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Cuando la Tierra se Mueve

Así como la semana pasada la palabra hecha nombre que nos convocó fue la de Elías, en esta ese nombre se transforma en Daniel. ¿Quién es Daniel? O mejor modifico la pregunta: ¿Qué es Daniel? No hay precisiones en el significado de su nombre, pero indistintamente como lo aceptemos, apunta hacia lo mismo. Una corriente asegura que Daniel significa Dios es Juez, mientras que hay otra que señala que se traduce como Juez de Dios. No es lo mismo, claro, pero no hace al fondo del tema, ya que en los evangelios, Jesús dijo claramente que Él no habría de juzgar a nadie, aunque en otro sector, señala que si llegara a juzgar, su juicio sería verdadero. Lo cierto es que Jesús no vino a hacer su propia voluntad, ni tampoco a hacer oír sus propias palabras. Él vino a hacer la voluntad del Padre, y a hablar las palabras que estaba hablando su Padre. Entonces, en los evangelios tenemos el fundamento donde el Señor es el cumplimiento de lo que quiere decir la palabra Daniel. Jesús ha permitido siempre que su Padre sea el Juez. Porque Jesús vino con la vida de su Padre, con la presencia de su Padre dentro de él hasta llegar a decir que Él era templo de Dios.

Es decir que, si el significado de la palabra Daniel se va a cumplir en nosotros, esto quiere decir que tampoco vamos a juzgar según nuestro propio criterio. No vamos a juzgar según las apariencias, ni seremos jueces por nosotros mismos. Si vivimos para que la presencia del Señor esté en nosotros, para cumplir su voluntad, para hacer su obra y para expresar sus palabras, entonces el juicio de Dios va a fluir a través de nosotros. En Daniel capítulo 1 y versos 1 y 2, leemos: En el año tercero del reinado de Joacim rey de Judá, vino Nabucodonosor rey de Babilonia a Jerusalén, y la sitió. Y el Señor entregó en sus manos a Joacim rey de Judá, y parte de los utensilios de la casa de Dios; y los trajo a tierra de Sinar, a la casa de su dios, y colocó los utensilios en la casa del tesoro de su dios. Presta atención: ¿Quién entregó al rey de Israel, al rey del pueblo de Dios en manos de un rey pagano? Dice muy claramente que fue El Señor quien lo hizo. Si el Señor es el Juez, Él tiene derecho de hacerlo, si Él lo quiere. Inclusive, en la profecía de Jeremías el Señor dijo por boca del profeta que era mejor ir cautivos a Babilonia en lugar de hacer cualquier otra cosa. Y por esto decían que Jeremías era un traidor a la patria; sin embargo, era la palabra del Señor.

El caso es que Daniel y sus amigos fueron llevados cautivos junto con los vasos del templo de Dios. Los vasos del templo simbolizan también a Daniel, a sus amigos y a personas de ese nivel, que eran verdaderos siervos de Dios en lo que realmente la palabra Siervo significa: Servidor, no servido por aduladores y obsecuentes. Tanto Daniel como sus amigos no eran precisamente inmaculados, pero eran lo mejor que había en el pueblo de Dios. Por eso el dictamen del Señor fue que debían ir cautivos a Babilonia: la causa era más que todo, un pecado colectivo entre todo el pueblo de Dios. Babilonia simboliza Confusión, y es lo que hace el hombre cuando implementa sus propios planes a su propia manera. En lo económico, el hombre siempre ha querido sacar dinero de la nada y, tarde o temprano, tendrá que haber una caída en las economías que se sustentan de esa forma. En otro sentido, eso es lo que se conoce con el nombre de “Ciclo de las Economías y Negocios del Mundo”, que van para arriba y para abajo. En lo político, el hombre ha llegado a la conclusión, con su propia sabiduría, que la fuente de autoridad y poder es del pueblo, (Es decir, del ser humano), y eso produce oscilaciones de un lado al otro. La política tiende a ir como un yo-yo de izquierda a derecha, y viceversa.

En lo espiritual, cuando el hombre se cree la fuente, se fabrica una especie de homosexualismo espiritual. Hace tiempo ya que se han aprobado legislaciones en muchos países para que homosexuales y lesbianas se puedan casar, pero aunque se les conceda ese permiso, todos sabemos que nunca podrán engendrar vida, porque eso es imposible. Ese es el resultado cuando el hombre aporta al hombre y no recibe ideas y planes de Dios, pues todo queda estéril. De la misma manera, una iglesia que sea así, nunca puede engendrar vida, y lo único que puede hacer es tratar de suavizar un poco la estadía en la tierra de los seres humanos. Cuando la iglesia se mete profundamente en el humanismo, pensando que el centro de todo es la felicidad del hombre, pierde su norte, pierde su horizonte, y eso fue lo que pasó con el pueblo de Dios. Se habían desviado de tal manera que el pueblo santo resultó ser más terrible que los pueblos paganos. Se habían desviado de tal manera  que por esa causa el Señor mandó a Nabucodonosor para que arrasara Jerusalén y para que trajera a Babilonia lo mejor de ella.

Durante mucho tiempo, el pueblo de Dios contemporáneo, ha estado dentro de los estamentos babilónicos. Modernos Nabucodonosor han sojuzgado a miles y miles de creyentes fieles, sinceros, honestos y llenos de humildad y sujeción. Y esto no ha sido como castigo a nada ni porque a Dios se le ocurriera entretenerse viéndolos debatirse en esas Babilonias. Esto fue porque Dios, otra vez, decidió traer lo mejor de su pueblo y ponerlo en cautividad, con la finalidad de que ese pueblo superara una enorme prueba de carácter y saliera, en el final de la historia con todas sus luces espirituales encendidas alumbrando caminos sin transitar por parte de gente que todavía estaba militando en la máxima oscuridad de la ignorancia, el humanismo, la corrupción y la indiferencia. A ellos, como a Daniel y sus amigos, los hizo pasar por el horno de la prueba y de ese horno salieron con algunas quemaduras leves, es cierto, pero con la certeza de que nunca más iban a ser contaminados por nada que procurara imitar a Su verdadera Palabra. En tiempos en donde Babilonia está cayendo por causa de una pestilencia, esta, que si bien se muestra como una maldición que aqueja y oprime, al igual que con el cautiverio de Daniel, termina siendo de bendición, maduración y victoria.

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octubre 24, 2020 Néstor Martínez