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Una Procedencia Extraordinaria

El día que nosotros entendamos lo que significó para Jesús tener que cruzar esa línea divisoria, esa frontera entre las dos dimensiones básicas, quedaremos cautivos de amor por Él por siempre. No hay más. Aún si la cruz no hubiera estado allí, el verdadero sacrificio para Jesús, no fue la cruz. El verdadero sacrificio de Jesús fue salir de la dimensión de las cosas no creadas en la que estaba, y rebajarse en todos los terrenos para venir a la dimensión natural, la de las cosas sí creadas. Aún las descripciones más complejas, como Juan 1:1, donde dice “en el principio”, ya es incompleta. Porque utiliza un intervalo. Principio. Aunque para nosotros es una representación de la eternidad, ya Juan 1:1 empieza en la frontera que separa ambas dimensiones. No hay en la palabra ninguna descripción de la dimensión de las cosas no creadas, que resulte completa para entenderlo. ¿Sabes por qué? Porque Dios ya sabe que no podemos entenderla, en tanto que estemos en esta esfera, y ponernos en la misma estatura que la Creación.

El único ejemplo que podrías entender como comparación de ese sacrificio hecho por Jesús, sería el que, siendo propietario de una hermosa casa, comprada con el tremendo esfuerzo, sacrificio y ahorro de años, un día por imperio de ciertas obligaciones que no te tienen como responsable, aceptes abandonarla para ir a habitar a una de muchísimo menor calidad. Lo harás si esa es tu responsabilidad, pero que va a dolerte, va a dolerte. Muy traído de los cabellos este ejemplo, pero es el único que encontré más o menos representativo de lo que hizo Jesús al abandonar la dimensión de las cosas no creadas, para venir a atormentarse en esta. Alguien, con mucha imaginación, pero preciso acierto, dijo alguna vez que una de las cosas que más sacudieron la anatomía espiritual de Jesús, fue la de crecer, volverse adulto, envejecer, si es que quieres remitirlo a su etapa de nacimiento. ¡Él venía de una dimensión donde la palabra cumpleaños, no se conocía! ¡Nadie cumple años en el ámbito del espíritu! ¿Será por eso que la Biblia nos relata todo tipo de celebraciones llevadas a cabo en los tiempos anteriores a Jesús, en sus tiempos y en los posteriores, pero jamás nos cuenta de una celebración de cumpleaños? Hay bodas, presentaciones de niños en la sinagoga y hasta bautismos, pero jamás un solo cumpleaños de alguien.

Fíjate que nosotros, los seres humanos creados, al concepto de vejez lo tenemos desde niños. Sabemos que el abuelo es viejo y nosotros muy jóvenes. Pero luego sabemos que un día, a no ser que nos muramos antes, llegaremos a ser viejos como ellos. ¡Lo tenemos incorporado como parte de nuestras vidas! Vemos cómo se vuelven blancos los cabellos de seres que amamos, y los nuestros mismos, luego de una etapa considerable de vida. Ahora, ¿Alguien ha visto envejecer a Dios? Por eso me causa mucha tristeza cuando alguien lo dibuja como un anciano de largo cabello y barba blanca. ¿Nadie le avisó al dibujante, que en la dimensión de lo no creado en la que habita Dios, el tiempo no existe? Y cómo será el precio de esa gloria, que cuando está clavado en la cruz, cumpliendo con el mayor sacrificio que a un ser de carne y hueso se le podría pedir, Él, el dueño de toda la fuente de agua viva que colmará nuestras vidas, en el cenit del despojo que aceptó para asemejarse a uno de nosotros, dice: ¡Tengo sed…! ¡El dueño de la mayor fuente de agua del universo, tiene sed! La tremenda humillación de tener que pasar por una sencilla necesidad biológica básica: beber.

Hemos dicho anteriormente que Dios no tiene necesidades, ¿Recuerdas? Y ahora estamos observando que ese hombre, que es Dios mismo, encarnado, tiene sed. ¿Puedes concebir a Dios en ese estado? Ni lo intentes, es imposible para una mente finita y sucia como la nuestra. ¿Cómo podrías entender que el mismo que dijo un día: El que tenga sed venga a mí y beba”, ahora clame por un sorbo de agua? El puente que permitió que Jesús pudiera cruzar desde la dimensión de las cosas no creadas, a esta de las que sí están creadas, fue el Espíritu Santo, en el momento en que entró en María. ¿Y sabes qué? Todavía lo es para cualquiera de nosotros. ¿Lo crees? Qué terrible tiene que ser para Dios el verte a ti, que le costaste tan alto precio, sintiéndote un gusano, sintiéndote desafortunado, sintiéndote desprovisto, pobre o abandonado. Gran parte de la iglesia se siente aún inferior que el resto de la gente. Yo me pregunto: ¿Cómo puedo yo sentirme menos, cuando costó tanto a Dios llegar a esto? Por eso es que el diablo nos satura de fracasos, nos hace ver que cuando tenemos una crisis en la pareja, o en la familia, o en lo que sea, eso tendrá más poder que entender el precio que por cada uno de nosotros fue pagado.

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julio 7, 2023 Néstor Martínez