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Conforme a la Fuente, su Contenido

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     Seguramente que muchos de ustedes han escuchado hablar, o conocen algo de la música de Mozart. Este genio de la música, tenía una conexión espiritual tan poderosa, que sus biógrafos relatan que él podía estar conversando en una mesa con unos amigos de cualquier cosa, y de repente, algo lo poseía. Algo era como que lo tomaba. Y él, casi compulsivamente, empezaba a anotar en cualquier cosa que fuera apta para escribir delante de él las notas de una música que él empezaba a escuchar en su cabeza. Eso podía durar unos minutos, o podía durar horas, e incluso uno o dos días.

     Después de ese tiempo, él caía como muerto, exhausto, y podía llegar a dormir varios días. Nadie podía explicar su comportamiento. Como él, en un instante era, -decían ellos- inspirado. ¿Sabías que la palabra “inspirado” significa “soplado”? Pedro dice que la palabra profética fue escrita por hombres inspirados, esto es: soplados, por el Espíritu de Dios. Él era un hombre inspirado, pero no precisamente por el Espíritu de Dios. Él tenía serios problemas en su mente. Era un masón de alto rango y tenía prácticas muy particulares.

      Otro ejemplo de eso, es Beethoven. Escucha: técnicamente, componer una sinfonía, es algo muy difícil. No sé cuántos de ustedes han visto alguna vez la partitura de una sinfonía, y cuántos de ustedes podrían entenderla. Yo soy músico y he podido verlo. Es tremendo lo que hace el director de la orquesta, cuando maneja los compases, y tiene que detectar lo que está haciendo el primer violín, el segundo, y así con cada uno de los instrumentos, que son muchos.

     Y, con todo eso, procurar conformar la sincronización melodiosa necesaria. Que no sería raro ni asombroso, si no tuviéramos presente que Beethoven era sordo. Hijo de Madre tuberculosa y padre sifilítico, nació con varios problemas, entre ellos el padecer sordera. Y cuando él termina de componer la Novena Sinfonía, él estaba más sordo que una tapia. Pero él no perdió la capacidad que tenía para, -como el mismo lo decía- “ver” la música.

     Yo no sé, tampoco, si ustedes conocen el nombre real e identificatorio de la famosa Quinta Sinfonía. La Tercera, por ejemplo, se llama “Heroica” y estuvo dedicada a Napoleón. La Sexta, “Pastoral” y así sucesivamente, pero de la Quinta casi nadie lo sabe. Se llama “Del Destino”. “Cuando la Muerte Toca tu Vida”. De allí el tan famoso y conocido “tan-tan-tan-tan” de sus primeros compases.

     Lo cierto es que Beethoven vivía paranoico con la muerte. Hoy día nosotros aplaudimos sus obras, igual que las de Mozart, pero todos esos hombres fueron poseídos por espíritus que los utilizaban a ellos como canales de creación musical. La música de Mozart es muy especial. Musicalmente, es extraordinaria, pero espiritualmente es terrible. Sólo que a esto no se lo puede decir en voz alta ante una multitud, aunque sean cristianos. Muchos de ellos, convencidos que la clásica es la mejor música y la más pura, saldrían a defenderlo con uñas y dientes. Es cuestión de discernimiento, no de conocimiento técnico musical.

     Porque cierta clase de esa melodía transmite una opresión tan espantosa, que el que no está avisado no sabe lo que le ocurre. Y todo porque brota y nace de un hombre oprimido. Está escrito que no puede fluir agua dulce de una fuente amarga. Así, tampoco puede salir algo bueno de Queen o Mike Jagger el de los Stones, o quien sea que desees añadir a esta nómina. Porque aunque seas unos excelentes músicos, conforme sea la fuente, así será la música. Conforme sea el árbol, así serán sus frutos.

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mayo 30, 2018 Néstor Martínez