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Bases Para Edificar

¿Alguien sabe qué le pasaba a David cuando iba camino al trono al que Dios lo había destinado? ¿Alguien puede ver cuál era su mayor anhelo? Edificar. No es una palabra más, no es una expresión más, no estamos hablando de mampostería. Míralo así: ¿Qué edifica Noé cuando ve a Dios? Un arca. Y el más grande hombre que Dios llama para establecer su Reino, Moisés; ¿Qué edifica? El tabernáculo. Y todos ellos edificaron después de haber visto. Pero quiero que leas esto tantas veces como te sea necesario, para poder entender lo que es el eje central de lo que escribo con valor profético: es imposible edificar sin revelación. Y aquí es donde formulo por primera vez una pregunta que seguramente repetiré a lo largo de este trabajo ministerial en todas sus áreas y facetas: ¿Cuántos lugares supuestamente cristianos, has visto procurar edificar sin la menor revelación del Espíritu Santo o, lo que es mucho más grave: sin siquiera creer demasiado en la vigencia del Espíritu Santo? No me respondas, porque no se trata de un juicio de valor y tampoco hasta donde yo sepa, no me nombraron juez de nada ni de nadie, sólo reflexiona.

(Mateo 17: 5) = Mientras él aún hablaba, una nube de luz los cubrió; y he aquí una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd.

(6) Al oír esto los discípulos, se postraron sobre sus rostros, y tuvieron gran temor.

(7) Entonces Jesús se acercó y los tocó, y dijo: Levantaos, y no temáis.

(8) Y alzando ellos los ojos, a nadie vieron sino a Jesús solo.

Cuando vemos a Jesús, el cielo se alinea en una misma dirección espiritual con nosotros. Y ahora viene la pregunta complicada: ¿Por qué, durante el ministerio de Jesús, en medio de tantas palabras y enseñanzas que él nos ha dejado, bien recopiladas en los evangelios, él casi no menciona a la iglesia? Apenas hay un par de breves menciones. ¿Por qué? Porque su mensaje es el Reino, y porque el Reino es más importante que la iglesia. Esa es la razón. Tú puedes tener a la iglesia, pero no tener al Reino, pero es imposible que tengas al Reino, sino tienes a la iglesia. A esto te lo memorizas y lo cultivas como si fuera un tesoro. El fundamento de la Gran Comisión, es ir a predicar el Reino, el evangelio del Reino. Eso es lo que el Señor espera de nosotros. La obsesión de los apóstoles, es decir, de los apostellos, de los enviados, es edificar. Pero no es edificar lo que a ellos les parece, sino reproducir la forma de lo que han visto.

Por eso es tan importante ver lo que el Señor quiere que edifiquemos. La iglesia puede centrarse en el hombre. De hecho y salta a la vista: en el hombre están centradas la mayoría de las iglesias. Hacen una encuesta para ver qué es lo que le interesa o necesita la gente y ya está; eso es lo que predican después. “Igle-Burger”, denominó a eso cierto ministro. Iglesia a pedido del consumidor. ¿Eso es Dios? O, por el contrario, la iglesia puede centrarse en Dios, que es como decir examinar qué es lo que Dios quiere de la gente. Y esos dos simples enfoques, van a crear dos iglesias completamente diferentes. La iglesia centrada en el hombre, es una iglesia que busca que el hombre encuentre en ella confort. Hay que hacer un culto de acuerdo con sus gustos, su medida, a su tiempo y a su cultura.

En la que está centrada en Dios, en cambio, no es tan importante lo que el hombre necesita. Y esto, dicho con sumo cuidado, porque Jesús vino porque necesitamos de Él. El hombre pecador no necesita la iglesia, necesita a Dios. Y la iglesia sólo es importante, si está haciendo esa tarea: manifestar el nombre del Señor. El corazón del trabajo apostólico está sintetizado en esas dos preguntas que les hace Jesús: ¿Quién dice la gente que yo soy? ¿Quién dicen ustedes que yo soy? Revelar quién es Dios a los que no lo conocían. Ese es el centro de todo esto. Por eso he dicho que, a medida que el hombre cayó, el nombre de Dios se perdió. Al punto tal, que llegaron en cierto momento de la historia, a no poder pronunciar el nombre de Dios.

Tengo un Dios obsesionado en darme a conocer Su Nombre, y la respuesta de su pueblo, es esta: no podemos ni mencionar el tuyo. ¿Qué Biblias leen? ¿Qué profetas escuchan? Desde el principio tengo un Dios que está desesperado en manifestarse. ¿Y cómo lo hace? Dando su nombre, Yo Soy él. Y su pueblo llega y dice que no, que no puede mencionar su nombre porque es demasiado santo para mencionarlo. Entonces prefirieron llamarlo Adonaí u otros nombres. Y ahí aparecen un montón de títulos, que si bien muestran características de quien es Dios, no es su nombre. Los Elohistas, Elohim. Mi Señor, Adonaí. ¿De qué me estás hablando? Ese no es mi nombre, ese es un título.

Entonces, ¿Qué es lo que dice Jesús cuando ya se está yendo? Vayan y enséñenles a estas personas todo lo que les he enseñado yo. ¿Y qué es lo que el Señor les enseñó? ¿Acaso muchas clases de catecismo o doctrina? No. Él les enseñó cuál era el camino para llegar al Padre. Es eso lo que les enseñó. Les manifestó el nombre de Dios. Lee Juan 17 dice: he dado a conocer tu nombre. En ese nombre, ahora vayan y hagan que otras personas conozcan lo mismo que ustedes ahora conocen. Quién es el Padre. Y tienen autoridad y respaldo, ya lo tienen; ahora háganlo. Nunca podremos cumplir la Gran Comisión, tan sólo proclamando a Jesús como el Señor. Necesitamos el todo del Señor. Todo. Todo lo que Él es. Todo. ¿Tan difícil, será? No lo parece. ¿Y entonces? Puro sistema.

¿Recuerdan ustedes la fiesta pascual? Jesús era el Cordero, ¿Recuerdan? Se les enseñó que los hijos de Israel deberían participar del Cordero, y deberían comerlo todo sin dejar nada para el día siguiente. Si vamos a comer a Cristo, comamos todo, comámoslo completo. ¿Por qué? Porque el propósito de ese proceso de comer, es que Él se forme en nosotros. ¡Pero es que después nos van a acusar de caníbales! Ah, sí, esa es la otra en la que el pueblo cae con facilidad: cuando no entiendo algo que me trae un mensaje, mato al mensajero. La comida, que es Él, va a ser parte de nuestras células y vamos a ser formados a Su imagen. Esa es la meta de todo esto, que lleguemos a ser a Su imagen. Todos los ministerios apuntan a una sola cosa: que Cristo se forme en nosotros. Eso dice en Efesios 4, cuando leamos este pasaje y lo entendamos, esa es la razón.

El funcionamiento de cualquier ministerio, básicamente, es la revelación de Cristo en nosotros, hacia afuera. Cuando tú enseñas, es el maestro hablando. Cuando tú sanas, es el pastor cuidando. Cuando tú exhortas, es el profeta mismo, Cristo, hablando. No hay manera, no tenemos muchos evangelios, la verdad. No vamos a poder cumplir con la Gran Comisión, hasta que los ministerios trabajen en acuerdo y unidad. Y no me estoy refiriendo a tomarse unos cafés juntos una vez por mes. Y tampoco a que uno de ellos procure unirlos, pero a su servicio personal. Así tampoco funciona. Y si esto sirve para que mucha gente se proponga, en lugar de hacer lo que venía haciendo desde hace cien años, cambiar, reformar los rudimentos y empezar a procurar que la gente conozca el nombre de Dios, gloria a Dios por ello.

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mayo 1, 2021 Néstor Martínez