

Él les dice a los Corintios: «¿No soy apóstol? ¿No soy libre? ¿No he visto a Jesús el Señor nuestro?». Luego el sigue diciendo que ellos son el sello, los resultados, la confirmación, de su apostolado. Pablo también dejo bien en claro a los Gálatas que él recibió los hechos del evangelio, no de hombre, ni de los otros apóstoles, sino de Jesús mismo. En esta forma Él fue un testigo de primera mano, tanto de la resurrección como de las enseñanzas de Jesús.

Pablo también cumplió las funciones de los apóstoles. Después de Pentecostés, los apóstoles hicieron muchas señales y pródigos, y testificaron con gran poder de la resurrección de Jesús. Enseñaron a la gente su responsabilidad.

También Pablo conecta a menudo su apostolado con la proclamación de la resurrección de Cristo, con la predicación y la enseñanza, y con las señales de un apóstol «en toda paciencia, por señales, prodigios y milagros».

Sin embargo, a pesar de las limitaciones en el oficio de apóstol, hay una continuación del ministerio apostólico que indicada por medio del espíritu Santo. Vemos también que Dios ha puesto en la iglesia apóstoles, profetas, maestros, milagros, ayudas, los que administran, los que tienen don de lenguas.

Se usa exactamente la misma expresión respecto de estos dones como la que se usa en relación con las varias partes del cuerpo humano. En otras palabras, tal como los ojos oídos, manos, y pies son todos necesarios para el adecuado funcionamiento del cuerpo, del mismo modo estos dones ministeriales, por la naturaleza misma de la Iglesia, son necesarios para el adecuado funcionamiento de ella.

El ministerio apostólico es, entonces, una obra de edificación de la Iglesia, de edificación es, entonces, una obra de edificación de la Iglesia, de edificación comunitaria, ejercida con acompañamiento de milagros que son la obra del espíritu. Los apóstoles dejaron tras sí iglesias establecidas, organizadas con sus propios ancianos (llamados también obispos o sobreveedores, como superintendentes, oficiales administrativos elegidos de las congregaciones) y diáconos (ayudantes, elegidos también de la congregación).

Seguramente, tal ministerio ha continuado a través de la historia de la iglesia y todavía es necesario. También han aparecido los falsos profetas, pero ellos deben ser probados respecto de su enseñanza y respecto del fruto de su vida. Los apóstoles genuinos edificaron la iglesia. Ninguno de ellos procuró jamás hacerse de un grupo de seguidores.

Jesús mismo fue el gran Profeta, aquel que el Antiguo testamento señaló como el que venía. El profeta del Antiguo Testamento era un vocero de Dios lleno del Espíritu, una boca para Dios, pero enseñado por Dios respecto de lo que debía hacer y decir.

La palabra empleada en el Nuevo Testamento indica también un vocero para Dios, el que proclama la revelación que ha recibido directamente de Dios. Con los apóstoles, ellos revelaron verdades que eran misterios en los tiempos del Antiguo Testamento pero que ahora son reveladas por el Espíritu, y de este modo ayudaron a colocar el fundamento de la Iglesia. Esto implica que se usaron en presentar verdades que más tarde quedaron incluidas en el Nuevo testamento.

Pero del mismo modo en los tiempos del Antiguo Testamento hubo muchos profetas que desafiaron al pueblo y lo condujeron en la adoración, pero que no escribieron libros, así fue en la Iglesia del Nuevo Testamento. Muchos trajeron iluminación y aplicación práctica de verdades ya recibidas.

Un buen ejemplo es el de Silas y Judas que fueron los portadores de la decisión del Concilio de Jerusalén a Antioquía: Y Judas y Silas, como ellos también era profetas, consolaron y confirmaron (estimularon y desafiaron) a los hermanos con abundancia de palabras (Hechos 15:32). Esto está en perfecto acuerdo con la naturaleza de la profecía como lo hemos visto en 1 Corintios 14:3.

También algunos profetas fueron usados para predecir el futuro, como Agabo en dos ocasiones de las cuales hay registro. En ambos casos Agabo dejó su hogar en Judea para dar la profecía donde habría de tener beneficio. En el primer caso, se tomó una ofrenda para ayudar a la iglesia de Jerusalén durante la época de hambre profetizada, la que efectivamente ocurrió.

En el segundo caso, la Iglesia estaba preparada para ver la voluntad de Dios en el arresto y encarcelamiento del apóstol Pablo. En ningún caso había doctrina nueva involucrada. Ni tampoco se dieron instrucciones respecto de lo que la Iglesia habría de hacer. Esto fue dejado librado a la reacción de ellos al Espíritu. Jamás hubo algo parecido a decir la suerte en el ministerio de estos profetas, ni proveyeron ellos un subsidio para una búsqueda personal de la voluntad de Dios.

Los que eran usados regularmente por el Espíritu en el ejercicio del don de profecía en la congregación local son también llamados profetas. La Biblia nos advierte también contra los falsos profetas que reclaman hablar por el Espíritu y que deben ser puestos a prueba.

Un evangelista, en cambio, es un predicador del Evangelio ungido profetizado, ungido para predicar el evangelio, y conocido por predicar el mensaje de buenas nuevas a los pobres. La palabra evangelista se emplea sólo en otros dos lugares en el Nuevo testamento. Felipe llegó a ser conocido como el evangelista.

Luego Pablo instó a Timoteo para que hiciera la obra de evangelista. Pero el verbo y el nombre correspondiente son usados muchas veces al hablar de predicar el evangelio de la gracia de Dios, el evangelio de la paz, o sencillamente predicar a Cristo. El evangelio es las buenas noticias respecto de Jesucristo. El evangelista viene, entonces, no a condenar al mundo, sino para que el mundo pueda ser salvo por medio de Él.

Usando a Felipe como un ejemplo, vemos que el ministerio del evangelista lo llevó a gente que no conocía al Señor. En primer lugar, fue a una ciudad donde los milagros produjeron gran gozo y donde la gente creyó su predicación y fueron bautizados. En segundo lugar, fue enviado a una persona, y a partir del lugar donde el eunuco leía, él predicó (evangelizó, llevó las buenas nuevas referentes) a Jesús. De ese modo, el evangelismo masivo y la evangelización personal son igualmente la obra del evangelista.

Aquí hay una distinción entre el evangelista y el profeta que a menudo se pasa por alto. El evangelista no iba a las iglesias. Él iba donde estaban los pecadores. Los profetas iban a las iglesias. Como en el caso de Judas y de Silas, la obra de ellos fue la de mover, avivar, y fortalecer a los creyentes. En cierto sentido, entonces, los profetas eran hombres de avivamiento. Ciertamente, puede haber combinaciones de estos ministerios.

Muy a menudo el evangelismo es mucho más fácil cuando la iglesia local es movida, avivada y fortalecida. Pero Pablo indica que algunos hombres están especialmente dotados como profetas, otros como evangelistas. La Biblia también nos pone sobre aviso respecto de ciertos evangelistas. Dice que hay quienes predican otro evangelio y que deben ser considerados como anatema, porque caerán bajo juicio de Dios.

 

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febrero 5, 2016 Néstor Martínez