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El Primer Hebreo…

Hay un texto que dice: Y dijo Dios: Esta es la señal del pacto que yo establezco entre mí y vosotros y todo ser viviente que está con vosotros, por siglos perpetuos: Mi arco he puesto en las nubes, el cual será por señal del pacto entre mí y la tierra. Ahora deja que la meteorología enseñe que lo que llamamos Arco Iris, esa colorida señal, sólo es el producto de un reflejo solar en las nubes, luego de terminar de llover o un extenso temporal. Desde lo físico y material, es cierto que así son las cosas, pero que la realidad de ese enorme arco y su significado, es el que Dios mismo les está comunicando a los hombres en este texto. Cada vez que llueva y luego aparezca ese hermoso arco, mientras nosotros disfrutamos de una belleza más de esta naturaleza nuestra, Dios se estará acordando de este pacto y por este recuerdo seguiremos estando a cubierto.

 No es poca cosa lo que digo. Y respecto a la sangre, hay algunos elementos que la catapultan más allá de una simple efusión de fluido. Fue el signo de misericordia de Israel en la primera pascua, selló el pacto de Dios con Israel, santificó el altar, apartó a los sacerdotes, hizo expiación por el pueblo, selló la nueva alianza, nos justifica, trae redención, trae paz con Dios, nos limpia, nos da entrada al Lugar Santo, nos santifica y nos permite vencer a Satanás. Finalmente, la maldición hacia su hijo Canaán, fue porque éste lo vio desnudo, cosa que lo llevó a burlarse y sobrepasar su autoridad. Esto, por fuera de algunas otras tesis relacionadas con asuntos mucho más escabrosos, de los cuales no hay prueba alguna.

El capítulo 10, mientras tanto, da un exhaustivo panorama de la descendencia de Noé. De todos los nombres que allí aparecen, el que más se destaca es el de Nimrod, del que dice la Biblia que fue quien llegó a ser nada menos que el primer poderoso de la tierra. Fue el primer poderoso en la tierra, pero no en el buen sentido. Él gobernó sobre Babel, que fue la primera rebelión organizada de los seres humanos en contra de Dios. El propio nombre de Nimrod significa “vamos a rebelarnos”. De él se dice:  Así como Nimrod, vigoroso cazador delante de Jehová: El contexto muestra que esto no es un elogio a Nimrod. La idea es que Nimrod era una ofensa ante el rostro de Dios. Esto no está hablando acerca de la capacidad de Nimrod para cazar animales salvajes. Él no era un cazador de animales. Él era un cazador de hombres, un guerrero.

 Fue a través de su capacidad para luchar y matar y gobernar despiadadamente, que su reino de las ciudades-estado del valle del Éufrates fue consolidado. Alguien, citando una leyenda judía, dijo: El gran éxito que asistió a todas las gestiones de Nimrod produjo un efecto siniestro. Los hombres ya no confiaban en Dios, sino en su propia destreza y habilidad, una actitud que Nimrod trató de imponer al mundo entero. Por lo tanto, es posible que Nimrod, habiendo adquirido poder, lo usara con tiranía y opresión, y por rapiña y violencia fundara el dominio que fue el primero en distinguirse con el nombre de un reino sobre la faz de la tierra. Muchos reinos se han creado de la misma manera, en diferentes edades y naciones desde ese tiempo hasta la actualidad. De los Nimrods de la tierra, ¡Dios, libre al mundo!

El siguiente capítulo 11, comienza diciéndonos algo que no siempre tenemos en cuenta o recordamos a la hora de estudiar. Dice el verso 1: Tenía entonces toda la tierra una sola lengua y unas mismas palabras. Esto es clave. Mucho más que por enseñanza, teología o riqueza histórica, por fe. Porque si crees, a esto puedes entenderlo, pero si no crees, te resultará muy difícil. Qué quiero decir. Quiero decir que si crees que la raza humana nace a partir de un hombre al que llamamos Adán, esto de una sola lengua y mismas palabras, no sólo tiene sentido, sino que es altamente apto para creerlo tal cual lo expresa aquí. La palabra hebrea usada para lengua, aquí, es safá y se traduce fielmente como lenguaje.

¿Esto significa que al principio en la creación de Dios sólo se hablaba un lenguaje? Sí, esto es lo que significa. ¿Y entonces de dónde sacamos todas las toneladas de idiomas, dialectos y jergas que hoy por hoy todavía habla la humanidad conjunta? Si seguimos estudiando esto, seguramente nos vamos a encontrar con la respuesta. No quiero adelantarte nada para que tú mismo la encuentres conmigo. La mayor virtud de la enseñanza, está en guiar al alumno a encontrar respuestas por sí mismo, estudiando lo que haya que estudiar, no dándole las respuestas sin que haga el menor esfuerzo. Así nos acostumbraron, pero no es lo correcto.

Y luego vendrá una clara y grosera desobediencia del hombre a un mandato divino. ¿Recuerdas lo que Dios le dice a Noé y a su familia luego de concluido el diluvio? En Génesis 9:1 lo tienes tan claro como lo tuvieron ellos: Bendijo Dios a Noé y a sus hijos, y les dijo: Fructificad y multiplicaos, y llenad la tierra. Este último llenad la tierra que vemos, no es una frase poética, abarcativa o global, dicha como una especie de frutilla del postre al juicio. Esto es un claro y preciso mandamiento. Llenar la tierra significa lisa y llanamente, poblarla de seres humanos de un extremo al otro, sin espacios vacíos y, tal como también fue explícito, sin aglutinamientos concentrados en un mismo sitio, esto es, ciudades.

¿Obedeció el hombre? No. Aquí en el capítulo 11 vemos que un grupo de ellos decidieron otra cosa, cuando en el verso 4 dicen: Y dijeron: Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo; y hagámonos un nombre, por si fuéremos esparcidos sobre la faz de toda la tierra. Primera desobediencia, edificar una ciudad. Dios creó un planeta donde, región por región, sus tierras o sus aguas contienen todo lo que el hombre necesitaría para poder vivir, subsistir e, incluso, ganar dinero con ello. Pero debía desparramarse a campo libre, no amontonarse en enjambres de hierro, mampostería y cemento.

Pero, y atención con esto; no sólo se trataba de edificar una ciudad contrariando el mandato de Dios, sino incluso añadirle la construcción de una torre, que, al decir de ellos mismos, debería tener una altura que le permitiera llegar al cielo. ¿Exageración de voluntarismo? Si, pero también tipología de necesidad de poder. Esto fue una determinación directamente en contra de Dios mismo, de eso tengo certeza. Porque la construcción de esa torre, la intencionalidad que tenía, era la de utilizarla para protegerse de un posible nuevo diluvio.

Es decir que estos hombres, en abierta desobediencia a Dios, manipulados en sus mentes por Satanás y sus legiones de demonios, lo que deseaban era vivir sus vidas como les diera la gana, aún en contra de los mandamientos más elementales del Padre celestial, y tener un elemento que les permitiera evadir de un juicio, en el caso que Dios decidiera llevarlo a cabo. Tú debes estar pensando en la calidad de idiotez que tenía esta gente, para suponer que podían burlar al Dios de todo poder en algo tan rudimentario. No te creas que fueron los únicos. Hoy hay mucha gente que se dice cristiana, que construye sus propias babeles con la idea de evitar el juicio que, están seguros, vendrá en su contra por causa de sus notorios, groseros y abundantes pecados.

Viendo todo este mover dice que Dios descendió a ver la obra de los hombres. ¿Descendió? ¿De donde se supone que descendió? De nivel, no de altura geográfica. Tuvo que descender de su nivel de ámbito sobrenatural y divino, para poder quedar en la chatura terrenal del humano. Vio la torre, se dio cuenta que ellos no iban a retroceder un milímetro en sus decisiones y entonces los sacudió fuerte y feo. De allí que en el verso 7, está la respuesta que me quedó pendiente. Dice: Ahora, pues, descendamos, y confundamos allí su lengua, para que ninguno entienda el habla de su compañero. ¿Qué podríamos entender con confundir su lengua? Nada.

A nosotros, en el terreno lineal e intelectual, no nos es posible entender esto que, evidentemente, tiene un origen sobrenatural. Porque lo cierto es que, de tener un mismo lenguaje y entenderse todos con todos, vinieran de donde vinieran, de un momento al otro se encontraron hablando con giros idiomáticos distintos y desconocidos, por lo que ya les resultó imposible comunicarse a los fines de ver como seguir con esa obra de construcción. Dios concluyó su juicio sumario esparciéndolos por toda la tierra, que es como decir por todo el mundo, por lo cual debieron abandonar la construcción de la torre y sus aspiraciones imperiales. Por eso es Babel, que significa Confusión.

De las genealogías subsiguientes, se destaca la de Taré, que, entre otros descendientes, engendró a Abram y a Nacor. Y dicen los versos 29 y 30:  Y tomaron Abram y Nacor para sí mujeres; el nombre de la mujer de Abram era Sarai, y el nombre de la mujer de Nacor, Milca, hija de Harán, padre de Milca y de Isca. Mas Sarai era estéril, y no tenía hijo. Y a partir de allí, creo, comienza la historia central de nuestra fe. Ya en el capítulo 12, Dios le dice al por entonces todavía, Abram, que se vaya de su tierra, de la cercanía de sus parientes, de la propia casa de su padre y se dirija a una tierra que habrá de mostrarle.

 Porque allí será, le profetiza, donde lo convertirá en una gran nación. Que engrandecerá su nombre, bendiciendo a todos los que lo bendigan y maldiciendo a todos los que lo maldigan. Y que serán benditas en él todas las familias de la tierra. ¿Todas? Sí, todas, tal como lo estás leyendo. No me digas que más de uno de nosotros quisiera haber recibido o estar recibiendo de parte de Dios tamaño honor y plan futuro, ¿Verdad? Sí, pero también fe, perseverancia y todo lo que un hombre necesita para poder sobreponerse a todos los obstáculos que Satanás puede poner en su camino procurando que no lo transite y haga la voluntad de Dios.

Diálogo ficticio, pero que muy bien pudo ser real. Se produce cuando un viejo amigo y conocido de Abram lo ve salir con todos sus bártulos y, con asombro y curiosidad lo saluda y le pregunta: “¡Eh! ¡Abram! ¿¿Qué te ocurre? ¿Para donde te vas? – Me voy a la tierra prometida por Dios para que allí funde una gran nación… – ¡Ah! ¿Y donde queda esa tierra? – ¿La verdad? ¡No tengo ni la menor idea! Pero Dios me dijo que vaya para allá, ¡Y para allá estoy yendo!” Sonríete, si quieres, pero piensa por un momento y coincidirás conmigo por qué, este hombre, con el correr de los tiempos, llegó a ser llamado Padre de la Fe.

Sin embargo, y tanto como para que quede en evidencia que, como decimos por aquí, al más veloz se le puede escapar la tortuga, al pasar por Egipto tiene esa aventura con un Faraón por causa de mentir diciendo que su mujer, la hermosa Sarai, era su hermana y de esa forma evitar que el Faraón lo mandara a matar para quedarse con ella. Una mentira para salvar la vida. Es pecado, de cabo a rabo, pero…pregunto… ¿Fue una mentira a la que ninguno de nosotros hubiera sucumbido? ¿Podríamos decir, en este instante, que somos más íntegros que el mismísimo Abram y que de ninguna manera haríamos lo que él hizo? Dilo tú, si quieres, yo no confío en mis “fortalezas” carnales…

Lo cierto es que Abram se favoreció materialmente y mucho a partir de esa mentira. Recibió ovejas, vacas, asnos, siervos, criadas, asnas y camellos de parte de un Faraón encantadísimo con esa mujer tan hermosa. Hasta que cayó en desgracia con una serie de feroces plagas y Dios le hizo saber de alguna manera que esa mujer no era la hermana de ese hombre, sino su mujer, y que por ese motivo Dios lo sacudía de ese modo. Entonces Faraón lo llamó, lo levantó por los aires por esa mentira y los expulsó de sus dominios. Es notorio que Dios estaba con Abram, pese a todo, ya que lo protegió de una respuesta de Faraón mucho más violenta y hasta sangrienta.

 Además, lo quieras o no, de esa aventura es de donde Abram sale altamente enriquecido materialmente. Dice que era riquísimo en ganado, plata y oro. Créeme que, en esa época, mucho más que esto, un hombre no podía pedir. Si no pertenecía a la nobleza y no había nacido en cuna de oro en lo familiar, llegar a este nivel de riqueza era prácticamente un milagro. Milagro que Dios permitió, ya que ni la pésima conducta de Abram modificó un milímetro su plan. Aquí ya se le había sumado su sobrino Lot, que también tenía posesiones y nada despreciables y con el cual ya estaba compartiendo terreno en el sitio donde había sido enviado.

Sin embargo, quedó prontamente en evidencia que esa tierra, con todo lo generosa que parecía ser, quedaba reducida y escasa para albergar las posesiones que estos dos hombres habían conseguido. Y muy pronto, por ese motivo, empleados de uno y del otro empezaron a tener problemas, riñas y altercados, cosa que llevó a Abram, a la sazón propietario por derecho divino de ese sitio, plantearle a su sobrino la necesidad de separarse. Concretamente, le dijo que prefería que no hubiera altercado entre ellos, “porque eran hermanos”. ¿Hermanos? ¿Es que ya se utilizaba en esa época tratar así a quien creía en el mismo Dios?

No. No es a eso a lo que se refiere esto. Y mucho menos a una cuestión filial, ya que Abram y Lot eran, todos lo sabemos, tío y sobrino. La palabra usada en el original hebreo, allí, es la palabra akj, y se interpreta como amigo, compañero, pariente, parte o prójimo. Amistad. No obstante, las rencillas socavaron en parte esa relación, por lo que Abram le pidió a Lot que se apartara de él. Que, si Lot iba a su izquierda, él, Abram. Iría a su derecha, cosa de no encontrarse. Si había existido una alianza, esa alianza había quedado derogada. Abram acampó en Canaán y Lot se estableció en Sodoma. Otra historia para contar…

No tardó demasiado Abram en retirarse de ese lugar, ya que Dios mismo lo mandó a Mamre, que está en Hebrón. Y así transcurrieron sus días, hasta que unos reyes expansionistas y ambiciosos decidieron atacar a Sodoma y Gomorra, por lo que sus reyes intentaron defenderla. No lo lograron, fueron derrotados y debieron huir. Los invasores entraron, tomaron todas las riquezas de Sodoma y Gomorra, también sus provisiones, y se fueron. Pero antes de eso, tomaron prisionero a Lot, conjuntamente con todos sus bienes, y se lo llevaron.

 Uno de los criados de Lot logró escapar y viajó hasta donde moraba Abram para avisarle que su sobrino estaba prisionero. Abram no lo dudó ni un instante. Armó a sus criados y se fue en procura de recuperar a Lot y devolverle la libertad. Luego de una batalla lo consiguió y lo trajo de retorno. Sin embargo, volvieron a separarse, ya que algo quedó más que en claro: parentesco, sí; conciencia de familia y entrega al máximo y total para pelear por la libertad de un sobrino, sí. Pero alianza, no. Cada uno por su lado. Sin embargo, en el camino de retorno, sucedió un episodio que se convertiría en histórico. Fue cuando se encontró Abram con Melquisedec.

En los versos 18 al 20 del capítulo 14, se lee lo siguiente: Entonces Melquisedec, rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo, sacó pan y vino; y le bendijo, diciendo: Bendito sea Abram del Dios Altísimo, creador de los cielos y de la tierra; y bendito sea el Dios Altísimo, que entregó tus enemigos en tu mano. Y le dio Abram los diezmos de todo. Quiero hacer un paréntesis aquí para hablar de esto, porque no es un tema menor ni está de complemento. En principio, no hay una idea precisa de donde viene Melquisedec o cómo llegó a estar en Canaán. Y mucho menos como llegó a ser un adorador y un sacerdote del Dios verdadero. Y tampoco sabemos cómo supo Abram que él estaba allí. Lo único que sabemos es lo que aquí está relatado: estaba allí y punto.

No obstante, quiero compartirte algunos detalles más sobre este personaje, por un motivo que te diré al final. El nombre Melquisedec, significa Rey de Justicia. Él es el rey de Salem, y Salem es la original Jerusalén y Melquisedec, entonces, es el sacerdote del Dios Altísimo. Lo que lo hace único, es que es rey y sacerdote, ambas cosas, casi un preanuncio de lo que tú y yo somos hoy.   De hecho, la historia nos enseña lo peligroso que ha sido combinar la religión con la autoridad civil. No es casual que Dios haya prohibido a los reyes que fueran sacerdotes y a los sacerdotes que fueran reyes. Cuando Uzías quiso hacer el trabajo de sacerdote, Dios lo aquejó con lepra. Pero en Melquisedec, indudablemente hay una excepción.

Y dice que sacó pan y vino. Esto es, que Melquisedec le sirvió a Abram pan y vino. Quizás él lo sirvió incluso como una manera de proyectar lo que sería el sacrificio que nos redimió. Así como el pan y el vino de la Pascua y de la cena del Señor, hoy por hoy, miran hacia nuestro sacrificio redentor, Cristo Jesús. Melquisedec, como sacerdote, hace dos cosas: bendice a Abram y bendice a Dios. Demuestra así que un sacerdote tiene que estar conectado con ambos, con Dios y con el hombre, y que debe ministrarlos a ambos. Aunque parezca a primera vista una figura oscura, Melquisedec se presenta como una persona muy importante en el Antiguo Testamento.

No nos olvidemos que el sacrificio de Cristo fue según el orden de Melquisedec. ¿Cuál orden? Sin padre, sin madre, sin genealogía. No teniendo principio de días ni fin de vida. Siendo hecho semejante al Hijo de Dios, permanece sacerdote a perpetuidad. Muchos creen que Melquisedec fue una apariencia de Jesús antes que éste naciera en Belén. Pero lo más importante y raro, es que dice que Abraham le dio los diezmos de todo. Una décima parte de todos sus bienes, no de sus ingresos. Al motivo búscalo tú, a mí me es suficiente con saber que así fue y que por ello fueron benditas todas las naciones. Es muy mediocre y barata la discusión entre el valor del poder de Dios y el de un dólar.

No puedo negar que, a partir del diezmo y la ofrenda, se han llevado a cabo verdaderas estafas dentro del pueblo de Dios. Hombres sin escrúpulos no han vacilado en cometer los más diversos tipos de fraudes y manipulaciones, sin otra finalidad que la de enriquecerse ellos, a costas de la lealtad, la confianza y la sinceridad de muchos hijos fieles, pero también ingenuos. El hijo de Dios no puede ser avaro ni amante del dinero, pero tampoco es un ser que anda dilapidando a cualquiera lo que Dios le ha brindado. Personalmente, jamás pedí un centavo a nadie, ni tampoco puse en mis páginas o redes algún número de cuenta para donaciones o contribuciones.

Mi único pecado de cometer mercadería en la iglesia, fue al principio de mi trabajo en radio, donde copiando lo que hacían otros más experimentados, vendía por dinero los casetes grabados con mis enseñanzas. Un día el Señor me dijo ¡Stop! Y no me quedó ni la menor duda que era realmente ¡Stop!. Pese a ello, jamás puse un centavo de mi salario de jubilación para sostener todo esto. Dios lo hizo como se le antojó y moviendo a quien él se le ocurrió mover. No cometo avaricia con lo que suelen darme de gracia, sino que también de gracia lo doy yo cuando el Señor me muestra hacerlo.

Luego, y ya en Génesis 15, Dios en visión le dijo a Abram que no tuviera temor alguno, que en todo caso Él mismo sería su escudo y su galardón. Creo que no necesitas que te explique lo que es un escudo, un elemento que te protege de todo ataque externo, y tampoco lo que es un galardón, una recompensa de alguien por algo. Allí fue donde Abram aprovechó para recordarle a Dios que no era mucho lo que podía recibirle, ya que no tenía hijo. Que su heredero sería un esclavo nacido en su casa. Dios fue rápido y contundente en su respuesta. Primero le dijo que ese esclavo no sería quien lo heredaría, y luego que eso estaría reservado nada menos que para un hijo suyo.

 ¿Hijo suyo? ¿Con una esposa estéril? No importa, Dios lo sacó al campo, lo hizo mirar el cielo negro tachonado de estrellas y le profetizó que como ese caudal de estrellas que estaba viendo, sería su descendencia. No puedo saber ni imaginarme lo que hubieras hecho tú en el lugar de Abram, pero si puedo tener una idea de lo que yo hubiera hecho. Que no hubiera sido precisamente darle gracias por el asunto y darlo por cumplido. Si hoy, con todo lo aprendido, recibido   y entregado, todavía hay lapsos confusos o grises, ni hablar de un tiempo y una etapa donde nada estaba claro y donde todo estaba mezclado con todo.

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marzo 7, 2025 Néstor Martínez