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Una Cuestión de Gobiernos

Hay una confusión en los últimos tiempos respecto al significado del verdadero consejo divino. No se trata de alguien que le dice a alguien lo que entiende que debe hacer para solucionar su problema, pero que después le deja en libertad para que lo decida por sí mismo y haga lo que mejor le parece. No, ese no es el consejo del cual se está hablando aquí. El consejo divino es decirle a alguien que si quiere vivir, tiene que caminar por la derecha, que si se inclina a la izquierda no vivirá. Y punto. ¿Le quedará a esa persona alguna duda que ese consejo vino del cielo? ¿Pero a eso no está en condiciones de hacerlo un profeta, también? Sí, pero no por un espíritu de consejo, sino por un espíritu de revelación. ¿Y cuál es la diferencia entre un espíritu de consejo y uno de revelación? Que uno viene al alma, y el otro va al espíritu. Pero el espíritu no necesita consejo, necesita revelación. Pero el alma sí necesita consejo. Porque, el espíritu es plenamente obediente, mientras que el alma te lo cuestiona todo.

Y eso, fíjate, fue lo que hizo el pecado; le quitó al alma la capacidad de gobernar. Convirtió a alguien en un muñeco maleable. Entonces hoy tienes a una persona adulta que no puede dejar de ver pornografía, o concurrir a prostíbulos, o beber alcohol hasta la borrachera, o consumir drogas. Eso es lo más patético que hay. ¿Por qué? Porque se está viendo con claridad como el pecado manipula la vida de una persona que ni siquiera está en condiciones de controlar sus esfínteres. ¿Y cuál sería la función correcta del espíritu de consejo? Insinuarle al alma cuál es la dirección correcta para que vuelva a recuperar el gobierno de sí misma. En cambio la revelación, no; eso es otra cosa. Sabes que tienes que modificar algo, pero ni siquiera sabes la razón. Fuera del alma no hay razón. Lo que trabaja el espíritu de consejo es, justamente, la autonomía que el alma debe tener para funcionar bien. Lo que trabaja el espíritu de revelación, es la fe. ¿Notan la diferencia, verdad? Para que tengas una idea respecto a lo que es el espíritu de consejo, es lo que tienen las madres respecto a las personas que conocen sus hijos.

Ahora bien; el don más eficiente que tiene el ministerio del pastor, es la palabra de reconciliación. El verdadero ministerio pastoral, genuino, llega a ser obsesivo con que la gente se reconcilie. Se reconcilie con Dios, se reconcilie con su familia, se reconcilie con su pasado, se reconcilie con sus hijos. En la comparación que venimos haciendo con el ministerio profético, éste te dirá que tienes que cortar con eso y a otra cosa. ¡Oye! ¡Si tu mamá no saca de ese altar a esa virgen, tú no le pises la casa hasta que no lo haga! Eso dirá un profeta, pero el pastor seguramente procurará conciliar. Y qué tremendo resulta ver cómo, cuándo por cualquier causa, justificada o no, dos pastores se pelean, están atacando de manera directa el don especial que tiene el otro. Lo voy a decir así: cuando un pastor le retira el saludo a otro pastor, él mismo se está produciendo un daño importante y terrible, porque está perdiendo autoridad sobre el don de la reconciliación. ¿Sabes cuántos pastores están enemistados entre sí, por causas que no tienen nada de espiritual?

Dicha sea la verdad con todas sus letras. No sé cuántos de ustedes saben de dos profetas que estén enemistados o sencillamente peleados entre sí, yo no conozco a ninguno. Pero sí sé, y supongo que algunos de ustedes también sabrán, de pastores que están tremendamente enemistados y peleados al punto de no soportarse en nada. Y es lo mismo para los demás ministerios. Sólo los pastores. ¿No es llamativo? ¿No parece el resultado de una bonita estrategia satánica? Quédate tranquilo, lo es. Porque no resulta demasiado complicado darse cuenta que el diablo ataca aquello que es, precisamente, lo que le da cierta fuerza al ministerio pastoral, que es su capacidad de ser reconciliador. Cuando se organiza un trabajo evangelístico, por ejemplo, y cada iglesia envía evangelistas para armar un equipo de trabajo conjunto, no hay problemas, pero cuando la visita de un ministro importante reclama la unidad en equipo de los pastores, ¡Ahí sí que hay problemas y muchos!

Y allí es donde cada pastor, como quiera que haya sido erigido, tiene que tener muy presente esto. Cada disputa que tiene un pastor y que no puede reconciliarla, le hace perder un trozo de la tela de ese manto de unción del cual hablábamos anteriormente. ¿Usted me quiere decir que cada vez que se pelea con alguien, un pastor pierde un pedazo de su unción ministerial? No te lo quiero decir, ¡Te lo estoy diciendo como verdad plena! ¿Y cuál sería el recurso recurrente? ¿A qué se estaría volviendo de manera automática, para cargar sus baterías? El recurso que más utiliza el pastor, es la sanidad. Por eso no es extraño que, cuando Jesús habló del buen pastor, y de la oveja que se va, siempre está asociado a ir y sanar. La toma en sus brazos y la sana. Y fíjate que, de las parábolas que Jesús relata, hay varias que tienen que ver con sanidad. ¿Un ejemplo? La del samaritano. Está hablando como pastor, justamente. Pero, reitero para que no se te olvide. Estoy hablando del pastor bíblico, no del que vemos a diario. A veces coinciden entre sí, a veces, no. La cuenta que te mostrará el estado real de la iglesia, es la que te dirá cuántos de un lado y cuántos del otro hay.

Sería muy feliz si tuviera la total certeza de pensar que en este nuevo año que comienza, podamos como iglesia volver al diseño original que el Señor tiene para todos nosotros. Que no es el de andar cuestionándonos entre nosotros, sino batallando contra el enemigo común que todos tenemos y que lamentablemente no todos ven. Hay extremos entre los cristianos. Hay lugares en donde Satanás casi es la figura principal de todo su andar y otros en los que sencillamente no existe. Estoy convencido que militar en el equilibrio justo y sano sería lo correcto y lo más efectivo. Si puedo desgranar un pedido de principio de año, que sea ese. ¿Amén?

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enero 1, 2022 Néstor Martínez