¿Estamos Preparados Para ser Sal de la Tierra?

 

La expresión del título está en la Biblia. Y como tantas cosas de las allí escritas, nosotros los cristianos probablemente las leemos cinco o diez veces, las repetimos como una letanía, las enseñamos, las predicamos, las exhortamos y, en una de esas, hasta las escribimos en un libro. Sólo un pequeño detalle: no siempre sabemos que cosa dice, realmente, en ese texto, más allá de lo literal.

¿Cuántas veces habrás hecho lo que yo no he hecho menos de veinte, que es dejar de lado un texto que no entiendo, “para otro día”, y pasar a lo siguiente, sin darme cuenta que la Biblia no es una suma de retazos conexos, sino un contexto global y entero, y que como en cualquier otra lectura de estas características, es prácticamente imposible entender un principio sino hemos entendido el previo?

Por eso, mucho, pero mucho antes de llegar al versículo clave, quiero ahondar un poco en lo que realmente es la sal, ya que de ella es que hablamos preponderantemente en este texto. Luego le añadiremos el fuego.

Química y linealmente, la Sal es una sustancia ordinariamente blanca, cristalina, de sabor propio bien señalado, muy soluble en agua, crepitante en el fuego y que se emplea para sazonar los alimentos y conservar las carnes muertas. Es el cloruro sódico; abunda en las aguas del mar y se halla también en masas sólidas en el seno de la tierra, o disuelta en lagunas y manantiales.

La sal es el condimento más antiguo usado por el hombre y su importancia para la vida es tal que ha marcado el desarrollo de la historia en diversas fases. Es posible que el primer tratado conocido sobre la sal apareciera publicado en China por el  2700 a.d.C.

La ubicación de depósitos de sal tuvo especial relevancia en los emplazamientos de asentamientos humanos, pues permite conservar los alimentos. Por este motivo se crearon rutas específicas para el mercadeo de sal y se han producido numerosas guerras por controlar los depósitos y los mercados.

Roma tiene origen en una ruta destinada al transporte de sal. El término salario, derivado del latín salarium, proviene de sal y tiene origen en la cantidad de sal que se le daba a un trabajador (en particular, a los legionarios romanos) para poder conservar los alimentos.

Hasta el siglo XIX se cobraba un impuesto para la sal, y una de las primeras medidas que se tomaron durante la revolución francesa fue abolirlo, pues fue uno de los detonadores de la misma. Su protagonismo a lo largo de la historia le ha conferido un carácter casi sagrado y cargado de simbolismo.

En algunas culturas, como la rusa, se ofrecía junto al pan como un gesto de hospitalidad ante los huéspedes. Históricamente la explotación de sal se ha realizado en salinas de las zonas costeras y de los manantiales de agua salada (cursos subterráneos que atraviesan depósitos de sal), así como mediante minas o yacimientos.

En las salinas el agua salada de mar o de manantial se conduce por una red de canales o acueductos hasta unas plataformas horizontales construidas en el propio terreno o con madera y piedra si el desnivel del terreno lo requiere, denominadas granjas, y en las que el agua se reparte en parcelas rectangulares o eras.

La evaporación del agua deja lista la sal para su recolección en unos depósitos protegidos de la lluvia o terrazos. En el caso de los manantiales, si su caudal era escaso, incluso se introducía o bombeaba agua a su interior desde otros caudales o piscinas, con el fin de aumentar la producción.

En lo concerniente a la historia bíblica, la sal también ocupa su sitial importante. En las costas del mar Muerto se conseguía una sal de una calidad mediocre, después de la evaporación del agua salada. También se conseguía sal de la que se adhería a los acantilados.

Los moradores de Canaán y de las regiones circundantes se servían de la sal para sazonar sus alimentos y para conservarlos. La Ley ordenaba poner sal en todas las ofrendas. Las tierras impregnadas de sal quedan estériles.

Las ciudades condenadas a la total destrucción eran sembradas con sal. Abimelec devastó Siquem y la cubrió de sal. Durante el cataclismo que destruyó las ciudades de la llanura del Arabá, la mujer de Lot se demoró en la región maldita y fue transformada en una columna de sal.

La impura sal de Siria, expuesta a la lluvia, al sol, o depositada en casas húmedas, perdía su sabor. No valiendo para nada, era tirada. La sal, que da sabor agradable a los alimentos, es el símbolo de los hijos de Dios, cuya vida y testimonio deben ser llenos de sabor y atractivo.

Todas las ofrendas de Levítico, imágenes de la ofrenda de Cristo, debían ser presentadas con sal, que era señal del pacto con Dios. El perfume sagrado que era quemado sobre el altar de oro debía ser salado.

El Señor Jesús dijo a los creyentes que ellos, a su vez, eran la sal de la tierra; deben tener sal en sí mismos; su palabra debe estar siempre sazonada con sal. En efecto, no hay nada más llano, insípido, incluso mortífero, que los cristianos sin influencia, las vidas sin relieve, las palabras vacías de sentido: son cosas totalmente inútiles.

Se han hecho otras aplicaciones a este símbolo: así como la sal detiene la corrupción, los creyentes son un freno a la corrupción del mundo; si la sal provoca la sed, los cristianos auténticos deberían provocar sed de Dios en los que tienen a su alrededor.

Quiero, partiendo de la sal, hacer un amplio pero al mismo tiempo apretado repaso a episodios importantes de la historia bíblica, con una única finalidad que no es, precisamente, la de instruirte en historia, geografía y, mucho menos, teología. Lo que sí quiero, es que busquemos juntos las llaves que nos permitan a los creyentes genuinos, llegar a lo mínimo requerido por nuestro Señor para ser dignos representantes y cuerpo suyo en la tierra: gente-sal.

1 – Acordaos de la Mujer de Lot

La historia que vas a leer en los textos del Génesis, es bastamente conocida. Se han hecho libros, películas, videos y audio a granel sobre esta historia de Sodoma y Gomorra. Yo quisiera reiterarla, pero no para añadirle algo más de lo visto, sino para entregarte una visión diferente.

Una visión que te sirva hoy y ahora, para entrar en esta etapa del siglo veintiuno, una etapa signada por dos elementos esenciales: el comienzo de la apostasía y de la caída de la Gran Ramera llamada Babilonia. Una visión que te diga, por ejemplo, por qué esa estatua de sal y no de otro elemento.

(Génesis 19: 12) =  Dijeron los varones a Lot: ¿Tienes aquí algunos más? Yernos, y tus hijos, y tus hijas, y todo lo que tienes en la ciudad, sácalo de este lugar; (13) porque vamos a destruir este lugar, por cuanto el clamor contra ellos ha subido de punto delante de Jehová; por tanto, Jehová nos ha enviado para destruirlo.

“Los varones” que se aluden en este verso son ángeles. En vísperas de la destrucción que iban a desatar sobre Sodoma y Gomorra por causa de su corrupción, establecen un pacto con Lot y comienzan a tejer su estrategia de escape. Ahora bien: ¿Quién era Lot?

Su nombre se traduce como “escondido, de color oscuro”, era hijo de Harán, el hermano de Abraham; acompañó a su tío desde Mesopotamia a Canaán. Con él fue a Egipto y con él volvió. Dueños de grandes rebaños, los pastores de ambos empezaron a querellarse.

Abraham le aconsejó que sería mejor tomar rumbos separados y lo invitó a que eligiera los pastos que quisiera. Egoístamente, Lot eligió el fértil valle del Jordán, y fue plantando sus tiendas más y más cerca de Sodoma, hasta que finalmente pasó a residir allí.

No tuvo en cuenta el carácter de sus moradores ni las consecuencias que su ejemplo podría tener sobre su familia. Sin embargo, por el Nuevo Testamento sabemos que se mantuvo personalmente íntegro, afligiéndose por la perversidad de ellos.

Durante la campaña de Quedorlaomer y de sus aliados, Lot fue hecho prisionero. Debió su liberación al valor y habilidad de Abraham. Dos ángeles, enviados a Sodoma, advirtieron a Lot que la ciudad iba a ser aniquilada.

La actitud del populacho con respecto a los extranjeros reveló hasta qué punto merecía aquel castigo. Lot escapó de la destrucción con sus dos hijas. En la huida, su mujer, al volverse a mirar la ciudad, fue atrapada en el diluvio de fuego y sal.

Los dos yernos de Lot se quedaron en Sodoma, y murieron. Poco después, bajo la influencia del vino, Lot cometió incesto con sus dos hijas, viniendo a ser con ello el padre de Moab y Ben-ammi, que tuvieron como descendientes a los moabitas y amonitas, respectivamente.

En cuanto a las ciudades, quiero referirme primeramente a Sodoma. Era una de las cinco ciudades de la llanura del Jordán. Lot, como ha sido dicho, separándose de Abraham, decidió establecerse en Sodoma, a pesar de la pésima reputación de esta ciudad.

Quedorlaomer saqueó Sodoma, llevándose cautivo a Lot junto con los suyos. Abraham los libró y recuperó sus bienes. Más tarde, Dios destruyó Sodoma y al menos otras tres ciudades de la llanura, a causa de su perversidad.

El juicio divino consumió a Sodoma bajo una lluvia de azufre y fuego que indudablemente inflamaron los muchos pozos de asfalto de aquel valle. Lot y sus dos hijas escaparon al cataclismo. En Apocalipsis se designa alegóricamente a la gran ciudad pecadora por los nombres de Sodoma y Egipto.

El emplazamiento preciso de Sodoma no ha podido ser determinando. Hay dos argumentos que pueden hacer suponer que esta ciudad estaba en el extremo septentrional de la llanura: (a) Desde un lugar cercano a Bet-el, Abraham y Lot pudieron contemplar toda la llanura del Jordán. Sin embargo, se debe tener precaución con el término “toda” en este pasaje.

(b) Quedorlaomer, que provenía del sur, venció a los amorreos de Hazezón-tamar, esto es, En-gadi, antes de enfrentarse con el rey de Sodoma y sus aliados, lo que parecería indicar que se encontraron entre En-gadi y el extremo septentrional del mar.

Pero hay sólidos argumentos que llevan a suponer más bien que Sodoma se hallaba al sur del mar Muerto. Por una parte, el betún o asfalto sólo abunda en el extremo sur del mar. Además, está la mención que hace Josefo de que una de las ciudades, Zoar, se hallaba en el extremo meridional del mar.

Algunos de los muchos brillantes eruditos, han difundido la tesis de que las cinco ciudades podrían estar sepultadas bajo las aguas del golfo meridional, que tenían una profundidad de entre sesenta centímetros y seis metros.

Sin embargo, debido a las desviaciones de agua del Jordán con propósitos agrícolas, y a la disminución del aporte al mar Muerto, una gran parte de la cuenca meridional quedó a descubierto en 1979, lo que posibilitó su exploración.

El resultado negativo del examen de esta zona se une, sin embargo, con el positivo de las exploraciones de Bab edh-Dhra, Numeira, Safi, Feifa y Khanazir, que se hallan en la linde oriental de la llanura de Lisán y del Ghor.

Aunque sólo se han hecho excavaciones de los dos primeros yacimientos (1975-1979), de ellas, y de los exámenes de los tres últimos lugares, los arqueólogos Rast y Schaub han llegado a conseguir datos fiables y sólidos para su identificación con las cinco ciudades de la llanura.

Todas estas ciudades presentan evidencias de haber acabado en una fiera conflagración. Toda la evidencia excavada y de campo concuerda con el relato bíblico, confirmando de manera independiente que hacia la mitad del siglo XXI a.C. un gran cataclismo asoló todo el país.

Todo el valle se halla sobre la gran falla que sigue el curso del Jordán, el mar Muerto y el Arabá. En esta región, siempre sometida a temblores de tierra, es indudable que los fenómenos geológicos contribuyeron a la destrucción de las ciudades, aunque la Biblia sólo menciona la acción divina desencadenante.

La sal y el azufre, abundantes en estado libre, aparentemente mezcladas en el curso de una gran convulsión de la tierra, provocaron una violenta explosión; proyectadas incandescentes al aire, llovieron literalmente sobre la llanura en una lluvia de fuego y de azufre.

El relato de la mujer de Lot transformada en estatua de sal ha sido frecuentemente relacionado con una gran colina de sal de una longitud de ocho kilómetros que va de norte a sur por el extremo suroeste del mar Muerto.

En la época del Nuevo Testamento todavía se podían ver ruinas de ciudades destruidas. Recientemente se han hallado menciones de las cinco ciudades de la llanura en antiguos registros comerciales guardados en los archivos del imperio de Ebla.

En estas tabletas comerciales, los nombres de las ciudades de la llanura se hallan en el mismo orden que en Génesis 14:2. (Sodoma, Gomorra, Adma, Zeboim y Bela o Zoar).Sodoma es considerada como ciudad símbolo de iniquidad, culpable de un desenfreno en repugnantes pecados contra natura.

Isaías llama a los príncipes de Judá “príncipes de Sodoma”. El Señor, para mostrar la inmensa maldad de rechazarle a Él después de haber oído Sus palabras llenas de gracia y de haber visto Sus poderosas obras, declaró que sería más tolerable en el día del Juicio el castigo aplicado a Sodoma que el de las ciudades que le habían rechazado.

De todos modos, hemos podido observar y te diría que hasta comprobar y probar, que la destrucción de Sodoma y Gomorra, tanto en lo repentino del acontecimiento como en su globalidad, es expuesta como advertencia a los pecadores de los juicios venideros.

En cuanto a Gomorra, su referencia histórica es mucho más breve. Su nombre significa “inmersión” o “inundar”. Era una ciudad de la llanura del Jordán. Quedorlaomer y sus aliados vencieron al rey de Sodoma y al de Gomorra, saqueando ambas ciudades.

A causa de la desatada perversidad de sus moradores fueron poco tiempo después destruidas por fuego del cielo. Su historicidad ha quedado vindicada con los recientes descubrimientos de Ebla en Tell Mardikh, donde se han hallado tabletas que mencionan a Gomorra y a las otras ciudades comarcanas como centros de comercio contemporáneo.

Al margen de esto, queda en claro que, cuando Dios decide un juicio, siempre procura poner en aviso a sus hijos fieles, tal como lo hace con Lot mediante el envío de sus ángeles. ¿Cuál sería el impedimento para que en este tiempo no esté haciendo lo mismo con respecto a la salida de las babilonias falsas que van a caer?

Y dice algo más: dice que eso sucederá porque el clamor de los justos ha subido de tono de tal manera que Dios no ha podido evitar el oírlos y atenderlos por causa de su justicia. Clave: si tú oras y clamas por justicia, Dios jamás dejará de oírte. Es un principio inalterable. Eso sí; cómo y con qué elementos Él hará su justicia, es un asunto que sólo le compete a Él, tú no puedes influir.

(Verso 14)= Entonces salió Lot y habló a sus yernos, los que habían de tomar sus hijas, y les dijo: levantaos, salid de este lugar; porque Jehová va a destruir esta ciudad. Más pareció a sus yernos como que se burlaba.

Está mucho más que claro. Lot quería salvar a sus hijas, pero al estar con marido ellas, por ley y tradición debía arreglar el asunto con ellos. Se supone que Lot y sus yernos tenían alguna clase de conocimiento mutuo o confianza. Sin embargo, lo que Lot les dijo, a ellos les sonó como una enorme fantasía que no podía despertar otra cosa que no fuera burla.

Y como para que no queden dudas respecto a esta reacción, quiero significar que aquí se utiliza el término “burla” con todo el contenido que esta palabra tiene en el idioma español: “acción, ademán o palabras con que se procura poner en ridículo a alguien o algo. ¡Eso fue lo que le hicieron los yernos a un Lot que lo único que procuraba era salvarles la vida! Todo indica que no pudo ser; ellos decidieron sus destinos.

(15) Y al rayar el alba, los ángeles daban prisa a Lot, diciendo: Levántate, toma tu mujer, y tus dos hijas que se hallan aquí, para que no perezcas en el castigo de la ciudad.

Recapitulemos: Lot habla con sus yernos. Un yerno, si no me equivoco, es el marido de tu hija, ¿Verdad? Habla con ellos y les dice que tienen que irse porque la ciudad será destruida por Dios. ¿Cómo reaccionan ellos? Burlándose y poniendo en ridículo al suegro.

¿Qué hace, Lot, entonces? Vuelve a los ángeles, pero ya no les puede pedir misericordia ni cuidado por sus yernos. Ellos lo saben y le mandan que se apresure a salir antes que comience el juicio. Y le dicen que tome consigo a su mujer y a sus hijas solteras. (Las que según el propio Lot, no habían conocido varón)

(16) Y deteniéndose él, los varones asieron de su mano, y de la mano de su mujer y de las manos de sus dos hijas, según la misericordia de Jehová para con él; y lo sacaron y lo pusieron fuera de la ciudad.

¿Por qué razón se habrá detenido Lot, perdiendo segundos preciosos en una instancia tan crítica? Aquí no lo expresa, pero todo hace presuponer (Y también en ello coinciden unos cuantos comentaristas), que Lot estaba demasiado atado a sus posesiones y, por un momento, dudó en abandonarlas. ¿No te recuerda a alguien que conoces, Lot?

Los ángeles no anduvieron con medias tintas. Tenían de parte de Dios instrucciones precisas y se apresuraron a cumplirlas. ¿No vienes? Pues entonces te tomo de la mano y te saco de aquí aunque sea arrastrándote. Soy un ángel del Señor y mi deber es obedecerle, aún debiendo forzarte.

(17) Y cuando los hubieron llevado fuera, dijeron: escapa por tu vida; no mires tras ti, ni pares en toda esta llanura; escapa al monte, no sea que perezcas.

Este es un principio básico: Dios no acepta que quien no tiene nada que ver en un juicio suyo, tome el rol de espectador. Dios no acepta el morbo humano. Por lo tanto, cuando dice que no miren atrás ni se detengan, no es una ocurrencia despótica, sino un salvoconducto eficaz.

Porque Dios jamás transgredió sus propias leyes, y si Él ha dispuesto que no quede en pie quien presencia un  juicio al que no ha sido invitado, al sacarlo de allí, está salvando a Lot y no condenándolo. Es un principio que Dios estableció y que Él es el primero en cumplirlo.

Por eso le hizo hacer a Noé una ventana inclinada en cuarenta y cinco grados en la parte superior del arca; Noé podía ver si había agua, pero no ver el juicio que había debajo. Entonces ahora te pregunto: ¿Te quedarás en Babilonia aunque recibas el mandato de salir? ¿Vas a quedarte a presenciar un juicio que no te corresponde? Haz lo que quieras, eres libre, pero ya conoces el principio divino.

(18) Pero Lot les dijo: No, yo os ruego, señores míos.

(19) He aquí ahora ha hallado vuestro siervo gracia en vuestros ojos, y habéis engrandecido vuestra misericordia que habéis hecho conmigo dándome la vida; mas yo no podré escapar al monte, no sea que me alcance el mal, y muera.

Está claro: Lot quería más seguridad que la que el monte podía ofrecerle. En muchos aspectos, éste exhibe las huellas del “presente siglo malo”. Lo fútil de buscar seguridad en las cosas temporales o materiales, se manifiesta en la rápida partida de Lot.

(20) He aquí ahora esta ciudad está cerca para huir allá, la cual es pequeña; dejadme escapar ahora allá (¿no es ella pequeña?), y salvaré mi vida.

(21) Y le respondió: He aquí he recibido también tu súplica sobre esto, y no destruiré la ciudad de que has hablado.

(22) Date prisa, escápate allá; porque nada podré hacer hasta que hayas llegado allí. Por eso fue llamado el nombre de la ciudad, Zoar.

Lo que encontramos en los registros históricos sobre Zoar, es que su nombre quería decir “pequeñez”. Era una de las ciudades de la llanura, y según parece la más pequeña de las cinco. Desde las alturas del Nebo se podía divisar la llanura hasta Zoar.

El nombre antiguo de Zoar había sido Bela. Uno de sus reyes estuvo entre los cautivos de Quedorlaomer. Cuando cayó el juicio sobre Sodoma y Gomorra, Zoar fue perdonada a petición de Lot, que se refugió en ella.

Más allá de la ciudad se hallaba un monte y una cueva, donde se instalaron Lot y sus dos hijas. Zoar existía aún en tiempos de Isaías y de Jeremías. Moab y Zoar son mencionadas juntas, lo que permite pensar que Zoar se hallaba en la ribera oriental del mar Muerto.

En la época de los Macabeos, Zoar formaba parte de un reino árabe cuya capital era Petra. Zoar se hallaba en el extremo meridional del mar Muerto. En la Edad Media era un punto importante en la ruta de Elat a Jerusalén.

Identificación: a unos tres kilómetros del extremo meridional del mar, en las ruinas de el-Keryeh, cerca del lugar donde el wadi el’Ahsy comienza a atravesar los montes de Moab para llegar a la llanura. Es allí que estuvo la última colonia de Zoar.

Quiero que te quede claro que Dios deseaba salvar a Lot y a toda su familia, pero si tenemos en cuenta que el verso 12 habla de yernos, hijas e hijos, y luego observamos que Lot sólo escapa con su esposa y dos hijas, no necesitamos demasiada imaginación para calcular lo que sucedió con el resto de su familia. Lo cito porque no siempre entendemos a Dios.

Y porque no lo entendemos, elegimos cuestionar sus decisiones. Hermano: a Dios no se lo entiende; a Dios se lo obedece por fe y decisión. Una vez dado este paso, entonces muy probablemente Él tenga el gesto de misericordia de permitir que tu obtuso entendimiento tenga un poco de luz y veas lo mismo que vio Él.

(23) El sol salía sobre la tierra, cuando Lot llegó a Zoar.

(24) Entonces Jehová hizo llover sobre Sodoma y sobre Gomorra azufre y fuego de parte de Jehová desde los cielos; (25) y destruyó las ciudades, y toda aquella llanura, con todos los moradores de aquellas ciudades, y el fruto de la tierra.

Linealmente y conforme a reglas de Física, esto de azufre y fuego tendría que ver con una especie de fuego sulfuroso, producto de erupciones volcánicas en la zona o de terremotos. Ambas cosas fueron acompañadas por fuertes tormentas eléctricas, cuyos rayos encendieron  las sustancias bituminosas que abundaban en la región.

Asimismo, el azufre se hallaba en yacimientos en Palestina. La Biblia nos dice en más de un texto que cae como lluvia del cielo en los juicios de Dios. Es símbolo de lo que añadirá al tormento y angustia de los malvados. Por eso es que se lo relaciona con el infierno, como lugar de juicio.

(26) Entonces la mujer de Lot miró atrás, a espaldas de él, y se volvió estatua de sal.

Y aquí llegamos al verso clave de este pasaje en lo que respecta a nuestro estudio. Y nos encontramos con algunas cosas. La primera de ellas, es que la mujer de Lot desobedeció la orden que les había sido dada de no volverse ni mirar hacia atrás. Ella pagó por su desobediencia.

Y fue convertida de inmediato en estatua de sal. ¿Nunca te has preguntado por qué razón fue de sal y no de otro elemento? Simple: porque ya hemos dicho que la sal era un importante producto comercial del área, y es indudable que eso sucedió como símbolo de que para ella, sus afectos habían quedado en Sodoma y no en Dios.

Referente a esto, cuando miles de años después Jesús les habla a sus discípulos respecto a la venida del Reino de Dios, les recomienda que si alguien está en una azotea y sus bienes dentro de su casa, que no descienda a tomarlos, esto es: que no pierda su tiempo en lo material.

Porque también los previene a aquellos que puedan ser hallados en el campo en este día. Y les reitera, prácticamente textual con lo de Dios y Lot, que no miren ni vuelvan atrás. Y por si quedara alguna duda, en el Lucas 17:32 leemos sencillamente que Él dice: acordaos de la mujer de Lot.

Por lo tanto, vemos que aquí la sal es usada como símbolo del afecto natural de los hombres hacia las cosas mundanas, paganas o directamente satánicas. Será bueno tomar debida nota de esto y tenerlo en cuenta para lo que resta de este trabajo. El texto finaliza así:

(27) Y subió Abraham por la mañana al lugar donde había estado delante de Jehová.

(28) Y miró hacia Sodoma y Gomorra, y hacia toda la tierra de aquella llanura miró; y he aquí que el humo subía de la tierra como el humo de un horno.

(29) Así, cuando destruyó Dios las ciudades de la llanura, Dios se acordó de Abraham, y envió fuera a Lot de en medio de la destrucción, al asolar las ciudades donde Lot estaba.

Fíjate en este detalle que no siempre se ha enseñado correctamente. ¿Cuántas veces oíste decir que Lot fue salvado de esta destrucción porque Dios dijo que era un justo? Mayormente, y con las diferencias del caso, esto es lo que se enseña. Pero es una verdad parcial rodeada de un concepto falso.

Porque es muy cierto que Dios le dijo a Lot que era un justo delante de sus ojos, pero luego se encarga de dejar bien en evidencia que no lo salva de la destrucción por eso, sino por causa de su tío Abraham, que era el que realmente caminaba con Dios.

Mujer: ¿Eres creyente y tu esposo no lo es? ¿Él no se opone a tu fe? (Te digo si no se opone a tu fe, no a que vayas a un templo cada domingo) Si no se opone, la Biblia dice que tu fe bendice a tu esposo sólo por ser una sola carne contigo. Si se opone, entonces ya no hay unidad, hay guerra.

¡Pero no, hermano! ¡Es que la Biblia dice que si acepto a Jesucristo, seré salvo yo y mi casa! Sí, pero esa es una expresión que encierra un principio, sólo que luego el libre albedrío de los protagonistas se encargarán de hacerlo cierto o no. Noé eligió hacerlo, pero otros no.

Dios no va a salvar a una bestia horrenda, promiscua, violenta y feroz, sólo porque ha firmado un papel en una oficina pública que lo une en matrimonio legal con una mujer creyente. Sí lo puede hacer, en cambio, si en su corazón, hay rectitud y fidelidad aunque por un tiempo ande en confusión. Ese era Lot.

De otro modo, caeríamos en el error de suponer que Dios va a salvar a mucha gente que no quiere saber nada con Él. Eso sería hacer trampas, usando su poder sobrenatural en contra de la voluntad de esa persona. Y además sería manipulación, que es hechicería. Y mi Dios no es ni tramposo, ni manipulador ni hechicero. Mi Dios es justo. Y lo justo, es que tú coseches lo mismo que has sembrado.

Es evidente que Lot tenía un corazón conforme al corazón de Dios, aunque cometiera un error detrás del otro y no fuera merecedor de nada. Pero sólo ese detalle y la oración a su favor por parte de Abraham, bastaron para que zafara del fuego, el azufre y la destrucción de Sodoma y Gomorra.

2 – El Dedo de Dios Está Aquí

Este relato está en uno de esos libros que la mayor parte de los cristianos consideran como aburrido y que “no les dice nada”. Olvidan que cuando Pablo le sugiere a Timoteo todo lo concerniente a su preparación ministerial, le asegura que toda la escritura es apta para enseñar, aprender e instruir.

Y Pablo estaba escribiendo el Nuevo Testamento, por lo que indudablemente se estaba refiriendo al Antiguo y, esencialmente, a que todo lo que allí está escrito nos puede servir, directa o indirectamente; desde lo intelectual y literal hasta lo espiritual y revelado.

(Levítico 2: 1)= Cuando alguna persona ofreciere oblación a Jehová, su ofrenda será flor de harina, sobre la cual echará aceite, y pondrá sobre ella incienso, (2) y la traerá a los sacerdotes, hijos de Aarón; y de ello tomará el sacerdote su puño lleno de la flor de harina y del aceite, con todo el incienso, y lo hará arder sobre el altar para memorial; ofrenda encendida es, de olor grato a Jehová.

La idea de diferentes tipos de ofrenda enseña que todo lo que existe en el universo creado pertenece a Dios. Todo individuo debe tomar una porción de lo que posee y apartarlo como algo sagrado dedicado a Dios en reconocimiento de las bendiciones que Dios le proporciona.

En cuanto al término Oblación, tiene relación directa con la palabra Sacrificio. El término “sacrificio” designa particularmente la inmolación de animales, en tanto que el término oblación comporta más bien la idea de un don hecho a Jehová, y de ahí se aplica técnicamente a las ofrendas incruentas.

Entre las instituidas en la Ley de Moisés se pueden mencionar: (a) La ofrenda de flor de harina que aquí se menciona. Se trataba de flor de harina sin levadura, imagen de pureza y santidad. Los sacerdotes debían comer de ello.

En esta ofrenda se puede ver un símbolo de la ofrenda perfecta de Cristo a Dios en Su vida, en tanto que el holocausto lo presenta en Su muerte. A la ofrenda de harina se debía añadir aceite, incienso y sal. Los cristianos, miembros del nuevo sacerdocio deben alimentarse de la perfección de Cristo consagrándose a Dios como ofrenda pura.

(b) La libación de vino, que era derramada sobre la ofrenda de harina.  Es notable ver reunidos estos símbolos: El pan, principal alimento de los hombres, el vino, que los reconforta y alegra su corazón, el aceite, imagen de riqueza y símbolo constante del Espíritu.

(c) Las primicias de las cosechas y de los ganados en prenda de reconocimiento y de consagración a Dios. Las primicias se daban “de aceite, de mosto y de trigo, todo lo más escogido” y los primogénitos de los animales limpios. Los de los hombres y los de los animales impuros debían ser objeto de rescate

(d) Los diezmos de las cosechas y de los ganados eran también dados en ofrenda a Jehová. Servían para el mantenimiento de los levitas y cada tres años se daba una parte al extranjero, al huérfano y a la viuda.

Con frecuencia se efectuaba también la “elevación” de la ofrenda. La oblación era así elevada y dirigida a Dios, a quien era solemnemente ofrendada. Al ver las ofrendas, diezmos, primicias y sacrificios que los israelitas consagraban a Dios, cada creyente debería plantearse su propia devoción al Señor y su actitud en cuanto a dar.

Es un hecho que el Señor derrama Sus bendiciones en respuesta a la consagración. Las ofrendas y sacrificios que Israel debía ofrecer señalaban el hecho de que pertenecían a Dios. El creyente hoy debe recordar este hecho, y reconocer que todo lo que es y todo lo que tiene le ha sido dado por Dios.

Así, tendrá un poderoso motivo para honrar a Dios con todos sus bienes, pero siendo inteligente para no permitir que personeros de Satanás disfrazados de ministros de luz, lo engañen y lo estafen. Dios nos manda a ser obedientes, pero también a utilizar la mente que Él nos dio para no caer en confusiones que son sólo místicas y no producto de la fe.

Conclusión: esta oblación que aparentemente no nos dice nada, sin embargo, en el símbolo de la tipología, nos habla de pureza, santidad, unción y adoración. Cuatro elementos sin los cuales, ningún creyente podrá ser jamás más que vencedor.

(3) Y lo que resta será de Aarón y de sus hijos; es cosa santísima de las ofrendas que se queman para Jehová.

Aarón, cuyo nombre se traduce como “maestro” o “excelso”, fue el hermano mayor de Moisés, primer sumo sacerdote de la antigua ley y figura de primera importancia en los acontecimientos del Éxodo. Era hijo de Amram y Jocabed del linaje levítico de Coat.

Nació en Egipto tres años antes que su hermano. Tomó por esposa a Elisabet, con la que tuvo cuatro hijos: Nadab, Abiú, Eleazar e Itamar. Asociado por Dios a Moisés como intérprete o portavoz de éste a causa de su elocuencia, desempeñó esta misión tanto ante el pueblo como en presencia de Faraón, haciendo, con su hermano, un oficio análogo al de profeta.

Bajo su dirección ejecutó prodigios superiores a los magos egipcios. Intervino en la producción de las plagas con que Dios quebrantó la resistencia de Faraón para que dejara libre a su pueblo, lo cual hizo exclamar a los sabios egipcios: El dedo de Dios está aquí.

Acompañó a Moisés, aunque no se le menciona expresamente más que en sus misiones ante el soberano. Un mes después de la salida de Egipto, en el desierto de Sin, hubo de escuchar, junto con su hermano, las murmuraciones del pueblo, al que apaciguaron con la promesa del maná y de las codornices, viendo Aarón reforzada su autoridad, mientras hablaba a la turba, con la aparición de la gloria de Jehová en forma de nube.

Por orden de Moisés conservó una urna llena del maná, que colocó juntamente con las tablas de la Ley en el arca. Defensor de su hermano también con la oración, nos lo encontramos sosteniendo los brazos de Moisés en alto hasta la puesta del sol, durante la batalla librada por Josué contra los amalecitas en Refidim.

En el banquete que el suegro de Moisés, Jetro, ofrece a los ancianos para estrechar los lazos familiares con Israel aparece también Aarón. Tuvo el raro privilegio de subir con Moisés al monte Sinaí, acompañado de sus hijos Nadab y Abiú y de los setenta ancianos de Israel, y de ver a Dios sin perder la vida, recibiendo el encargo, juntamente con Hur, de resolver las dificultades que se pudiesen presentar durante la ausencia del dirigente de Israel, que había de prolongarse durante cuarenta días y cuarenta noches.

Aarón cedió ante las presiones del pueblo, temeroso de que Moisés no regresara, e hizo fabricar un becerro de oro que marchase al frente de la caravana. Con la esperanza de disuadirlos, les pidió los pendientes de oro que llevaban en las orejas, pero habiéndose desprendido todos de las joyas, Aarón las hizo fundir, en un simulacro muy semejante a los que habían conocido en Egipto, y el pueblo gritaba ante él: He aquí tu Dios que te sacó de Egipto, mientras, se prepararon los enseres necesarios para un holocausto y sacrificio a la mañana siguiente.

Los cantos y las danzas fueron interrumpidos por la llegada imprevista de Moisés, que, montando en cólera, redujo el ídolo a cenizas y las arrojó al agua, que bebieron los culpables. Moisés reprochó la conducta de su hermano Aarón por haber llevado al pueblo a semejante ocasión de pecado, y hubiese perecido él mismo víctima de la venganza de los sacerdotes, que pasaron a cuchillo a unos tres mil hombres, de no haber intervenido el mismo Moisés en su favor.

Las palabras que dio como excusa de semejante proceder indican que obró por coacción del pueblo, enceguecido en su rebeldía. El relato de la promoción de Aarón y de sus hijos al sacerdocio da una idea de la importancia que el culto a Jehová tenía en la ley de Moisés.

Se describen sus vestiduras con todo detalle, y el ceremonial de su toma de posesión, que culminó con la bendición de Aarón al pueblo y la manifestación de la gloria de Jehová. Una falta de confianza en la Palabra de Dios en Cades atrajo sobre Aarón y Moisés el castigo de no entrar en la tierra prometida.

Murió a la edad de 123 años en el monte Hor, y el pueblo le lloró durante treinta días. La casa sacerdotal se designa con el nombre de “Casa de Aarón”. Su carácter careció de la firmeza y las dotes de dirigente de su hermano Moisés, habiendo pecado juntamente con el pueblo, aunque supo humillarse y reconocer su falta.

Dios usa a quienes, habiendo pecado, se arrepienten y reconocen sus errores. Su vara se guardó en el arca. Su sacerdocio es una sombra del Sacerdocio de Cristo, que no termina, es eterno y perfecto.

A pesar de sus flaquezas, fue una tipología de Cristo por haber sido llamado por Dios, y ungido; por haber llevado sobre su pecho los nombres de las doce tribus y por ser el intercesor del pueblo entrando en el santuario con la sangre expiatoria en el día de la expiación.

(4) Cuando ofrecieres ofrenda cocida en horno, será de tortas de flor de harina sin levadura amasadas con aceite, y hojaldres sin levadura untadas con aceite.

(5) Mas si ofreciereis ofrenda de sartén, será de flor de harina sin levadura, amasada con aceite, (6) la cual partirás en piezas, y echarás sobre ella aceite; es ofrenda.

(7) Si ofrecieres ofrenda cocida en cazuela, se hará de flor de harina o de aceite.

(8) Y traerás a Jehová la ofrenda que se hará de estas cosas, y la presentarás al sacerdote, el cual la llevará al altar.

(9) Y tomará el sacerdote de aquella ofrenda lo que sea para memorial, y lo hará arder sobre el altar; ofrenda encendida de olor grato a Jehová.

(10) Y lo que resta de la ofrenda será de Aarón y de sus hijos; es cosa santísima de las ofrendas que se queman para Jehová.

(11) ninguna ofrenda de primicias las ofreceréis a Jehová; mas no subirán sobre el altar en olor grato.

(12) Como ofrenda de primicias las ofreceréis a Jehová; mas no subirán sobre el altar en olor grato.

(13) Y sazonarás con sal toda ofrenda que presentes, y no harás que falte jamás de tu ofrenda la sal del pacto de tu Dios; en toda ofrenda tuya ofrecerás sal.

Y aquí llegamos al texto clave en este párrafo para nuestro estudio central. Dice que no deberán hacer faltar jamás de sus ofrendas, la sal del pacto de su Dios. ¿Qué sal? ¿Qué pacto? No hay una referencia clara a la vista, más que la que puede aportarnos algún texto paralelo que quizás hallemos en la continuación de nuestra búsqueda para escudriñar. Y finaliza esto, diciendo:

(14) Si ofrecieres a Jehová ofrenda de primicias, tostarás al fuego las espigas verdes, y el grano desmenuzado ofrecerás como ofrenda de tus primicias.

¿Recuerdas lo que eran las primicias? Así como Dios afirmaba Su propiedad de los primogénitos de hombre y animales, igualmente demandaba los primeros frutos de las labores en el campo, como reconocimiento de Dios como el dador de ellos y en muestra de agradecimiento por Sus dones.

Todos los varones tenían que presentarse tres veces al año ante Dios, y eran en el tiempo: de la cosecha de la cebada (en la Fiesta de los Panes sin Levadura); del trigo (en la Fiesta de las Semanas) y  en la vendimia (la Fiestas de las Cabañas).

De los cristianos se afirma que tienen las primicias del Espíritu: tienen la prenda de una bendición futura aún más grande. Los reunidos a Dios en cualquier dispensación reciben el nombre de primicias. Cristo, al haber resucitado de entre los muertos, es las primicias de los que durmieron. Primicias implica necesariamente que ha de haber más a su semejanza que sigan después.

(15) Y pondrás sobre ella aceite, y pondrás sobre ella incienso; es ofrenda.

(16) Y el sacerdote hará arder el memorial de él, parte del grano desmenuzado y del aceite, con todo el incienso; es ofrenda encendida para Jehová.

A modo de síntesis, te puedo decir que sólo una parte de la oblación se quemaba. Lo que quedaba era de alimento de Aarón y de sus hijos. La flor de harina y el aceite constituían sus principales ingredientes, y éste podía ser preparado en una de cuatro maneras.

Presentado dos veces al día, constituía un tributo ofrecido a Dios y también formaba parte de los ingresos del sacerdocio levítico. Anticipó la ofrenda del cristiano que cada día se entrega a sí mismo como sacrificio vivo a Dios a través de Jesucristo.

3 – Seréis Santos Porque Yo Soy Santo

En la Biblia se habla mucho del Sacerdote. Este personaje era un ministro especialmente designado para el culto, oficiando ante el altar, y ejecutor de ciertos ritos en nombre de la comunidad. Siendo mediadores entre el hombre y la divinidad, los sacerdotes constituían por lo general una casta entre los egipcios, madianitas, filisteos y griegos.

En los albores de la humanidad eran los mismos individuos los que ejercían ciertas funciones religiosas antes de la organización del sacerdocio. Los patriarcas asumieron estas funciones para sus familias, como se observa en los casos de Noé, Abraham, Isaac, Jacob, Job, etc.

El caudillo de un pueblo estaba asimismo revestido del cargo sacerdotal. En la época del éxodo había ciertos israelitas que poseían esta prerrogativa por derecho natural. El crecimiento de la cantidad de hebreos que recurrían a sus servicios parece haber llevado a los israelitas investidos de funciones sagradas a dedicarse a ello a tiempo completo.

Al establecerse el código levítico, sin embargo, el sacerdocio quedó limitado a la casa de Aarón. En épocas de desconcierto nacional y de apostasía, cuando Dios se manifestaba directamente a un hombre, éste reconocía de inmediato su derecho a sacrificar sin pasar por los mediadores oficiales.

Después del cisma, los israelitas piadosos del reino del norte no pudieron ya recurrir al sacerdocio oficial, que tenía su centro en Jerusalén, capital del reino de Judá; para poder ofrecer los sacrificios prescritos, muchos de los piadosos emigraron al reino del sur.

Como en la época de apostasía de los Jueces, Elías preparó un holocausto excepcional, bajo la autoridad de Dios, en la guerra de Jehová contra Baal. Sin embargo, para evidenciar, además del poder de Dios, el hecho de que no había autorización para que los hombres asumieran una posición de independencia frente al santuario de Jerusalén en tanto que el Señor lo reconocía, fue Jehová mismo quien lanzó fuego desde el cielo para consumir el sacrificio dispuesto por Elías.

Así, no se puede presentar este sacrificio de Elías como “un ejemplo de ofrecimiento de sacrificios de israelitas piadosos en el reino del norte” con independencia del sacerdocio aarónico centrado en Jerusalén.

Los israelitas verdaderamente piadosos debían ofrecer sus sacrificios no por sí mismos, sino en Jerusalén. El pueblo de los hijos de Israel, llamado en el Sinaí a formar una nación organizada, recibió al mismo tiempo un santuario y un cuerpo sacerdotal dignos de Jehová.

Aarón y sus hijos fueron los designados para el sacerdocio, declarado hereditario, y reservado a la familia de Aarón. Todos los hijos de Aarón que no adolecieran de defectos corporales eran sacerdotes.

Cuando se menciona su clase, se trata de los “sacerdotes” o de los “sacerdotes hijos de Aarón”, alusión a su ascendencia; también se los nombra como “los sacerdotes levitas”, haciendo referencia a su tribu.

Más tarde, se dijo: “los sacerdotes levitas hijos de Sadoc”, que es designación de una rama de la familia de Aarón. Esta manera de designar a los siervos del culto era corriente, al mantenerse la distinción entre los simples levitas, ayudantes en el acto del sacrificio, y los sacerdotes propiamente dichos.

El sacrificio sobre el altar del Tabernáculo y el uso del Urim y del Tumim estaban estrictamente reservados a la familia de Aarón, como lo demuestra la historia. Los sacerdotes tenían tres deberes esenciales:

El servicio del Señor en el santuario; la enseñanza de la Ley al pueblo; consultar a Jehová por el pueblo, mediante el Urim y el Tumim. Los sacerdotes estaban sometidos a unas normas particulares.

Les estaba prohibido casarse con una mujer deshonrada o repudiada. Tenían que casarse con una israelita que fuera, o bien virgen, o viuda, y cuya genealogía estuviera comprobada. En el ejercicio de sus funciones llevaba vestiduras sagradas, cuyo uso estaba prohibido fuera del Templo:

Los calzones, que iban de la cintura a los muslos. La túnica, ajustada al cuerpo, de una sola pieza, sin costura, que llegaba (por lo menos en época tardía) a los tobillos, y ceñida sobre los riñones con un cinto bordado con colores simbólicos. Un turbante.

Todas estas piezas eran de lino fino. En las ceremonias religiosas, tanto los sacerdotes como los levitas llevaban un sencillo efod de lino; no era obligatorio llevar estas vestiduras, que no tenían comparación posible con el lujoso efod del sumo sacerdote.

Los sacerdotes descendientes de Aarón (sin duda, la tercera generación) recibieron, en conformidad con la regla mosaica, trece ciudades con sus pastos y tierras, suficientes asimismo para sus descendientes, cuyo número aumentó considerablemente con el transcurso de los siglos.

Es por ello que los sacerdotes fueron divididos por David en veinticuatro órdenes. Durante las semanas de grandes solemnidades, los veinticuatro órdenes oficiaban simultáneamente, pero por lo general sólo un orden efectuaba su servicio cada semana; el cambio tenía lugar durante el sábado, antes del sacrificio de la tarde.

Del exilio babilónico sólo volvieron cuatro órdenes sacerdotales con Zorobabel; sin embargo, más tarde fueron reconstituidos los veinticuatro órdenes. Los sacerdotes estaban constituidos en una jerarquía encabezada por el sumo sacerdote. Inmediatamente por debajo de él se hallaba un sacerdote  que posiblemente pueda ser identificado como el “príncipe de la casa de Dios” y con el “jefe de la guardia del Templo”.

Los principales sacerdotes mencionados en el Nuevo Testamento eran el sumo sacerdote reinante, los sumos sacerdotes precedentes aún vivos, y los miembros de sus familias. La confusión política reinante y la dominación extranjera habían invalidado de facto las provisiones de la Ley en cuanto a la sucesión del sumo sacerdote.

Ya desde los tiempos de los Seléucidas, y como también sucedía con los romanos, el cargo del sumo sacerdocio estaba sometido a los avatares políticos. Los romanos designaban y destituían a su placer a los hombres investidos de este importantísimo cargo.

El sacerdocio en la dispensación de la gracia. En el Antiguo Testamento la jerarquía religiosa se presentaba de la siguiente manera: (a) Aarón (o su sucesor), el sumo sacerdote, que tenía acceso una vez al año al Lugar Santísimo en el día de la expiación. (b) Los sacerdotes y sus ayudantes los levitas, que ejercían el servicio del santuario. (c) El pueblo, que podía presentar sus ofrendas en el lugar ante el altar de los holocaustos.

En el Nuevo Testamento, Cristo es nuestro único y perfecto Sumo Sacerdote. Los creyentes constituyen, todos ellos, un regio sacerdocio; la multitud que debe ser evangelizada y llevada ante la cruz del sacrificio expiatorio, la clave del camino que conduce a Dios.

Así es que, admitiendo plenamente los dones y ministerios particulares, el cristianismo no reconoce ningún tipo de clero, ninguna casta separada de sacerdotes; en el Nuevo Testamento la Iglesia entera es un reino de sacerdotes.

(Números 18: 8)= Dijo más Jehová a Aarón: He aquí yo te he dado también el cuidado de mis ofrendas; todas las cosas consagradas de los hijos de Israel te he dado por razón de la unción, y a tus hijos por estatuto perpetuo.

La especial situación de los aaronitas y los levitas no los autorizaba a actuar incorrectamente dentro de su sagrada misión. En este tiempo donde los sacerdotes eran algunos elegidos, Dios ya les confiaba el cuidado y la administración de sus ofrendas.

Y he enfatizado el término sus, para que nadie se confunda en este tiempo, donde según el cambio vivido por la gracia en Jesucristo, todos somos reyes y sacerdotes y ministros competentes: la ofrenda es siempre del Señor y nunca del siervo que debe administrarla.

(9) Esto será tuyo de la ofrenda de las cosas santas, reservadas del fuego; toda ofrenda de ellos, todo presente suyo, y toda expiación por el pecado de ellos, y toda expiación por la culpa de ellos, que me han de presentar, será cosa muy santa para ti y para tus hijos.

Válido para Aarón y sus hijos, pero vigente para cada siervo en función sacerdotal en este tiempo. Estas expresiones aquí vertidas aluden a los sacrificios en los que sólo parte de la ofrenda se quema. Sólo los sacerdotes podían participar de los presentes, las ofrendas por el pecado y las ofrendas de expiación.

(10) En el santuario la comerás; todo varón comerá de ella; cosa santa será para ti.

(11) Esto también será tuyo: la ofrenda elevada de sus dones, y todas las ofrendas mecidas de los hijos de Israel, he dado a ti y a tus hijos y a tus hijas contigo, por estatuto perpetuo; todo limpio en tu casa comerá de ellas.

La ofrenda elevada consistía por lo regular en la espaldilla derecha del animal sacrificado, que era apartada o elevada al hacer el sacrificio, y entregada por quien la ofrecía al sacerdote. Las ofrendas mecidas, mientras tanto, se tomaban del pecho de los animales y se mecían ceremoniosamente.

Todos sabemos que la calidad mayor de una ofrenda es que sea de carácter voluntario. Si alguien ofrenda de manera obligada o por manipulación emocional, lo que da es una cuota, un abono, pero no una ofrenda. Y la mayor ofrenda de un creyente es la de sus dones, por los cuales jamás deberá percibir absolutamente nada en calidad de pago u honorario.

(12) De aceite, de mosto y de trigo, todo lo más escogido, las primicias de ello, que presentarán a Jehová, para ti las he dado.

(13) Las primicias de todas las cosas de la tierra de ellos, las cuales traerán a Jehová, serán tuyas; todo limpio en tu casa comerá de ellas.

(14) Todo lo consagrado por voto en Israel será tuyo.

(15) Todo lo que abre matriz, de toda carne que ofrecerán a Jehová, así de hombres como de animales, será tuyo; pero harás que se redima el primogénito del hombre; también harás redimir el primogénito de animal inmundo.

La Ley establecía una distinción entre la pureza legal y la santidad. Un animal, por ejemplo, es limpio o inmundo, lo cual no implica ninguna idea de santidad o de pecaminosidad. La impureza legal, si era adquirida involuntariamente, no era equiparada a una falta moral.

La impureza provocaba la exclusión del santuario y de la comunidad, pero no interrumpía la relación con Dios mediante la oración. Las prescripciones que definen la impureza son frecuentemente reforzadas por la orden: Seréis santos, porque yo soy santo.

Al guardarse de las impurezas, el israelita se hacía consciente de que había sido apartado para servir al Señor. La impureza legal era símbolo del pecado. La Ley distinguía además entre lo físicamente propio y la pureza ceremonial o legal.

La higiene era necesaria para la salud y la vida comunitaria de los israelitas con independencia de las demandas ceremoniales. Pero la idea fundamental es que los hijos de un Dios santo tienen que alejarse de toda contaminación espiritual y física, para acercarse al Señor debían buscar esta doble purificación.

Las causas de la impureza ceremonial, eran: (a) Contacto con un cadáver. Esta infracción era la más grave, por cuanto se relacionaba con la consecuencia última del pecado (la muerte del hombre, la disolución del cuerpo).

La contaminación contraída hacía inmunda a la persona durante siete días, y sólo podía ser levantada mediante el agua de la purificación. La manipulación de las cenizas de la vaca alazana, necesarias para la preparación de esa agua, hacía que el sacerdote fuera impuro hasta la noche; el contacto con un hombre inmundo también contaminaba.

La lepra era causa de exclusión de la comunidad. Los enmohecimientos sobre tejidos o paredes eran asimilados a la lepra. El leproso era separado de su familia y de la sociedad. Su purificación precisaba de un rito particular, con sacrificio de expiación y holocausto.

Las emisiones, naturales o mórbidas, provenientes de los órganos genitales. La mujer era considerada impura durante los días de su menstruación y los ocho días siguientes. Después del alumbramiento estaban prohibidas las relaciones sexuales, por el mismo estado de “impureza”, durante cuarenta días como mínimo, lo que se corresponde de manera precisa con las recomendaciones de la medicina moderna.

En cuanto a la procreación en sí misma, no es considerada en absoluto como pecado, por cuanto ha sido ordenada por Dios. Sin embargo, el salmista exclama: He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre, porque a causa de la caída, un hombre y una mujer pecadores sólo pueden tener hijos a su semejanza.

El consumo de la carne de un animal inmundo; el simple contacto con su cadáver o con el cadáver de un animal puro no sacrificado conforme a las ordenanzas ceremoniales. La purificación no era una mera medida de higiene, exigiendo lavar en agua el cuerpo u objeto contaminado; constituía un acto religioso, basado en la expiación necesaria para el restablecimiento de la comunión con el santo Dios.

Se ha mencionado el agua de la purificación hecha con las cenizas de una vaca ofrecida como expiación. Además, era necesario un sacrificio de expiación individual para la que había sido madre, para el leproso, para el hombre o mujer enfermos.

El sentido profundo de todas estas enseñanzas se resume en Levítico 15:31: los creyentes tienen que librarse de toda impureza que contamine el santuario y que conduce a la muerte espiritual así como física.

(16) De un mes harás efectuar el rescate de ellos, conforme a tu estimación, por el precio de cinco siclos, conforme al siclo del santuario, que es de veinte geras.

El siclo era una moneda de plata utilizada en la época y lugar. También recibía ese nombre una unidad de peso usada entre babilonios, fenicios y judíos. La gera, mientras tanto, era la menor de las medidas de peso, y base en el sistema de pesas de los judíos. Era la veinteava parte de un siclo.

(17) Mas el primogénito de vaca, el primogénito de oveja y el primogénito de cabra, no redimirás; santificados son; la sangre de ellos rociarás sobre el altar, y quemarás la grosura de ellos, ofrenda encendida en olor grato a Jehová.

(18) Y la carne de ellos será tuya; como el pecho de la ofrenda mecida y como la espaldilla derecha, será tuya.

Las primicias y el primogénito, incluyendo el precio del rescate por los primogénitos humanos, pertenecían a los sacerdotes. Esto era distinto al diezmo, que debía ser entregado para el sostenimiento de los levitas.

¿Te das cuenta por qué decimos y enseñamos que el sacerdocio de este tiempo tiene que ser, inexorablemente, conforme al orden de Melquisedec? Una cosa es sostener una función espiritual de origen divino, mientras que otra muy distinta es aportar para el mantenimiento de una clase religiosa supuestamente profesionalizada.

(19) Y todas las ofrendas elevadas de las cosas santas, que los hijos de Israel ofrecieren a Jehová, las he dado para ti, y para tus hijos y para tus hijas contigo, por estatuto perpetuo; pacto de sal perpetuo es delante de Jehová para ti y para tu descendencia contigo.

Aquí está el verso clave de este bloque. Habla de un pacto de sal perpetuo. ¿Qué cosa es esa? Para entender algo, deberemos recalar en el concepto de pacto que, en el tiempo que se escribió todo esto, se usaba como método permanente.

De todos los pactos conocidos y mencionados en la Biblia, sólo me referiré a los que tienen que ver directamente con este texto. Por ejemplo, el pacto de un hombre con su igual, o de nación con nación, en la que los términos del pacto, o alianza, son mutuamente considerados y consentidos, o bien impuestos.

A continuación, es ratificado mediante juramento, o por alguna prenda, ante testigos. Es a este tipo de pacto al que, por ejemplo, se alude en Gálatas 3:15: un pacto entre hombres, si está confirmado, no puede ser posteriormente manipulado mediante adiciones, ni abrogado.

Cuando Abraham compró el campo del heteo Efrón en Macpela, pagó el dinero en presencia de los hijos de Het como testigos, y así quedó firmemente en su poder. En el pacto llevado a cabo entre Jacob y Labán, hicieron ambos un montón de piedras como testimonio del pacto, y comieron allí sobre aquel majano.

Cuando los gabaonitas engañaron a Josué y a los príncipes de Israel, los hombres de Israel tomaron de las provisiones de ellos, y no consultaron a Jehová, y… lo juraron. Comer juntos era y sigue siendo considerado en Oriente como un pacto por el que los comensales se obligan mutuamente.

El pacto de sal, también mencionado en 2 Crónicas 13:5 sigue estando en uso en Oriente; comer sal juntamente es el sello de un pacto. Y debido a eso es que, a quienes se juntaban a comer como señal de pacto, se les empezó a llamar comensales.

(20) Y Jehová dijo a Aarón: de la tierra de ellos no tendrás heredad, ni entre ellos tendrás parte. Y soy tu parte y tu heredad en medio de los hijos de Israel.

Todo el libro de Números subraya que el pueblo de Dios debe contentarse con la provisión de Dios. El descontento revela falta de fe en Dios. El Señor conoce nuestras necesidades y les dará satisfacción en el momento oportuno. La fe nos hace esperar ese momento y, mientras tanto, contentarnos con la presente provisión. No te olvides que el Señor es tu heredad porque te ha dado a su Hijo y la vida eterna.

4 – Dilemas de Azufre y Sal

La Biblia habla de una renovación moabita. Para poder entender que cosa es la renovación moabita, hay que ver en primer término quien fue Moab. Su nombre se traduce como “salido de un padre” y fue hijo de Lot y de su hija primogénita. Sus descendientes, estaban muy estrechamente relacionados con los amonitas.

Ya muy numerosos para la época del cruce del mar Rojo por parte de los israelitas, los moabitas ocupaban la región que se extendía desde la llanura de Hesbón hasta el wadi Seil el-Kerãhi, en el extremo meridional del mar Muerto, que separaba Moab de Edom.

Asociados a los amonitas, absorbieron y destruyeron a los supervivientes de la fuerte raza que había ocupado antes que ellos el país del este del Jordán. Poco antes de la llegada de los israelitas, Sehón, rey de los amorreos, arrebató a Moab las tierras de pastos del norte del Arnón, que siguieron siendo llamadas “campos de Moab”, aunque los moabitas quedaran limitados por un tiempo al sur del Arnón.

Estos últimos querían comerciar con los israelitas, pero les rehusaron el derecho de paso por su tierra. Bajo órdenes de Jehová, Moisés prohibió a los israelitas que atacaran a Moab, indudablemente por su grado de parentesco.

Inquieto a la vista de los campamentos israelitas, el rey de Moab pidió a Balaam que maldijera a los recién llegados. Jehová ordenó a Israel que excluyera de su asamblea a los moabitas y a los amonitas hasta la décima generación; el pueblo de Dios no debía asociarse con ellos.

El último campamento antes de cruzar el Jordán fue establecido en Sitim, en las llanuras que habían pertenecido a Moab. Allí mujeres amonitas y moabitas sedujeron a los israelitas a la impureza y a la idolatría.

Al comienzo de la época de los Jueces, Eglón, rey de Moab, invadió Canaán, haciendo de Jericó su capital y oprimiendo a los israelitas de la meseta vecina durante 18 años, siendo después asesinado por Aod.

Elimelec emigró al país de Moab; Orfa y Rut, sus nueras, fueron moabitas. Rut se casó con Booz y vino así a ser la bisabuela del rey David. Saúl luchó contra los moabitas. David, proscrito, puso a su padre y a su madre bajo la protección del rey de Moab.

Después de su accesión al trono, David venció a los moabitas, los sometió bajo tributo y dio muerte a un gran número de ellos. Sometidos a Omri y a su hijo, los moabitas se sublevaron después de la muerte de Acab.

Ni Ocozías, enfermo debido a una caída accidental, ni Joram pudieron vencer a los moabitas. Josafat era entonces rey de Judá. Los moabitas se aliaron con los amonitas, edomitas y otros pueblos, a fin de invadir el territorio de Judá; sin embargo, los coaligados se mataron entre sí, y Judá se vio librada del peligro que se cernía sobre ella.

En el año de la muerte de Eliseo, hordas de moabitas invadieron el reino de Israel; tributarios de Tiglat-pileser y de Senaquerib, reyes de Asiria, penetraron en Judá bajo el reinado de Joacim. Entonces cayeron en poder de Moab numerosas localidades al norte de Arnón.

Los profetas denunciaron con frecuencia y duramente a Moab, tipo de los enemigos del reino de Dios. Algunos judíos abandonaron Jerusalén al acercarse Nabucodonosor, refugiándose en los campos de Moab, pero volvieron a Judá cuando Gedalías fue nombrado gobernador.

Nabucodonosor sometió a los moabitas. Dejaron de tener un papel importante en tanto que nación, pero su raza no se extinguió. Alejandro Janneo los sometió a tributo.  El país ocupado por los moabitas. Los límites de Moab eran al oeste el mar Muerto.

El Seil de Kerãhi era su límite al sur, separándolos del territorio de Edom. En su parte superior este wadi recibe el nombre de el-Hesã. La exactitud de estas fronteras queda confirmada por la mención de las ciudades moabitas.

Al este se hallaba la tierra de nadie del desierto y los amorreos e israelitas reconocieron el Arnón como frontera septentrional de Moab. Pero los moabitas habían ocupado anteriormente un vasto territorio al norte de Arnón que ocuparon con frecuencia y que siempre reivindicaron como suyo.

La mayor parte de Moab está constituida por una accidentada meseta a unos novecientos setenta y cinco metros por encima del nivel del Mediterráneo; tierra de pastos. La linde occidental cae a plomo hacia el mar Muerto. Valles profundos cortan este acantilado.

La fortaleza de Maqueronte donde, según Josefo, Juan el Bautista estuvo encarcelado y fue decapitado, se hallaba en Moab, al este del mar Muerto y al norte de Arnón. Numerosas fuentes dan una relativa feracidad a esta parte costera del mar Muerto.

La expresión “campos de Moab” significa “territorio de Moab”. Frente al Jordán se hallaban unas planicies que también habían pertenecido a Moab. Estas llanuras se extendían al este del río, frente a Jericó, y a lo largo de la ribera oriental del mar Muerto.

El capítulo que voy a reproducir y examinar, contiene un resumen de las acciones de Dios desde el éxodo hasta la llegada de Israel a los campos de Moab. Es seguido por una nueva reafirmación del significado del pacto entre el pueblo escogido y su Dios, y nuevas advertencias sobre las consecuencias que enfrentarían en Canaán aquellos cuyo corazón se aparte hoy de Jehová nuestro Dios.

(Deuteronomio29: 1)= Estas son las palabras del pacto que Jehová mandó a Moisés que celebrase con  los hijos de Israel en la tierra de Moab, además del pacto que concertó con ellos en Horeb.

Horeb, en el idioma hebreo, significa”yermo, desierto”. Era un monte estrechamente relacionado con el Sinaí; que se supone que abarca la cordillera de montañas que se extiende alrededor de 28° 30′ N, entre el golfo de Suez y el de Ákaba, y que Sinaí es uno de sus picos.

Asimismo, y tal como se lo puede leer en este texto, Horeb era llamado vulgarmente como: el “monte de Dios”, por causa de que fue allí donde Dios tuvo su encuentro con Moisés, y donde dio su pacto a Israel. De eso se habla en este verso.

(2) Moisés, pues, llamó a todo Israel, y les dijo: vosotros habéis visto todo lo que Jehová ha hecho delante de vuestros ojos en la tierra de Egipto a Faraón y a todos sus siervos, y a toda la tierra, (3) y las grandes pruebas que vieron vuestros ojos, las señales y las grandes maravillas.

(4) Pero hasta hoy Jehová no os ha dado corazón para entender, ni ojos para ver, ni oídos para oír.

Observa que esta condición es una constante dentro de la iglesia. Gente que ha visto de que modo casi espectacular lo ha sacado el Señor del mundo del pecado, (Esto es Egipto), y como ha batallado por ellos en sus luchas privadas y públicas.

Gente que ha podido salir indemne, quizás, de virulentas enfermedades o tremendos vicios, o que ha sido testigo ocular y directo de verdaderas maravillas sobrenaturales, de esas que glorifican necesariamente a Dios porque de otro lado no podrían venir.

Gente que, sin embargo y pese a todo esto, no ha podido adquirir un corazón fiel, recto y sincero delante de Dios y aún no puede entrar en una relación de padre e hijo realmente limpia. Gente que oye mil mensajes por año, les dice “amén” a todos y sin embargo no puede vivir ni siquiera uno de ellos.

(5) Y yo os he traído cuarenta años en el desierto; vuestros vestidos no se han envejecido sobre vosotros, ni vuestro calzado se ha envejecido sobre vuestro pie.

(6) No habéis comido pan, ni bebisteis vino ni sidra; para que supierais que yo soy Jehová vuestro Dios.

Este es un pequeño texto en el cual muy poca gente ha prestado atención para difundirlo y enseñarlo como muestra del amor y poder de Dios. ¿Cuarenta años sin cambiar vestido ni calzado? ¿Cuarenta años sin comer lo que ese pueblo consideraba alimento esencial?

Cuando se habla del vagar por el desierto, sólo se hace hincapié en el juicio de Dios por la desobediencia de su pueblo, pero no se es fidedigno con los hechos, ya que no se resalta que el poder y el amor de Dios jamás se apartaron de ellos, así como tampoco hoy se aparta de nosotros e, incluso, ni siquiera de los desobedientes.

(7) Y llegasteis a este lugar, y salieron Sehón rey de Hesbón y Og rey de Basán delante de nosotros para pelear, y los derrotamos; (8) y tomamos su tierra, y la dimos por heredad a Rubén y a Gad y a la media tribu de Manasés.

(9) Guardaréis, pues las palabras de este pacto, y las pondréis por obra, para que prosperéis en todo lo que hiciereis.

Atención con este último principio que sigue total y absolutamente intacto y vigente. Es justamente por esta causa por la cual hay tan poca prosperidad en todos los planos dentro del pueblo de Dios: por su falta de apego a respetar y cumplir con las palabras del pacto.

(10) Vosotros todos estáis hoy en presencia de Jehová vuestro Dios; los cabezas de vuestras tribus, vuestros ancianos y vuestros oficiales, todos los varones de Israel; (11) vuestros niños, vuestras mujeres, y tus extranjeros que habitan en medio de tu campamento, desde el que corta la leña hasta el que saca tu agua; (12) para que entres en el pacto de Jehová tu Dios, y en su juramento, que Jehová tu Dios concierta hoy contigo., (13) para confirmarte hoy como su pueblo, y para que él te sea a ti por Dios, de la manera que él te ha dicho, y como lo juró a tus padres Abraham, Isaac y Jacob.

Cuando alude al que corta la leña y al que saca el agua, no esboza una figura retórica o poética, sino que se refiere a cierta clase de extranjeros de la época, que tenían generalmente asignadas las tareas domésticas de las casas, entre las que se contabilizaban las mencionadas.

Finalmente, te dice que Dios será tu Dios (A aquellos, pero también a nosotros), como lo fue para Abraham, Isaac y Jacob. ¿Qué notas de particular en esta última expresión? Que toma necesariamente  a tres generaciones, que son las que Dios necesita para manifestarse en todo su esplendor.

(14) Y no solamente con vosotros hago yo este pacto y este juramento, (15) sino con los que están aquí presentes hoy con nosotros delante de Jehová nuestro Dios, y con los que no están aquí hoy con nosotros.

Cuando dice “los que no están aquí hoy con nosotros”, se refiere a las generaciones que aún no habían nacido. Sin duda una afirmación impresionante, porque no sólo el futuro de los israelitas que estaban presentes, sino el de sus sucesores, dependía de su obediencia a la voluntad de Dios.

(16) Porque vosotros sabéis como habitamos en la tierra de Egipto, y como hemos pasado por en medio de las naciones por las cuales habéis pasado; (17) y habéis visto sus abominaciones y sus ídolos de madera y piedra, de plata y oro, que tienen consigo.

(18) No sea que haya entre vosotros varón o mujer, o familia o tribu, cuyo corazón se aparte hoy de Jehová nuestro Dios, para ir a servir a los dioses de esas naciones; no sea que haya en medio de vosotros raíz que produzca hiel y ajenjo, (19) y suceda que al oír las palabras de esta maldición, él se bendiga en su corazón, diciendo: tendré paz, aunque ande en la dureza de mi corazón, a fin de que con la embriaguez quite la sed.

Es menester saber y tener muy presente, (Partiendo de esta historia antigua que muy bien podría ser una historia moderna, acaecida ayer mismo en cualquier iglesia cristiana), que es importante enfrentarse a los pecados del corazón y la actitud antes que se arraiguen y den lugar a conductas odiosas.

¿Qué quiero decir con esto? Quiero decir que debemos cuidarnos expresamente de la amargura que pueda albergarse en nuestros propios corazones y ante el pueblo de Dios, ya que ese sentimiento que emana de nuestra alma y nuestras emociones, ha alejado y sigue alejando a la gente del camino sano del evangelio genuino y de Dios.

(20) No querrá Jehová perdonarlo, sino que entonces humeará la ira de Jehová y su celo sobre el tal hombre, y se asentará sobre él toda maldición escrita en este libro, y Jehová borrará su nombre de debajo del cielo; (21) y lo apartará Jehová de todas las tribus de Israel para mal, conforme a todas las maldiciones del pacto escrito en este libro de la ley.

(22) Y dirán las generaciones venideras, vuestros hijos que se levanten después de vosotros, y el extranjero que vendrá de lejanas tierras, cuando vieren las plagas de aquella tierra, y sus enfermedades de que Jehová la habrá hecho enfermar (23) (azufre y sal, abrasada toda su tierra; no será sembrada, ni producirá, ni crecerá en ella hierba alguna, como sucedió en la destrucción de Sodoma y de Gomorra, de Adma y de Zeboim, las cuales Jehová destruyó en su furor y en su ira); (24) más aún, todas las naciones dirán: ¿Por qué hizo esto Jehová a esta tierra? ¿Qué significa el ardor de esta gran ira?

He aquí (23), el verso clave de este bloque. Cita, dentro de un inocultable juicio de Dios, al fuego, al azufre y a la sal con los que, asegura, será abrasada la tierra. Los detalles de aquella hipotética situación que aquí se describe se relacionan con la forma como los hebreos representaban la ira de Dios.

Ellos sindicaban los elementos que, a su juicio, componían el elemento básico existencial de esa ira. El fuego, aquí simbolizado por el azufre, el acto de arrasar, que es lo que significa la sal y ese abrasado que se emparienta con ambas cosas.

Va a ser importante y valioso que tengas en cuenta el calibre de arrasar algo con el símbolo de la sal porque, en futuras escrituras, podremos ir conformando algunos puntos que no siempre han quedado esclarecidos en ellas y, así, llegar a lo que realmente se ha querido decir con esto. El bloque concluye así:

(25) Y responderán: por cuanto dejaron el pacto de Jehová el Dios de sus padres, que él concertó con ellos cuando los sacó de la tierra de Egipto. (26) y fueron y sirvieron a dioses ajenos, y se inclinaron a ellos, dioses que no conocían, y que ninguna cosa les habían dado.

(27) por tanto, se encendió la ira de Jehová contra esta tierra, para traer sobre ella todas las maldiciones escritas en este libro; (28) y Jehová los desarraigó de su tierra con ira, con furor y con grande indignación, y los arrojó a otra tierra, como hoy se ve.

(29) Las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios; mas las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para siempre, para que cumplamos todas las palabras de esta ley.

Saca por un instante el texto de la historia y piensa: ¿Qué dioses extraños o ajenos puedes estar sirviendo tú mismo hoy? Crees que ninguno, ¿Verdad? ¿Y el dinero? ¿Y tú prestigio personal o incluso ministerial? ¿Tu organización religiosa? Hay dioses ajenos que jamás te han dado otra cosa que dolores de cabeza y muy bien  podrías estar sirviéndoles hoy mismo postergando por ello un auténtico servicio a tu Dios.

¿Hará Dios, hoy, lo mismo que hizo ayer? ¿Desarraigará de su tierra a los que estén en ese pecado de idolatría? ¿Los hará vagar y vagar sin encontrar salida porque no podrán contar con la única guía posible para la revelación que es el Espíritu Santo de Dios?

5 – El Día que Cayó Abimelec

Abimelec es un nombre que traducido significa “padre del rey”. Son varios actores bíblicos que llevan este nombre, pero nos quedaremos con el que da origen al texto del capítulo que vamos a examinar en el Libro de los Jueces.

Este Abimelec era el hijo de Gedeón con una concubina siquemita. Indujo a los hombres de Siquem a que le eligieran como su rey, y a continuación dio muerte a setenta de sus hermanos. Solamente escapó Jotam, que lanzó una maldición sobre los asesinos.

Cabe añadir a esto que esta maldición se cumplió con la muerte de muchos de los hombres de Siquem, y con la muerte del mismo Abimelec, causada pon una mujer en el sitio de Tebes. De esto vamos a hablar seguidamente como parte de nuestro estudio de la sal y sus significancias.

(Jueces 9: 22)= Después que Abimelec hubo dominado sobre Israel tres años, (23) envió Dios un mal espíritu entre Abimelec y los hombres de Siquem, y los de Siquem se levantaron contra Abimelec; (24) para que la violencia hecha a los setenta hijos de Jerobaal, y la sangre de ellos, recayera sobre Abimelec su hermano que los mató, y sobre los hombres de Siquem que fortalecieron las manos de él para matar a sus hermanos.

Siquem, cuyo nombre significa “hombro”, fue una importante ciudad fortificada cerca del monte Gerizim en la región accidentada de Efraín. Abraham acampó cerca de Siquem. Los cananeos ocupaban entonces el país, pero el Señor reveló a Abraham que aquélla era la tierra prometida a él y a su descendencia.

Jacob, al volver a Canaán, encontró una tribu de heveos instalada en Siquem. Compró un terreno de esta tribu, donde más tarde serían sepultados los restos mortales de José. El texto actual de Hechos 7:16 atribuye esta compra a Abraham, cuando adquirió la cueva de Macpela.

Simeón y Leví, para vengar el ultraje hecho a Dina, hermana de ellos, quebrantaron el pacto concertado con los moradores de Siquem, e hicieron una matanza, saqueando la ciudad a continuación. Su padre desaprobó enérgicamente este proceder.

Los hijos de Jacob hacían pastar sus rebaños cerca de Siquem. Las tribus de Israel se reunieron solemnemente en el valle de Siquem para escuchar la lectura de la Ley de Jehová. Los confines de Efraín y de Manasés se hallaban cercanos a Siquem, que vino a ser una ciudad de refugio, asignada a los levitas.

En Siquem convocó Josué a todo Israel para dirigirles las últimas exhortaciones. En la época de los Jueces, un templo erigido en Siquem perpetuó el culto de Baal-berit. Abimelec, hijo de Gedeón y de su concubina de Siquem, dominó tres años sobre Israel, gracias al apoyo de los habitantes de Siquem, que pronto, sin embargo, se levantaron contra él.

Abimelec destruyó entonces la ciudad, arrasándola. En Siquem las diez tribus rechazaron a Roboam y proclamaron a Jeroboam como rey sobre Israel. Este soberano fortificó Siquem, que fue su capital durante un cierto tiempo.

Sobrevivió a la caída del reino del norte, y vino a ser la principal ciudad de los samaritanos. Juan Hircano se apoderó de ella. Siquem, que en la actualidad se llama Naplusa, se halla a alrededor de 50 Km. al norte de Jerusalén, y a 9 al sureste de Samaria, en un valle limitado al norte por el monte Ebal y al sur por el monte Gerizim.

El valle se llamaba Mabatha, desfile. Se trata de una garganta que comunica el litoral con la cuenca del Jordán. Vespasiano acampó una noche en Siquem, mientras conducía su ejército de Emaús a Jericó.

Reconstruida después de la guerra contra los judíos, Siquem recibió el nombre de Flavia Neápolis, en honor de Flavio Vespasiano, entonces emperador. El nombre de Neápolis subsiste bajo la forma de Naplusa.

La colonia primitiva se hallaba probablemente en el extremo oriental del valle, en Tell Balãta, donde hay unas sólidas y gruesas murallas. La moderna localidad se halla en el extremo occidental de la garganta, a 570 m. por encima del nivel del mar.

Naplusa ocupa el fondo del valle, en su punto más angosto, donde hay sólo 91 m. entre ambas montañas. La ciudad sube por la ladera del Gerizim hasta la base del rocoso muro. En Naplusa y en sus alrededores sigue viviendo una pequeña comunidad samaritana.

(25) Y los de Siquem pusieron en las cumbres de los montes asechadores que robaban a todos los que pasaban junto a ellos por el camino; de lo cual fue dado aviso a Abimelec.

Cuando se habla de un mal espíritu y conforme a la palabra hebrea utilizada, se alude a una actitud. Y dice que pusieron en las cumbres de los montes, acechadores. Los hombres de Siquem comenzaron  a asaltar las caravanas que pasaban por las estratégicas rutas comerciales a la ciudad.

(26) Y Gaal hijo de Ebed vino con sus hermanos y se pasaron a Siquem, y los de Siquem pusieron en él su confianza.

Gaal, cuyo nombre quiere decir “desprecio”, era hijo de Ebed. Se unió con los siquemitas cuando se rebelaron contra Abimelec el hijo de Gedeón, que enardeció sus ánimos y los condujo a la batalla; pero fue derrotado y proscrito de la ciudad.

(27) Y saliendo al campo, vendimiaron sus viñedos, y pisaron la uva e hicieron fiesta; y entrando en el templo de sus dioses, comieron y bebieron, y maldijeron a Abimelec.

Los de Siquem celebraban un festival religioso pagano en el templo de su Dios en época de la cosecha de la uva. Es lo que precede a la costumbre y a veces tradición de utilizar las cosas de Dios para recordar, homenajear u honrar a costumbres paganas.

(28) Y Gaal hijo de Ebed dijo: ¿Quién es Abimelec, y que e Siquem, para que nosotros le sirvamos? ¿No es hijo de Jerobaal, y no es Zebul ayudante suyo? Servid a los varones de Hamor padre de Siquem; pero ¿Por qué le hemos de servir a él?

Los varones de Hamor, dice. Hamor, un nativo de Canaán, era su antepasado. Esto sugiere que gran parte de los habitantes de Siquem eran cananeos. Los retazos lineales de la historia no sirven más allá de ampliar el panorama, pero a veces nos muestran tradiciones y costumbres que aún hoy mantenemos suponiendo que “son muy bíblicas”.

Debes aprender mi amado hermano o hermana, que una cosa es que algo sea bíblico y otra muy distinta es que se encuentren escritas en la Biblia. Lo primero son principios, conceptos, estatutos, ordenanzas divinas. Lo segundo, sólo historia informativa.

(29) Ojalá estuviera este pueblo bajo mi mano, pues yo arrojaría luego a Abimelec, y diría a Abimelec: aumenta tus ejércitos, y sal.

(30) Cuando Zebul gobernador de la ciudad oyó las palabras de Gaal hijo de Ebed, se encendió en ira, (31) y envió secretamente mensajeros a Abimelec, diciendo: he aquí que Gaal hijo de Ebed y sus hermanos han venido a Siquem, y he aquí que están sublevando la ciudad contra ti.

(32) Levántate, pues, ahora de noche, tú y el pueblo que está contigo, y pon emboscadas en el campo.

(33) Y por la mañana al salir el sol madruga y cae sobre la ciudad; y cuando él y el pueblo que está con él salgan contra ti, tú harás con él según se presente la ocasión.

(34) Levantándose, pues, de noche Abimelec y todo el pueblo que con él estaba, pusieron emboscada contra Siquem con cuatro compañías.

(35) Y Gaal hijo de Ebed salió, y se puso a la entrada de la puerta de la ciudad; y Abimelec y todo el pueblo que con él estaba, se levantaron de la emboscada.

(36) Y viendo Gaal al pueblo, dijo a Zebul: he allí gente que desciende de las cumbres de los montes. Y Zebul le respondió: tú ves la sombra de los montes como si fueran hombres.

(37) Y volvió Gaal a hablar, y dijo: he allí gente que desciende de en medio de la tierra, y una tropa viene por el camino de la encina de los adivinos.

La expresión “en medio de la tierra” que aquí se puede leer, significa literalmente en el idioma hebreo, “el ombligo de la tierra”. Designa desde el punto de vista geográfico la zona de Siquem y probablemente se refiere al monte Gerizim, ubicado a lo largo de la principal ruta norte-sur en la Palestina central. La encina de los adivinos, mientras tanto, parece que era un árbol donde se llevaban a cabo actos de magia y adivinación.

(38) Y Zebul le respondió: ¿Dónde está ahora tu boca con que decías: ¿Quién es Abimelec para que le sirvamos? ¿No es este el pueblo que tenías en poco? Sal pues, ahora, y pelea con él.

(39) Y Gaal salió delante de los de Siquem, y peleó contra Abimelec.

(40) Más lo persiguió Abimelec, y Gaal huyó delante de él; y cayeron heridos muchos hasta la entrada de la puerta.

(41) Y Abimelec se quedó en Aruma; y Zebul echó fuera a Gaal y a sus hermanos, para que no morasen en Siquem.

(42) Aconteció el siguiente día, que el pueblo salió al campo; y fue dado aviso a Abimelec, (43) el cual, tomando gente, la repartió en tres compañías, y puso emboscadas en el campo; y cuando miró, he aquí el pueblo que salía de la ciudad; y se levantó contra ellos y los atacó.

(44) Porque Abimelec y la compañía que estaba con él acometieron con ímpetu, y se detuvieron a la entrada de la puerta de la ciudad, y las otras dos compañías acometieron a todos los que estaban en el campo, y los mataron.

(45) Y Abimelec peleó contra la ciudad todo aquel día, y tomó la ciudad, y mató al pueblo que en ella estaba; y asoló la ciudad, y la sembró de sal.

Este es el verso clave del bloque. Se viene relatando toda la circunstancia, su entorno, su lucha y su consecuencia. Y se lo remata con esta expresión que, en el final de este verso, señala que Abimelec asoló la ciudad y la sembró de sal.

¿Qué significado simbólico podría tener sembrar de sal a una ciudad? Maldecirla. Directa y sencillamente maldecirla. Esta destrucción de Siquem en el siglo XII antes de Cristo, ha sido confirmada por los arqueólogos. La ciudad fue finalmente reconstruida por Jeroboam, quien la convirtió en su capital. El texto se completa con lo siguiente:

(46) Cuando oyeron esto todos los que estaban en la torre de Siquem, se metieron en la fortaleza del templo del dios Berit.

(47) Y fue dado aviso a Abimelec de que estaban reunidos todos los hombres de la torre de Siquem.

(48) Entonces subió Abimelec al monte de Salmón, él y toda la gente que con él estaba; y tomó Abimelec un hacha en su mano, y cortó una rama de los árboles, y levantándola se la puso sobre sus hombros, diciendo al pueblo que estaba con él: lo que me habéis visto hacer, apresuraos a hacerlo como yo.

(49) Y todo el pueblo cortó también cada uno su rama, y siguieron a Abimelec, y las pusieron junto a la fortaleza, y prendieron fuego con ellas a la fortaleza, de modo que todos los de la torre de Siquem murieron, como unos mil hombres y mujeres.

(50) Después Abimelec se fue a Tebes, y puso sitio a Tebes, y la tomó.

(51) En medio de aquella ciudad había una torre fortificada, a la cual se retiraron todos los hombres y las mujeres, y todos los señores de la ciudad; y cerrando tras si las puertas, se subieron al techo de la torre.

(52) Y vino Abimelec a la torre, y combatiéndola, llegó hasta la puerta de la torre para prenderle fuego.

(53) Mas una mujer dejó caer un pedazo de una rueda de molino sobre la cabeza de Abimelec, y le rompió el cráneo.

(54) Entonces llamó apresuradamente a su escudero, y le dijo: saca tu espada y mátame, para que no se diga de mí: una mujer lo mató. Y su escudero le atravesó, y murió.

Lo que ocurría es que, morir a manos de una mujer era una verdadera y real desgracia en el marco de las costumbres y tradiciones del antiguo Cercano Oriente. Lo cierto es que, pese a ser la espada de su escudero la que lo mata, la realidad histórica siempre dirá que lo hizo esa mujer con su rueda de molino.

Déjame ahora mostrarte algo singular. Quien le da la estocada de gracia a Abimelec, es su escudero. ¿Qué era en realidad un escudero? Un servidor relacionado con uno de los elementos con que los guerreros debían contar: su escudo.

Los había de dos clases: el pequeño, redondo o bien ovalado, y el grande, alargado, que al hombre bien armado le servía para la lucha cuerpo a cuerpo. Este escudo grande tenía también aplicaciones de oro, y servía igualmente como pieza de adorno o equipo de parada, y podía ser de madera o tejido de caña, recubierto de cuero, untado con aceite, a veces también repujado, protegido durante la marcha por una funda.

Las personas distinguidas tenían su escudero.  En el Antiguo Testamento la imagen del escudo se aplica frecuentemente a Dios. En el Nuevo Testamento se habla del escudo de la fe. El creyente lo debe llevar, como lo lleva también Jehová. Sobre esta fe rebotan las flechas incendiadas del diablo.

Por tanto, no es descabellado suponer que los actuales Abimelec, cuando son muertos espiritualmente por las congregaciones, para evitar su vergüenza y deshonor, acudirán a Dios mismo, o a la fe, para de ese modo disimular su muerte de un modo más honroso y aceptable. No le hace. El problema está en que mueren.

(55) Y cuando los israelitas vieron muerto a Abimelec, se fueron cada uno a su casa.

(56) Así pagó Dios a Abimelec el mal que hizo contra su padre, matando a sus setenta hermanos.

(57) Y todo el mal de los hombres de Siquem lo hizo Dios volver sobre sus cabezas, y vino sobre ellos la maldición de Jotam hijo de Jerobaal.

Como verdadero rey de Israel, Dios mantenía en sus manos el dominio de la situación durante la destrucción de Jerusalén y la muerte de Abimelec. Las palabras finales de Jotam, aquí, se identifican como el juicio de Dios.

6 – Conforme al Corazón de Jehová

David. ¡Cuanta historia hay alrededor y detrás de este nombre! Su traducción quiere decir “bienamado”. Hijo de Isaí, y segundo rey de Israel. Su vida se divide en varios períodos. Su juventud transcurrió en Belén de Judá. Fue el menor de 8 hermanos.

En la genealogía de la tribu de Judá no aparecen más que siete de los hijos de Isaí, probablemente porque uno de ellos hubiera muerto sin descendencia. La madre de David es mencionada con ternura en los Salmos a causa de su piedad.

La historia de los antepasados de David es variada, instructiva, y en general bella, pero también en ocasiones oscurecida por el pecado. David era rubio y de hermosa apariencia. Como el menor de los hermanos, estaba encargado de pastorear las ovejas de su padre, y mostró su fidelidad y valor hasta el punto de dar muerte al león o al oso que atacara al rebaño.

El joven, dotado de una capacidad notable para la música, tocaba el arpa con gran virtuosidad; más tarde compuso cánticos. Después que Dios hubiera rechazado al rey Saúl, envió al profeta Samuel a Belén, y le ordenó que ungiera a David para que fuera el sucesor de Saúl.

No hubo proclamación pública, por temor a suscitar la hostilidad de Saúl. Samuel ungió a David en presencia de unos ancianos, que parece que no fueron informados acerca del objeto de esta unción, pero Isaí y el mismo David ciertamente lo fueron.

Éste fue un punto de inflexión en la vida del joven, y el Espíritu de Jehová vino sobre David; pero David no menospreció su humilde trabajo cotidiano. Abandonado por Dios, el rey Saúl estaba acosado por malos espíritus, sometido a depresiones y a crisis de demencia; sus servidores le aconsejaron que se sirviera de un arpista, cuya música le calmaría su agitado ánimo.

Alguien recomendó a David como excelente músico, joven valiente, de edad militar, lleno de prudencia, aun cuando no se había encontrado con la experiencia directa de guerra, y además gozando del favor del Señor.

Saúl le ordenó que viniera; la música de David le apaciguó, su carácter le complació, y pidió a Isaí que lo dejara en la corte, e hizo de él uno de sus escuderos. Al ejercer esta función, David se instruyó; llegó a conocer la guerra, a hombres eminentes, los lados bueno y malo de la vida de la corte.

No estuvo constantemente junto a Saúl. Es indudable que el rey mejoró; David iba con frecuencia a Belén para pastorear las ovejas de su padre. Mientras que él estaba allí, los filisteos invadieron Judá y acamparon a unos veinticuatro Kilómetros al oeste de Belén.

Saúl asumió el mando del ejército israelita y marchó a su encuentro. Los tres hermanos mayores de David, que estaban en el ejército, se habían separado de su familia hacía unas seis semanas. Isaí envió a David a que se informara de su suerte.

El desafío de Goliat lo emocionó profundamente. Comprendiendo que el Señor quería servirse de él, David, para sacar el oprobio de Israel, inquirió acerca de este filisteo que desafiaba a los ejércitos de Dios viviente. Saúl fue informado acerca de sus palabras; dándose cuenta de las intenciones que tenía aquel joven, el rey permitió al pastor que se midiera con el gigante.

Sin armadura, que encontraba un engorro. David, aprovechando su ligereza frente a la pesadez de movimientos del gigante, se dirigió hacia el filisteo con su honda y cinco piedras. Estaba convencido de que su causa era justa y de que Dios le ayudaría.

Entre los antiguos, los combates singulares se acompañaban de insultos. Goliat se desplomó, alcanzado en la frente por una piedra de la honda. Al volver después del combate a Gabaa de Benjamín, la residencia de Saúl, o al tabernáculo de Nob, David pasó a Jerusalén y exhibió la cabeza del gigante, sin duda para desafiar a los jebuseos, dueños de la fortaleza.

En cuanto a la armadura de Goliat, la puso en su tienda. La espada del gigante fue depositada en el tabernáculo. Después de la victoria de David, nos sorprende ver que Saúl pregunta: “¿De quién es hijo ese joven?”. ¿Acaso no conocía a éste que tantas veces había tocado el arpa ante él?

Esto se explica de dos maneras: o bien el joven David se había desarrollado y cambiado mucho, o bien la pregunta del rey tenía que ver con la posición social y material de su familia, de lo que no se había preocupado hasta entonces.

Recordemos que Saúl había prometido casar al vencedor con su hija, y liberar de impuestos a la casa de su padre; descubrió que no tenía razón alguna para sentirse avergonzado de asociarse con la familia del joven. La victoria conseguida sobre Goliat marca otra etapa en la vida de David.

El valor, la humildad, la piedad de David le ganó el afecto desinteresado y fiel de Jonatán, hijo de Saúl. Saúl no dejó ya a David volver periódicamente a casa de su padre, sino que le retuvo en la corte. Los vítores que se hicieron a David como vencedor suscitaron la envidia de Saúl, que se hizo enemigo de David.

El rey comprendió que la predicción de Samuel acerca del traspaso del reino a uno mejor que él se iba a cumplir en la persona de David y trató de oponerse a ello. Intentó dar muerte a David con su lanza. Habiendo fallado en su intento le envió a dirigir expediciones militares.

Dio a otro la hija que había prometido a David. Aprovechando el amor de David hacia su hija Mical, Saúl intentó hacerle morir a manos de los filisteos. Mientras tanto, la popularidad de David iba en continuo crecimiento; el temor de Saúl fue en aumento, y dejó de esconder sus deseos de matar a David.

Y los partidarios de Saúl no intentaron disuadirle de esta intención. Los celos del rey, amortecidos temporalmente, se avivaron; intentó otra vez atravesar a David con su lanza, ordenando después su arresto, escapando gracias a la estratagema de Mical.

Fue entonces que David escribió el Salmo 59. Huyó después a Samuel en Ramá, donde Saúl intentó todavía apresarle. David se salvó, se reunió con Jonatán, a quien hizo sabedor que no podía volver a la corte, donde su vida estaba amenazada.

Angustiado en su confianza en Dios, y desesperado, David huyó de Saúl. Deteniéndose en Nob, su fe decaída, mintió; después se fue precipitadamente a Gat, para ponerse bajo la protección de Aquis, enemigo de Saúl.

Pero los príncipes filisteos rehusaron dar asilo a aquel que los había humillado; ante el peligro que corría en sus manos, David se fingió loco, y Aquis lo expulsó. Recobrando la confianza en Dios el fugitivo volvió a Judá, y habitó en la cueva de Adulam, en tanto que ponía a sus padres a cubierto en Moab.

Una compañía de hombres, proscritos o endeudados, descontentos, empezó a unirse a David; este grupo, de unos 400 hombres, acabó siendo de unos 600. Entre ellos se hallaban Abiatar, sacerdote de Jehová, que había escapado de la masacre de los sacerdotes de Nob, y había traído un efod; el profeta Gad, que probablemente se había unido a David en Ramá.

Así David tenía apoyo espiritual y un grupo de fieles. De Adulam pasó a Keila, ciudad que libró de manos de los filisteos. Enterándose de que Saúl quería encerrarle en Keila, huyó al desierto de Judá. Los de Zif informaron a Saúl, que le persiguió hasta que una invasión filistea le obligó a cesar esta persecución.

Cuando hubo solucionado el asunto de los filisteos, Saúl empezó la búsqueda de David por el desierto vecino de En-gadí. Allí tuvo que inclinarse ante la grandeza de alma de David que, habiendo tenido la posibilidad de dar muerte al rey Saúl dentro de la cueva, le perdonó la vida.

David y su cuadrilla de guerreros defendieron las propiedades israelitas, que estaban expuestas a incursiones. Por lo general, los defensores recibían su alimento como precio de sus servicios. Sin embargo, David nunca había pedido nada de Nabal, ni siquiera los alimentos que hubieran sido la compensación ordinaria.

Exasperado por el insulto de Nabal, David decidió destruir a Nabal y a todos sus hombres. Pero la sabiduría y diplomacia de la mujer de Nabal le detuvo. Cuando ella enviudó, David la tomó como esposa. Llegó otra vez a los alrededores del desierto de Zif, cuyos moradores volvieron a dar aviso a Saúl, que de nuevo se lanzó en persecución de David.

Éste volvió a demostrar su magnanimidad al no dar muerte al rey, dormido y a su merced. Se conformó con llevarse su lanza y su vasija de agua. Cansado de huir de Saúl, David se fue del territorio de Judá y obtuvo permiso de Aquis para ocupar Siclag. una ciudad fronteriza, lindando con el desierto de Neguev.

Estuvo allí un año y 4 meses, protegiendo a los filisteos de las tribus del desierto, y devastaba ciudades alejadas, incluso en la misma tierra filistea. Cuando los filisteos se reunieron en Gilboa para atacar a Saúl, sus príncipes no quisieron que David les acompañara.

Volviendo a Siclag, David descubrió que los amalecitas la habían saqueado e incendiado. Los persiguió, y recobró todo el botín. Cuando supo el resultado de la batalla de Gilboa, compuso una elegía acerca de la suerte de Saúl y de Jonatán.

Después de la muerte de Saúl, la tribu de Judá, a la que pertenecía David, lo eligió como rey; comenzó a reinar en Hebrón a la edad de 30 años. El resto de las tribus, dirigidas por Abner, una de las personalidades con mayor capacidad de Israel, proclamó rey a Is-boset, hijo de Saúl.

Este pasó a Mahanaim. Durante los dos años siguientes hubo guerra abierta entre los partidarios de Is-boset y los de David. Los asesinatos de Is-boset y de Abner fueron condenados por él. Cesó la guerra civil. El reino de David en Hebrón duró siete años y medio.

Sus hijos Amnón, Absalón y Adonías nacieron en Hebrón. David tenía ya varias mujeres. A la muerte de Is-boset, David fue elegido rey por todas las tribus y se dispuso de inmediato a consolidar la monarquía. Diversas ciudades del territorio de Israel estaban tomadas por guarniciones de los filisteos, y otras estaban tomadas por los cananeos.

David comenzó el asedio de Jerusalén, fortaleza de los jebuseos. Sus habitantes la consideraban inexpugnable, pero David la tomó al asalto; hizo de ella su capital; hábiles artesanos de Tiro le hicieron un palacio. La nueva capital se hallaba en los confines de Judá y de Israel.

Su situación debería contribuir a apagar los sentimientos de celos entre el norte y el sur. Al arrebatar la ciudad a los cananeos, David abrió la importante ruta de comunicación entre el norte y el sur, facilitando los intercambios, y coadyuvando a la unificación del reino.

Los filisteos invadieron dos veces el país, sufriendo dos derrotas cerca de Jerusalén. Después de su segunda victoria sobre los filisteos, el rey invadió su país, apoderándose de Gat. Esta conquista seguida de breves expediciones sometió de tal manera a los filisteos que estos enemigos hereditarios dejaron de inquietar a Israel durante siglos.

Cuando el reino quedó consolidado, David se ocupó de la cuestión espiritual. Hizo traer el Arca del Pacto, que estaba en Quiriat-jearim, con solemnes fiestas, sacrificios y acciones de gracias. Después organizó el culto de una manera grandiosa.

La gracia divina colmó a David de bendiciones. Con el fin de afirmar la seguridad de la nación y de preservarla de idolatrías, así como de vengar los insultos de los que la amenazaban, David guerreó contra pueblos vecinos, sometiendo a los moabitas, a los arameos de Soba y de Damas, a los amonitas, a los edomitas y los amalecitas.

El reino llegó de esta manera a los límites prometidos a Abraham mucho tiempo antes. Fue durante la guerra contra los amonitas que David cometió su gran pecado, con el asunto de Urías heteo. Dios lo juzgó por medio del profeta Natán, que declaró que la espada no se apartaría jamás de la casa del rey.

David se humilló verdaderamente, y se arrepintió. Dios lo castigó de manera directa, y también indirecta, ya que David cosechó lo que su ejemplo había sembrado en su familia. El hijo que había tenido de la mujer de Urías murió.

La violación de la ley moral, la lujuria, y la sed de venganza, se manifestaron dentro de su propio hogar. La ambición desencadenada, con rebelión contra el padre, triunfó durante un cierto tiempo en el mismo seno de su familia, y fue causa de una guerra civil.

El espíritu de descontento y de celos entre las tribus, que Absalón había avivado, reapareció después de la supresión de su revuelta en otra rebelión, la de Seba. David hizo justicia a los gabaonitas, de manera solemne, según las ideas de la época, vengando la sangre que Saúl había derramado a pesar del juramento de Josué.

David cayó en el pecado de orgullo y ordenó el censo del pueblo. El castigo de ello fue una peste. A propósito de esto se dice en un pasaje que Dios excitó a David a que actuara de esta manera, y por otra parte que este acto fue instigado por Satanás.

Las dos declaraciones son evidentemente complementarias: Dios permitió que Satanás tentara a David, por cuanto su estado espiritual y el del pueblo demandaban un castigo, dándose con ello motivo para él. El rey reunió los materiales para la construcción del templo, y hacia el fin de su reinado aseguró que Salomón sería su sucesor.

Le encargó que castigara a aquellos que, bajo el reinado de David, habían escapado a la justicia. David murió a los setenta y un años; había reinado cuarenta años (o, más exactamente, cuarenta años y medio. Siete y medio de ellos en Hebrón, y treinta y tres en Jerusalén.

Sobre todo, se le llama a David “el dulce cantor de Israel”. La tradición hebrea atribuye a este rey la composición de 73 salmos. En general, su fidelidad al Señor fue de tal calibre que se le llama el varón según el corazón de Jehová.

En las mismas Escrituras se declara que él hizo siempre lo recto a los ojos del Señor, salvo en lo tocante a Urías heteo. Habiendo servido los designios de Dios en su generación, durmió. Fue inmensa su influencia en el seno de la humanidad.

Fue él, más que Saúl, quien instauró la monarquía en Israel. Su influencia espiritual se perpetúa por sus salmos, que la cristiandad entera atesora siglo tras siglo. David es un tipo notable del Señor Jesucristo: cuando era perseguido por Saúl, prefiguraba a Cristo en Su rechazamiento; cuando en el trono, fue un tipo de Cristo como varón de guerra, destruyendo a Sus enemigos como paso previo a Su reinado de paz durante el Milenio, tipificado por Salomón.

David fue el receptor del Pacto Davídico, por el que el Señor le dio la promesa incondicional de darle una descendencia eterna, y un trono estable eternamente. Esta profecía se cumple en Cristo Jesús, su descendiente según la carne.

Jesús recibe con frecuencia el nombre de Hijo de David, y con todo Él es Señor de David; sobre este hecho hizo una pregunta a los judíos. También recibe el nombre de “raíz y linaje de David”. Siendo Dios, así como hombre, bien puede ser ambas cosas.

Tiene también la llave de David. Tiene en Sus manos todo el destino de la Iglesia, del futuro reino sobre la tierra, y en general de las naciones. En Él se cumplirá en su plenitud el pacto dado por Dios a David, confirmado a través de Jeremías y presentado como esperanza todavía futura para la nación de Israel al finalizar el recogimiento, de entre los gentiles, de un pueblo para Su nombre.

(2 Samuel 8: 1)= Después de esto, (De la acción de gracias por parte de David), aconteció que David derrotó a los filisteos y los sometió, y tomó David a Meteg-ama de mano de los filisteos.

Hay que aclarar que los filisteos fueron enemigos de Israel durante ciento veinticinco años, desde la entrada de Israel a Palestina bajo conducción de Josué. Meteg-ama, en tanto, significa “la brida de la ciudad madre”. La brida que contiene a los filisteos es colocada en las manos de David, y estos ahora están bajo su dominio.

(2) Derrotó también a los de Moab, y los midió con cordel, haciéndolos tender por tierra; y midió dos cordeles para hacerlos morir, y un cordel entero para preservarles la vida; y fueron los moabitas siervos de David, y pagaron tributo.

Resulta más que notorio que David mandó a ejecutar a dos de los tres prisioneros que obraban en su poder. La medición con cordel, algo que no se entiende desde lo literal, tiene como principio simbólico el hecho de no dar con la estatura requerida para salvarse.

(3) Asimismo derrotó David a Hadad-ezer hijo de Rehob, rey de Soba, al ir éste a recuperar su territorio al río Eufrates.

Soba, es necesario contarte, era un área que estaba ubicada exactamente al norte de Damasco, en lo que hoy es la actual nación de Siria. Cuando dice “al ir éste”, se refiere a Hadad-ezer. David atacó mientras el rey marchaba a consolidar sus posesiones en el río Eufrates.

(4) Y tomó David de ellos mil setecientos hombres de a caballo, y veinte mil hombres de a pie; y desjarretó David los caballos de todos los carros, pero dejó suficientes para cien carros.

Este término, (desjarretó) que se utiliza aquí, no es del todo conocido, pero significa que él les cortó los tendones de las patas a esos caballos, inutilizándolos como caballos de guerra o como bestias para arrastrar los carros. Sólo se los podía emplear en trabajos agrícolas.

(5) Y vinieron los sirios de Damasco para dar ayuda a Hadad-ezer rey de Soba; y David hirió de los sitios a veintidós mil hombres.

(6) Puso luego David guarnición en Siria de Damasco, y los sirios fueron hechos siervos de David, sujetos a tributo. Y Jehová dio la victoria a David por dondequiera que fue.

(7) Y tomó David los escudos de oro que traían los siervos de Hadad-ezer, y los llevó a Jerusalén.

(8) Asimismo de Beta y Berotai, ciudades de Hadad-ezer, tomó el rey David gran cantidad de bronce.

Observa que David mantenía a sus tropas en una guarnición establecida a lo largo de toda esa área. Allí derrotó a los arameos, una laxa federación de ciudades y estados que había sido establecida cuando Saúl gobernaba en Israel.

(9) Entonces oyendo Toi rey de Hamat, que David había derrotado a todo el ejército de Hadad-ezer, (10) envió Toi a Joram su hijo al rey David, para saludarle pacíficamente y para bendecirle, porque había peleado con Hadad-ezer y lo había vencido; porque Toi era enemigo de Hadad-ezer. Y Joram llevaba en su mano utensilios de plata, de oro y de bronce; (11) los cuales el rey David dedicó a Jehová, con la plata y el oro que había dedicado de todas las naciones que había sometido; (12) de los sirios, de los moabitas, de los amonitas, de los filisteos, de los amalecitas, y del botín de Hadad-ezer hijo de Rehob, rey de Soba.

En el verso 11 habla de los objetos “los cuales el rey David dedicó a Jehová”. Esto significa que el rey colocó los objetos en el tesoro del santuario con el propósito de usarlos para edificar el templo. Con este oro y este bronce fue que Salomón hizo el mar de bronce y las columnas y utensilios del templo.

(13) Así ganó David fama. Cuando regresaba de derrotar a los sirios, destrozó a dieciocho mil edomitas en el Valle de la Sal.

(14) Y puso guarnición en Edom; por todo Edom puso guarnición, y todos los edomitas fueron siervos de David. Y Jehová dio la victoria a David por dondequiera que fue.

El Valle de la Sal era el sitio en el que tanto David como Amasías libraron sus batallas contra sus respectivos enemigos. Era una región que, se estima, estaba ubicada en la zona norte del Arabá, al sur del Mar Muerto.

Es notorio que su nombre se debe a que era un sitio donde abundaban las salinas, así que este es un texto en donde la sal adquiere meramente una catalogación de tipo geográfica o social, dando su calificativo a una región que, con el correr de los tiempos, fue conocida sólo por ese nombre.

7 – Los Milagros de Eliseo

El nombre Eliseo significa “Dios es salvación” (la forma castellana se deriva del griego ELISAIOS, no del hebreo ELICHA. Sucesor del profeta Elías en el reino del norte. Hijo de Safat; vivía en Abel-Mehola, en el valle del Jordán, y pertenecía a una familia de buena posición económica; eran propietarios de doce pares de bueyes que laboraban en sus campos.

Dios lo designó como sucesor de Elías que, al encontrarlo tras el arado, echó sobre él su manto. Eliseo comprendió el significado de este gesto simbólico. Volviendo a los suyos, ofreció un sacrificio y dio a su gente un festín de despedida, y después siguió a Elías y le sirvió.

Elías, antes de ser arrebatado, cruzó el Jordán, y Eliseo rehusó separarse de él. Elías le dijo que pidiera lo que quisiera. Entonces Eliseo tuvo la sabiduría de solicitar una doble porción de la sabiduría de Elías.

Vio cómo el carro de fuego arrebataba a su amo; tomó el manto que Elías había dejado caer, y con él golpeó el Jordán, el cual se abrió. Eliseo atravesó el río, y pasó a la ribera occidental. Una serie de hechos sobrenaturales marca la carrera de su ministerio: milagros de conocimiento, o milagros de poder, todos ellos cumplidos expresamente en nombre del Señor.

En la historia de la redención, forma parte del segundo grupo de milagros. Los milagros de Eliseo tuvieron lugar en una época en que la religión de Jehová estaba enfrentada de una manera total contra el culto a Baal.

De la misma manera que los milagros de Elías, los de Eliseo tenían el propósito de manifestar la autoridad del profeta y de presentar al Dios viviente. Este poder sobrenatural de Eliseo era de tal manera que podía usarlo libremente; de la misma manera que Cristo lo empleó frecuentemente en sencillos actos de misericordia.

En nombre del Señor: sanó con sal las aguas de la fuente de Jericó. Unos muchachos que se burlaban de la persona del profeta del eterno recibieron una maldición de Eliseo en nombre del Señor. Dos osos descuartizaron a cuarenta y dos de estos jóvenes.

Predijo el éxito de la expedición en contra de Moab; multiplicó el aceite de una viuda; anunció el nacimiento de un hijo a una sunamita; cuando este hijo murió, la oración de Eliseo lo reclamó a la vida. Él indicó un antídoto contra la planta venenosa que estaba en el alimento de los profetas.

Durante un hambre, el profeta alimentó a cien hombres con veinte panes de cebada y algunas espigas nuevas. Ordenó a Naamán que se bañara en el Jordán para sanarse de la lepra, y  anunció a Gizei que esta lepra se quedaría pegada siempre a él debido a su codicia.

Hizo flotar a la superficie del Jordán el hierro de un hacha que había caído al río, y reveló al rey de Israel los movimientos e intenciones de sus enemigos, los sirios. En respuesta a la oración de Eliseo, el Señor abrió los ojos de su siervo para que viera los carros y caballos de fuego que los protegían.

Eliseo hirió de ceguera a los hombres que el rey de Siria había enviado para que lo detuvieran. Declaró, antes de que se lo dijera nadie, que un emisario del rey de Israel estaba a la puerta para quitarle la vida.

Durante el hambre del cerco de Samaria, predijo que al día siguiente los víveres serían abundantes y baratos, añadiendo que el oficial incrédulo, que se burló de esta profecía, lo vería pero no lo disfrutaría.

Una multitud aplastó a este oficial, que murió ante la puerta de Samaria. Eliseo hizo saber que Ben-adad, rey de Siria, moriría. Anunció la destrucción de Acab y de toda su casa; envió a un joven profeta a que ungiera a Jehú, que debería ejecutar el juicio predicho.

Eliseo reveló por adelantado que habría tres victorias sobre los sirios.  Finalmente, un cadáver que había sido arrojado apresuradamente en la tumba de Eliseo volvió a la vida al tocar los huesos de Eliseo.

Todo este poder milagroso no impidió a este gran servidor de Dios que un día quedara Eliseo enfermo de la enfermedad de que murió. Por cuanto el creyente debe un día abandonar este mundo, bien puede que llegue a tener una enfermedad de la que no cure.

Será muy distinto para los que vivan en el día del arrebatamiento de la iglesia. Entonces, tanto creyentes vivos como los muertos, que resucitarán, recibirán la adopción, la redención de nuestro cuerpo en una maravillosa transformación por el poder de la vida que está en Cristo.

(2 Reyes 2: 19)= Y los hombres de la ciudad dijeron a Eliseo: He aquí, el lugar en donde está colocada esta ciudad es bueno, como mi señor ve; mas las aguas son malas, y la tierra es estéril.

La ciudad de la que están hablando, es Jericó. Era una importante ciudad del valle del Jordán, en la ribera occidental del río, a unos ocho kilómetros de la costa septentrional del mar Muerto, y aproximadamente a veintisiete kilómetros de Jerusalén.

Jericó se halla en la parte inferior de la cuesta que conduce a la montañosa meseta de Judá. La ciudad era conocida como la ciudad de las palmeras; la primera mención en las Escrituras se da en relación al campamento de los israelitas en Sitim.

La situación de Jericó, ciudad muy fortificada, le daba el dominio del bajo Jordán y de los pasos que llevaban a los montes occidentales; la única manera de que los israelitas pudieran avanzar al interior de Canaán era tomando la ciudad.

Josué envió a dos espías para que reconocieran la ciudad, el pueblo atravesó milagrosamente el Jordán en seco, y plantaron las tiendas delante de la ciudad. Por orden de Dios, los hombres de guerra fueron dando vueltas a la ciudad, una vez por día, durante seis días consecutivos.

En medio de los soldados, los sacerdotes portaban el arca del pacto, precedida por siete sacerdotes tocando las bocinas. El séptimo día dieron siete veces la vuelta a la ciudad; al final de la séptima vuelta, mientras resonaba el toque prolongado de las bocinas, el ejército rompió en un fuerte clamor, las murallas se derrumbaron, y los israelitas penetraron en la ciudad.

En cuanto a la fecha, sería alrededor del año 1403 a.C. La ciudad había sido proclamada anatema. A excepción de Rahab, que había dado refugio a los espías, y su familia, todos los demás habitantes fueron muertos.

El oro, la plata, los objetos preciosos, entraron al tesoro de Jehová. Josué lanzó una maldición contra quien reconstruyera la ciudad. Fue asignada a Benjamín; se hallaba en los límites de Benjamín y Efraín.

Eglón, rey de Moab, hizo de ella su residencia en la época en que oprimió a los israelitas. En el reinado de Acab, Hiel de Bet-el fortificó la ciudad; en el curso de esta fortificación perdió, o sacrificó, a sus dos hijos, en cumplimiento de la maldición de Josué.

Durante el ministerio de Eliseo había en Jericó una comunidad de profetas. Elías, al ir a ser arrebatado al cielo, atravesó Jericó con Eliseo. En Jericó fueron puestos en libertad los hombres de Judá que habían sido hechos prisioneros por el ejército de Peka, rey de Israel.

Los caldeos se apoderaron de Sedequías cerca de Jericó. Después del retorno del exilio, algunos de sus habitantes ayudaron a construir los muros de Jerusalén. Báquides, general sirio, levantó los muros de Jericó en la época de los Macabeos.

Al comienzo del reinado de Herodes los romanos saquearon Jericó. Después Herodes la embelleció construyendo un palacio y, sobre la colina detrás de la ciudad, levantó una ciudadela que llamó Cipro.

La parábola del Buen Samaritano se sitúa sobre el camino de Jerusalén a Jericó. La curación del ciego Bartimeo y de su compañero tuvo lugar en el camino de Jericó; Zaqueo, a quien Jesús llamó para hospedarse en su casa y darle la salvación, moraba en Jericó.

Jericó se halla a casi doscientos cuarenta metros por debajo del nivel del mar Mediterráneo, en un clima tropical, donde crecían las balsameras, la alheña, los sicómoros. Las rosas de Jericó eran consideradas extraordinariamente bellas.

La antigua Jericó se elevaba muy cerca de las abundantes aguas llamadas en la actualidad ‘Ain es-Sultãn; ésta es indudablemente la fuente que Eliseo sanó. La Jericó moderna, en árabe “Er – Riha”, se halla a un kilómetro y medio al sureste de la fuente.

En cuanto a lo relativo a la Arqueología: Ernst Selin y la sociedad Deutsche Orientgesellschaft (1907-1909) iniciaron allí excavaciones sobre el montículo llamado Tell es-Sultan. Fueron continuadas muy extensamente por John Garstang (1930-1936); en 1952 fueron reanudadas por Kathleen Kenyon y por las escuelas de arqueología de Inglaterra y EE. UU.

Fue Garstang quien descubrió la evidencia de los muros caídos, y esta evidencia fue fotografiada por él y por posteriores investigadores. Los muros habían caído de dentro hacia afuera. Sus fundamentos no habían sido minados, sino que debieron ser derrumbados por un potente temblor de tierra.

También había evidencia de un violento incendio de la ciudad. La revisión de Miss Kathleen Kenyon de esta identificación en base a la cerámica asociada con la cronología de Egipto no tiene en cuenta la necesaria revisión de la estructura cronológica de la historia de Egipto.

En base a la revisión de Velikovsky y Courville, la destrucción de Jericó concuerda perfectamente con todos los detalles físicos de la destrucción y con los restos arqueológicos, y no se puede objetar a la identificación efectuada por Garstang en 1930-1936, ni a la fecha de 1400 a.C.

Los restos correspondientes a la conquista correspondían a una doble muralla de ladrillos, con un muro exterior de dos metros de espesor, un espacio vacío de alrededor de cuatro metros y medio y un muro interior de cuatro metros.

Estos muros tenían en aquel entonces nueve metros de altura. La ciudad, muy pequeña, estaba entonces tan superpoblada que se habían construido casas en la parte alta de la muralla, por encima del espacio vacío entre las dos murallas.

El muro exterior se hundió hacia afuera, y el segundo muro, con sus edificaciones encima, se hundió sobre el espacio vacío. Así, la arqueología nos da, en realidad, una evidencia totalmente armónica con el relato de las Escrituras.

(Verso 20)= Entonces él dijo: traedme una vasija nueva, y poned en ella sal. Y se la trajeron.

(21) Y saliendo él a los manantiales de las aguas, echó dentro la sal, y dijo: así ha dicho Jehová: yo sané esta agua, y no habrá más en ellas muerte ni enfermedad.

(22) Y fueron sanas las aguas hasta hoy, conforme a la palabra que habló Eliseo.

(23) Después subió de allí a Bet-el; y subiendo por el camino, salieron unos muchachos de la ciudad, y se burlaban de él, diciendo: ¡Calvo, sube! ¡Calvo, sube!

(24) Y mirando él atrás, los vio y los maldijo en el nombre de Jehová. Y salieron dos osos del monte, y despedazaron de ellos  a cuarenta y dos muchachos.

(25) De allí fue al monte Carmelo, y de allí volvió a Samaria.

Estos versículos parecen presentar a Eliseo como un hombre implacable, hasta cruel si quieres. Sin embargo, según los usos del idioma y la cultura de la época, la palabra “muchachos” aludía a gente idólatra y no simplemente a jóvenes inocentes.

Aún te digo más; la frase que repetían en son de burla, “sube…sube”, parece una referencia a la ascensión de Elías. Entonces hay que entender lo que Eliseo entendió: que se estaban burlando del Dios de Elías y Eliseo, motivo por el cual fueron castigados.

En cuanto lo que es nuestro motivo central de estudio, la sal en este texto y en este relato, adopta la condición de elemento simbólico de sanidad, ya que es al echarla en las aguas que estas sanan en sus contenidos e implicaciones.

8 – Bajo el Reinado de Abías

El nombre Abías significa “Jehová es Padre o Jehová es cuidadoso”. Era un nombre bastante común en hebreo y que se usa también en su forma femenina. Entre los personajes principales mencionados está éste que hallamos aquí:

Hijo de Roboam, el primer rey de Judá; en 1 Reyes, recibe el nombre de Abiam. Su reinado fue corto, solamente tres años, y subió al trono en el año 18 de Jeroboam, 958 a.C. Fue un militar de cierto ingenio y venció a Jeroboam en una memorable batalla; a pesar de ello siguió los malos ejemplos de su padre.

(2 Crónicas 13: 1)= A los dieciocho años del rey Jeroboam, reinó Abías sobre Judá, (2) y reinó tres años en Jerusalén. El nombre de su madre fue Micazas hija de Uriel de Gabaa. Y hubo guerra entre Abías y Jeroboam.

(3) Entonces Abías ordenó batalla con un ejército de cuatrocientos mil hombres de guerra, valerosos y escogidos; y Jeroboam ordenó batalla contra él con ochocientos mil hombres escogidos, fuertes y valerosos.

Jeroboam fue hijo de Nabat, de la tribu de Efraín, y primer rey del reino del norte. Reinó veintidós años (931-910 a.C.). Había sido funcionario de Salomón, pero el profeta Ahías, encontrándole, rompió su capa nueva en doce pedazos, y guardando dos para sí, le dio a él los otros diez, anunciándole que sería rey sobre diez de las tribus.

Por esta causa, Salomón procuró darle muerte, pero él huyó a Egipto, quedándose allí bajo la protección de Sisac hasta la muerte de Salomón. Al reclamar los israelitas a Roboam que les aliviara las cargas de los impuestos y levas que les habían sido impuestas por su padre, éste replicó con dura altanería, lo que dio lugar al cisma nacional.

Jeroboam fue hecho rey sobre las diez tribus. Temiendo que sus súbditos le fueran desleales si iban a Jerusalén a adorar, erigió dos becerros de oro, uno en Dan, el extremo norte de sus dominios, y el otro en Bet-el, el extremo sur, propiciando la adoración de Jehová bajo el simbolismo de estos dos becerros.

Expulsó a los levitas del sacerdocio. Pero su pretendido culto nacional a Jehová, bajo la forma de idolatría y cisma con respecto al templo de Jerusalén, fue considerado por Dios como culto a los demonios e ídolos.

Tal proceder provocó la emigración de muchos israelitas fieles a Dios, levitas y de las otras tribus, al reino de Judá. De esta manera se debilitó el reino de Jeroboam, y cayó en una burda idolatría. Un varón de Dios acudió desde Judá para clamar en contra del altar de Bet-el, y al extenderse contra él la mano del rey, ésta se secó inmediatamente.

Al rogar por él el profeta, le fue restaurada la mano, pero no se arrepintió de su idolatría. Le había sido anunciado que si seguía al Señor como David lo había hecho, su casa sería afirmada, pero por su rebelión contra el orden divino su dinastía se extinguió en su hijo Nadab.

“El pecado de Jeroboam hijo de Nabat” vino a ser proverbio en boca de los israelitas. Durante su reinado fueron constantes las guerras con Roboam. Jeroboam es un ejemplo claro de manipulador de la religión con fines políticos, y constituye una advertencia universal contra ello, contra la idolatría y contra la intromisión humana en las formas del culto, en lugar de una sencilla sumisión a las formas que Dios nos ha dado en Su palabra.

(4) Y se levantó Abías sobre el monte de Zemaraim, que está en los montes de Efraín, y dijo: Oídme, Jeroboam y todo Israel.

(5) ¿No sabéis vosotros que Jehová Dios de Israel dio el reino a David sobre Israel para siempre, a él y a sus hijos bajo pacto de sal?

(6) Pero Joroboam hijo de Nabat, siervo de Salomón hijo de David, se levantó y rebeló contra su señor.

(7) Y se juntaron con él hombres vanos y perversos, y pudieron más que Roboam hijo de Salomón, porque Roboam era joven y pusilánime, y no se defendió de ellos.

(8) Y ahora vosotros tratáis de resistir al reino de Jehová en mano de los hijos de David, porque sois muchos, y tenéis con vosotros los becerros de oro que Jeroboam os hizo por dioses.

En 1 Reyes sólo ocho versículos están dedicados a relatar el reinado de Abías. El segundo libro de las Crónicas ofrece un recuento más detallado, donde se describe el culto y se explican las razones de la victoria de Judá sobre Jeroboam.

Aquí, nuevamente en este trabajo, estamos viendo un pacto de sal. Esto, te recuerdo, responde a una ceremonia o un ritual en el que se ratificaba un tratado utilizando como símbolo la sal, ya que ella representaba conforme a la usanza de la época la fe y la lealtad.

9 – Ordenanzas de Darío

Estamos hablando de Darío Histaspes, ya que no es el único que figura en la Biblia. Este es el Rey de Persia (521-485 a.C.). Confirmó el decreto de Ciro en favor de los judíos y de la construcción del templo. A este rey se atribuye la consolidación del imperio de Persia, y su división en satrapías.

(Esdras 6: 1)= Entonces el rey Darío dio la orden de buscar en la casa de los archivos, donde guardaban los tesoros allí en Babilonia.

(2) Y fue hallado en Acmeta, en el palacio que está en la provincia de Media, un libro en el cual estaba escrito así: Memoria: (3) En el año primero del rey Ciro, el mismo rey Ciro dio orden acerca de la casa de Dios, la cual estaba en Jerusalén, para que fuese la casa reedificada como lugar para ofrecer sacrificios, y que sus paredes fuesen firmes; su altura de sesenta codos, y de sesenta codos su anchura; (4) y tres hileras de piedras grandes, y una de madera nueva; y que el gasto sea pagado por el tesoro del rey.

El nombre Ciro quiere decir “sol, trono”. Rey de Elam, fue el fundador del Imperio Persa. Al tomar Babilonia, quedó establecido el segundo gran imperio gentil de Daniel. Ya mucho antes de su nacimiento hallamos una profecía referente a él.

Al acabar los setenta años del cautiverio, como lo había profetizado Jeremías, Dios movió el espíritu de Ciro, y se decretó la reconstrucción de la casa de Jehová Dios de Israel, dándose permiso a los cautivos para que volvieran a Jerusalén.

También fueron devueltos los vasos sagrados que habían sido llevados de Jerusalén a Babilonia. Éste fue llamado el primer año de Ciro, cuando empezó a reinar en solitario sobre Babilonia. Esto sería alrededor del año 536 a.C., habiendo empezado los setenta años de la cautividad de Judá el 606 a.C. Ciro murió en batalla en el año 530 a.C., y su tumba existe en Pasargada, en el moderno Irán.

(5) Y también los utensilios de oro y de plata de la casa de Dios, los cuales Nabucodonosor sacó del templo que estaba en Jerusalén y los pasó a Babilonia, sean devueltos y vayan a su lugar, al templo que está en Jerusalén, y sean puestos en la casa de Dios.

(6) Ahora, pues, Tatnai gobernador del otro lado del río, Setar-boznai, y vuestros compañeros los gobernadores que estáis al otro lado del río, alejaos de allí.

(7) Dejad que se haga la obra de esa casa de Dios; que el gobernador de los judíos y sus ancianos reedifiquen esa casa de Dios en su lugar.

(8) Y por mí es dada la orden de lo que habéis de hacer con esos ancianos de los judíos, para reedificar esa casa de Dios; que de la hacienda del rey, que tiene del tributo del otro lado del río, sean dados puntualmente a esos varones los gastos, para que no cese la obra.

(9) Y lo que fuere necesario, becerros, carneros y corderos para holocaustos al Dios del cielo, trigo, sal, vino y aceite, conforme a lo que dijeren los sacerdotes que están en Jerusalén, les sea dado día por día sin obstáculo alguno, (10) para que ofrezcan sacrificios agradables al Dios del cielo, y oren por la vida del rey y por sus hijos.

(11) También por mí es dada orden, que cualquiera que altere este decreto, se le arranque un madero de su casa, y alzado, sea colgado en él, y su casa sea hecha muladar por esto.

(12) Y el Dios que hizo habitar allí su nombre, destruya a todo rey y pueblo que pusiere su mano para cambiar o destruir esa casa de Dios, la cual está en Jerusalén. Yo Darío he dado el decreto; se cumplido prontamente.

La gente justa manifiesta mansedumbre aún cuando enfrente la hostilidad de las autoridades civiles. Nuestra fe en que Dios es soberano por encima de toda otra autoridad permite que el espíritu de mansedumbre prevalezca, en el conocimiento que Dios impone su autoridad por encima de cualquier otra.

El mensaje de este texto que hemos leído para otra clase de estudio más preciso, es que debemos aceptar toda autoridad legítima en el conocimiento que viene de Dios. Y, además, confiar en que Dios obra por medio de quienes tienen autoridad.

Esto, obviamente, tiene que ver con algo que aquí hemos aclarado puntualmente: legitimidad. Por lo tanto, todo gobierno humano que provenga de golpes de estado realizado por fuerzas militares o guerrilleras, no pueden interpretarse como avalados por Dios.

En lo concerniente a la sal, aquí la encontramos en compañía de tres elementos que son básicos a la hora de profundizar en el evangelio: el trigo (alimento) el vino (revelación) y el aceite (unción), lo cual conforma un conglomerado destinado a  formalizar un pacto de sostenimiento del sacerdocio.

10 – La Justa Queja de Job

Job fue un hombre íntegro y piadoso del Antiguo Testamento. Vivió en el país de Uz. La primera mención de Job en cualquier otro libro del Antiguo Testamento se halla en Ezequiel 14:14, 16, 20. Este patriarca vivió en alguna parte al este de Palestina, en las proximidades del desierto, en una época en la que los caldeos hacían incursiones hacia occidente.

No existe razón alguna para dudar de la historicidad del libro de Job ni de la autenticidad de sus experiencias notables, que se describen, con una gran audacia poética, en el libro que lleva su nombre. El tema es el siguiente: ¿Por qué permite Dios los sufrimientos al justo? Estas experiencias han dado ocasión a un espléndido poema filosófico.

Forma parte de la literatura llamada sapiencial. Se trata de un libro poético que relata los sufrimientos de Job y el debate entre sus amigos y él acerca de las causas de su desgracia y del gran problema del sufrimiento.

En prosa se hallan el prólogo, las introducciones a los diversos discursos, particularmente la introducción al discurso de Eliú, y el epílogo que narra la bienaventuranza recibida por Job por la bendición de Dios.

Si el tema del libro es por qué sufren los justos, su objetivo esencial es el de refutar la teoría según la cual el sufrimiento sería una señal de la ira de Dios, y tendría siempre como causa el pecado de aquel que sufre.

El Antiguo Testamento declara con frecuencia que la rectitud atrae la prosperidad, en tanto que la maldad provoca la desgracia. Las excepciones aparentes a esta norma de las retribuciones constituían un motivo de profunda perplejidad.

El antiguo pensamiento hebreo tenía la tendencia a pensar que, por cuanto el sufrimiento era la consecuencia del pecado, todo sufrimiento, incluido el caso de un justo, se debía necesariamente a la comisión de una trasgresión específica.

Sin embargo, esta conclusión es errónea, bien que todos los hombres hayan nacido en pecado y susceptibles de caer. Por otra parte, las personas dependen unas de otras, y los inocentes pueden sufrir a causa de los injustos o de los culpables; la maldad no es siempre descubierta y triunfa en ocasiones, al menos momentáneamente.

Job no pretende ser absolutamente sin falta, pero mantiene que su castigo está más allá de toda proporción con su pecado. Al comienzo del libro, Job es muy rico. Posee varios rebaños de ganado mayor y menor, tiene una multitud de siervos y una numerosa familia.

Satanás pide y recibe permiso para probar la fe de Job. Todos sus bienes le son arrebatados, y después pierde todos sus hijos. Satanás, que no cede en su intento de quebrantar a Job, obtiene a continuación autorización para atacar su cuerpo.

La fe de Job triunfa en medio de todas las pruebas; finalmente recupera con creces su antigua prosperidad. Entre el prólogo y el epílogo, el libro se puede dividir en tres secciones principales, teniendo cada una de ellas tres subdivisiones. El prólogo describe las riquezas y la felicidad de Job.

Primera parte. En la primera subdivisión nos muestra el inicio de las pruebas de Job, la pérdida de sus bienes y de su familia. En la segunda subdivisión: el ataque sobre la propia persona de Job, segunda etapa de los sufrimientos del patriarca. En la tercera subdivisión: llegada de Elifaz de Temán, Bildad de Suh, Zofar de Naama, los tres amigos que venían a “consolar” a Job.

 Segunda parte. La segunda parte contiene la discusión entre Job y sus tres amigos, que hacen cada uno tres discursos, a excepción de Sofar, que sólo toma la palabra dos veces. Job responde a cada discurso. Esta discusión constituye la mayor parte del libro. Los tres amigos se basan en la idea de que el sufrimiento es siempre y necesariamente la consecuencia general.

Como Job acepta este principio general, pero rehúsa su aplicación a su propio caso, se establece un interrogante, aunque al final de la discusión entre ellos la cuestión no queda en absoluto resuelta. Primera serie de discursos: Elifaz habla al principio acerca de la culpabilidad humana, y hace alusión al pecado de Job, pero de manera indirecta.

Job responde que él es inocente. Después Bildad se expresa en el mismo sentido; afirma que Dios no puede ser injusto, y por ello que el hombre tiene que ser culpable. Job de nuevo hace protestas de inocencia, y apela a Dios, y se lamenta de sus sufrimientos.

Zofar, por último, presenta los mismos argumentos, y da a entender de una manera más clara que Job debe haber cometido un pecado concreto. La segunda serie de discursos se halla en los capítulos 12-20.

Los oradores toman la palabra por el mismo orden, y reanudan la misma argumentación. Los amigos de Job se vuelven más vehementes, impacientes con su terquedad. En la tercera serie de discursos, Elifaz acusa abiertamente a Job de un pecado secreto.

Después de nuevas y vivas negaciones de Job, Bildad vuelve de nuevo a su primer argumento, en tanto que  Zofar calla. Durante toda esta discusión, Job, profundamente consciente de su integridad, no puede comprender la aparente dureza de Dios para con él.

Cuanto más aumenta su sufrimiento externo, tanto más agudas son sus luchas internas; pero está decidido, venga lo que viniere, a no dejar a su Dios. Después Job tiene la repentina intuición de que el Señor lo vindicará al final, si no en esta vida, sí en la venidera. Job se llena de esta certeza, y proclama así su fe en la inmortalidad: Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo; y después de deshecha esta mi piel, en mi carne he de ver a Dios.

Job ha llegado con ello al fundamento inquebrantable, del que nada ya podrá hacerlo desviar. En la tercera parte del libro, Eliú hasta entonces en silencio, propone debatir la cuestión a partir de una base diferente.

En lugar de considerar el sufrimiento de los hombres como castigo del pecado, Eliú estima que las aflicciones fortalecen y purifican a los creyentes. Así, no constituyen la expresión de la cólera de un Dios implacable, sino la corrección que inflige en disciplina amante.

La tesis de Eliú hace de él un mensajero del Señor; prepara la intervención divina y aporta un argumento que Job puede considerar y, finalmente, admitir. Después el Señor toma la palabra. Muestra a Job que el conocimiento humano está muy limitado para explicar de una manera satisfactoria el misterio de las dispensaciones divinas.

Job se humilla delante del Señor. Epílogo: Job recupera su prosperidad con creces, doblándola, lo mismo que el número de sus hijos. En cuanto al autor del libro, la probable fecha y autenticidad, ciertos críticos ponen en tela de juicio secciones importantes del libro:

El prólogo y el epílogo. El capítulo 28, poema consagrado a la sabiduría divina. El discurso de Eliú.  La descripción del Leviatán y de Behemot. A todo ello se puede responder que no hay base alguna para atribuir el prólogo y el epílogo a un autor posterior.

Toda la argumentación entre los tres amigos y Job presupone los sufrimientos de este último y la pérdida de sus hijos. Es imposible demostrar que el capítulo 28 sea una interpolación, por mucho que este bello pasaje poético pueda ser considerado como una digresión.  La eliminación de los más bellos pasajes literarios de la obra disminuiría el valor del poema original, y sería un contrasentido pretender que los “interpoladores” tuvieran más genio que el mismo autor.

Lo mismo sucede con la descripción del Leviatán y de Behemot, siendo que el estilo y vocabulario son parejos con el resto del libro. Se rechaza a Eliú con el pretexto de que no aparece en el prólogo; pero no se puede sostener filológicamente que sus discursos pertenezcan a una fecha posterior.

Por otra parte, sus palabras forman una transición necesaria, por cuanto “preparan la intervención del Señor en medio de la tormenta, al describir la majestad de Dios” (J. H. Raven). Si Eliú no es mencionado en el epílogo, es porque no se merecía los reproches dirigidos a los otros amigos de Job.

El desarrollo de la argumentación da testimonio de manera evidente a la unidad literaria de la obra. Los acontecimientos relatados son reales, aunque sean presentados bajo una forma poética. Job fue un personaje histórico, que habitó en el país de Uz; es mencionado en Ezequiel 14:14 y Santiago 5:11.

Por lo general, Uz es situado en Edom. Un hecho notable es que ninguno de los nombres que aparecen en el libro es simbólico. La fecha de redacción es muy debatida, y las estimaciones de los críticos oscilan entre la época patriarcal y el siglo IV e incluso III a.C.

Sin embargo, los manuscritos de Job hallados en el mar Muerto en escritura hebrea arcaica dan evidencia irrefutable de que la obra es ciertamente anterior al exilio babilónico. Hay eruditos que señalan a Moisés, buen conocedor del desierto y de su historia por su estancia en Madián, como redactor.

Otros señalan a Salomón, en el período de oro de la literatura sapiencial. Sin embargo, tampoco es improbable que uno de los participantes en el debate, quizás Eliú, o aún el mismo Job, dejaran memoria escrita de él.

El modo sumamente arcaico de vida que se presenta (riqueza medida en número de rebaños, sacrificios ofrecidos por el cabeza de familia, línea independiente del pacto mosaico, bien que incluida por el noéico) da asimismo evidencia de una fecha muy temprana.

Nada, pues, impide pensar que el libro fuera redactado poco después de los acontecimientos de que informa. En este libro inspirado hallamos un drama terrible (físico, moral y espiritual, un drama integralmente total) de una conciencia pura que afronta una suerte humanamente incomprensible.

Y en medio de todas las perplejidades brilla ya la luz profética del pasaje de la vida nueva en resurrección proveída por el “Goel” o Redentor, luz que alumbra al sufriente Job en medio de lo más negro de la tormenta, y que es un eco anticipatorio de las proclamaciones del Evangelio de la salvación.

(Job 6: 1)= Respondió entonces Job, y dijo: (2) ¡O que pesasen justamente mi queja y mi tormento, y se alzasen igualmente en balanza!

(3) Porque pesarían ahora más que la arena del mar; por eso mis palabras han sido precipitadas.

(4) Porque las saetas del Todopoderoso están en mí, cuyo veneno bebe mi espíritu; y terrores de Dios me combaten.

Esto que Job dice aquí marca una constante en este libro, como también sucede con otros del Antiguo Testamento. Es evidente que no se tenía demasiada información relacionada con Satanás, por lo que los antiguos cargaban a Dios con la responsabilidad de todo lo que ocurría, tanto lo bueno como lo malo.

En referencia a esto, en otro lugar de este mismo libro, leeremos que Job dice, ante la debacle total que le toca vivir: Jehová dio, Jehová quitó. Esta es una expresión que todavía muchos usan como símbolo del conformismo: “Ahora sabemos que esto no es tan así, pero es notorio que Job lo ignoraba.

(5) ¿Acaso gime el asno montés junto a la hierba? ¿Muge el buey junto a su pasto?

(6) ¿Se comerá lo desabrido sin sal? ¿Habrá gusto en la clara del huevo?

La primera respuesta de Job es un prolongado lamento en el que justifica sus quejas, durante todo este capítulo, invocando lo profundo de sus sufrimientos. Expresa su desilusión por ser objeto de estas amargas e inmerecidas críticas de sus amigos, y presenta su punto de vista de que Dios se ha convertido en su cruel perseguidor.

La autocompasión de Job comienza a transformarse en ira y éste empieza a buscar alivio para sus males. Con relación a esto último, es que elabora estas preguntas que tienen que ver con lo obvio. Jamás un asno gemiría si tiene suficiente hierba, como tampoco lo haría el buey. Y luego, en el marco de estas comparaciones, menciona a la sal pero no con un contenido simbólico, sino como una muestra más de algo obvio y dentro de las características químicas del elemento

11 – Dios Ama a Jerusalén

Esto vamos a verlo desde un texto en el libro del profeta Ezequiel. El nombre de este profeta se traduce como”Dios fortalecerá”. Era hijo de Buzi; sacerdote y uno de los cuatro grandes profetas. Fue llevado al exilio con el rey Joaquín el año 597 a.C., once años antes de la destrucción de Jerusalén, y se dedicó a la labor entre los cautivos durante veintidós años.

Cumplió fielmente sus deberes, pronunciando en ocasiones duras reprensiones, pero dando aliento con palabras llenas de gracia. Su profecía está llena de simbolismos y de imaginería. A la muerte de su mujer, le fue prohibido, como señal profética, que expresara ningún dolor ni que llevara duelo.

No solamente proclamó sus profecías, sino que se le ordenó que representara alguna de ellas, a fin de que fueran vistas, además de oídas. Su estilo es vigoroso y rápido. En nuestras Biblias castellanas, Ezequiel figura entre el libro de Lamentaciones y el de Daniel.

En el canon hebreo, estos dos libros se hallaban entre los Hagiógrafos, hallándose Ezequiel justo a continuación de Jeremías. Casi todas las profecías se hallan en orden cronológico y fechado según los años de cautiverio del rey Joaquín. Las secciones del libro se dividen en tres:

Profecías proclamadas antes de la toma de Jerusalén, anunciando su destrucción como consecuencia de sus transgresiones. En el año 5º, el sacerdote es llamado a ser profeta, para lo que le prepara una visión.

A continuación, Ezequiel recibe la orden de predecir la destrucción de la ciudad y de interpretar unas actuaciones simbólicas. En el 6º año denuncia la idolatría de Judá y comunica la visión simbólica de la partida de la gloria de Jehová, que abandona el templo profanado.

Ezequiel alienta a los deportados: siguen siendo el pueblo del Señor, que será para ellos un santuario, los devolverá a la tierra de Israel y les dará un nuevo corazón a los que rectifiquen sus caminos.

Jehová abandona su ciudad por cuanto ella se ha entregado a la incredulidad y a los falsos profetas. Se abatirán los juicios sobre la ciudad, pero Dios otorgará su gracia a los que se arrepienten. El capítulo 19 es una lamentación sobre los príncipes de Israel.

En el 7º año del cautiverio de Joaquín, Ezequiel predice el juicio sobre Israel, que ha profanado el nombre de Jehová ante los gentiles. Hay sin embargo promesas para el futuro; Dios volverá a aceptarlos a causa de Su nombre. Sin embargo, se acuerda de sus rebeliones, cuyo castigo se avecina. En el 9º año representa la parábola de la olla hirviente simbolizando el cerco de Jerusalén.

Profecía sobre el juicio de las naciones. En el 9º año del exilio, se dan profecías contra Amón, Moab, Edom y el país de los filisteos; el año 11º, contra Tiro y Sidón; los años 10º, 27º. 11º y 12º, profecías contra Egipto.

Profecías acerca de la restauración de Israel y de su glorioso futuro. Son proclamadas después de la toma de Jerusalén y de su destrucción por Nabucodonosor. El año 12º del cautiverio de Joaquín, la tarde antes de que llegaran las nuevas de la caída de Jerusalén a Ezequiel, recibió un segundo llamamiento de parte de Dios.

La mano del Señor vino sobre él; el momento en que supo la caída de la ciudad coincidió con el inicio de una nueva etapa de su misión. Se le revela que los israelitas reconocerían, después del juicio, que Jehová es Dios, y que un verdadero profeta había estado en medio de ellos.

Jehová les dará un buen pastor, prefigurado por David; sus enemigos serán castigados; el pueblo será santificado y será restaurado a su tierra. Será como una resurrección; las doce tribus serán reunificadas, y sus adversarios serán destruidos.

En el año 25º de la cautividad de Joaquín, Ezequiel tiene una visión de la restauración del pueblo de Dios: el templo será reconstruido, más grande y totalmente santo. El pueblo, purificado, es aceptado por Jehová.

El culto será renovado, saliendo el río de la vida del mismo templo, dando feracidad a los lugares desiertos; finalmente, habrá el reparto del país entre las tribus y la ciudad santa, que recibe el nombre de Jehová-Sama (Jehová está allí). Se establecerá la Teocracia, en la que la realidad se ajustará al ideal divino.

En cuanto a la autenticidad y contribución particular de Ezequiel, los críticos de la Escuela de Wehausen consideran a este profeta como el padre del judaísmo postexílico. Pretenden ellos que la descripción de la nueva Jerusalén contiene todo un programa que suscita las prescripciones sacerdotales características de Levítico y de Números.

Pero los teólogos que siguen el punto de vista bíblico repudian tal especulación. Bien al contrario, constatan que la legislación levítica es bien anterior a la época de Ezequiel, y que Israel conoció los sacrificios, el culto del santuario, con el ministerio de los sacerdotes y de los levitas, desde la época de Moisés.

El punto de vista que hace del Pentateuco una creación postexílica se encuentra con tremendas dificultades, como lo es la existencia del pentateuco samaritano. Además, Ezequiel, en su visión profética de los caps. 40 – 48, no tenía ni la intención ni la necesidad de crear un origen falso.

La crítica más reciente no se contenta con atribuir estas intenciones al autor. La novedad de su enfoque consiste en poner en duda la autenticidad del libro mismo. Así, para G. Hoelscher solamente 1/10 del libro habría estado escrito por el mismo Ezequiel.

  1. A. Irwin dejaba totalmente a un lado los capítulos 40-48, y del resto solamente conservaba 250 vers.. C.C. Torrey rechazó el libro como un todo, considerándolo un pseudoepigráfico palestino de alrededor del año 230 a.C.

Esta lista, que podría alargarse, es suficiente para mostrar la total incertidumbre sobre la que opera la crítica negativa, basada exclusivamente en la incredulidad en el mundo de lo sobrenatural. No es de sorprender que este ataque lo tenga que sufrir una obra que contiene, lo mismo que Daniel, tantas visiones e imágenes retomadas después por el Apocalipsis.

El estudioso de Ezequiel que lo examine a conciencia y con respeto, se ve, al contrario, sorprendido por sus numerosas pruebas de autenticidad, que los mismos críticos primeros admitían. La disposición y el plan del libro, la cronología precisa, el uso de la primera persona, y el claro mensaje profético, todo ello confirma que Ezequiel es verdaderamente el autor.

El rico aporte de Ezequiel al pensamiento israelita y bíblico reside en su enseñanza espiritual. Se pueden destacar, entre otros puntos: (A) Su concepción acerca de Dios, sumamente alejada del antropomorfismo.

En tanto que otros escritores sagrados representan a Jehová como el pastor del pueblo, reuniendo al rebaño disperso de Israel, pastoreándolo con ternura, Ezequiel muestra, de manera particular, a Dios buscando a sus ovejas extraviadas, librándolas de sus enemigos, restableciéndolas en su país.

Su visión de la nueva Jerusalén: el alto monte, la ciudad santa, tabernáculo de Dios en medio de los hombres, la gloria de Dios que reside en ella; la ciudad cuadrada, que tiene doce puertas, el río de la vida, orillado por árboles cuyas hojas dan sanidad.

Ezequiel contribuye sobre todo a dar una idea de la teocracia que ha de ser establecida en el futuro. Retomando un pensamiento que Jeremías había ya presentado en su enseñanza, Ezequiel insiste en la responsabilidad individual, en la regeneración del pueblo y en la santidad del reino, que tendrá su glorioso cumplimiento en tiempos futuros. La visión de Sión, restablecida y espiritualmente regenerada, queda en adelante de manera perpetua delante de la mirada del pueblo de Dios, como inspiración y poderosa esperanza.

(Ezequiel 16: 1)= Vino a mí palabra de Jehová, diciendo: (2) Hijo de hombre, notifica a Jerusalén sus abominaciones, (3) y di: así ha dicho Jehová el Señor sobre Jerusalén: tu origen, tu nacimiento, es de la tierra de Canaán; tu padre fue amorreo, y tu madre hetea.

Es notorio que cuando habla de Jerusalén, no habla de la ciudad que luego sería histórica en el ministerio de Jesús, sino de la tipología de la iglesia. Y resulta muy llamativo y curioso que, como dato histórico y de referencia, se la difunda como originada en Canaán, con padre amorreo y madre hetea.

Canaán es la denominación antigua de una región del próximo oriente, situada entre el Mar Mediterráneo y el jordán y que abarcaba parte de la franja sirio-fenicia conocida también como el creciente fértil.

En la actualidad se corresponde con el Estado de Israel, la Franja de Gaza y Cisjordania, junto con la zona occidental y algunos puntos de Siria y Líbano. Sus límites estarían en la antigua Gaza al sur hasta la desembocadura del río Orontes al norte, englobando todas las tierras no desérticas del interior, hasta una profundidad de unos ciento cincuenta kilómetros desde la costa del Mediterráneo, algunos kilómetros más allá de la ribera oriental del Río Jordán.

Los amorreos, caracterizados como padre de Jerusalén según este texto, fueron un pueblo de origen cananeo constituido por tribus nómadas muy belicosas que ocuparon Siria, Canaán y la región oeste del Río Éufrates, desde la segunda mitad del tercer milenio antes de la era común.

En el curso de sus correrías llegaron a conquistar en dos ocasiones la ciudad de Babilonia. Se cree que el rey Hammurabi era descendiente de amorreos. Recibían distintos nombres, tales como: amurru (acadio), mar.tu o martu (sumerio), amar (egipcio) y mori (hebreo).

Los hititas, también llamados hetitas o heteos, fueron una población de origen indoeuropeo que se instaló en la región central de la península de Anatolia entre los siglos XVIII y XII a.C., teniendo la ciudad de Hattusa como capital.

Hablaban una lengua propia indoeuropea, usando jeroglíficos propios y en otras ocasiones escritura cuneiforme prestada de la Asiria. Aglutinó a numerosas ciudades-estado de culturas muy distintas entre ellas y llegó a crear un influyente Imperio gracias a su superioridad militar y a su gran habilidad diplomática, constituyéndose así como la “tercera” potencia en Oriente Medio.

Perfeccionaron el carro de combate ligero, empleándolo con gran éxito, y se les atribuye una de las primeras utilizaciones del hierro en Oriente Medio como objeto de lujo. En realidad, en muchos libros de texto, los heteos figuran casi como los inventores de lo que luego sería la aleación llamada acero.

Por todo esto, es notorio que Dios dijo que ese era el origen de Su iglesia, (Y estoy hablando de Su iglesia, no de la tuya o la mía, que quizás están muy lejos de ser las de Él); porque implementó un misterio que luego el Espíritu Santo estaría llamado a revelar.

Canaán es el lugar en el Espíritu que simboliza a Cristo. Esto es: Cristo es el objetivo de la iglesia, no hay otro. El padre amorreo simboliza al guerrero, que no se afinca en ninguna tierra porque es nacido de arriba, y que opera con el fin de conquistar una y otra vez a Babilonia y desactivarla.

La madre hetea, mientras, es la representación del desarrollo del intelecto, la cultura y el conocimiento técnico. Por ser descubridores del hierro y el acero, tienen el símbolo de la estructura literal de la coraza, que es lo que la Biblia determina como la fe.

(Verso 4)= Y en cuanto a tu nacimiento, (Le dice a Jerusalén, recuerda), el día que naciste no fue cortado tu ombligo, ni fuiste lavada con aguas para limpiarte, ni salada con sal, ni fuiste envuelta con fajas.

Aquí está nuestro verso. Siguiendo con ese símbolo perfecto que Dios mismo produce de su iglesia, dice que no fue cortado su ombligo, lo que significa que no es un ser viviente aislado o individual, sino que todavía está unido a quien le dio el ser, esto es: Dios mismo.

El hecho de no ser lavada con agua, significa que sus pecados tienen otra clase de redención y limpieza, y no el antiguo tradicional que luego diera origen al ritual de la inmersión en las aguas para arrepentimiento que produjo en la práctica Juan el Bautista, y a la cual Jesús se sometió “para cumplir con la ley”.

Y cuando dice que no fue salada con sal, está hablando de un viejo ritual tradicional que se hacía con los recién nacidos como método supuestamente eficaz para prevenirlo de futuras infecciones. Como será esta costumbre que el bautismo católico romano por aspersión, incluye la colocación de algunos granos de sal gruesa, cosa que muchos sacerdotes realizan sin saber sus causas y, obviamente, padres y madres de los niños reciben con beneplácito suponiendo que es algo divino.

La colocación de fajas en los niños pequeños, tenía varias motivaciones o causas. Una de ellas, era abrigarlos contra el frío, otra impedir que sus extremidades inferiores se desarrollaran torcidas, y una más, impedir cuando el niño ya crecía, que pudiera movilizarse por sus medios en desconocimiento de sus padres.

En este caso, es natural que esto no se hiciera con la iglesia del Señor porque, Él es nuestro abrigo y nuestra fortaleza, nuestro desarrollo está relacionado con nuestra relación personal con Él y, esencialmente, se nos deja total y absoluta libertad porque en libertad fuimos creados.

12 – ¡Arrepentíos! ¡Arrepentíos!

Sofonías, cuyo nombre quiere decir “Jehová ha escondido, protegido”, fue un profeta. Su linaje es indicado hasta Ezequías, de quien es la cuarta generación. Se trata probablemente del rey Ezequías, rey de Judá.  Los argumentos que apoyan esta suposición son:

En contraste con los otros profetas, que no mencionan más que a su padre, Sofonías se remonta hasta la cuarta generación.  La tradición rabínica afirma que Sofonías descendía efectivamente del rey Ezequías.

La evidencia interna del libro de Sofonías muestra que el profeta conocía bien la corte y la aristocracia judías. Sofonías vivió bajo el reinado de Josías, con quien estaba asimismo emparentado, y a quien ayudó durante la reforma que tenía como propósito la restauración del culto a Jehová.

El noveno de los Profetas Menores. La época indicada por Sof. 1:1 está confirmada por los siguientes hechos: Gat no figura en la lista de las ciudades filisteas enumeradas. Nínive no ha sido aún destruida. No se hace alusión a los caldeos.

Mensaje esencial del libro: Dios juzgará el mundo entero. Divisiones:  El castigo universal será tan terrible como el Diluvio. La idolatría y apostasía desaparecerán de Jerusalén. El juicio de Jehová azotará el país de Judá.  En aquel gran día Jehová castigará a todos los hombres inicuos.

Llamamiento al arrepentimiento, único camino a la salvación. Los humildes, los que temen a Dios, son exhortados a buscar la liberación en Jehová. Él castigará la iniquidad de las otras naciones. Jerusalén rehúsa arrepentirse, por lo que no escapará, el Señor, que mora en ella, es justo.

Bendiciones después de los juicios. Las naciones invocarán a Jehová. El residuo de Israel pondrá en Él su confianza y será santo. El Señor reinará, dará abundante bendición a Su pueblo entonces reunido y hecho objeto de alabanza en medio de las naciones.

Fecha. El profeta ejerció su ministerio durante la primera parte del reinado de Josías (640-608 a.C.), indudablemente antes de la gran reforma del año 621 a.C. Esto queda confirmado por las alusiones a la presencia de culto idolátrico y a Asiria.

El enemigo del que habla Sofonías pudieran ser los escitas, que, según Herodoto, invadieron en esta época parte de Asia y de la costa del Mediterráneo, a no ser que el profeta tuviera ante sí la futura conquista devastadora de Nabucodonosor. Su libro puede situarse entre el año 626 y 621 a.C.

(Sofonías 2: 1)= Congregaos y meditad, oh nación sin pudor, (2) antes que tenga efecto el decreto, y el día se pase como el tamo; antes que venga sobre vosotros el furor de la ira de Jehová, antes que el día de la ira de Jehová venga sobre vosotros.

Aquí, para situarte, el llamado de Sofonías está dirigido a la pecadora Judá, para que se arrepienta y pueda ser restaurada. Cuando les dice que se congreguen, no vayas a pensar en un culto como los que conoces ni mucho menos.

Es un llamado a constituirse una asamblea con la finalidad de orar, clamar y pedir, para ver si de ese modo se puede evitar un juicio aparentemente inapelable de Dios. Ellos manifestaban dos posiciones muy claras opuestas a Dios: no lo deseaban y, por esa misma razón, nada podían alegar a su favor.

(3) Buscad a Jehová todos los humildes de la tierra, los que pusisteis por obra su juicio; buscad justicia, buscad mansedumbre; quizás seréis guardados en el día del enojo de Jehová.

(4) Porque Gaza será desamparada, y Escalón asolada; saquearán a Asdod en pleno día, y Ecrón será desarraigada.

De nuevo el autor aprovecha vocablos que suenan de manera similar para dramatizar las calamidades de las que habla. Gaza, Escalón, Asdod y Ecrón, eran florecientes ciudades-estados que quedarían desoladas. El momento menos probable para los ataques, dice que sería en pleno día por causa de que era el momento donde mayor calor hacía.

(5) ¡Ay de los que moran en la costa del mar, del pueblo de los cereteos! La palabra de Jehová es contra vosotros, oh Canaán, tierra de los filisteos, y te haré destruir hasta no dejar morador.

Dice dos cosas que merecen una aclaración. No porque esa aclaración sea valiosa desde lo espiritual, pero sí para ubicar al lector en una instancia donde, hasta estas pequeñas cosas tienen su valor. Lo primero es que esa costa del mar de la que se habla, era el litoral del Mediterráneo, entre Egipto y Jope. En cuanto al nombre de cereteos, deriva de Creta.

(6) Y será la costa del mar praderas para pastores y corrales de ovejas.

En lugar de asiento de populosas ciudades, la región se convertirá en praderas para pastores y cría de ovejas. Tiene fundamentos sobrados en lo literal, pero también un contacto en el plano espiritual a partir del símbolo antiguo: Dios jamás quiso ciudades. Por ello Caín lo desobedeció al fundar la primera.

(7) Será aquel lugar para el remanente de la casa de Judá; allí apacentarán; en las casas de Escalón dormirán de noche; porque Jehová su Dios los visitará y levantará su cautiverio.

Aquí ya no caben dudas, es de nivel profético y simbólico. Normalmente, se mencionan cinco ciudades de Filistea. Gat se omite aquí, aunque fue conquistada por David. Pero lo más valioso es la mención del remanente.

Aquí, en lo literal, se refiere en parte a los que regresaban de la cautividad babilónica. En sentido amplio, alude a la futura iglesia de Dios. Para algunos estudiosos de la Biblia, también se refiere a un remanente judío que ocupará físicamente el territorio de Israel en los últimos tiempos.

Allá visiones historicistas, cientifistas, humanistas, geopolíticas y sociales. Cada uno es dueño de ver las cosas de Dios conforme a lo que hay morando en su corazón. Yo prefiero entender que está hablando del remanente que hoy, pleno siglo veintiuno, también está regresando de Babilonia, que es la iglesia falsa y paralela, imitación bochornosa de la genuina de Dios en el planeta.

(8) Yo he oído las afrentas de Moab, y los denuestos de los hijos de Amón con que deshonraron a mi pueblo, y se engrandecieron sobre su territorio.

Hay algo que está implícito aquí que, si los creyentes genuinos no lo tuvieran en cuenta, redundaría en contra de su futuro en el camino. Dice “yo he oído” dando a entender que, aunque Dios no castiga, tal como se lo muestra por allí, siempre guarda memoria de las ofensas que recibe.

(9) Por tanto, vivo yo, dice Jehová de los ejércitos, Dios de Israel, que Moab será como Sodoma, y los hijos de Amón como Gomorra; campo de ortigas, y mina de sal, y asolamiento perpetuo; el remanente de mi pueblo los heredará.

Dios afirma que sí existe, a fin de garantizar la certeza de su juicio. Solamente tenían que recordar a Sodoma y Gomorra para convencerse que las advertencias de Dios debían ser tomadas en serio.

La promesa de la tierra para el remanente tiene importancia para los exiliados que regresen de Babilonia; como en el verso 7, para algunos estudiosos de la Biblia, también alude a un remanente que en los últimos tiempos ocupará ciertos territorios en su calidad de un  Israel histórico restaurado.

Tengo obligación por una simple cuestión de ética ministerial, de suministrar toda la información que exista respecto al tema del que hable, pero tú ya sabes muy bien que para mí, las cosas de Dios ingresan por un área que no es precisamente la informativa.

Llama poderosamente la atención que, en este texto, la mención de las minas de sal que existían en la zona de Sodoma y Gomorra, esté citada en conjunto con la existencia de ortigas. Yo recuerdo experiencias de niño con esta peligrosa planta.

Es una herbácea de la familia de las Urticáceas, con tallos prismáticos de seis a ocho decímetros de altura, hojas opuestas, elípticas, agudas, aserradas por el margen y cubiertas de pelos que segregan un líquido urente, flores verdosas en racimos axilares y colgantes, las masculinas en distinto pie que las femeninas, y fruto seco y comprimido.

Lo que le faltó decir a esta información, es que ese líquido urente que es segregado por los pelos que tienen las hojas, es sumamente irritable al simple contacto. Que nadie se imagine lo que significa tocar una ortiga cuando se camina descalzo por un campo. Para entender todo su significado será conveniente leer el resto del capítulo.

(10) Esto les vendrá por su soberbia, porque afrentaron y se engrandecieron contra el pueblo de Jehová de los ejércitos.

(11) Terrible será Jehová contra ellos, porque destruirá a todos los dioses de la tierra, y desde sus lugares se inclinarán a él todas las tierras de las naciones.

Los moabitas y los amonitas, descendientes de Lot, eran países vecinos ubicados en las cercanías de los sitios donde un día se levantaron Sodoma y Gomorra, al este del Mar Muerto. Afrentas y denuestos contra el pueblo del Señor de los ejércitos lanzaron a estos dos implacables enemigos, quienes periódicamente mostraban su arrogancia violando las fronteras de Israel; ahora la debilidad de Judá les ha dado ocasión para la beligerancia.

Dice que ahora destruirá, es decir que literalmente, “hará que se esfumen todos los dioses de este mundo”. Los expulsará de sus reductos y desde sus lugares. Esto, interpretado mesiánicamente, significa que la gente no tendrá ya que acudir a Jerusalén para adorar a Dios; desde donde quiera que estén tendrán acceso a Él a través de Jesús.

Lo actual si es que quieres extraer de esto algo para el día de hoy, lo dice en el inicio del verso 10. Dice que esto les vendrá por su soberbia. ¿Y como manifiestan esa soberbia? Dice que haciéndose los grandes ante el pueblo de Dios. ¿Has conocido a alguien así en los últimos años?

(12) También vosotros los de Etiopía seréis muertos con mi espada.

Hay que aclarar que los de Etiopía eran aliados cercanos de Egipto. Y en cuanto a la espada de Nabucodonosor, la historia es clara cuando muestra que se convirtió en un instrumento del juicio de Dios cuando conquistó Egipto, durante el reinado del hijo del monarca Josías.

Perdón… ¿He leído bien? ¿Usted me está queriendo decir que la espada de Nabucodonosor, un rey impío, fue usada por Dios para juicio? – Sí, eso es lo que digo. – Pero entonces… ¿Adonde queda el símbolo de Babilonia como iglesia falsa? – Queda aquí mismo. ¿O tú no puedes creer que Dios usó, usa y usará a la iglesia falsa para juicio de aquellos que traicionen su nombre?

(13) Y extenderá su mano sobre el norte, y destruirá a Asiria, y convertirá a Nínive en asolamiento y en sequedal como un desierto.

(14) Rebaños de ganado harán en ella majada, todas las bestias del campo; el pelícano también y el erizo dormirán en sus dinteles; su voz cantará en las ventanas; habrá desolación en las puertas, porque su enmaderamiento de cedro será descubierto.

(15) Esta es la ciudad alegre que estaba confiada, la que decía en su corazón: Yo, y no más. ¡Como fue asolada, hecha guarida de fieras! Cualquiera que pasare junto a  ella, se burlará y sacudirá su mano.

Nada parecía más improbable que la destrucción de Asiria, la cual había conducido a las diez tribus norteñas a la cautividad. Muros de más de treinta metros rodeaban a Nínive a lo largo de noventa kilómetros.

Los muros eran tan anchos que tres carros podían moverse uno junto al otro por sus rampas. Con sus mil quinientas torres de vigía, Nínive creía justificado vanagloriarse. Por eso es que decía: “Yo, y no más”, esto es: nosotros, nuestra denominación, acaso nuestro templo, y nadie más. Dios es justo.

Dice que los rebaños harán majada. ¿Qué es un rebaño? Un rebaño es un hato grande de ganado, especialmente del lanar. También es el conjunto de personas que se mueven gregariamente o se dejan dirigir en sus opiniones, gustos, etc. ¿Te resulta conocido?

La Biblia siempre ha hablado de rebaño cuando se refiere a la comparación de los creyentes con ovejas, pero la iglesia ha optado por el redil, que no es lo mismo. Un redil es un aprisco cercado con un vallado de estacas y redes, o de trozos de barrera armados con listones.

Es un lugar cerrado donde se guarda el ganado menor durante la noche. Había numerosos rediles fijos, rodeados de un muro de piedra, a los que se entraba por una puerta. A menudo se protegía la parte alta del muro con ramas de arbustos espinosos.

Los rebaños descansaban en el interior del recinto, al aire libre, pero indudablemente había también en la antigüedad, como en nuestros días, unas construcciones bajas situadas en una zona abrigada del lugar, y destinadas a resguardar a los rebaños del frío de la noche.

Ciertos rebaños se pasaban las noches en una dehesa, bajo la vigilancia de un pastor subalterno, que guardaba la entrada. Al llegar la mañana, los pastores volvían al recinto, abriéndoles la puerta el portero. Cada pastor llamaba a sus ovejas, que reconocían su voz.

Se preparaban también rediles provisionales, en los pastos alejados, hechos con ramas espinosas entrelazadas. Las cuevas y otros abrigos naturales servían también de protección a los animales durante la noche.

Los pastores acampaban con sus rebaños. Sobre los pastos altos, expuestos a incursiones de ladrones o de clanes enemigos, se erigían torres, en cuya proximidad pastaban los animales. Los ganados mayores y menores pasaban las noches dentro de estas torres.

Luego habla del Pelícano, cuyo nombre significaba probablemente “el que vomita”. Según la Ley, se trata de un ave impura. Vivía en el desierto, en las ruinas. Se trataba posiblemente del pelícano común, “Pelecanus onocrotalus”, blanco, con tintas de un rosa claro, aunque frecuenta los ríos y lagos con preferencia a las ruinas, a no ser que estén rodeadas de pantanos.

Ave palmípeda, tiene las patas admirablemente adecuadas para el medio acuático, aunque también puede posarse en los árboles. Posee un largo pico cuya parte inferior tiene un fondo membranoso, donde el ave transporta el pescado para alimentar a sus polluelos.

La altura del pelicano varía de 1,50 a 1,80 m.; su envergadura, que sobrepasa generalmente los 3,5 m., llega en ocasiones a los 4 m. Esta ave, infrecuente en el mar de Galilea, se halla esparcida por las riberas del Nilo y por los lagos egipcios de aguas someras.

En cuanto al Erizo, la palabra se aplica tanto al erizo como al puerco espín. El Puercoespín es un mamífero roedor que habita en el norte de África, de unos 25 cm de alto y 60 de largo, con cuerpo rechoncho, cabeza pequeña y hocico agudo, cuello cubierto de crines fuertes, blancas o grises, y lomo y costados con púas córneas de unos 20 cm de longitud y medio de grueso, blancas y negras en zonas alternas. Es animal nocturno, tímido y desconfiado, vive de raíces y frutos, y cuando le persiguen, gruñe como el cerdo.

13 – Sal y Luz de la Tierra

Ahora vamos a comenzar con lo que hay respecto a la sal en el Nuevo Testamento. La palabra que incursionaremos primero, es la palabra JALAS y, si bien se traduce como sal, en una ampliación de su significado, se llega curiosamente al término Prudencia.

En el primer texto que hallamos esta palabra, es en el capítulo 5 del evangelio de Mateo. “Maththaios”, o “Matthaios”, del hebreo, MATTITHYAH que se traduce como “don de Jehová”. Era un cobrador de impuestos, también catalogado como publicano.

Judío al servicio de Roma o de Herodes. Llamado por Cristo, en Capernaum, para que fuera su discípulo, lo obedeció de inmediato, abandonando sus funciones. Jesús lo eligió pronto como uno de los doce. En Marcos 2:14 y Lucas 5:27 figura bajo el nombre de Leví hijo de Alfeo.

La razón de los dos nombres es que, en primer lugar, no era cosa infrecuente que los judíos los tuvieran. Además, es posible que Leví recibiera el nombre de Mateo al venir a ser discípulo. En las listas de los doce, y como autor del primer Evangelio, este Leví es siempre llamado Mateo.

Su admisión al grupo de los discípulos llevó a otros miembros de esta despreciada clase a que siguieran a Jesús, atrayéndose con ello la hostilidad de los fariseos; esta hostilidad se manifestó durante el banquete que Mateo, recién convertido, ofreció a Jesús.

“Publicanos” y “pecadores” acudieron a este convite. El Señor respondió a los escandalizados fariseos: No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento. Mateo dice sencillamente que la cena tuvo lugar “en la casa”; pero por Marcos 2:15 y Lucas 5:29 el lugar de este gran festín fue su propia mansión.

Se ha intentado identificar a Alfeo, padre de Mateo, con el padre de Santiago el Menor. Pero Mateo y este apóstol no figuran juntos en la enumeración de los otros hermanos, en tanto que esto es lo que sucede con los otros hermanos.

Después de la resurrección de Jesús, Mateo se encuentra junto con los otros apóstoles, y después de ello ya no es mencionado más en el Nuevo Testamento. La tradición afirma que predicó al principio entre los judíos, lo que es plausible, en vista del carácter marcadamente judaico de su Evangelio. De allí tomamos un pasaje que es un verdadero clásico al respecto.

(Mateo 5: 13)= Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿Con que será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres.

(14) Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder.

(15) Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa.

(16) Así alumbre vuestra luz delante de los hombres para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.

Las bienaventuranzas, otro clásico de la Biblia, describen con perfección el carácter esencial de los ciudadanos del Reino de Dios, y las metáforas de sal y luz indican su saludable influencia sobre la sociedad secular a medida que se ponen en contacto con ella.

Un versículo para mencionar la validez de la sal, y los tres restantes para referirse a la luz. ¿Habrá que considerarla más importante? No es tan así. Lo que ocurre es que una cosa es alumbrar el entendimiento de los ciegos y otra sazonar con condimento la apatía humana.

Además de las referencias a la luz física como existente con independencia del sol, y emanando después del sol como gran lumbrera, este término se usa en las Escrituras de una manera muy destacada en sentido moral.

La luz de Dios es su palabra por la que se revela, y por la que no sólo revela los peligros que existen en esta escena, sino que además actúa como lámpara para mostrar el verdadero camino. El salmista pide a Jehová que alce sobre él la luz de su rostro, y declaró que el mismo Jehová era su luz.

Así como la luz natural da vigor y salud al cuerpo, así la luz de Dios da gozo y fortaleza al alma. “Dios es luz”, y el Señor Jesús vino a la tierra como la luz verdadera que alumbra a todo hombre. No sólo manifestó con su presencia todo el mal en el mundo y lo falso de las pretensiones de los conductores de Israel, sino que la vida era la luz de los hombres.

Los cristianos son luz en el Señor, y son exhortados a caminar como hijos de luz. En medio de las tinieblas tienen que resplandecer como luces en el mundo. Sobre ellos descansa una grave responsabilidad, pues no deben empañar el brillo que debería caracterizarles como teniendo en sus corazones la luz de la gloria del Señor.

Si la luz en el cristiano se vuelve tinieblas al no caminar en la realidad del camino de Cristo, ¡cuán grandes son las tinieblas! Se ha dicho que la luz describe muy apropiadamente a Dios. La luz, invisible ella misma, lo manifiesta todo.

Los cristianos, como ya se ha señalado, son luz en el Señor, y por ello manifiestan las infructíferas obras de la carne. En cambio, de ellos no se dice lo que se dice únicamente de Dios, que sean amor, porque el amor es la fuente soberana de la actividad en Dios. Dios es luz y Dios es amor. El cristiano es luz en el Señor, y somos exhortados a amarnos unos a otros, como Él nos ha amado.

Teniendo en cuenta la etimología que al principio de este bloque hemos descripto, lo que se nos está demandando es aportarle nuestra prudencia al planeta. Y cuando se habla de prudencia, se habla de lo que la palabra significa y no de lo que mayoritariamente hemos creído ver en ella.

Prudencia es, esencialmente, cautela, moderación, buen juicio, sensatez y, fíjate que casualidad: templanza, que como todos sabemos, es uno de los denominados “frutos del Espíritu Santo”. Prudencia es, en suma: la virtud que consiste en discernir y distinguir lo que es bueno o malo, para seguirlo o huir de ello.

Esto nos muestra con claridad, entonces, que cuando se nos dice que somos sal de la tierra, conforme a este término utilizado por el evangelista, se nos está demandando conducir al mundo a los lugares donde impera el bien, dejando de lado al mal que condena y destruye.

14 – Discípulos con Precio

Es uno de los principios básicos del evangelio de Jesucristo: hacer discípulos. Que luego nosotros hayamos inventado otras variantes, tales como: ganar almas, sumar miembros, conseguir adeptos, lograr simpatizantes o añadir adherentes, es un tema aparte. Dios fue claro: discípulos.

Jesús tiene un pequeño discurso al respecto en el evangelio de Lucas, que luego da paso a una mención de la sal, que es lo que estamos revisando y escudriñando. Lucas, cuyo nombre en griego era  LOUKAS, que a su vez era un diminutivo de Lucanus o Lucius, era un médico y evangelista, amigo y compañero del apóstol Pablo.

Él une sus saludos a los del apóstol en las epístolas escritas desde Roma a la iglesia en Colosas y a Filemón. Pablo, dirigiéndose a los colosenses, designa a Lucas como el médico amado; en la carta a Filemón pone su nombre entre los de sus “colaboradores”.

Lucas volvió a estar con Pablo en Roma cuando escribió la Segunda Epístola a Timoteo; en ella Pablo rinde un emocionante testimonio: Sólo Lucas está conmigo. El Nuevo Testamento sólo menciona el nombre de Lucas en estos tres pasajes.

Hay la cuestión de quién fuera el Lucio de Hechos 13:1 y de Romanos 16:21. Es el autor del tercer Evangelio y de los Hechos. Ya desde el siglo II la tradición atribuye estas dos obras a Lucas, de las que es indiscutiblemente el autor.

En Hechos se nos revela que Lucas participó al menos en parte de los últimos viajes de Pablo, por cuanto emplea la segunda persona en plural, “nosotros”, etc. Estos pasajes muestran que Lucas acompañó a Pablo en su viaje a Troas durante el segundo viaje misionero, y que lo acompañó a Filipos.

Después de partir para el tercer viaje, Lucas se reunió con Pablo en Filipos y los siguió a Jerusalén. Durante los dos años de encarcelamiento de Pablo en Cesarea es posible que Lucas se quedara en Palestina, porque se embarcó con Pablo desde Cesarea rumbo a Roma cuando el apóstol era enviado a presentar su causa ante César.

El apóstol establece una distinción entre sus compañeros surgidos del judaísmo y Lucas, que provenía de la gentilidad. Una tradición muy antigua y plausible lo hace originario de Antioquía de Siria. En todo caso, Lucas conocía a fondo la iglesia de Antioquia, y se interesaba en ella de manera particular. No se conoce ni la fecha ni las circunstancias de su muerte.

(Lucas 14: 25)= Grandes multitudes iban con él, (con Jesús) y volviéndose, les dijo: (26) si alguno viene a mí y no aborrece a su padre, y madre, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aún también su propia vida, no puede ser mi discípulo.

Las multitudes que se mencionan en el principio del texto, eran atraídas por los milagros que se realizaban por la mano de Jesús, al tiempo que esperaban el establecimiento de un reino terrenal. Siempre que salió alguien a liderar a la iglesia hacia su destino trascendente, se sumaron muchos que veían en ello una expresión política.

Quiero que entiendas muy bien que, en este texto, no se utiliza el término “aborrecer” conforme a lo que podemos interpretarlo hoy nosotros, que es tener aversión o rechazo hacia alguien o algo, sino en otra de sus acepciones relacionadas con las aves.

En un buen diccionario de la Real Academia de la lengua española, podemos leer que “aborrecer”, además de lo mencionado, también significa: “dejar o abandonar el nido, los huevos o las crías, las aves.” Esa sí que encaja perfectamente con el sentido que Jesús le otorga.

Porque es un factor de desprendimiento emocional y sentimental, lo que se requiere en un verdadero discípulo. Que viene a ser, si lo observas con cuidado, una especie de síntesis de lo que luego estudiaremos como negación a cualquier clase de idolatría, si se entiende como tal, colocar a cualquier persona o cosa por delante de Dios.

(27) Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo.

Lo que se pretende dar a conocer aquí, con esta expresión que tantos malos entendidos ha producido dentro de las congregaciones, es que si un discípulo no hace morir su egocentrismo y se prepara para resistir la probabilidad de sufrimiento, no está en el nivel de aptitud requerido.

Veamos: ¿Con que intención de obligaba a un condenado a la crucifixión a llevar sobre sus hombros el pesado madero del que luego colgaría hasta morir? ¿Era necesaria esa crueldad? No, pero se la cumplía como forma de humillación pública del condenado antes de su ejecución.

Entonces, de esa simple mención histórica, se puede deducir fácilmente que “llevar la cruz” no es ir en búsqueda de sufrimientos, como muchos han entendido ingresando consciente o inconscientemente en el masoquismo, sino simplemente “quemar” nuestro Ego mediante humillación voluntaria.

¿Esto implica que quizás deberemos cometer acciones tendientes a que la gente se nos burle o degrade? ¡No! ¡En absoluto! ¡Eso no sería digno de un hijo del Señor! Lo que sí debemos hacer es no caer en la grosería ambiente de escatimarle la gloria a Dios por las manifestaciones de su poder, haciéndola recaer en nosotros, como ministros con nivel de “estrellas”.

(28) Porque, ¿Quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla?

(29) No sea que después que haya puesto el cimiento, y no pueda acabarla, todos los que lo vean comiencen a hacer burla de él, (30) diciendo: este hombre comenzó a edificar, y no pudo acabar.

(31) ¿O que rey, al marchar a la guerra contra otro rey, no se sienta primero y considera si puede hacer frente con diez mil al que viene contra él con veinte mil?

(32) Y si no puede, cuando el otro todavía está lejos, le envía una embajada y le pide condiciones de paz.

(33) Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.

Fíjate muy bien en los ejemplos que Jesús les da respecto a la importancia y la responsabilidad del discipulado. Erigir un edificio público es muy costoso, mientras que librar una guerra, es altamente peligroso, lo cual ilustra el costo y el peligro a que los discípulos de Jesús deben hacerle frente.

El discipulado tal como Jesús lo pensó y planificó, y que no siempre es seguido fielmente por lo que hoy llamamos “la iglesia”, significa la total renuncia a nuestros intereses egoístas simplemente por amor a Jesús.

¿A quién se le pudo haber ocurrido la feliz idea de predicar un discipulado pleno en fiestas, gozo y vidas tranquilas y prósperas, con la sola intención de no asustar a la gente con propuestas menos atractivas? Al hombre. Pero lo peor, al hombre que luego dice ser “siervo del Señor” o casi delegado personal de Dios en la tierra.

Hay tres palabras que tienen que ver con los hijos del Señor: Mansos, Pacíficos y Creyentes. Mucho cuidado de no caer en la trampa satánica de confundirlas con otras tres que suenan fonéticamente muy parecidas pero que son la antítesis: Mensos, Pasivos y crédulos.

Pablo muestra tener un concepto sumamente claro de lo que significa ese discipulado cuando, en su carta a los Filipenses, expresa en el capítulo 3 y verso 7: Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo.

Tuve que vivir en carne propia algo parecido cuando llevaba cinco años en la iglesia pensando que por mi capacidad profesional Dios prácticamente me iba a aplaudir y felicitar. Sin embargo, no pude hacer ni siquiera el boletín interno de la congregación hasta que no pasé toda mi “capacidad” y mi “talento” por la cruz.

En cuanto a renunciar a todo lo que se posee, esto no implica que quien desee ser un discípulo cabal del Señor tenga que desprenderse de sus bienes o posesiones. Nadie puede discutir el ministerio que hoy todavía lleva adelante el evangelista Carlos Anacondia, y sin embargo en su momento, Dios lo detuvo cuando estaba dispuesto a vender una empresa que poseía de su época de inconverso. Dios le mostró que podía mantenerla dando trabajo a su familia y prosperar debidamente, además de dedicar su tiempo a servir al Señor.

Esto, a veces conlleva el peligro real de ceder a las insinuaciones de falsos líderes que, con la finalidad de quedarse con esas posesiones, aconsejan a los que tienen un llamado a que se deshagan de las cosas que ellos, “desinteresadamente”, custodiarán. He visto quedarse sin nada a muchos santos por causa de confiar en personajes de este estilo. Mansos, no mensos.

(Verso 34)= Buena es la sal; mas si la sal se hiciere insípida, ¿Con que se sazonará?

(35) Ni para la tierra ni para el muladar es útil; la arrojan fuera. El que tiene oídos para oír, oiga.

Bajo el antiguo pacto, Israel fue llamado a vivir en santidad, no como las demás naciones, principalmente en las cuestiones externas de la Ley. Sin embargo, Jesús llama a su gente a una santidad que procede del corazón.

La santidad es, ahora, la manifestación de la lealtad personal a Dios, y de la realización de la plenitud de frutos originalmente concebida para la humanidad. Sé siempre leal a Dios. Abandona ya mismo cualquier ambición personal que pudiera comprometer tu servicio.

La sal, aquí, está en un contexto coherente con aquello de que somos la sal del mundo. Para darle un sabor exquisito a la sociedad secular, los discípulos de Jesucristo deben mantener un espíritu de sacrificio, sin necesidad de llevarlos a cabo porque Él ya lo hizo por todos.

Porque, fíjate que se nos dice que la sal, (Esto es: nosotros) es buena, pero no puede correr el riesgo de volverse insípida. Algo insípido, (Toma nota) es algo falto de sabor, o que no tiene el grado o la calidad de sabor que debería tener.

Pero en otra acepción quizás menos conocida que la clásica, algo insípido es, también, algo falto de espíritu, viveza o gracia. Ahora te pregunto: ¿Cómo está tu iglesia, tu congregación local esa a la que asistes desde hace tanto tiempo?

Si no hay un espíritu de adoración, de alabanza, de amor o de sacrificio vivo, no estás cumpliendo tu rol de sal. Si es un templo espiritualmente muerto y la gracia de Dios no parecería haber pasado ni cerca de ella, no estás cumpliendo tu misión. – ¡Pero hermano! ¿Cómo voy a hacerlo yo solo? – No dije eso: dije que cumplas tu parte. De los demás, Dios se hará cargo. Tú ve y haz lo que se te ha ordenado.

Pero eso no es todo. Porque luego remata el concepto diciéndote que, si la sal (O sea: tú mismo) no sazona como debe al mundo, no sirve ni siquiera para echarla al muladar. ¿Alguna vez te tomaste el trabajo de indagar que cosa es un muladar?

Un muladar es el lugar o el sitio en el que se echa el estiércol o la basura de las casas. También se le llama así a aquello que ensucia o infecta material o moralmente. Es decir que, como puedes ver, si no estás en el mundo para darle sabor, contenido o valores, no eres útil ni para ir a parar al peor y más infecto lugar de la sociedad.

Y la duda final que nos queda con este bloque, es: ¿Qué cosa llamaremos “fuera”, visto desde el ángulo que estamos estudiando? No me atrevo a ser demasiado contundente porque a las verdades de Dios siempre hay que probarlas con dos o tres testigos, pero puedo adelantarte que todos los creyentes oramos para estar dentro y no fuera de los planes y la consideración del Padre.

15 – Poseedores de Gracia

Esta mención se puede examinar leyendo con atención toda la epístola, (Esencialmente el capítulo cuarto), que el apóstol Pablo le envía a los Colosenses. Que no son los integrantes de un equipo de fútbol, como cierta vez supuso un niño en la escuela dominical, sino gente que vivía en un lugar llamado Colosas.

Era una ciudad ubicada sobre el río Lico en Frigia, Asia Menor. Parece que Pablo no había todavía visitado la ciudad cuando escribió su carta a la iglesia allí; pero puede que lo hiciera después en sus viajes, o desde Éfeso.

Esperaba poder visitarlos pronto, porque allí vivían Filemón y Onésimo. Colosas había sido una ciudad importante, y vio su decadencia con el surgimiento de Hierápolis y Laodicea. En cuanto a la Epístola del apóstol, preso, escrita probablemente el año 62 d.C., durante su primer cautiverio de dos años en Roma.

Ciertos historiadores piensan que esta epístola fue escrita en Cesarea. Pablo no había predicado nunca en Colosas, cosa que se demuestra por Colosenses 2:1. Parece, en base a Colosenses 1:7, que Epafras había fundado esta iglesia, o que, al menos, ayudó a establecerla; pudo haberse fundado mientras que el apóstol Pablo trabajaba en Éfeso.

Epafras fue a reunirse con el apóstol Pablo, y las nuevas que le dio hicieron que escribiera esta carta. Tíquico fue el mensajero que la llevó; Pablo le confió también la carta destinada a Éfeso, redactada en la misma época.

Onésimo, que acompañó a Tíquico, llevaba la carta dirigida a un habitante de Colosas, Filemón, de quien Onésimo había sido esclavo. Arquipo, era probablemente hijo de Filemón. Los saludos muestran que si Pablo no había trabajado personalmente en Colosas, sus amigos habían estado activos y le habían dado a conocer bien a ciertos colosenses.

Filemón era uno de sus convertidos; es posible que hubiera sido convertido en la ciudad de Éfeso. Los informes de Epafras le revelaron al apóstol que unos falsos maestros orientaban a los colosenses hacia el ritualismo, al ascetismo, y hacia las vanas especulaciones filosóficas.

Estos falsos maestros eran judíos. Se distinguían por su ascetismo, que posiblemente recibieran de la secta judía de los esenios. Profesaban además una filosofía mística que aparentemente se envanecía de un conocimiento trascendente de las cosas divinas.

Incluso habían introducido el culto a los ángeles, lo que atentaba a la todo-suficiencia y supremacía de Cristo. Estos seductores diferían de los judaizantes a los que se opuso Pablo en la Epístola a los Gálatas.

Representaban una nueva forma de error y parece que fueron, en ciertos respectos, los precursores de los gnósticos. Unían al ritualismo la tendencia a la teosofía característica del pensamiento oriental, y estos dos errores demandaban, para el apóstol, una refutación inmediata.

La Epístola a los Colosenses se divide en 4 partes: (a) Introducción y acción de gracias; (b) sección doctrinal; (c) exhortaciones prácticas; (d) La que veremos, con los saludos finales. La parte doctrinal es sumamente importante; Pablo empieza con una oración para que aumente en los colosenses el conocimiento de la voluntad de Dios de cara a una vida santa y fructífera.

A continuación describe magistralmente la preeminencia de Cristo, imagen del Dios invisible, Señor supremo del universo, y cabeza de la Iglesia. A renglón seguido, en el capítulo 2, confrontando a los propagadores del error, el apóstol presenta la evidencia de la plenitud que los creyentes tienen en Cristo, habiendo triunfado definitivamente sobre todos sus enemigos espirituales.

Afirma a los cristianos que solamente la unión con Cristo, mediante el bautismo del Espíritu Santo y la fe, les permitirá experimentar el hecho de la plena salvación. En respuesta a las pretensiones del ascetismo, les exhorta a la práctica de una vida conforme a las exigencias de la moral y del orden social.

El tema de esta epístola está esencialmente centrado en Cristo. Pablo reafirma la doctrina de la salvación enseñada en las cartas precedentes, pero desarrolla de una manera más completa la primacía de la persona de Cristo, y la total suficiencia de Su obra.

La forma y el fondo de la Epístola a los Efesios y la de los Colosenses dan evidencia de numerosos puntos en común, aunque sus diferencias sean también notables. La Epístola a los Efesios, redactada en la misma época que la de a los Colosenses, presenta con mayor amplitud el mensaje del apóstol.

(Colosenses 4: 1)= Amos, haced lo que es justo y recto con vuestros siervos, sabiendo que también vosotros tenéis un Amo en los cielos.

Este es un texto que deberían adherir a la puerta del refrigerador (Eso suelen recomendar todos los predicadores que hagamos con ciertos versículos), todos aquellos cristianos propietarios de empresas o industrias que brindan trabajo a personas, sean estas creyentes o no.

No es lo usual lo que aquí se expresa. Conozco a muchos patrones cristianos que no sólo tratan bastante mal a sus obreros, (Aunque vayan a sus mismas iglesias), sino que también les pagan sus salarios en negro bajo el rótulo de darles “una ofrenda de amor”.

Pero debo ser honesto y decirlo en voz alta como digo lo otro: también conozco a muchos hermanitos que son empleados de otros hermanos con empresas o industrias, y se comportan de un modo irresponsable en lo laboral, faltando sin causa y no cumpliendo con el mínimo de tareas requeridas.

(2) Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias; (3) orando también al mismo tiempo por nosotros, para que el Señor nos abra puerta para la palabra, a fin de dar a conocer el misterio de Cristo, por el cual también estoy preso, (4) para que lo manifieste como debo hablar.

(5) Andad sabiamente para con los de afuera, redimiendo el tiempo.

(6) Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno.

Pablo señala tres ingredientes que deben caracterizar la relación y responsabilidades de los colosenses (Y por ende de todos nosotros), con el mundo no cristiano: la oración perseverante, un estilo de vida discreto y de servicio diligente; y un lenguaje edificante y lleno de gracia.

Dice que debemos perseverar en la oración. Y perseverar, si no he investigado mal, es mantenerse constante en la prosecución de lo comenzado, en una actitud o en una opinión. Esto es, exactamente, lo que el mismo Pablo consigna en Romanos 12:12 cuando dice que debemos estar: gozosos en la esperanza; sufridos en la tribulación; constantes en la oración.

¿Quizás esto significa que debemos tomar ciertas oraciones calcadas y repetirlas de manera constante hasta que sea cumplan? No, en absoluto. Eso es lo que se hacen en algunos sitios casi con características cabalísticas.

Ser perseverantes en la oración es hablar con el Señor del tema que te preocupa y no descansar de hacerlo hasta que “algo” comience a suceder. No digo que debas esperar que suceda lo que a ti te gusta más, porque no siempre eso es lo que coincide con la voluntad de Dios.

Por ese motivo es que también el apóstol repite esta suerte de receta a los hermanos de la iglesia de Éfeso, cuando en el capítulo 6 y verso 18 de su carta a ellos, les dice que deben mantenerse: orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos.

Luego dice que debemos mecanizar velando en esa oración, con acción de gracias. Esto es: La expresión de gratitud a Dios por Sus beneficios dados; en el Antiguo Testamento se ofrecían sacrificios en acción de gracias.

En la ofrenda de acción de gracias, que era un sacrificio de paz, no se contemplaba la cuestión del pecado; el adorador daba gracias a Dios por Sus bendiciones otorgadas; no era para alcanzar la paz, sino que, en paz con Dios, le ofrecía sacrificio en gozo y gratitud.

En el Nuevo Testamento se acentúa el llamado a la acción de gracias en todo; las mismas peticiones deben ser hechas con acciones de gracias, conscientes de cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta, y aceptando la acción de Dios de enseñamos a vivir mirando más allá de las circunstancias, reposando en Él.

La acción de gracias tiene como base el conocimiento de la aceptación por parte de Dios de quien a Él se allega por medio de Jesucristo, mediante Su obra consumada en la cruz; y por la multiforme gracia de Dios que  fluye libremente en base a esta reconciliación efectuada por el Señor Jesucristo.

Seguidamente nos señala que no podemos ni debemos olvidar de orar por nosotros. Pero no para que nos aumenten el sueldo (Aunque no hay prohibiciones para hacerlo), sino para que se abran las puertas espirituales con la finalidad de poder cumplir con nuestra misión de predicar el evangelio hasta el último confín de la tierra.

¿Y cómo haremos esa tarea? Teniendo muy en cuenta que, lo que estamos comunicando, es un misterio, el misterio de Cristo. Y un misterio es una cosa arcana (Secreta) o muy recóndita (Escondida) que no se puede comprender o explicar.

¿Y cómo podríamos hablar de algo que es secreto, está escondido, es muy reservado y está decididamente oculto? Echando mano a la palabra que, en la Biblia, siempre acompaña a Misterio: revelación. Y revelar es manifestar divinamente una verdad secreta u oculta. ¿Quién lo hace? El Espíritu Santo. ¿Por sí mismo? Sí, pero usando tú cuerpo o el mío, siempre que estemos en obediencia y con un corazón conforme al corazón de Dios.

Luego nos dice que debemos andar sabiamente para con los de afuera, esto es: para con los que no conocen al Dios que sí conocemos nosotros. Pero añade que debemos hacerlo redimiendo el tiempo. ¿Y que cosa significa redimir el tiempo?

Lo primero que encontramos, es que la palabra utilizada aquí como Tiempo, es la palabra griega KAIROS, y habla de tiempo oportuno, tiempo fijo, tiempo señalado, tiempo debido, tiempo definitivo, tiempo ocasional, tiempo apropiado para la acción.

KAIROS describe la clase o calidad de tiempo, mientras que la otra expresión, CRONOS, denota extensión o cantidad de tiempo. Así es que ahora, entonces, sólo nos restará unificar todo esto con la otra expresión utilizada: redimir.

Redimir, es: rescatar o sacar de esclavitud al cautivo mediante precio, comprar de nuevo algo que se había vendido, poseído o tenido por alguna razón o título, lo dicho de quien cancela su derecho o de quien consigue la liberación: dejar libre algo hipotecado, empeñado o sujeto a otro gravamen, librar de una obligación o extinguirla o poner término a algún vejamen, dolor, penuria u otra adversidad o molestia.

Esto nos está mostrando con claridad que, además de actuar con sabiduría con la gente incrédula, es nuestra obligación concluir con la esclavitud de tiempo que ellos tienen, ayudándolos a pasar al concepto de eternidad con que viven los creyentes en Jesucristo.

Y, finalmente, en el último verso que es el que nos llevó a este pasaje, se nos demanda ejercitar nuestra palabra siempre con gracia, esto es: utilizando el favor de Dios para hablar, en lugar de hacerlo con nuestra propia sabiduría humana.

Y aquí es donde se añade la metáfora de sazonar a esa palabra con sal. ¿Para que haríamos esto? Si recuerdas que una de las propiedades de la sal es la de aportar descontaminación a aguas que puedan estar infectadas, aquí lo tienes. Limpiar interiormente a quienes reciben esa palabra.

16 – El Timón de tu Barco

Recuerdo este título que aquí he utilizado como subtítulo. Pertenece a un estudio que realicé sobre nuestra forma de hablar, esto es: de nuestra lengua, tomando como base este capítulo de esta carta de Santiago. Sin reiterar conceptos, es aquí donde ahora vamos a recalar buscando otras ópticas.

Esta carta de Santiago es muy singular. El autor no se presenta como apóstol, sino que se denomina simplemente como Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo. Se supone que se trata de Jacobo, el hermano del Señor, lo que queda corroborado con las peculiaridades de esta epístola.

Con relación a la fecha, los siguientes hechos dan testimonio de su antigüedad: El plan de reunión de los cristianos lleva aún el nombre de sinagoga; los cristianos no son tajantemente distinguidos de los judíos; los pecados atacados y los errores corregidos evocan una comunidad judía; no se hace alusión alguna a la conferencia de Hechos 15 ni a la caída de Jerusalén; no se ve ninguna traza de las controversias que, ya a partir del año 60 d.C., ocuparon la atención de la Iglesia.

Así, es lógico situar esta epístola hacia el año 45 d.C., y considerarla como el escrito más antiguo del Nuevo Testamento. En cuanto a sus destinatarios, esta epístola es dirigida a las doce tribus que están en la dispersión, lo que no significa ni el conjunto de la dispersión judía ni el conjunto de la iglesia cristiana vista como un “Israel espiritual”, sino que se refiere a los cristianos que constituían el residuo creyente en el Señor entre los judíos de la “Dispersión” fuera de la tierra de Israel.

Respecto al contenido, la epístola se propone corregir de sus pecados y errores a los cristianos procedentes del judaísmo y alentarlos a soportar valientemente las duras pruebas que les amenazaban. Inmediatamente después de la mención de los destinatarios y del saludo, Santiago consuela a sus lectores expuestos a la adversidad; los exhorta a mantenerse con firmeza, y les muestra de dónde proviene la tentación a apostatar.

A continuación Santiago pone en guardia a los cristianos contra la superficialidad, que se contenta con palabras; explica a los hermanos en qué consiste la auténtica fe, y qué frutos dará con respecto a la acepción de personas, pecado muy extendido.

Expone cómo se manifiesta la verdadera fe, que está muerta en sí misma sin el fruto de las obras. Reprende la presunción de los que, careciendo de cualidades para ello, asumen un ministerio de enseñanza religiosa, y desvela las raíces de los celos.

Reprende a los envidiosos y a otros con un espíritu mezquino y arroja un baldón sobre la confianza puesta en el dinero. La epístola acaba con exhortaciones a la paciencia en las pruebas, y a la oración, recurso suficiente en toda circunstancia triste.

Finalmente, el autor expresa el gozo del cristiano que lleva a la fe al pecador extraviado. Esta epístola, cuyo lenguaje y redacción son destacables, está escrita en un excelente griego. Su estilo exaltado, pintoresco, se asemeja al de los profetas hebreos.

Esta epístola contiene más imágenes sacadas de la naturaleza que todas las epístolas de Pablo; estas comparaciones recuerdan los discursos del Señor en los Evangelios sinópticos. Hay numerosos pasajes de la epístola que son análogos a pasajes evangélicos.

Abunda el paralelismo (desarrollo del pensamiento en frases paralelas que van emparejadas). El tono y objeto didáctico de esta obra permiten situarla muy tempranamente, y es patente que sus destinatarios acababan de abrazar el cristianismo, procedentes de un origen judaico.

El pasaje acerca de la fe y las obras ha sido frecuentemente mal interpretado. Se ha querido ver en él una polémica contra la doctrina enseñada por Pablo de la justificación por la fe, o al menos un correctivo a conclusiones abusivas que algunos sacaban de las enseñanzas de Pablo.

Sin embargo, este pasaje es, en realidad, la refutación de una idea muy extendida en el seno del judaísmo de aquella época, que pretendía que la mera adhesión intelectual a las enseñanzas divinas era suficiente para la salvación.

Santiago proclama que el testimonio externo, si uno dice que tiene fe debe ir justificado por una vida correspondiente; una profesión de fe sin unas obras que sean fruto de esta fe está carente de fundamento.

De ahí la conclusión de Santiago: la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma; en otras palabras, la pretensión de tener fe sin unos frutos en la vida que lo pongan en evidencia es una pretensión totalmente vacía.

Con esto concuerda Pablo, que afirma enérgicamente que la salvación es por la fe, sin méritos de obras; pero que igual de enérgicamente afirma que el caminar del creyente evidenciará de una manera externa su fe salvadora y transformadora por medio de unos frutos acordes a la salvación recibida.

Santiago, así, no afirma que las obras sean necesarias para la salvación, como algunos han concluido, atribuyendo a Santiago una postura opuesta a la de Pablo. Lo que sí afirma es que la fe que salva llega a su plena madurez, a su plenitud, con aquellos frutos que la adornan y que hacen patente su existencia ante el mundo exterior.

Pero sigue siendo importante mantener la distinción entre el fruto externo de las obras, que perfeccionan la fe, o le dan su plenitud, y la fuente de las buenas obras, que es la nueva naturaleza del creyente ya salvado.

Esto es, las buenas obras son el resultado necesario de la salvación, no su medio, y justifican al creyente dando testimonio de su fe al mundo, adornando su testimonio y dando plenitud a su fe. Esta epístola refleja el ambiente palestino: su autor, alimentado con las enseñanzas evangélicas y con las palabras del Señor Jesús, nos ha dado un documento de origen netamente cristiano, en el que son evidentes las analogías literarias.

Se hacen patentes la fuerte personalidad y las firmes convicciones del autor por su menosprecio de una profesión de fe no seguida de una vida honesta; sus opiniones precisas sobre los peligros del mal uso de la lengua; su desconfianza hacia los ricos egoístas; su profunda simpatía para con los pobres; su determinación a sufrir gozosamente por Cristo; su fe en la oración y su esperanza en la venida del Señor.

Hay algunas declaraciones de Santiago que merecen ser destacadas:  El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminosla ira del hombre no obra la justicia de Dios; la amistad con el mundo es enemistad contra Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros; La oración eficaz del justo puede mucho.

Se tienen pruebas de que la Epístola de Santiago fue usada muy tempranamente por la Iglesia primitiva. Clemente de Roma cita frases suyas a fines del siglo I, y otros autores del siglo II hacen lo mismo.

A principios del siglo III Orígenes la nombra de una manera explícita. Durante un cierto tiempo, los Padres latinos no parecen haberla usado; escrita para cristianos de origen judío, parece no haber calado mucho en los cristianos procedentes del paganismo.

No figura en el fragmento (incompleto) de Muratori, pero Hermas la usa, y figura en la Vetus Siríaca. Un fragmento del libro de Santiago, correspondiente a Santiago 1:23, se halló en la Cueva 7 de Qumrán (7Q). Ello es de gran importancia, porque indica una fecha forzosamente anterior al año 70 a.C.

(Santiago 3: 1)= Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación.

A los líderes se los juzga con una norma más alta que a aquellos que los siguen. En 1 Timoteo 3 y Tito 1 se le presta mucha atención a los detalles, pero aquí Santiago recuerda a quienes están en posición de liderazgo, que serán considerados responsables en lo que toca a seguir el ejemplo de Jesucristo, tanto en el espíritu y la conducta que manifiesten, como en sus palabras y actitudes.

A los gobiernos, los militares y los dirigentes de negocios, rara vez se les juzga por sus vidas personales. A los líderes en el reino, sin embargo, se les juzga no tanto por lo que logren llevar a cabo, como por el carácter que revelan, es decir, de acuerdo a lo que son, y no a lo que hacen.

Esta alta norma se aplica no tanto a los logros del líder como a la condición de su corazón y su espíritu. Es posible alcanzar grandes logros y aún mantener un comportamiento ortodoxo y, no obstante, manifestar un espíritu impío y carente de amor. Pero si no hay problemas con el corazón del líder, el buen comportamiento vendrá siempre  detrás, y se manifestará el buen liderazgo.

Los maestros, entonces, y este es un punto clave y esencial de un ministerio como el que estás visitando, somos responsables no sólo de nosotros mismos y nuestras expectativas de vida, sino de todos aquellos que están bajo nuestra influencia. Ya se los dijo con claridad Jesús a los escribas y fariseos de su tiempo.

Y no se trata de que yo me equivoque en la interpretación de un texto o, incluso, hasta de la tergiversación, (Por error) de un concepto. De lo que se trata, primordialmente, es de mi motivación interna. Mientras yo enseñe en nombre del Señor, y aún con pocos aciertos y muchos errores, pero con un corazón recto delante de su presencia y carente de toda ambición personal, estoy a salvo. Mi oración y pensamiento en este momento, es: ¿Cuántos estarán en mi misma condición y cuantos no?

La actitud clave y fundamental en todo esto, es: esperar en Dios. Porque el problema radica cuando nos hacemos maestros y líderes por ansiedades, necesidades y vanidades nuestras, sin mandato del Señor.

Hermano mío que anhelas servir y ser alguien dentro del Reino, a ti te digo: ¡Evita la presunción! No asumas el rol o el papel del maestro hasta que Dios te sitúe en esa posición. Si lo haces, aumentas la posibilidad de ser juzgado con justicia, pero también con severidad.

(Verso 2)= Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo.

La palabra “perfecto” que se lee aquí, es la traducción del vocablo griego TELEIOS, que proviene de TELOS, que significa “fin”. En el global, se refiere a aquello que ha alcanzado su fin, o sea, a lo terminado, completo, perfecto.

Cuando se aplica a determinadas personas, cabe aclarar que implica y significa también integridad y madurez, e incluye la idea de totalidad. Más particularmente, cuando se la aplica a los creyentes, la palabra denota fundamentalmente madurez.

Aquí encuentras explicación a la antigua y clásica palabra de que todos nosotros vamos camino a la estatura del varón perfecto. Ahora, ya sabes que no es perfección de algo inmaculado y sin errores, sino de alguien que ha alcanzado un punto de madurez indicado para hacer lo que debe hacer.

Aquí empezamos con lo esencial de esta carta y este punto de ella: es menester que tengas dominio de tu lengua, que ponga suma atención a cada palabra que utilizas. Puede que en un principio te resulte algo incómodo, pero servirá para hacer avanzar la justicia.

(3) He aquí nosotros ponemos freno en la boca de los caballos para que nos obedezcan, y dirigimos así todo su cuerpo.

El llamado freno, aquí, era un instrumento de hierro que se componía de embocadura, camas y barbada, y servía para sujetar y gobernar las caballerías. Se le colocaba atravesado en la boca del animal y se ataban las riendas a cada uno de sus lados. Según se tirara de uno u otro lado, la cabeza del caballo giraba hacia ese sector y eso producía que girara. Cuando se tiraban ambas al mismo tiempo, producía una fuerza que hacía levantar la cabeza del equino y lo impulsaba a detener su marcha.

Quiero que veas, entonces, que este ejemplo que pone Santiago no es ni casual ni antojado, ya que nos está mostrando que un pequeño elemento, (Un freno, sin riendas, no era superior a un cono de unos 30 centímetros de longitud), era útil para gobernar kilos y kilos de carne, sangre y huesos. Es notorio que el ejemplo es sumamente gráfico y exime de mayores comentarios.

(4) Mirad también las naves; aunque tan grandes, y llevadas de impetuosos vientos, son gobernadas con un muy pequeño timón por donde el que las gobierna quiere.

Seis acepciones distintas y en algunos casos también distantes tiene la palabra Timón en el diccionario de la lengua española. Dice la primera que es una pieza de madera o de hierro, a modo de gran tablón que, articulada verticalmente sobre goznes en el codaste de la nave, sirve para gobernarla.

Dicen las siguientes: 2 – Pieza similar de submarinos, aeroplanos, etc.- 3 – Palo derecho que sale de la cama del arado y al que se fija el tiro.- 4 – Lanza o pértiga del carro.- 5 – Varilla del cohete, que le sirve de contrapeso y le da dirección, y 6 – Dirección o gobierno de un negocio.

Ya lo tienes. Si tomas conceptos básicos desde lo espiritual en la Biblia respecto a nuestra vida en la tierra, te salta a la vista que, conforme a como Dios ve las cosas, venimos aquí a administrar sus negocios. Si comparas esto con la última acepción, te darás cuenta que el éxito o no de nuestro cometido, depende de la calidad y cualidad de nuestro timón de existencia.

Tuve oportunidad de navegar por espacio de más de diez días en una nave de grandes dimensiones, con la finalidad de realizar a bordo una nota periodística sobre la labor que esa nave desempeñaba.

Ese trabajo y la calidad de prisión de lujo que un buque representa para alguien que no es marinero de vocación y que tampoco tiene tareas específicas en las cuales invertir su tiempo, me posibilitaron recorrerlo en todas sus dimensiones y acceder a un mundo hasta entonces desconocido.

Descubrí que, tal como se dice aquí, el timón mueve mecanismos conforme a los deseos del timonel, pero no ocurre lo mismo con el manejo de la energía de la nave. Si quieres ir a toda máquina, tú vas a empujar hacia delante una palanca y la ubicarás a donde se lee “máxima velocidad”, pero eso no sucederá en el mismo instante por varios motivos.

El primero de ellos, es que el movimiento que tu realizas con esa palanca, sólo sirve para reproducirlo abajo, en la sala de máquinas, y que es la señal para que los que allí operan, procuren hacerlo efectivo haciendo funcionar el motor convenientemente. No es como un  automóvil, donde la aceleración la das directamente, sino que aquí lo que el conductor da, es la orden para que otros hombres, en las entrañas de la nave, lo hagan realidad. Pero el timón sí es directo. Igual que la lengua.

(5) Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡Cuan grande bosque enciende un pequeño fuego!

(6) Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno.

Dice el proverbio 12 en el verso 18, que Hay hombres cuyas palabras son como golpes de espada; mas la lengua de los sabios es medicina, y no se equivoca en absoluto. Es mayor el daño que se le puede infringir a una persona con la lengua que con un arma, por más feroz y mortal que esta sea.

También es cierto que la lengua de los sabios actúa como una eficiente medicina. Y cuando digo “sabio”, de hecho no estoy refiriéndome a lo que el mundo denomina así. Nada que ver con la ciencia ni viejitos de cabellos blancos largos y rostros enajenados. Hablo de sabios según concepto divino.

En alguna ocasión, (Aclaro: no en todas), me ha tocado darle una palabra de aliento o consuelo a alguien que está pasando por un momento de dura tribulación. ¿Y sabes que me han dicho? Que mis palabras tuvieron la virtud de serenarlos, proporcionarles paz y sosiego, que a partir de ello ven al mismo problema con ojos distintos y que ahora su solución parece mucho más fácil y accesible.

Es allí cuando me arrodillo a dar gracias a mi Señor. Porque seguramente Él permitió que SU sabiduría pasara por mi lengua y, de ese modo, ha sanado a alguien que estaba muy enfermo. Así es como funciona. Cualquier otra cosa, es pura vanagloria y festival de la carne.

El salmo 12 en sus versos 3 y 4, también alude a este mismo miembro corporal cuando expresa: Jehová destruirá todos los labios lisonjeros, y la lengua que habla jactanciosamente; a los que han dicho: por nuestra lengua prevaleceremos; nuestros labios son nuestros; ¿Quién es señor de nosotros?

¿Cuántas veces en tu vida has oído a alguien expresar un pensamiento similar o, al menos, aproximado a este modelo? Supongo que varias, si es que has tenido contacto normal con el mundo exterior. Pero la pregunta que más fastidia y duele, es: ¿Cuántas veces se lo oíste a un supuesto “hombre de Dios”?

¿Y tú que has creído, que porque se trata de alguien muy importante dentro de las organizaciones cristianas, Dios dejará sin cumplir lo que aquí está profetizado y prometido? ¿De verdad has creído, como tantos, que Dios sólo destruirá la sobe4rbia y la vanagloria de los incrédulos inconversos?

Dime: ¿Has sabido que Dios, antes que cualquier otra cosa, es padre? ¿Sí? Entonces piensa usando un poco de ese cerebro que Dios te ha dado: ¿Qué padre decidiría una disciplina para los hijos ajenos antes que para los propios? Ya está. Ya lo sabes. No digas que nadie te dijo.

Otro proverbio, el 16, en su verso 27 amplía este panorama con referencia a algo que también se ha señalado en el texto base: El hombre perverso cava en busca del mal, y en sus labios hay como llama de fuego.

Observa que tremendo es esto. Dice que el hombre perverso, (Esto es: que tiene sus objetivos torcidos, equivocados, pecaminosos) cava en busca del mal. Es decir que no se limita a ejercer el mal porque lo tiene a mano o le resulta sencillo; cava, hace un pozo, busca, bucea, investiga y hasta escudriña para hallarlo.

Dime: ¿Crees que eso es simplemente una forma de comportamiento? ¿Te resultará demasiado…fantasioso suponer que puede existir alguna “fuerza” sobrenatural que lo impele a buscarlo? Si tu respuesta es positiva, hazme el favor de ir a todos los templos conservadores que conozcas y, te den permiso o no, predícaselos a toda voz antes que el mal los haga papilla uno por uno.

Y, finalmente, con relación a todo esto, en el evangelio de Mateo, en el capítulo 15 y verso 11, leemos algo que quizás hemos visto muchas veces pero que ahora, bajo este prisma con que estamos evaluando estas palabras, tal vez te arroje otra perspectiva.

Allí dice: No lo que entra en la boca contamina al hombre; mas lo que sale de la boca, esto contamina al hombre. Si nos limitamos a buscar en un diccionario el significado del verbo contaminar, allí mismo tendremos nuestras pequeñas grandes respuestas.

Dice que contaminar, es alterar nocivamente la pureza o las condiciones normales de una cosa o un medio por agentes químicos o físicos, que también es contagiar o infectar, que es alterar la forma de un vocablo o texto por la influencia de otro, que es pervertir o corromper la fe o las costumbres y que también es profanar o quebrantar la ley de Dios.

Esto Deja a un costado, definitivamente, toda prohibición sin fundamentos respecto a cosas que los cristianos pueden o no pueden comer. Salvo inconvenientes de orden clínico, los cristianos no tienen trabas para comer absolutamente nada, ya que lo que puede contaminarlos es lo que sale de sus bocas y no lo que pueda ingresar a ellas.

(7) Porque toda naturaleza de bestias, y de aves, y de serpientes, y de seres del mar, se doma y ha sido domada por la naturaleza humana; (8) pero ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal.

La verdadera fuente del mal que no puede ser refrenado, representado por la lengua, es el infierno. De un lado, la lengua arroja veneno mortal; del otro, está manipulada por espíritus malignos. Por lo tanto, ningún hombre puede domar la lengua.

Cuando esto se lee en forma apresurada y sin mayores cuidados o atención, se puede llegar a pensar que es una exageración escrita con la idea de que, por temor, las personas se cuiden. Sin embargo, a poco de leer con mayor puntillosidad, llegamos a ver que se trata de una aseveración similar a la que podríamos hacer al decir que ningún hombre puede derrotar por sí mismo y sin la ayuda de Dios al más insignificante demonio.

Los tres primeros versos del salmo 140 aluden a este tema de un modo muy particular. Allí podemos leer: Líbrame, oh Jehová, del hombre malo; guárdame de hombres violentos, los cuales maquinan males en el corazón, cada día urden contiendas. Aguzaron su lengua como la serpiente; veneno de áspid hay debajo de sus labios.

El áspid era una víbora que apenas se diferenciaba de la culebra común más que en tener las escamas de la cabeza iguales a las del resto del cuerpo. Era muy venenoso y se encontraba en los Pirineos y en casi todo el centro y el norte de Europa. Podía alcanzar hasta los dos metros de longitud y era de color verde amarillento con manchas pardas y cuello extensible.

Pablo repite casi lo mismo en su carta a los Romanos, cuando en el verso 13 del capítulo tercero, dice citando escrituras antiguas: Sepulcro abierto es su garganta; con su lengua engañan. Veneno de áspides hay debajo de sus labios.

Comparar la garganta de alguien con un sepulcro abierto, es decir abierta y decididamente que lo que esa persona habla huele a carne podrida. No debe haber olor más infecto y agobiante que ese. Por tanto, aquí queda más que claro la cualidad de lo que hay en nosotros respecto a lo que decimos.

 (9) Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios.

Exactamente. Y es algo que nunca tenemos demasiado en cuenta. Cuando Dios dice que somos Su imagen y Su semejanza, no está hablando por hablar ni rellenando un escrito como si fuera un periodista gráfico de cuarto nivel. Está dándonos un principio espiritual a seguir.

Y ese seguimiento tendrá lugar en el caso que aquí se menciona, respetando al hombre genérico por ese simple motivo, y también cuando nos auto agredimos por causa de la depresión. ¿Te atreverás a llamar basura o poca cosa, a lo que Dios dijo que era Su imagen y semejanza?

(10) De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así.

Quiero que entiendas exactamente lo que dice y no lo que a ti te parece que dice por causa de lo que alguien te ha enseñado. No estamos hablando de gente que anda permanentemente diciendo “¡
Dios te bendiga! ¡Dios te bendiga!”, ni tampoco de hechiceros cocinando maldiciones en sus ollas hirvientes.

Estamos hablando, simplemente, de personas que hablan bien, sin palabras groseras, sin malos augurios ni pesimismos a la octava frecuencia. Eso es Decir Bien, o sea: Ben-decir. Y de gente que no anda conforme a la voluntad de Dios con sus bocas como cloacas. Eso es Decir Mal, ergo: Mal-decir.

No vamos a caer en la pacatería de suponer que hay palabras que pueden usarse en público y otras que no convienen. No es de eso que hablamos. Las palabras, en sí mismas, pueden ser neutras, ni buenas ni malas. Es otra cosa de lo que hablamos.

Hablamos de que, si tiene suna forma de comunicarte sin necesidad de apelar a ninguna vulgaridad o palabras que “se han  puesto de moda”, hazlo así porque es mejor. No veo a un predicador proclamando las buenas nuevas de salvación con lenguaje de marinero borracho, ¿Entiendes?

(11) ¿Acaso alguna fuente echa por una misma abertura agua dulce y amarga?

Mira; se me ocurre analizar estas dos palabras para saber con cierta precisión que cosa se nos está diciendo. Algo dulce, es algo que causa cierta sensación suave y agradable al paladar, como la miel o el azúcar; algo que no es agrio o salobre con otras cosas de la misma especie; algo dicho de un alimento, que está insulso o falto de sal.

Hay muchas otras acepciones, pero me quedo con esta última porque, creo, es un mini-descubrimiento que te hará entender el verso siguiente. ¿Sabías o ignorabas, (Como lo ignoraba yo) que algo dulce puede ser algo falto de sal?

Veamos la otra palabra: amarga. Amargo es algo que tiene el sabor característico de la hiel, de la quinina y de otros alcaloides: Cuando es especialmente intenso, produce una sensación desagradable y duradera. Trata de compararlo con el carácter de las personas y accederás a nuevas visiones sobre este mismo tema.

(12) Hermanos míos, ¿Puede acaso la higuera producir aceitunas, o la vid higos? Así también ninguna fuente puede dar agua salada y dulce.

Aquí tienes a nuestra palabra en su dimensión justa. Tan absurdo como imaginar higueras con aceitunas o vides con higos, es suponer que una boca humana puede destilar dulzuras románticas o bienhechoras conjuntamente con pestilencias agrias, amargas o…saladas.

17 – Cuando el Fuego Aparece

Aquí llegamos al último texto que tenemos al respecto. Es decir: quizás por orden cronológico no sería el último, pero lo hemos transferido a este lugar porque en él es donde vamos a encontrar lo que de alguna manera le ha dado el título a nuestro trabajo.

Un texto que, si lo leemos fuera de su contexto global, quizás nos deje en la incertidumbre, tal como lo estábamos todos quienes lo leímos sin atinar a saber que nos quería decir, y que me llevó a escudriñar todo esto para arribar a conclusiones bien fundamentadas.

Entonces, para no irnos en pequeñas dosis sin sustentos, vamos a ver un capítulo completo del evangelio de Marcos. Marcos, del latín “marcus”, significa “gran martillo”. El evangelista al que se le atribuye, desde las primeras fuentes históricas, la paternidad del segundo Evangelio.

Marcos es un sobrenombre; además, en Hechos se le designa sólo por su primer nombre: Juan. Su madre, una de las Marías, debía tener una buena situación económica, porque tenía una casa en Jerusalén donde se reunían los cristianos.

Son muchos los judíos que llevan sobrenombres latinos en el Nuevo Testamento y la yuxtaposición de Marcos a Juan no implica en absoluto que fuera de ascendencia mixta, judía y pagana. Marcos acompañó a Bernabé, su tío, y a Pablo, de Jerusalén a Antioquía de Siria, y después en su viaje misionero.

Por una razón que se desconoce, Marcos lo dejó en Perge volviéndose a Jerusalén. Sea cual fuere el motivo de esta separación, Pablo lo desaprobó con tanta intensidad que rehusó dejar que Marcos le acompañara en un segundo viaje.

Entonces Bernabé, separándose de Pablo, se embarcó con Marcos para proseguir la evangelización de Chipre. Desde entonces ya no se sabe nada de Marcos durante diez años. Se le vuelve a hallar en Roma uniendo sus saludos a los de Pablo.

Sus diferencias habían desaparecido. Más tarde, Pablo habla de Marcos en términos elogiosos Toma a Marcos y tráele contigo porque me es útil para el ministerio,  implicando esta mención que Marcos había estado en Asia Menor, y quizás aún más al este.

Esta suposición concuerda con el pasaje de 1 Pedro 5:13, siempre y cuando se entienda Babilonia en sentido literal. Pero menciona a Marcos como hijo suyo, calificativo éste que, si no es sólo un término de afecto, puede significar que Marcos era uno de los convertidos de Pedro.

Este último, cuando fue librado por el ángel, se había dirigido a la casa de la madre de Marcos,  lo que es una indicación de las tempranas relaciones del apóstol con esta familia. No sabemos si Marcos había sido un discípulo inmediato de Jesús.

Sobre este punto la tradición no habla de manera unánime. Muchos son los que creen que el joven que escapó dejando la sábana con que se cubría en manos de sus perseguidores, durante el arresto de Jesús, era Marcos.

Ninguno de los otros evangelistas menciona este incidente, y parece que la razón de su inclusión es que se trata de una reminiscencia personal. Se desconocen la fecha y lugar de la muerte de Marcos. Una tradición muy antigua lo presenta como el “intérprete de Pedro”.

Entre los testimonios del siglo II, Papías de Hierápolis escribe alrededor del año 140 d.C., citando las palabras de “un antiguo”: Marcos, que vino a ser el intérprete de Pedro, redactó con cuidado, pero no en orden, todos los recuerdos de Pedro acerca de lo que el Señor había dicho y hecho.

En efecto, Marcos no había oído ni seguido al Señor. Más tarde, como ya he dicho, acompañó a Pedro, que enseñaba siguiendo las necesidades del momento, y no con la intención de dar un relato sistemático de las palabras del Señor.

Al redactar estos relatos, Marcos no cometió error alguno, ya que tomó gran cuidado en no omitir nada de lo que había oído ni añadir nada que no fuera verdad. Esta alusión a Marcos, intérprete de Pedro, puede significar que lo acompañó hasta el final de su apostolado itinerante y que le sirvió de portavoz ante audiencias paganas.

Hemos visto que Marcos estuvo en Roma al mismo tiempo que Pablo. Una insegura tradición le atribuye la fundación de la iglesia en Alejandría de Egipto. La formación de Marcos, además de su relación estrecha con los principales apóstoles, lo había preparado admirablemente para la redacción de su Evangelio.

En cuanto al evangelio de Marcos, es el segundo de los cuatro, lo que no nos indica nada necesariamente acerca del orden de su redacción. Su brevedad (es el más corto de los cuatro) no proviene por lo general de su concisión, porque es abundante en detalles.

Se desarrollan rápidamente una serie de escenas poderosamente evocadoras. El orden cronológico es más ajustado que en Mateo y Lucas. Marcos nos da más los gestos y actos de Cristo que sus discursos.

No cita más que cuatro parábolas, pero relata dieciocho milagros, y solamente da íntegro uno de los más largos discursos de Jesús. Marcos insiste en el poder de Cristo, el hijo de Dios, el salvador triunfante.

Los dos temas esenciales de este Evangelio son el ministerio en Galilea y la última semana en Jerusalén. Estas dos secciones están conectadas con un breve relato acerca del período intermedio. Plan del Evangelio:

Preludio del Evangelio de Jesucristo: ministerio de Juan el Bautista, bautismo y tentación de Jesús. Inicio del ministerio galileo: lugar, mensaje, y vocación de los primeros cuatro apóstoles, milagros en Capernaum y Galilea.

Triunfo de Cristo sobre la oposición que se iba articulando. Curación del paralítico, banquete de Leví, discurso sobre el ayuno, controversia acerca del sábado. A pesar de la creciente oposición, se va extendiendo la obra de Cristo entre las multitudes:

Elección de los doce; réplicas a los fariseos; intervención de la madre y de los hermanos de Jesús; parábolas del sembrador, de la semilla que crece secretamente, de la semilla de mostaza; grandes milagros: el apaciguamiento de la tormenta y la curación del endemoniado gadareno.

La curación de la mujer con flujo de sangre, resurrección de la hija de Jairo; segundo rechazamiento en Nazaret; misión de los doce; investigación de Herodes acerca de Jesús y ejecución de Juan el Bautista.

Primera multiplicación de panes; Jesús andando sobre las aguas; ataque de Jesús al tradicionalismo de los fariseos. Periodo de relativo retiro correspondiente al ministerio galileo posterior: curación de la hija de la mujer sirofenicia en las regiones de Tiro y de Sidón.

Curación de un sordomudo en Decápolis; segunda multiplicación de los panes, rechazo de dar una señal a los fariseos; advertencia a los discípulos de guardarse de ellos; curación de un ciego cerca de Betsaida; visitas a pueblos de la demarcación de Cesarea de Filipos.

La confesión de Pedro; anuncio de la pasión de Jesús; transfiguración; curación de un endemoniado; Jesús predice de nuevo su muerte; retorno a Capernaum; recomendaciones a los discípulos.

Este período queda particularmente detallado en Marcos. En Perea; fin del ministerio de Cristo: pregunta de los fariseos sobre el divorcio; bendición de los niños; el joven rico; respuesta de Jesús a los discípulos; subida a Jerusalén; tercera predicción de su muerte; petición de Jacobo y Juan; restitución de la vista al ciego Bartimeo.

La última semana: entrada triunfal en Jerusalén; maldición contra la higuera; segunda purificación del Templo; pregunta de los delegados del sanedrín; parábola de los viñadores; preguntas capciosas de los fariseos, herodianos, saduceos y de un escriba; Cristo los interroga a su vez acerca del tema del hijo de David; breve acusación contra las fariseos y los escribas.

La ofrenda de la viuda; discurso pronunciado sobre el monte de los Olivos; traición de Judas y cena en Betania; breve descripción de la última tarde con los discípulos e institución de la Cena; la agonía en Getsemaní; el arresto; la comparecencia nocturna de Jesús ante el sanedrín; negaciones de Pedro; Jesús ante Pilato; crucifixión; sepultura; un ángel anuncia a ciertas mujeres la resurrección de Cristo.

Los doce últimos versículos del Evangelio de Marcos han sido y son tema de controversia textual. Hay una parte de comentaristas que opina que no pertenecen al original final de Marcos. Sin embargo, no hay razones de verdadero peso para dudar de la genuinidad de Marcos 16:9-20, y sí buenas razones para aceptar la paternidad de marcana.

Aunque Eusebio de Cesarea omite el pasaje, y también los mss. Vaticanus y Sinaíticus, además de otras copias, aparece en los más antiguos y más acreditados mss., en todas las colecciones de Evangelios, y en todas las versiones clásicas de la Biblia (excepto en la edición romana del árabe).

Milita a su favor también una gran proporción de los Padres de la Iglesia más anteriores y más dignos de confianza. Como bien dice W. Kelly: No hay dudas acerca del hecho de que esta sección ya era conocida en su lugar en el siglo II, o sea, antes de la existencia de ninguno de los testimonios que lo omita o que ponga en duda su paternidad.

Lachmann lo acepta sin dudarlo un momento, en tanto que Tregelles reconoce que las pretendidas dificultades que presenta son en realidad pruebas de su genuinidad. Para un examen de las cuestiones lingüísticas generalmente presentadas en contra de la genuinidad de este pasaje, cfr. la anterior referencia de Kelly, loc. cit.

Desde mediados del siglo II el Evangelio de Marcos era ya bien conocido y estaba muy difundido por las iglesias cristianas. Figura en el Diatessaron de Taciano (Armonía de los cuatro Evangelios). Ireneo, en el último cuarto del siglo II, cita este Evangelio en numerosas ocasiones, afirmando que Marcos era su autor.

Al igual que otros antes que él (como Papías), hace de Marcos el discípulo e intérprete de Pedro. Hay un gran número de detalles entrañables que informa Marcos que dan evidencia de que, en efecto, el redactor estaba transcribiendo los recuerdos de un testigo ocular.

Los hechos conocidos sólo por Pedro ocupan más extensión en este Evangelio que en los otros. El silencio de Marcos acerca de lo que podía dar honor a Pedro evidencia también la reserva propia debida a la modestia del testigo.

Pero esta impronta de Pedro no excluye las otras fuentes. Marcos pudo conseguir relatos de testigos oculares como Bernabé, su tío, de Pablo, y de otros miembros de la comunidad primitiva, de discípulos que frecuentaban el hogar de su madre.

La tradición afirma que Marcos redactó su evangelio en Roma, poco antes o poco después de la muerte de Pedro. Si éste es el caso, se sitúa entre el año 65 y 68 d.C. Hay exegetas que lo sitúan antes del año 60 d.C., ya que se piensa en la actualidad que el suyo fue el primero de los Evangelios Sinópticos redactado.

Esto queda apoyado por el descubrimiento de antiguos fragmentos del Evangelio de Marcos en la cueva 7 de Qumrán. Marcos redactó evidentemente su Evangelio para los gentiles Entre otras evidencias se pueden dar las explicaciones que da acerca de los lugares, de las costumbres, de los vocablos.

Su griego está salpicado de términos latinos, de donde se podría llegar a la conclusión, concordante con la tradición, que este Evangelio fue escrito en Roma. A diferencia de Mateo, Marcos no dice nada de la relación de Cristo con la ley mosaica. Hace sólo unas pocas alusiones al cumplimiento de las profecías, y apenas si cita el Antiguo Testamento.

(Marcos 9: 1)= También les dijo: (Viene hablando Jesús) De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte hasta que hayan visto el reino de Dios venido con poder.

Es mucha la gente que ha llegado a decir que Jesús se apresuró o directamente que se equivocó, ya que interpretan que Jesús les dijo que había algunos de ellos que iban a presenciar su segunda venida antes de morir. Y como eso no sucedió, allí hablan de error.

Muy bien; es más que obvio que el error lo cometen los pseudo intérpretes intelectuales de una Palabra escrita para oídos espirituales. En primer lugar, Jesús les adelante lo que luego iban a ver conforme sigas este relato de Marcos.

Pero lo más importante, es que Él les dice que verán el reino de Dios venido con poder. ¿Y quien te ha dicho a ti que ese reino es algo que vendrá de ese modo cuando tú te mueras? Jesús predicaba que el reino de Dios se había acercado y que debían arrepentirse, verdad?

¿Y adonde estaba ese reino que el decía hallarse allí? Él lo representaba. Él era la imagen concreta y visible de un reino invisible. Y él era quien iba a manifestar ese poder. ¿Sabes que? Nosotros, hoy, debemos seguir predicando ese mismo evangelio, pero lo hemos cambiado por causa de que no hay poder alguno manifestándose en nuestras vida. Tremendo, ¿No crees?

Así que, mientras me sigues acompañando en este estudio sobre la sal, será bueno que incorpores esta enseñanza básica y comiences a ver que cosa harás en nombre y representación del reino de Dios en la tierra, que es básicamente lo que tiene legítimo derecho de llamarse Iglesia.

Todo lo demás, lo que no es capaz de manifestar la divinidad de Dios de ninguna manera, en el mejor de los casos, es un grupo de gente bien intencionada pero sin conversión genuina, y en el pro, directa y sencillamente Babilonia.

(2) Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan, y los llevó aparte solos a un monte alto; y se transfiguró delante de ellos.

Pregunto: ¿Jesús habrá elegido a estos tres porque sí, porque se le ocurrió o porque no había otros más cercanos para llevarlos a esta reunión especial que tenía preparada? Veamos: ¿Por qué supones que eligió a Pedro?

Su nombre se traduce como Petros, es decir: “un trozo de roca”, un canto rodado, en contraste con “petra”, que era una masa rocosa, donde se menciona como fundamento seguro. Cristo dio a Simón, el hijo de Jonás, el sobrenombre de Cefas al encontrarlo por primera vez.

Simón, su hermano Andrés, y el padre de ellos, Jonás, estaban asociados con Zebedeo y sus hijos, todos ellos pescadores del lago de Genesaret. Simón Pedro, originario de Betsaida pasó a residir en Capernaum con su familia.

Pedro, que muy probablemente era discípulo de Juan el Bautista, fue presentado a Jesús por Andrés, hermano de Pedro. Andrés era uno de los dos discípulos de Juan el Bautista que oyeron la declaración de que Jesús (que volvía de su triunfo sobre la tentación en el desierto) era el Cordero de Dios, el Mesías.

Jesús discernió rápidamente la naturaleza de Simón, y cambió inmediatamente su nombre por el de Cefas. Pedro, al igual que los primeros discípulos, recibió tres llamamientos de su Maestro a que viniera a ser Su discípulo a que lo acompañara constantemente, a que fuera uno de los apóstoles.

Tuvo, ya desde el principio, un papel destacado entre los discípulos a causa de su fervor, de su energía e impetuosidad. Pedro se encuentra siempre encabezando las listas. Tres de los discípulos de Jesús eran amigos íntimos de Él: Pedro es nombrado en primer lugar. Él es el portavoz de los apóstoles; el primero en confesar que Jesús es el Cristo de Dios, pero también el que intenta desviar a Su Maestro del camino del sufrimiento.

Tenemos suficientes motivos para pensar seriamente que Jesús eligió a Pedro parra esta experiencia porque: era el fundamento seguro de lo que Él iba a enseñar, tenía una naturaleza predispuesta al esfuerzo, un fervor como pocos, ocupaba el primer lugar en su consideración y, además, era el portavoz, el vocero del grupo apostólico. Lo que se dice una persona de valor y valiosa.

¿Y Jacobo? Veamos en primer lugar que este nombre era una forma griega del nombre Jacob, que en español también se traduce como Santiago y Jaime. Observando a Santiago, entonces, (No al de la carta, no al hermano del Señor), vemos lo siguiente:

Jacobo, hijo de Zebedeo y hermano del apóstol Juan. Fue uno de los primeros discípulos, y uno en los que el Señor tenía una mayor confianza. No sabemos ni dónde nació ni dónde transcurrió su adolescencia.

Asociado con Pedro y Andrés, se dedicaba a la pesca en el lago de Galilea, lo que pudiera ser indicación de que procedía de algún lugar cercano. El derecho a la pesca libre en el lago de Galilea estaba formalmente reservado a cada israelita.

Zebedeo tenía trabajadores asalariados, por lo que parece que debía existir una diferencia social entre sus hijos y los de Jonás. Juan, por ejemplo, era conocido del sumo sacerdote, y posiblemente su familia, o él mismo, poseían una casa en Jerusalén.

El padre, Zebedeo, aparece sólo una vez en el relato evangélico; no se opone a que sus hijos sigan a Jesús. La comparación de Mateo 27:56 con Marcos 15:40; 16:1 y Juan 19:25 permite suponer que la madre de Jacobo se llamaba Salomé, y que era hermana de la madre de Jesús.

En tal caso, Jacobo hubiera sido pariente cercano del Señor, y, como Él, descendiente de David. El nombre de Jacobo sólo aparece en los Evangelios sinópticos y en Hechos, pero en el Evangelio de Juan se alude a él en dos ocasiones.

Jacobo es siempre mencionado junto con Juan, y, por lo general, su nombre precede al de Juan, en tanto que Juan es designado como hermano de Jacobo. Se cree por todo esto que Jacobo era el hermano mayor.

En Lucas 8:51; 9:28, Juan es nombrado antes que Jacobo. Esta inversión (que también aparece en Hechos 1:13, pero no en Hechos 12:2) puede provenir que Juan tuviera un papel más activo dentro del colegio apostólico.

Cristo dio a ambos hermanos el sobrenombre de “Boanerges”, hijos del trueno. Jacobo, al igual que Juan, se mereció una reprensión del Señor, al haber ambos manifestado una intensa cólera contra el pueblo samaritano que no quiso recibir al Señor Jesús.

Su ambición atrajo hacia él, como hacia su hermano Juan, la indignación de los demás apóstoles. Después de la crucifixión, Jacobo fue a Galilea, con los apóstoles y después a Jerusalén. Fue probablemente en el año 44 d.C. que Herodes Agripa I lo hizo morir a espada. Jacobo fue el primero de los apóstoles en sellar su testimonio con su sangre.

La elección de Jacobo, entonces, puede haberse debido a que era uno de los de mayor confianza por parte de Jesús. Es probable que eso sucediera por su calidad de familiar de Jesús y por ser hermano mayor de Juan, discípulo casi preferido y, ambos, hijos del trueno en el sentido espiritual.

Lo de Juan, en cambio, tiene connotaciones mucho más claras. Su nombre significa “Jehová ha hecho gracia”. Era hijo de Zebedeo, hermano del Jacobo que sufrió el martirio bajo el poder de Herodes Agripa I.

Se supone, con razón, que Juan era el menor, que la madre de ellos se llamaba Salomé, y que era hermana de la madre de Jesús. El padre de Juan poseía barcos de pesca; sus dos hijos y varios jornaleros trabajaban para él en su negocio de pesca en el lago de Galilea.

Juan había seguido las enseñanzas del Bautista a bordo por el Jordán; contemplando a Jesús, lo había designado como el Cordero de Dios, en presencia de Andrés y de un discípulo anónimo que, evidentemente, era Juan.

Acompañó a Jesús a Galilea y estuvo con él en las bodas de Caná, pero no había sido todavía llamado a seguir al Señor de una manera permanente. Reemprendió su actividad en el lago; Juan y su hermano trabajaban en ocasiones con Pedro.

Jesús invitó a Jacobo y a Juan a que abandonaran su negocio para seguirle. Más tarde los designó como apóstoles. Jesús les puso como sobrenombre Boanerges, , indudablemente a causa de su violento carácter.

La impetuosidad del temperamento natural de ellos, todavía no transformado por la gracia, se manifestó cuando Juan reprendió a un hombre que echaba fuera demonios en nombre de Cristo, pero sin formar parte del grupo de los discípulos.

La misma violencia se hizo patente cuando los dos hermanos deseaban hacer descender fuego del cielo sobre una ciudad de los samaritanos cuyos habitantes habían rehusado acoger a su maestro. El egoísmo de Jacobo y de Juan los llevó a unir sus peticiones a las de la madre de ellos, que quería para sus hijos los primeros lugares al lado de Jesús en el reino venidero.

Al mismo tiempo, manifestaron su celo al declararse dispuestos a afrontar la muerte por Cristo. Pero la gracia triunfó sobre estos defectos, y su violencia se transformó en una fuerza gloriosamente conformada.

Juan se caracteriza por una profunda intuición espiritual y una viva sensibilidad, y fue un discípulo por el que Jesús sintió un afecto particular. Fue uno de los tres apóstoles a los que Jesús permitió ver la resurrección de la hija de Jairo, contemplar la transfiguración, y la agonía del huerto de Getsemaní.

Durante la última cena, había sido el más cercano a Jesús. Desde Getsemaní, siguió a Jesús hasta el interior de la residencia del sumo sacerdote, donde era conocido; después, asistió a la crucifixión.

Desde lo alto de la cruz, Jesús confió su madre a Juan, que la tomó consigo. Cuando fue informado de que la tumba de Cristo estaba vacía, Juan se dirigió corriendo con Pedro al sepulcro, y constató que el Señor estaba verdaderamente vivo.

La tarde del mismo día, en compañía de los otros discípulos, vio al Resucitado, que se les apareció de nuevo una semana más tarde. Juan fue con los otros discípulos a Galilea, donde Jesús les había citado, y allí volvió a ver al Señor.

Mientras Juan se hallaba en Galilea, se difundió entre los discípulos (que habían malinterpretado unas palabras de Jesús) la idea de que Juan no moriría. Después de la Ascensión, se quedó un cierto tiempo con los otros diez discípulos en un aposento alto en Jerusalén.

Al día siguiente de Pentecostés, se une a Pedro en una gran obra misionera. Los dos fueron encarcelados por las autoridades judías, y confesaron valientemente su fe. Los otros apóstoles enviaron a Pedro y a Juan a Samaria para ayudar a Felipe, que había comenzado a predicar allí el Evangelio.

Juan fue uno de los apóstoles que se quedaron en Jerusalén durante las persecuciones que se lanzaron contra los primeros cristianos. Como columna de la Iglesia, estaba todavía allí cuando Pablo acudió, después de su primer viaje misionero.

Es notorio que Jesús eligió que Juan fuese el tercer testigo de su transfiguración porque le tenía un afecto particular y mayor al que sentía por los demás, por su celo de las cosas de Dios y por su intuición espiritual y su fina sensibilidad.

Ya tenemos a los tres allí, acompañando a Jesús en este hecho del cual solamente se habla en los evangelios sinópticos y al que nadie o casi nadie da más importancia que a la que puede dársele a un relato bíblico. Sin embargo, ¿Qué cosa es o fue la transfiguración?

La palabra, en sí misma, deja implícita su traducción del griego, que es metamorfosis. Este término indica el cambio que tuvo lugar en la apariencia de Jesús en la visión en el monte santo. El Señor, rechazado ya de manera oficial por las autoridades del judaísmo, se dirigió con Sus discípulos hacia el extremo norte del país, a la zona de Cesarea de Filipos.

Allí, en contraste con la ceguera de Israel con respecto a Su persona, recibió la confesión de Pedro de que Él era el Cristo, el Hijo del Dios viviente. El Señor empezó entonces a anunciar a Sus discípulos la muerte que Él iba a sufrir en Jerusalén de manos de las autoridades judías.

Fue en el contexto de esta crisis en el ministerio del Señor, cuando afrontaba la última etapa de Su humillación, que tuvo lugar esta manifestación visible de la gloria del Señor que se ha de manifestar públicamente en el futuro.

El Señor, dirigiéndose a Sus discípulos antes de la transfiguración, les anunció que algunos de ellos verían al Hijo del Hombre viniendo en su reino. Esta promesa no tardó en ser cumplida. Acompañado de Pedro, Jacobo y Juan, el Señor se dirigió al monte a orar.

Y en tanto que oraba, la apariencia de su rostro se hizo otra, y su vestido blanco y resplandeciente; resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz. Pedro afirma que vieron con sus propios ojos la majestad del Señor.

Fue así un breve atisbo del Señor Jesús investido de gloria, tal como ahora lo está en las alturas, y como se manifestará en Su reino. La Ley y los profetas estuvieron presentes en esta escena, representados por Moisés y Elías; cuando Pedro propuso hacer tres tabernáculos fue acallado por una voz del cielo diciendo: Éste es mi hijo amado en quien tengo complacencia a él oíd.

El evento de la transfiguración marca un punto de inflexión de suma importancia en el ministerio del Señor. Ya el tema de conversación del Señor con Moisés y Elías fue su partida que iba Jesús a cumplir en Jerusalén.

Desde entonces, la Cruz, el cumplí miento de su obra expiatoria, fue el centro de sus pensamientos: Afirmó su rostro para ir a Jerusalén. Éste fue un camino emprendido en gracia salvadora: El Hijo del Hombre no ha venido para perder las almas de los hombres, sino a salvarlas, y con una dolorida conciencia del rechazo que lo rodeaba.

Del monte de Su glorificación, el Señor descendía así al valle de Su humillación, dirigiéndose a la Cruz. La transformación del cristiano, por la renovación de su entendimiento, y en la misma imagen del Señor, por Su Espíritu, al contemplar por la fe la gloria de Cristo, es expresada con el mismo término que el de la transfiguración del Señor.

Es indudable que la transfiguración del Señor fue un claro símbolo profético. Y reunió allí como espectadores de privilegio a todos los hombres que contenían elementos personales que Él deseaba formaran parte de todos los creyentes a la hora de su manifestación.

(Verso 3)= Y sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos, como la nieve, tanto que ningún lavador en la tierra los puede hacer tan blancos.

(4) Y les apareció Elías con Moisés, que hablaban con Jesús.

Veamos por qué es convocado espiritualmente Elías en este episodio. Su nombre significa “Jehová es mi Dios”. Fue uno de los mayores profetas. Apellidado “el Tisbita”, de Galaad; según la LXX esta última mención precisaba que no era originario de otro Tisbe más conocido, que se hallaba en Galilea.

Llevaba una vestimenta de pelo de camello ceñida con un cinto de cuero. Cuando Acab, bajo la influencia de Jezabel, su esposa tiria, se convirtió en un adorador del Baal de Tiro, Elías apareció repentinamente en escena.

Se presentó delante del pervertido soberano, y le anunció una sequía de duración indeterminada, como castigo por la apostasía. Siguió una época de hambre. Elías se retiró al principio al arroyo de Querit, donde le alimentaron los cuervos enviados por el Señor.

Cuando el arroyo de Querit se secó, Elías fue a Sarepta, en la costa mediterránea, al norte de Tiro. Allí vivía una viuda que puso su confianza en Dios, y que compartió su última comida con Elías. Entonces intervino Dios.

La tinaja de harina y la vasija de aceite no se acabaron mientras duró la época de hambre. El hijo de la viuda murió; entonces la oración del profeta lo volvió a la vida. Pasado mucho tiempo, al tercer año. Elías recibió de Jehová la orden de presentarse ante Acab.

Siguió la escena del monte Carmelo. Los sacerdotes paganos intentaron demostrar la divinidad de Baal, pero todos sus esfuerzos fueron vanos. Elías congregó al pueblo alrededor del altar que los israelitas piadosos del norte habían indudablemente levantado a Jehová, ya que debido al cisma de las 10 tribus ya no podían ir a Jerusalén.

Este altar había sido derruido. Al reconstruirlo con 12 piedras, Elías dio silencioso testimonio de que el cisma de las 12 tribus en 2 reinos era contrario a la voluntad de Dios. Para evidenciar la imposibilidad de todo fraude, ordenó al pueblo que arrojara agua sobre el holocausto y sobre el altar.

A continuación oró al Señor, y cayó fuego del cielo, consumiendo el holocausto sobre el altar y el mismo altar. Así el Señor manifestó Su existencia y poder. Los profetas de Baal, convictos de fraude, fueron llevados al arroyo de Cisón; Elías ordenó el degüello de todos ellos.

El pueblo reconoció que Jehová es Dios, y obedeció la orden de su profeta. Aparecieron nubes, anunciando la lluvia y el retorno del favor divino. El profeta, para honrar al soberano del pueblo elegido de Dios, se ciñó y corrió delante del carro de Acab hasta llegar a Jezreel.

Jezabel, furiosa por la muerte de sus profetas, juró matar a Elías, que, atemorizado, huyó. Como Moisés, fue divinamente sustentado por 40 días y 40 noches, hasta llegar al monte Horeb. Con una tremenda exhibición de poder y de suavidad, Elías fue reprendido y después devuelto a su misión.

Dios le ordenó que ungiera a Hazael rey de Siria, y a Jehú rey de Israel, para que castigaran la idolatría de Israel. También iba a ungir a Eliseo como profeta en su lugar, para anunciar el juicio. Elías arrojó su manto sobre Eliseo, y le dio la misión de llevar a cabo el resto de su misión.

Jezabel había hecho matar a Nabot con la complicidad de los magistrados, a fin de conseguir su viña para Acab. Elías se le presentó en el mismo terreno arrebatado para darle a conocer el castigo que el Señor iba a mandarle.

La muerte de Acab en la batalla de Ramot de Galaad fue el inicio del castigo pronunciado por Elías contra la casa real. Ocozías, hijo y sucesor de Acab, se hirió al caer de una ventana; envió entonces a mensajeros a que consultaran a Baal-zebub, ídolo de Ecrón, para saber si sanaría.

Elías detuvo a los mensajeros y los envió al rey con su mensaje. El rey mandó a dos capitanes de cincuenta para detener a Elías, y él hizo bajar fuego del cielo, que los consumió. Al final, un tercer capitán se presentó ante Elías suplicándole que respetara su vida; Elías fue con él a ver a Ocozías.

Al profeta Elías se le dio el privilegio de ser traspasado al cielo sin pasar por la muerte. Un carro de fuego tirado por caballos de fuego se le apareció a Elías, que había ido al otro lado del Jordán con su siervo Eliseo.

Este prodigio les separó, y Elías subió al cielo en un torbellino Este acontecimiento tuvo lugar, según parece, poco antes de la accesión de Joram al trono de Israel. Eliseo había redactado un vehemente documento contra Joram de Judá, que compartía el trono con Josafat y que se había casado con una hija de Acab.

El profeta le amenazaba con el castigo divino, provocado no solamente por los pecados que había cometido en vida de Josafat, sino también por los crímenes que perpetró a continuación de su muerte.

Si Elías fue ascendido al cielo durante el reinado de Josafat, entonces predijo, en vida de este rey, la conducta futura de Joram de Judá, como lo hizo con Hazael y Jehú. Se da otra explicación, que es que el relato de la ascensión de Elías se habría insertado en 2 Reyes 2 para dar fin a la historia de su actividad pública, y que Elías hubiera estado todavía en este mundo cuando el encuentro de Eliseo, al sur de Judá, con el ejército de Josafat y cuando Joram subió al trono.

Sin embargo, esta explicación no cuadra nada con 2 Reyes 3:11, y se debe aceptar que la denuncia de Elías era una predicción. Los dos últimos versículos del Antiguo Testamento anuncian que Dios enviará a Elías antes de la venida del día grande y terrible del Señor.

En el Nuevo Testamento Juan el Bautista vino en el espíritu y poder de Elías, humilde y lleno de celo como el tisbita, y encargado de un ministerio semejante al suyo. Aquí se debe hacer notar lo siguiente:

Juan el Bautista declaró él mismo que él no era Elías. El Señor Jesús, si bien dijo que Elías ya vino en cierta manera en el carácter de Juan el Bautista, añadió también que Elías a la verdad vendrá primero y restaurará todas las cosas.

Parece, por ello, que esta bien claro que, como sucede con frecuencia, tenemos aquí dos cumplimientos sucesivos de la profecía de Malaquías 4:5, 6, el primero parcial, en la primera venida de Cristo, el otro total en su segunda venida.

La restauración de todas las cosas significa la instauración del glorioso reinado del Mesías. En cuanto al día de Jehová, grande y terrible, este es evidentemente todavía futuro. Es el día de la manifestación y dominio total del Señor, en que ejecutará sus juicios y establecerá su dominio.

Numerosos comentaristas opinan que Elías podría ser (¿Junto con Enoc?) uno de los dos testigos de Apocalipsis 11:3-11. Sobre el monte de la Transfiguración, Elías, representando a los profetas del Antiguo Testamento, apareció para honrar a Jesús.

Su ascensión y la de Enoc prefiguran, indudablemente, la ascensión del Salvador resucitado. Los milagros que marcan el ministerio de Elías pertenecen al segundo de los cuatro períodos de milagros que presenta la historia de la redención.

Este segundo período es el de la lucha a ultranza entre la religión de Jehová y el culto a Baal. El mantenimiento de la fe de los padres o la apostasía era el tema crucial de esta batalla que tuvo lugar en el Israel norteño. Las cuestiones referentes a otras observancias religiosas palidecían frente a este hecho capital.

En cuanto a Moisés, su nombre se traduce como “sacado de”, pero la raíz egipcia significa: “hijo, niño”. La hija de Faraón dio el nombre de «hijo» a aquel que había sacado de las aguas. El gran caudillo y legislador de los hebreos; levita, de la familia de Coat, de la casa de Amram.

Su madre se llamaba Jocabed. El edicto que ordenaba arrojar a los niños varones hebreos recién nacidos a las aguas del Nilo puso en peligro la vida de Moisés. Su madre lo escondió durante tres meses en su casa; era de hermosa apariencia.

No pudiéndolo esconder ya más, lo puso en un arca hecha de juncos, hermetizándola con asfalto y brea, y la puso entre los juncos en el río. La madre ordenó a su hija María, entonces adolescente, que vigilara la arquilla.

La hija de Faraón descendió, junto con su séquito, para bañarse. Según Josefo se llamaba Thermutis. Courville indica una identificación ya señalada hace tiempo. Se da la existencia de una leyenda afirmando que el padre adoptivo de Moisés se llamaba Chenefres.

El profesor Wiedemann señaló la similitud del nombre de Sebek-hotep III, Kha-nefer-re con Chenefres, rey cuya esposa Merrhis, según una leyenda, crió a Moisés. Otro nombre de la esposa de Chenefres era Sebeknefrure.

Esta posible identificación fue descartada, sin embargo, porque según la cronología convencional de Egipto quedaba fuera del posible marco histórico de Moisés. Sin embargo, en la cronología revisada sí que se halla en el mismo marco histórico.

Courville da asimismo buenas razones para la posible identificación de Moisés, en el marco de la cronología revisada, con Amenemhet IV, que fue corregente durante nueve años, como príncipe de la dinastía XII.

Courville señala asimismo el hecho curioso de que se han descubierto todas las tumbas de todos los reyes de esta dinastía, a excepción de la de Amenemhet IV. Esto pone bajo una luz nueva las palabras de Pablo en Hebreos:

Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón, escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado. Al ver la princesa egipcia la arquilla, la hizo abrir, y, reconociendo que el niño que lloraba era hebreo, tuvo lástima de él.

Entonces María, con una admirable presencia de ánimo, preguntó a la princesa si le daba permiso para conseguir una nodriza para el niño, a lo que la princesa accedió. De esta manera, Moisés recibió su primera formación de manos de su propia madre bajo la protección de la hija de Faraón.

Cuando fue destetado (a la edad que se puede suponer de tres años), lo llevó a la princesa, que lo adoptó, y le puso por nombre Moisés, nombre que a la vez recordaría que lo había sacado de las aguas y que lo había adoptado como hijo.

Moisés recibió una educación aristocrática, y fue instruido en toda la sabiduría de los egipcios, la nación más civilizada de aquella época. Aquel niño estaba destinado a elevadas funciones en Egipto, y estaba en la línea del trono, por cuanto la hija de Faraón debía casarse con su hermano varón heredero del trono, con lo que el hijo de ella era a su vez heredero del trono.

Pero Dios lo estaba preparando para caudillo del pueblo hebreo. Moisés, extremadamente dotado, recibió la instrucción necesaria para la gran tarea que le esperaba. Los descubrimientos de las pirámides y otros diversos monumentos han evidenciado lo extendida que estaba la escritura en aquella época, así como también las tabletas cuneiformes de Egla muestran el antiguo uso de la escritura silábica por gran parte del Oriente Medio.

Es indudable que el joven príncipe aprendió a escribir los jeroglíficos egipcios, el acadio cuneiforme, y una escritura ya alfabética como la de Ugarit, que era casi idéntica con la del hebreo. Moisés se familiarizó con la corte egipcia, con sus grandes personajes, con la pompa de las celebraciones religiosas, con la suntuosa exhibición de los ritos y de los símbolos, con la corriente literaria y artística de su época, y con la administración de la justicia.

Sin embargo, Moisés no olvidó nunca su origen, y creía en las promesas hechas a su pueblo. Hacia el final de su estancia en Egipto, había ya comprendido que Dios lo llamaba a ser el juez y liberador de los israelitas.

Viendo que un egipcio golpeaba a un hebreo, dio muerte al egipcio, y escondió su cuerpo en la arena. Al día siguiente, viendo a dos israelitas que se peleaban, los quiso reconciliar. Uno de ellos le dirigió estas palabras: ¿Quién te ha puesto a ti por príncipe y juez sobre nosotros? ¿Piensas matarme como mataste al egipcio?

Sabiendo entonces que su acción había sido observada y que el hecho era sabido, y que Faraón buscaba darle muerte, Moisés huyó al país de Madián. Así renunció al título de hijo de la hija de Faraón, y se asoció de manera clara con el pueblo de Dios.

Tenía entonces 40 años. Llegado a Madián, Moisés ayudó a las hijas del sacerdote Jetro  a abrevar sus rebaños. Jetro le ofreció hospitalidad, le dio trabajo y le dio Séfora, una de sus hijas, como esposa, con la que Moisés tuvo 2 hijos: Gersón y Eliezer.

Moró cuarenta años en Madián, participando de la vida de un pueblo que descendía de Abraham y que posiblemente adoraba al mismo Dios que él. Este nuevo período de preparación puso a Moisés en estrecho contacto con Jetro, cabeza de una tribu de madianitas, sacerdote dotado de mucho discernimiento.

Durante este período, el pensamiento religioso de Moisés maduró. Por otra parte, se familiarizó con los caminos del desierto, con sus recursos, con su clima y con la vida de sus moradores. La solemne grandeza de los espacios desérticos y su soledad profunda favorecían la meditación.

Hacia el final de este período, el futuro caudillo de Israel vio un fenómeno asombroso: una zarza ardiendo, pero no se consumía. En el momento en que se apartó del camino para observar aquello, oyó la llamada divina.

El Señor rechazó las objeciones de Moisés tocantes: (a) a su propia persona; a su incapacidad de revelar al pueblo el nombre y el carácter del Dios que quería liberarlos; su carencia de autoridad ante el pueblo; su pobre elocuencia; finalmente, su rechazo expreso a partir.

Ante la ira de Jehová, Moisés tuvo finalmente que obedecer, y el Señor le asignó Aarón como portavoz. Moisés salió hacia Egipto con su esposa Séfora y sus dos hijos, uno de los cuales, indudablemente el menor, no había recibido aún la circuncisión a causa de la oposición de la madre.

Al ceder a ella, Moisés había desobedecido la instrucción divina, y se había demostrado incompetente para llevar a cabo la magna misión que tenía encomendada. Culpable de haber descuidado la señal del pacto, Moisés fue confrontado en una posada, una noche, por el mismo Señor, de una manera que no se especifica, pero poniendo en grave peligro su vida.

Séfora, deseosa de salvar a su marido, ejecutó ella misma la operación, exclamando: A la verdad tú me eres un esposo de sangre. Moisés y Aarón se presentaron en numerosas ocasiones a Faraón para comunicarle que Dios exigía la partida de los israelitas.

El rechazo del rey a obedecer atrajo sobre él mismo y sobre su pueblo las diez plagas. Cuando llegó el momento del éxodo, Moisés, bajo orden de Jehová, acaudilló a los hebreos. En el monte Sinaí Dios se manifestó a Moisés de una manera muy personal; el pueblo oyó la voz de Dios, pero sólo el profeta fue admitido a hablar con Jehová como un amigo.

El Dios de Israel fue revelando gradualmente a su servidor lo que debía enseñar al pueblo. Así es como Moisés recibió en el monte los Diez Mandamiento y las leyes que los acompañaban. Inmediatamente después, el profeta pasó sobre el monte cuarenta días de ayuno, en el curso de los cuales Dios le reveló la forma, las dimensiones, los materiales y los utensilios del Tabernáculo que debería erigir en el desierto.

Asimismo, Moisés recibió las dos tablas de piedra en las que estaba grabado el Decálogo. Descubriendo a su descenso del monte que el pueblo se había entregado al culto del becerro de oro, Moisés, indignado, quebró las tablas de piedra.

Este gesto hizo comprender al pueblo que el Pacto con Jehová estaba asimismo roto. Los levitas ejecutaron a continuación a todos los israelitas que se obstinaban en adorar al becerro de oro. Después de haber actuado como juez, Moisés intercedió ante Dios en favor de los israelitas, ofreciendo incluso su propia salvación por la de ellos.

Jehová se aplacó, y prometió quitar su ira de sobre Israel. Así, Dios ordenó a Moisés que subiera de nuevo al monte. El pueblo había violado las ordenanzas fundamentales del culto; la Ley fue dada otra vez sobre dos tablas nuevas semejantes a las primeras.

En las dos ocasiones en que pasó cuarenta días en el monte, Moisés no comió ni bebió. Más adelante, Elías observaría un ayuno idéntico. Los ayunos de estos dos profetas prefigurarían el de Jesús.

El nombre de Moisés quedará asociado para siempre a las leyes promulgadas en el Sinaí y en el desierto. Cuando Moisés descendió del Sinaí después del segundo ayuno de cuarenta días, surgían rayos luminosos (En hebreo “cuernos”) de su faz, de manera que el pueblo tuvo temor de aproximarse a él.

Moisés, sin embargo, los reunió y les comunicó las órdenes de Jehová. En Números 12:1 se habla de una mujer etíope que Moisés tenía, acerca de la cual Aarón y María le recriminaron. Ésta es la única alusión bíblica a esta persona.

Los comentaristas judíos creen por lo general que se trata de Séfora, hija del sacerdote de Madián, cuya muerte no está registrada. Los judíos de época más tardía afirman que la etíope en cuestión era una princesa llamada Tharbis, convertida en mujer de Moisés cuando éste condujo una expedición militar en Etiopía en la época en que formaba aún parte de la corte de Faraón.

Aunque muchos lo han descartado por completo, este relato puede sin embargo tener elementos verdaderamente históricos. Poco después de pasar a Cades, Coré y otros príncipes se rebelaron contra Moisés y Aarón, pero Dios los destruyó.

La segunda vez que plantaron sus reales en Cades, los mismos Moisés y Aarón desobedecieron a Dios. Dios les había ordenado que hablaran a la roca para hacer salir agua de ella. Pero Moisés dijo al pueblo reunido allí; ¡Oíd ahora, rebeldes! ¿Os hemos de hacer salir aguas de esta peña?

Los dos hermanos se apartaban con esta actitud de su posición de dependencia con respecto a Dios. Se ponían en lugar de Jehová, en tanto que había sido Él quien había conducido a los israelitas fuera del país de servidumbre, y que los había alimentado durante cuarenta años en el desierto.

En lugar de actuar en nombre de Jehová, intervinieron en su propio nombre. Se glorificaron del poder que Dios les había otorgado. A continuación, Moisés “golpeó” dos veces sobre la peña, en lugar de simplemente “hablarle”.

Esta desobediencia fue de extrema gravedad. Aparte del hecho mismo de la desobediencia, la acción de golpear traicionó el significado típico de la roca, que era Cristo. Cristo murió una sola vez por nosotros, y su sacrificio no se repite ya jamás.

Los beneficios de su obra fluyen siempre en base a la obra efectuada una vez por siempre. Y fue esta desobediencia capital lo que les privó de entrar en la Tierra Prometida. Pero este castigo tan severo no alteró en nada la fidelidad de Moisés hacia su Señor; reasumió su actitud de humildad y siguió conduciendo al pueblo en dirección a Canaán.

Dios le mandó que llevara a Aarón sobre el monte Hor y que transmitiera el sacerdocio a Eleazar, hijo de Aarón. En aquel monte murió Aarón. Cuando los israelitas fueron atacados por la plaga de serpientes ardientes, Moisés intercedió ante Dios, que le ordenó que levantara una serpiente de bronce sobre un asta.

Todo aquel que contemplara la serpiente era sanado El profeta introdujo al pueblo en el país de Sehón y de Og, y conquistó aquellas tierras para Israel. Con el campamento establecido en un valle de los montes de Abarim, pudo ver desde allí el país prometido a Abraham, a Isaac y a Jacob.

La emoción de Abraham se expresó en una oración: Señor tú has comenzado a mostrar a tu siervo tu grandeza y tu mano poderosa… Pase yo, te ruego, y vea aquella tierra buena que está más allá del Jordán, aquel buen monte, y el Líbano.

Pero el Señor respondió: Basta, no me hables más de este asunto… no pasarás el Jordán. Se levantó el campamento y después fue vuelto a ser plantado en el valle de Sitim. Sabiendo que su muerte estaba ya cercana Moisés tomó las últimas disposiciones y dio su discurso de despedida al pueblo.

Dios había designado a Josué como sucesor de Moisés. El anciano profeta puso al hijo de Num en presencia de Eleazar, el sumo sacerdote, y le impuso las manos a la vista de todo el pueblo que tenía que acaudillar.

Moisés llevó, a continuación, a Josué a la entrada del tabernáculo de reunión a fin de que Jehová diera las instrucciones al nuevo jefe de Israel. Después Moisés enseñó al pueblo un cántico lleno de sabiduría divina, dio su bendición a las distintas tribus, ascendió al monte Nebo, desde donde contempló la Tierra Prometida, y murió a la edad de 120 años sobre la cumbre del Pisga. Sus ojos nunca se oscurecieron, ni perdió su vigor. El mismo Dios lo sepultó en el valle.

(Verso 5)= Entonces pedro dijo a Jesús: Maestro, bueno es para nosotros que estemos aquí; y hagamos tres enramadas, una para ti, otra para Moisés, y otra para Elías.

Escucha: Pedro era casado, ¿Recuerdas? La Biblia no lo comenta demasiado, pero si en un momento dado Jesús le cura a la suegra de unas fiebres, es porque tenía una esposa. Nadie tiene suegra sin tener esposa o esposo.

Ahora bien: Siendo casado, Pedro conocía todos los deleites normales de una vida marital y humana considerada común y corriente. La misma que tal vez no conocían otros de los discípulos y ni aún el propio Jesús. Sin embargo, él fue quien sintiendo vaya a saberse que cosa en su interior, olvidó y despreció todo eso para desear quedarse a vivir allí.

La enramada en cuestión, aunque los comentaristas no se ponen demasiado de acuerdo en su significado, era una especie de choza o cama fabricada con ramas de árboles, espesas y entrelazadas a las que se les podía añadir telas, estopa, lana o cueros.

(6) Porque no sabía lo que hablaba, pues estaban espantados.

(7) Entonces vino una nube que les hizo sombra, y desde la nube una voz que decía: Este es mi Hijo amado, a él oíd.

Más allá de que Pedro dijo lo que dijo como producto del terror que se apoderó de él ante algo que le resultaba totalmente desconocido, indudablemente la experiencia lo marcó. Lo recordará puntillosa y ordenadamente en su segunda carta.

Allí, en el  primer capítulo de esa segunda epístola, en los versos 17 y 18, dice: Pues cuando él recibió de Dios Padre honra y gloria, le fue enviada desde la magnífica gloria una voz que decía: Este es mi Hijo amado, en el cual tengo complacencia. Y nosotros oímos esta voz enviada del cielo, cuando estábamos con él en el monte santo.

(8) Y luego, cuando miraron, no vieron más a nadie consigo, sino a Jesús solo.

(9) Y descendiendo ellos del monte, les mandó que a nadie dijesen lo que habían visto, sino cuando el Hijo del Hombre hubiese resucitado de los muertos.

(10) Y guardaron la palabra entre sí, discutiendo qué sería aquello de resucitar de los muertos.

(11) Y le preguntaron, diciendo: ¿Por qué dicen los escribas que es necesario que Elías venga primero?

(12 Respondiendo él, les dijo: Elías a la verdad vendrá primero, y restaurará todas las cosas; ¿Y como está escrito del Hijo del Hombre, que padezca mucho y sea tenido en nada?

(13) Pero os digo que Elías ya vino, y le hicieron todo lo que quisieron, como está escrito de él.

Una vez más vemos que Pedro, Jacobo y Juan, más allá de las aptitudes personales mencionadas, constituían el círculo íntimo de los allegados a Jesús. Allí él  mientras se transfiguraba, pudo denotar una transformación espiritual visible, mostrando una clase de gloria divina hasta aquí desconocida por ellos.

La presencia de Moisés y Elías, independientemente de sus facultades individuales, significa que la Ley como los profetas sostenían a Jesús en su misión redentora. Esto es importante para terminar con las viejas antinomias entre Antiguo y Nuevo Testamento. Lo obvio es que, ambos, se complementan de modo perfecto y sincronizado. Uno, sombra del que luego habría de venir.

(14) Cuando llegó a donde estaban los discípulos, (¿De donde llegó? Del monte donde se había transfigurado. ¿De qué discípulos está hablando, entonces? De todos, menos Pedro, Juan y Jacobo), vio a una gran multitud alrededor de ellos, y escribas que disputaban con ellos.

(15) Y enseguida toda la gente, viéndole, se asombró, (No hay explicación visible del motivo por el cual la gente se asombró al verlo), y corriendo a él le saludaron.

(16) Él les preguntó: ¿Qué disputáis con ellos?

(17) Y respondiendo uno de la multitud, dijo: Maestro, traje a ti a mi hijo, que tiene un espíritu mudo, (18) el cual dondequiera que le toma, le sacude; y echa espumarajos, y cruje los dientes, y se va secando; (¡Cualquier médico apostaría a que se está hablando de un epiléptico!), y dije a tus discípulos que lo echasen fuera, y no pudieron.

Aquí está la explicación primaria de la razón por la cual los discípulos estaban en plena disputa con los escribas en el momento de llegar Jesús al lugar. Es indudable que estos estaban sacando ventaja a partir de la incapacidad de los discípulos para liberar al muchacho.

(19) Y respondiendo él, les dijo: ¡Oh generación incrédula! ¿Hasta cuando he de estar con vosotros? ¿Hasta cuando os he de soportar? Traédmelo.

(20) Y se lo trajeron; y cuando el espíritu vio a Jesús, sacudió con violencia al muchacho, quien cayendo en tierra se revolcaba, echando espumarajos.

(21) Jesús preguntó al padre: ¿Cuánto tiempo hace que le sucede esto? Y él dijo: desde niño.

(22) Y muchas veces le echa en el fuego y en el agua, para matarle; pero si puedes hacer algo, ten misericordia de nosotros, y ayúdanos.

¿Notaste lo que dice el padre? Dice a Jesús que, si puede, sane a su hijo. Podríamos, incluso, hasta llegar a poner en escena una de esas dramatizaciones un tanto ridículas con que la iglesia suele hacerle pensar a sus miembros que está ungida y suponer una respuesta por parte de Jesús.

Es dable de imaginar que Él podría haber dicho algo así como “¿Qué? ¿Eso dijiste?” La supuesta exclamación de Jesús hubiera recorrido las vacilantes palabras del padre. Porque la cuestión decisiva a resolver no era el poder de Jesús, sino la fe del hombre.

La declaración del Señor respecto a la fe, de ninguna manera nos concede alegremente la libertad de jactarnos de la bondad de Dios, pidiendo irresponsablemente cosas por egoísmo. Nuestros deseos deben estar de acuerdo con la voluntad de Dios. Por eso es que él dice…si puedes…, no por dudar del poder que emanaba de Jesús.

(23) Jesús le dijo: Si puedes creer, al que cree todo le es posible.

Esta fue la respuesta que Jesús le dio a la supuesta o aparente duda del padre. Allí deja bien en claro que la condición esencial para una oración de sanidad contestada, es creer. No hay otros artilugios y mucho menos mágicos, tal como muchos han intentado hacernos creer con los tiempos.

(24) E inmediatamente el padre del muchacho clamó y dijo: Creo: ayuda mi incredulidad.

El padre del muchacho, con lágrimas en sus ojos, dijo lo que se le pedía: Creo. Pero luego apeló al máximo de su sinceridad al añadir: Ayuda mi incredulidad. Siendo que la fe es un don, nosotros podemos orar pidiéndola, tal como lo hizo este padre.

(25) Y cuando Jesús vio que la multitud se agolpaba, reprendió al espíritu inmundo, diciéndole: Espíritu mudo y sordo, yo te mando, sal de él, y no entres más en él.

(26) Entonces el espíritu, clamando y sacudiéndole con violencia, salió; y él quedó como muerto, de modo que muchos decían: está muerto.

Fíjate con qué rapidez contesta la gracia de Dios. Sin embargo, hay otra lección aún más profunda en este relato, si es que puedes verla. En un ambiente donde creer es difícil, nosotros debemos buscar otro diferente.

Porque muy bien vale la pena consignar que, aún con la innegable capacidad de Jesús para producir milagros sobrenaturales, de esos que a nadie le puede dejar ninguna duda, se vio reducida allí donde la incredulidad masiva prevalecía.

(27) Pero Jesús, tomándole de la mano, le enderezó; y se levantó.

(28) Cuando él entró en casa, sus discípulos le preguntaron aparte: ¿Por qué nosotros no pudimos echarle fuera?

(29) Y les dijo: Este género con nada puede salir sino con oración y ayuno.

Aquí es donde muchos, pero muchos, eh? (Incluidos los comentaristas de una Biblia de estudio muy importante que poseo),  se han confundido notoria y notablemente. Y en el marco de esa confusión han  inventado una supuesta doctrina de ayunos especiales para liberación, cuestión que nadie pone en duda ni discute, pero que no refleja en lo más mínimo lo que aquí dice el propio Jesús.

Examina rápidamente este fragmento y dime: ¿De que se viene hablando como tema central? De la liberación de un endemoniado, pero por encima de eso, del tremendo y transparente reconocimiento de incredulidad por parte de su atribulado padre.

Entonces, ¿Cuál es el punto central del texto? La incredulidad. Por lo tanto, cuando Jesús les dice a sus discípulos que ellos no pudieron liberar al joven porque ese género sólo sale con ayuno y oración, no habla de la clase de demonio que el muchacho tenía, sino de la incredulidad. Ese es el género en cuestión, que sólo sale y cambia a fe mediante el ayuno y la oración.

(30) Habiendo salido de allí, (¿De donde salió? Del lugar en el que terminaba de liberar al joven endemoniado), caminaron por Galilea; y no quería que nadie lo supiese.

(31) Porque enseñaba a sus discípulos, y les decía: El Hijo del Hombre será entregado en manos de hombres, y le matarán; pero después de muerto, resucitará al tercer día.

(32) Pero ellos no entendían esta palabra, y tenían miedo de preguntarle.

En el segundo anuncio de su muerte, Jesús se refiere a la traición de la cual va a ser víctima. De allí que, cuando dice que será entregado, está sugiriendo que la intención traicionera ya estaba alojada en el corazón de Judas.

Ellos no entendían nada de lo referido a la resurrección, y resultaba casi lógico que así fuera. Era ese un tema muy singular y controvertido, como todavía lo sigue siendo. No son pocos los cristianos fieles y sinceros que no tienen dudas sobre nada de lo que dice la Palabra de Dios, pero que miran con cierto recelo lo referente a este punto teológico.

Lo cierto es que la resurrección es el principio fundamental de los tratos de Dios en gracia hacia el hombre, por cuanto el hombre está bajo sentencia de muerte, y en la muerte misma, debido al pecado.

La expresión “la resurrección general” se halla en obras de teología, y hay una creencia general de que todos los muertos serán levantados simultáneamente. Sin embargo, esta idea no se halla en las Escrituras. El Señor habla de resurrección para vida.

El orden de la resurrección definitiva, dejando a un lado las resurrecciones temporales con que Dios manifestó su poder, es: Cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida. Luego el fin….

Este “fin” es evidentemente el levantamiento de los malvados a juicio, o, en otras palabras, a resurrección de condenación. En Apocalipsis 20:4-5 se ve una estrecha correspondencia con el pasaje de 1 Corintios 15:23-24; en ambos se aprecia, con la frase clave cada uno en su debido orden, cómo se interpone el reinado milenial de Cristo entre la resurrección de los Suyos y la resurrección de condenación, o “el fin”.

Así, siguiendo el orden de resurrecciones establecido en las Escrituras, se pueden considerar, sucesivamente: La resurrección del Señor Jesucristo. El retomo de Cristo a una vida corporal glorificada, tres días después de su muerte, constituye, junto con la cruz, la base misma del Evangelio.

Sin este hecho glorioso, la fe del cristiano sería totalmente vana. La resurrección del Mesías está ya anunciada en el Antiguo Testamento. El mismo Jesús había advertido a sus discípulos de ello. Después de que Su muerte hubiera sido debidamente constatada y que las autoridades hubieran tomado todas las precauciones para evitar toda superchería, el hecho de la resurrección ha quedado demostrado con pruebas indudables.

Los testimonios son numerosos y concordantes: las mujeres, María Magdalena; los discípulos, Pedro, Juan, Santiago, Tomás; los guardias, los ancianos, los discípulos de Emaús, los quinientos hermanos mencionados en 1 Corintios 15:6, los once apóstoles, Saulo de Tarso.

Los discípulos, bien lejos de inventarse apariciones imaginarias, fueron difícilmente persuadidos de un hecho tan extraordinario. El Señor Jesús tuvo que reprocharles vivamente su incredulidad y dureza de corazón, y les dio unas pruebas tales que finalmente quedaron totalmente persuadidos.

Su fe consiguiente los transformó y los capacitó para ir hasta el mismo martirio por su Señor resucitado. Por otra parte, el sepulcro había quedado vacío, y los mismos enemigos de la naciente Iglesia, que tenían en sus manos todos los resortes del poder, no pudieron jamás presentar el cadáver del Crucificado.

Después de los cuarenta días transcurridos con Sus apóstoles, el Señor los dejó, y glorificado en las alturas les envió el Espíritu Santo. Desde entonces, los discípulos vinieron a ser, en todo lugar, testigos de la resurrección.

¿Y cuales se supone que fueron las consecuencias de la resurrección? Para el mismo Jesucristo: Él ha sido declarado Hijo de Dios con poder; le ha sido dado todo poder en los cielos y en la tierra; desde entonces está sentado a la diestra de Dios, coronado de gloria y de honra, esperando el momento de Su venida para establecer Su reino.

Para los creyentes: la resurrección hace posible nuestra salvación. El Cristo viviente intercede por nosotros y nos da plena salvación. Cristo, el último Adán, crea una nueva humanidad, de la que el creyente viene a formar parte.

Él es las primicias de los muertos, y Su resurrección es la firme garantía de la del creyente. Él es la resurrección y la vida; ciertamente, ha resucitado. En cuanto a la resurrección de los creyentes, éste es un artículo fundamental de la fe cristiana, y la Biblia la muestra de una manera multiforme.

Aunque se afirma con frecuencia que en el Antiguo Testamento no se halla mencionada de una manera explícita, contiene, sin embargo, alusiones directas a ella, y claras profecías. Hay los relatos de tres resurrecciones que demuestran que el poder de Dios triunfa sobre la muerte.

Dos arrebatamientos demuestran que los amados del Señor pueden escapar a la tumba. Tres tipos de la resurrección ya han sido mencionados en el apartado anterior acerca de Jesucristo. Ezequiel da una visión imponente de una resurrección nacional.

Aunque se trate de la resurrección de Israel como nación, no deja de ser notable que la imagen usada para ello es la de la resurrección. Job proclama, en uno de los libros más antiguos de la Biblia, si no el que más, su fe en la resurrección basada en la vida de su Redentor.

El salmista sabe que Dios lo sacará de la morada de los muertos. Isaías anuncia la victoria definitiva sobre la muerte. Si bien Isaías 26:19 es entendido por algunos como refiriéndose a la resurrección nacional de Israel, otra vez se aplica la observación referente a Ezequiel: el hecho mismo de que se use la imagen de la resurrección es sumamente significativo.

Daniel habla claramente de dos tipos de resurrección, y él recibe personalmente la certeza de que se levantará para recibir su heredad. Finalmente, Oseas canta el triunfo sobre el sepulcro. Jesús mismo ve en Éxodo 3:6, 15-16 una afirmación de la resurrección.

En realidad, la idea de la resurrección subyace en todas las enseñanzas del Antiguo Testamento. En el judaísmo del tiempo del Señor era aceptada como un artículo de la fe ortodoxa, y el hecho de que los saduceos no creyeran en ella se presenta como una anomalía.

En el Nuevo Testamento se encuentran otros seis casos de resurrección. Pero es evidente que cada una de estas personas devueltas a la vida volvió a morir, con la posible excepción de los mencionados en Mateo 27:52-53.

Sólo Cristo ha resucitado definitivamente, con la posible excepción de un puñado, después de Su resurrección, para prenda de Su obra futura. En cuanto a nosotros, esperamos una mejor resurrección.

Todos estos ejemplos y promesas constituyen una base para la revelación más plena de Pablo acerca de esta enseñanza. Por eso se pueden dividir en algunas etapas la manera en que operará la resurrección.

Siguiendo la analogía de la naturaleza. En efecto, en ella podemos observar cómo a partir de la muerte surge la vida, cómo la pequeña semilla es mucho más pequeña que la futura planta, cómo el Creador tiene la capacidad de suscitar una infinidad de diversos cuerpos.

Según 1 Corintios 15:42-44 el cuerpo nuevo será incorruptible, glorioso, lleno de poder, espiritual. De hecho, será a semejanza del de Cristo resucitado. Así como en el cuerpo terrenal la adecuación tenía su énfasis en el alma, siendo un cuerpo “animal”, psíquico, en el cuerpo nuevo el acento se pone en su adecuación al espíritu.

Tiempo de la resurrección. Tendrá lugar a la venida de Cristo, en el día postrero, en el momento del arrebatamiento de la iglesia. Los creyentes que en aquel momento vivan sobre la tierra no morirán: transformados en un abrir y cerrar de ojos, serán arrebatados a los aires al encuentro del Señor junto con los creyentes antes muertos y ahora resucitados.

Ésta será la gloriosa primera resurrección, en la que tendrán parte los mártires de la Gran Tribulación que serán llamados a la vida al comienzo de los mil años, junto con los santos del Antiguo Testamento.

Ya ahora el creyente ya tiene vida de resurrección, habiendo resucitado espiritualmente en su nuevo nacimiento; pero todavía tiene pendiente la adopción, la resurrección del cuerpo. Los que tendrán parte en esta resurrección son “los de Cristo”, aquellos que el Padre le ha dado.

Pero no todos participarán de ella, porque no lo tienen a Él. Esta es la razón de que se hable de una resurrección de entre los muertos. Esta doctrina es notable no sólo por su plenitud y espiritualidad, sino también por lo alejada que está de las concepciones filosóficas surgidas al margen de la Revelación.

En efecto, es absolutamente distinta de la concepción griega que pretende que el alma es preexistente al cuerpo e inmortal para vivir eternamente independiente del cuerpo; la salvación, en estos sistemas, consiste en la liberación definitiva, desligada del cuerpo.

Los maniqueos (herejes de los primeros siglos d.C.) establecían un antagonismo irreductible entre el cuerpo y el espíritu, siendo que el cuerpo material representaba al mal, y que el alma quedaba degradada por su unión con el cuerpo.

Frente a ello, las Escrituras enseñan que el cuerpo y el alma, creados ambos por Dios, son buenos en sí mismos, y destinados el uno para la otra, y para la inmortalidad. En cuanto a la resurrección de los impíos, en las Escrituras se enseña claramente que habrá dos resurrecciones: la de los creyentes, para vida eterna, y la de aquellos que no se han acogido al Salvador, para juicio y confusión eterna.

La primera resurrección tiene lugar antes del comienzo del Milenio, y la otra inmediatamente después, par a dar lugar al Juicio Final. De estos textos se desprende que en este momento resucitarán los injustos, los que han vivido el mal, los que no pertenecen a Cristo, y que no han sido tenidos por dignos de tomar parte en la primera resurrección; los que, al no haber sido salvos por la fe en la obra redentora de Cristo, serán juzgados por sus obras.

¡Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección! Es preciso señalar que la traducción comúnmente dada en diversas versiones no es correcta. En la Reina-Valera se traduce así: Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua.

De este pasaje se puede sacar la impresión de que habrá una resurrección simultánea de ambos grupos. Pero en esta traducción el lenguaje es incoherente. Se afirma que “muchos” serán despertados, y parece que se refiere a “muchos” de dos grupos, pero evidentemente no todos.

En realidad, como muestra N. West en su obra “The Thousand Years in Both Testaments”, la traducción correcta del pasaje, en relación con el contexto, es: Y (en aquel tiempo) muchos (de tu pueblo) despertarán (o, serán separados) de entre los que duermen en el polvo de la tierra. Éstos (que se despiertan) serán para vida eterna, pero aquéllos (los que no despiertan en este tiempo) serán para vergüenza y confusión eterna. Así, en realidad, en Daniel se enseña la resurrección de una de las dos clases a que pertenece el pueblo de Israel en aquel tiempo.

(Verso 33)= Y llegó a Capernaum; y cuando estuvo en casa, les preguntó: ¿Qué disputabais entre vosotros en el camino?

(34) Más ellos callaron; porque en el camino habían disputado entre sí, quien había de ser el mayor.

(35) Entonces él se sentó y llamó a los doce, y les dijo: Si alguno quiere ser el primero, será el postrero de todos, y el servidor de todos.

(36) Y tomó a un  niño, y lo puso en medio de ellos; y tomándole en sus brazos, les dijo: (37) el que reciba en mi nombre a un niño como este, me recibe a mí; y el que a mí me recibe, no me recibe a mí sino al que me envió.

Me gustaría poder profundizar y ser absolutamente teológico en este comentario, pero me resulta imposible. ¿Sabes por que? Porque el concepto de Jesús es tan claro, pero tan diáfano, que no entenderlo es propio de infradotados espirituales o, lo peor, de corruptos dispuestos a la desobediencia con tal de seguir beneficiándose.

Porque, mira; y entiende: ¿Qué es lo primero que salta a la vista en este pasaje? Sin dudas, la capacidad sobrenatural de Jesús de estar enterado de lo que hablan sus discípulos sin haber participado directamente de la conversación.

Cuando Él les pregunta sobre que venían discutiendo ellos durante el camino, no lo hace porque desee enterarse. Él ya sabía perfectamente cual era el calibre y el tema de disputa entre ellos. Él les hace la pregunta buscando que ellos se purifiquen confesando su respuesta. Pero ellos, (Al igual que muchos de nosotros hoy, todavía) eligieron quedarse en silencio.

¿Y cual era el motivo de la disputa? Cargos, posiciones, jerarquías. – ¡Pero no, hermano! ¡No dice que hablaran de eso! – Es cierto, pero si prestas atención verás que está implícito. ¿Para que desearías ser el mayor, el más importante en un lugar, sino para ostentarlo delante de los demás?

¿Y cual es la manifestación de sabiduría en la respuesta de Jesús? ¿Acaso entrevistarlos uno por uno y darles a entender que si ellos se comportan con Él como deben hacerlo, no sería extraño que más adelante consigan ser nombrados como delegados personales o algo así? ¿No sería ese el tenor de una conversación similar en una congregación cualquiera, en este tiempo? ¿Cuántos hermanos siguen en iglesias muertas porque el pastor les ha prometido nombrarlos sus delegados o ayudantes?

Jesús no hizo eso. Muy por el contrario, Él los sorprendió con una exposición respecto a lo que significa ser el mayor o el más importante en un sitio espiritual. Les dijo claramente que, para ostentar ese nivel, debían convertirse en servidores de todos y no en beneficiarios del servicio ajeno.

¿Es eso lo que estás viendo en tu iglesia, cualquiera sea ella, tanto en lo denominacional como en lo geográfico? ¡Cuánto me gustaría que tu respuesta fuera afirmativa! ¡Gloria a Dios por las que puedan haber en ese tenor! Pero mucho me temo que, mayoritariamente, esa respuesta sea negativa. Al menos por lo que yo personalmente he podido ver y la Argentina será un país bastante peculiar, pero no es único en el universo en materia de corrupciones, ambiciones, vanidades y abusos.

¿Es tu pastor un hombre dispuesto a servir a quien sea, o por el contrario, delega ese servicio en otros porque sus ocupaciones no le permiten estar con aquellos más inmaduros? Aquí también todo dependerá de tu respuesta, cualquiera que ella sea.

Los dos últimos versos muestran claramente cual es la idea de Jesús respecto al servicio eclesiástico. ¿Has visto esas personas que nunca terminan de crecer, que nunca terminan de aprender, que nunca terminan de salir de sus problemas, y permanentemente están buscando ayuda de los que ellos suponen son mayores en cuanto a crecimiento espiritual?

Molestan, fastidian, retrasan todas nuestras actividades, nos sacan de cosas profundas e importantes para llevarnos a dilemas casi infantiles. Son como niños, pero no sólo en falta de malicia, sino también en inmadurez. ¿Perderías tu tiempo con ellos, una y otra vez? ¿O a la segunda visita los expulsarías de la iglesia y que se vayan con sus tonteras a fastidiarle la vida a otro pastor?

Si haces un ensamble ordenado con todas tus respuestas a todas estas consultas, quizás no encuentres tremendas revelaciones, pero sí hallarás el estado en el cual se encuentra el pueblo de Dios en cuanto a quienes son los más grandes, los más importantes y quienes los más pequeños.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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julio 7, 2016 Néstor Martínez