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La Esperanza del Evangelio

004 - La Esperanza del Evangelio

     Desde hace mucho tiempo nuestro ministerio envía material a los hermanos de Cuba. Sabemos que ellos todavía tienen algunos inconvenientes en acceder a las páginas Web, así es que por todos los medios disponibles, les hacemos llegar lo que compartimos con todos ustedes. El resultado de su aplicación y madurez, es el siguiente trabajo que el hermano Juan y todos los que conforman su pequeño grupo de estudio, han elaborado para enriquecimiento y bendición de todos nosotros.

     “Ahora me gozo en lo que padezco por vosotros… según la administración de Dios que me fue dada para con vosotros, para que anuncie cumplidamente la palabra de Dios, el misterio que había estado oculto desde los siglos y edades, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos, a quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria (Colosenses 1:24-27)

     El Evangelio es un misterio. Estaba oculto desde los siglos y edades, los tiempos eternos, un misterio que ahora ha sido revelado, y que por las Escrituras de los profetas, según el mandamiento del Dios eterno, se ha dado a conocer a todas las gentes [naciones)] para que obedezcan a la fe (Ro.16:25,26). Y ese misterio que ahora ha sido revelado a los gentiles contiene las riquezas de la gloria de Dios, que se resume en la frase que usa Pablo magistralmente: Cristo en vosotros, la esperanza de gloria. En el evangelio la justicia de Dios se revela por fe (Ro.1:17); por tanto, justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios (Romanos 5:1,2).

     Una vez dentro del evangelio nuestro anhelo es buscar, mediante la perseverancia en el hacer bien, gloria, honra e inmortalidad (Ro.2:7). El Evangelio es Jesús, quién ha sido manifestado para quitar la muerte y sacar a luz la vida y la inmortalidad por el evangelio (2 Tim.1:10). Por eso Pablo lo llama el glorioso evangelio del Dios bendito, que a mí me ha sido encomendado (1 Timoteo 1:11). El mismo evangelio, dice el apóstol Pedro, contiene una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo, y una herencia que no se puede contaminar, que no se puede marchitar, y que está reservada en los cielos para nosotros (1 Pedro 1:3-5).

     Su mensaje está encerrado en la sabiduría de Dios, una sabiduría oculta, la cual Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria; esa sabiduría no fue conocida por los príncipes de este siglo, porque si la hubieran conocido, nunca hubieran crucificado al Señor de gloria (1 Co.2:7,8). Está reservada para los que alcanzan madurez y viven en dependencia del Espíritu, porque solo el Espíritu puede revelar lo profundo de Dios (1 Co.2:10-16). A Dios le agradó esconder esta sabiduría de los sabios y entendidos, y revelarla a los niños (Mt.11:25). El Evangelio de Dios contiene la esperanza de gloria, la vida y la inmortalidad, sacadas a luz por la resurrección de Jesús y su exaltación.

     Es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria… (Colosenses 1:27).

     Si alguno está en Cristo, nueva criatura es… (2 Corintios 5:17).

     Más por él estáis vosotros en Cristo… (1 Corintios 1:30).

     El que se une al Señor, un espíritu es con él… (1 Corintios 6:17).

     Porque separados de mí nada podéis hacer… (Juan 15:5)

     El Evangelio nos une a Jesús. Jesús es el Evangelio y los que reciben el Evangelio quedan unidos a Jesús indisolublemente. Para siempre. Ese es el poder de Dios para salvación de todo aquel que cree. Una fe que nos ata al Dador de la fe. La apostasía no tiene lugar entre quienes viven unidos a aquel que los compró al precio de su sangre, los trasladó de la potestad de las tinieblas, al reino de su amado Hijo (Co.1:13). Nada ni nadie los podrá separar del amor de Dios. El Padre que nos dio a Jesús es mayor que todos, y nadie nos puede separar de la mano de su Padre (Jn.10:27-29). Somos guardados en Su Nombre (Jn.17:11,12). Eso es habitar al abrigo del Altísimo, morar bajo la sombra del Omnipotente (Sal.91:1). Torre fuerte es el Nombre del Señor, a él correrá el justo y será librado (Pr. 18:10).

      Por tanto, hay una unión indisoluble entre Jesús y los que son suyos, el poder del evangelio nos vincula a su Autor de forma que hemos quedado unidos a él en su muerte, su sepultura, su resurrección, su ascensión, su exaltación y su glorificación. El apóstol Pablo lo deja bien claro en todas sus cartas. Por tanto, amados de Dios, nuestro gloriarnos es en el Señor. El que se gloríe, que se gloríe en el Señor. La clave de nuestras vidas no somos nosotros, es Cristo en vosotros la esperanza de gloria. La nueva naturaleza es engendrada por esa unión, somos un espíritu con él, y esa unión es la voluntad del Padre, por su voluntad estamos en Cristo. Los yugos desiguales conducen a deformaciones de la verdad y esta vomita las uniones espurias. Pero el desarrollo de la nueva vida en Cristo, (de gloria en gloria), conduce al último peldaño del proceso, su plenitud, que no es otro que la glorificación, es decir, hechos a su semejanza.

     Seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es (1 Juan 3:2).

    Habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria (Colosenses 3:3,4). 

      Seremos glorificados con él, porque padecemos juntamente con él (Ro.8:17). Y el sello final a esta verdad gloriosa nos lo da Pablo cuando dice: Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo… a estos también glorificó (Romanos 8:29,30).

     El Evangelio de Dios nos une a Cristo en un proceso de santificación hasta la plenitud en él que concluye en la glorificación.”

 

 

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noviembre 8, 2017 Néstor Martínez