De la Función al Cargo

Ya hemos mencionado que en su carácter de comunidad corporativa, la iglesia del Señor (Y no hablo de congregación, hablo de Iglesia), ha sido llamada a organizarse a sí misma, entre otras cosas, y por ejemplo, para disciplinar a los miembros caídos, advertir a los rebeldes, confortar a los desanimados, sostener a los débiles, progresar en la obra del Señor y ministrarse unos a otros. Esa responsabilidad no termina allí. Va mucho más allá y, en todos los casos, respaldado en la palabra. Por ejemplo, enseñarnos unos a otros. ¿Unos a otros? ¿No hay maestros y alumnos? En lo formal, en lo lineal, sí; pero en la concepción global, los creyentes estamos llamados a someternos, sujetarnos, amarnos y todo lo que se te ocurra, los unos a los otros. No habla de líderes ni de liderados. Habla de todos con todos. Que quede claro.

(Colosenses 3: 16)= La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales.

¿Qué es la enseñanza? Hay muchos conceptos, depende quien lo analice. Una Biblia de estudio muy conocida que yo tengo, dice como comentario sobre este verso, que debemos ser diligentes en el estudio bíblico y memorizar la mayor cantidad de versículos que podamos. Yo no puedo decir que eso esté mal o que sea una barbaridad. Es bueno, suma y es conveniente. Pero enseñar es algo más. Es, en todo caso, imitar a Cristo, enseñar como Él enseñó. ¿Y cómo enseñó él? Viviendo. Diciéndole a la gente: miren, yo soy quien digo que soy, y vivo una vida que respalda lo que soy y lo que digo que soy. ¿Cuántos denominados maestros podrán decir eso? A todo esto, súmale lo otro: unos a otros. O sea: todos. Y además, usar los dones, en esa mismo tónica, en esa misma dirección.

(1 Corintios 14: 31)= Porque podéis profetizar todos uno por uno, para que todos aprendan, y todos sean exhortados.

Alguna vez escuchaste que alguien enseñe esto, así como lo dice aquí? Sí, ya sé, la experiencia nos dice que se armaría un barullo fenomenal porque, en el marco de una tremenda inmadurez en la que hoy todavía navega el pueblo, incentivar a eso sería como abrir una enorme compuerta donde se desbordaría toda esa ansiedad que una gran mayoría tiene por ser profeta. Yo sí escuché, aquí en Rosario, una vez a alguien, enseñar esto. ¿Sabes que comentaba mucha gente, después? Que eso no era profecía, que eso era un espíritu de adivinación. Yo, te confieso, no tuve muy clara ni una cosa ni la otra, pero sí te puedo asegurar es que el hombre no se fue ni un milímetro más allá de lo que dice la palabra. Una vez más: unos a otros, uno por uno, todos. Con respecto al servicio, eso ya es otra cosa y lo podemos entender mejor.

(Gálatas 5: 13)= Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servios por amor los unos a los otros.

¿Por qué habría de servirte yo a ti, mi hermano? ¿Por obediencia? Está bien, no puedo discutirlo, pero me huele a legalismo. ¿Por amor? ¿Qué amor? Porque esa cosa emocional que sensibiliza a la gente y la hace llorar no solo ante el hambre o la necesidad ajena, sino también ante las desventuras del personaje de una telenovela o de un reality show, no es una muestra del amor del que se habla aquí, eh? Este amor es el ÁGAPE, que no es expresión emotiva del alma, sino carácter. O sea que: la única posibilidad que tenemos para servirnos unos a otros sin caer en legalismos ni formalidades hipócritas, es cuando expresamos el carácter de Cristo que mora en nosotros por causa del Espíritu Santo. Del mismo modo, cuando se nos insta a llevar mutuamente nuestras cargas.

(Gálatas 6: 2)= Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo.

¿Cuál era la ley de Cristo? Amarnos los unos a los otros, como Él nos amó. Esto lleva implícito el sobrellevar las cargas mutuamente. ¿Estamos haciendo esto, hoy, en la práctica, o es más frecuente la indiferencia? Cuando alguien decide irse de una congregación, así sea absolutamente equivocado y cometiendo un grave error que lo puede llevar de vuelta al mundo y al pecado, quien lo apacentaba y lo pastoreaba, sale a buscarlo como dice la palabra o se queda sentado esperando que, como dice que corresponde, el que quiere irse venga a hablar con él? Pero no es toda la responsabilidad del liderazgo. Te pregunto iglesia, hermano: ¿Te preocupa, verdaderamente, como están los demás hermanos hoy, si van a comer o si no tienen con qué?

(1 Corintios 12: 25)= Para que no haya desavenencia en el cuerpo, sino que los miembros todos se preocupen los unos por los otros.

Dice que el preocuparnos los unos por los otros, principalmente, sienta las bases que evitan desavenencias en el cuerpo. ¿Cuántos saben que esto es así? ¿Cuántos saben que el 80 por ciento de los problemas en las congregaciones, son por causa del resentimiento o la amenaza de algunos de sus miembros a causa de la indiferencia del resto por sus problemas? Y otra más: ¿Cuál es el cuerpo de Cristo? ¿Los miembros de una determinada congregación o todos aquellos que han creído en el como Salvador y Señor de sus vidas? Porque yo he sabido de gente que dice públicamente hoy, que quien no está trabajando activamente en una congregación, está fuera del cuerpo, y eso, que yo sepa, si no he leído mal, es total y absolutamente arbitrario, autoritario y antibíblico. Bueno: esto es, precisamente, lo que tiene que ver con aquel lavado de pies que Jesús hizo con sus discípulos, recuerdas?

(Juan 13: 14)= Pues si yo, el Señor y Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros.

Esto, naturalmente, tiene una connotación que va mucho más allá de un lavado de pies. En los tiempos de Jesús, esta era una actitud de servicio muy notoria, ya que ese acto aliviaba al viajero de su cansancio y lo liberaba de la suciedad del camino. El principio que aquí se expresa abiertamente, es el de la humildad, el de servir por servir, no un rito que se puede hacer con algunas personas seleccionadas especialmente, a las que probablemente, nunca más dediquemos atención y ni siquiera el saludo. Eso es religión. Mejor dicho: religiosidad, ritualismo y algo de hipocresía fariseica. Jesús es claro y, además, no se mueve con falsas modestias. ¿Qué les dice? ¡Eh, muchachos! Yo soy humilde y no soy nadie, pero… ¿Eso les dice? ¡No! Les dice que es el Señor y Maestro. Y punto. Autoridad siempre es autoridad y viene del cielo. Todo lo demás, es autoritarismo. Amarnos, respetarnos, honrarnos unos a otros, no necesitaría mandamientos, no? Sin embargo, los hay.

(Juan 13: 34)= Un mandamiento nuevo os doy: que os améis unos a otros; como yo os he amado, que os améis unos a otros.

(35) En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.

(Romanos 13: 8)= No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama al prójimo, ha cumplido la ley.

(Romanos 12: 10)= Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra; prefiriéndoos los unos a los otros

(Efesios 4: 32)= Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.

(Romanos 14: 19)= Así que, sigamos lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación.

(Efesios 3: 13)= Soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro.

(Hebreos 3: 13)= Antes exhortaos los unos a los otros cada día, entre tanto que se dice: hoy; para que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado.

Hay muchos más que no necesitan comentario alguno, ya que tienen que ver con nuestra conducta, y que yo sepa, una conducta no es el resultado de un manejo exterior, sino de un estado interior. Si en nosotros está el que debe estar, el que decimos por allí que está, esto es obvio. ¿Qué más necesitaremos para estimularnos unos a otros al amor y las buenas obras, en lugar de criticarnos para que nos remuevan y así ocupar nuestros lugares? ¿Qué nos impide darnos ánimo permanentemente, orar unos por otros, ser hospitalarios y transparentes, en lugar de jugar a las escondidas santas?

Hay algo casi dramáticamente claro aquí: todos estos mandamientos que hemos compartido, tienen que ver con la decisiva realidad de que cada miembro de la comunidad creyente debe llevar la responsabilidad del cuidado pastoral de la iglesia. ¿Yo? ¿Si aquí hay alguien que cobra un sueldo para eso! A mí no me interesa como se organiza el mundo y, mucho menos, si la iglesia le copia su sistema. Lo que sí me interesa es la evidencia bíblica de que el liderazgo es una cuestión corporativa. (O sea: de un cuerpo, no te confundas) y no algo que realiza uno solo, está claro? Es este el motivo por el cual no puede extrañarnos, de que en la mayoría de las congregaciones de este tiempo y estilo, la madurez espiritual se atrofie y la mayoría de sus miembros se conviertan en meros espectadores pasivos, apáticos y hasta indiferentes. Dicho con máxima claridad: el Nuevo Testamento no contiene una sola palabra acerca de una iglesia mandada, gobernada o dirigida por ancianos. Y mucho menos, aún, de alguna iglesia conducida por UN pastor,

(Hechos 20: 28)= Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre.

Este texto, sin ir más lejos, se ha utilizado para respaldar liderazgos. Y si lo miras con cuidado, verás que habla de obispado, que es supervisión, que es aportar cuidado y vigilancia de que todo ande bien, pero no concretamente conducción. Y habla de apacentar la iglesia, que significa ser uno de los responsables de que las ovejas se alimenten, y que de ningún modo tiene que ver con una única persona dando semanalmente uno o más mensajes que, mayoritariamente y conforme al estado espiritual que hoy presenta la iglesia, son más discursos morales, sociales, psicológicos o filosóficos que Palabra de Dios, que como todos sabemos, es lo único que puede alimentarnos.

(Gálatas 6: 1)= Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado..

Dice que si alguna oveja inmadura llega a meter la pata en un pozo y se le fractura, debe ser restaurada. Ojo que no habla de la oveja rebelde que elige vivir en falta, sino de la que ha cometido una que debe ser restaurada. ¿Cómo? Con espíritu de mansedumbre. ¿Por quienes? Por los que son espirituales. ¿Con qué motivación? Con la de considerarnos a nosotros mismos, antes de atacar “al infame pecador”. ¡Qué distinta es esta palabra a la imagen de una oficina, de un hombre sentado detrás de un buen escritorio, rodeado de colaboradores que clavan sus ojos acusadores en una persona sola, sentadita en una silla en el medio de esa oficina, tratando de dar alguna explicación para aquello que, la mayoría de las veces, no tiene explicación. Cualquier confusión con el Sanedrín, es pura coincidencia. Anás y Caifás hace mucho que se murieron.

Los líderes, se llamen como se llamen, y recuerda que ya vimos que no necesariamente es UN pastor, pueden ser: ancianos, obispos, ministros, reverendos o como se te ocurra denominarlos. Bueno, esos líderes pueden ser, simultáneamente y si han recibido el don, profetas, evangelistas o maestros, pero eso no significa que todos los profetas, evangelistas y maestros puedan ser líderes.

Más claro aún: mientras algunos creyentes toman la delantera más que otros debido a sus dones o a su relativa madurez espiritual y se constituyen en ancianos, pastores o líderes, el Nuevo Testamento hace especial énfasis en la responsabilidad de TODA la asamblea. De esta manera, el liderazgo y la responsabilidad pastoral reposan sobre los hombros de cada miembro de la iglesia y no sobre la espalda de una sola persona o de un grupo selecto. En la interpretación eclesiástica de Dios, la hermandad precede, excede y aventaja al grupo de ancianos. Esto explica por qué las cartas de Pablo se leen pesadamente cuando tratamos de forzar en ellas la idea de títulos y oficios. Pablo enseña un liderazgo compartido, en el que a algunos creyentes se les reconoce que poseen una experiencia más grande y más visión que otros.

Hasta aquí hemos venido detallando la base escritural de la idea bíblica con relación al liderazgo. Pero queda una duda y una pregunta en pie que, más de uno, seguramente se habrá formulado. ¿Qué hacemos con aquellos textos del Nuevo Testamento que tradicionalmente, se han utilizado para respaldar la noción de una forma de liderazgo eclesiástico posicional y jerárquico? Vamos a estudiarlos, merece la pena ser claro, amplio y en absoluto pontificio. Hay seis escrituras que, aparentemente, hablarían de oficiales eclesiásticos, rótulo que avalaría el liderazgo posicional y jerárquico.

(Hechos 1: 20)= Porque está escrito en el libro de los salmos: sea hecha desierta su habitación. Y no haya quien more en ella: y: tome otro su oficio.

(Romanos 11: 13)= Porque a vosotros hablo, gentiles. Por cuanto yo soy apóstol a los gentiles, honro mi ministerio.

(Romanos 12: 4)= Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función

(1 Timoteo 3: 1)= Palabra fiel: si alguno anhela obispado, buena obra desea.

(Verso 10)= Y esos también sean sometidos a prueba primero, y entonces ejerzan el diaconado, si son irreprensibles.

(Verso 13)= Porque los que ejerzan bien el diaconado, ganan para sí un grado honroso, y mucha confianza en la fe que es en Cristo.

Aquí hay que aclarar que la palabra “oficio”, en todos estos pasajes, no parece ser la más apropiada, ya que no tiene equivalente en el texto original. En ninguna parte del texto griego del Nuevo Testamento se puede encontrar el equivalente a “oficio”, usado en conexión con algún ministerio, función o liderazgo en la iglesia. La palabra griega que se traduce como “oficio”, se emplea únicamente para referirse al Señor Jesús en su oficio de Sumo Sacerdote en Hebreos capítulo 5 y capítulo 7, y al sacerdocio levítico en el evangelio de Lucas 1:8, donde dice: Aconteció que ejerciendo Zacarías el sacerdocio delante de Dios según el orden de su clase.

Es así entonces, que una traducción más fiel para Romanos 11:13, sería Le hago honor a mi servicio, que es la palabra KOINONÍA, en lugar de honro mi oficio, como aparece en algunas versiones. Lo mismo sucede con Romanos 12:4, cuya máxima fidelidad le haría decir: No todos los miembros tienen la misma función, que es la palabra PRAXIS, que en el griego significa una actividad, una práctica o una función en lugar de un oficio o una posición. Y finalmente, en 1 Timoteo 3: 1, donde se lee Si alguno anhela obispado, la mejor traducción sería: si alguno aspira a vigilar.

Es decir que estamos suplantando conforme a la Palabra, los clásicos conceptos de oficio y posición por hacer y trabajar. El significado del oficio de anciano, por ejemplo, es el resultado de una mala traducción que, a su vez, ha sido influenciada por los prejuicios culturales de ciertas traducciones, enredando el lenguaje bíblico y transformando de esa manera palabras simples en títulos eclesiásticos que no presentan origen en los oráculos sagrados.

A ver si nos entendemos. Hace muchos años atrás, en la época precisa de las traducciones clásicas que hoy nos sirven de material de estudio, los hombres estaban convencidos –supongo que por avance cultural romano- de la existencia de un Dios tremendo, muy lejano al cual, querer asemejarse, equivalía poco menos que una herejía. La palabra decía que éramos su imagen y semejanza, pero los hombres (los traductores incluidos) no pensaban lo mismo. La palabra decía (porque siempre lo dijo) que éramos un pueblo de reyes y sacerdotes, pero esos mismos hombres estaban convencidos que éramos unos pobres pelagatos. Y, finalmente, la palabra siempre dijo que éramos TODOS ministros competentes, pero esos hombres ya tenían decidido que solamente unos pocos estaban destinados a ser ministros y que los demás éramos un montón lleno de inconsistencias que, necesariamente, tendríamos que depender de ellos. Muy bien: en función de lo que ellos pensaban de antemano y no de lo que decía la Biblia, así tradujeron. Y así nos ha ido hasta hoy.

Por ejemplo: un simple vistazo al texto griego original, nos llevaría a registrar algunos datos muy interesantes: Los Obispos, llamados originalmente EPISKOPOS, son simplemente guardianes y de ninguna manera altos dignatarios u oficiales eclesiásticos. Los Pastores, denominados originalmente POIMEN, son una especie de vigiladores y no predicadores profesionales. Los ministros, a los que se llamaban DIAKONOS, son ayudantes y no clérigos. Los ancianos, que eran los PRESBUTEROS, eran hombres maduros dotados de sabiduría y no oficiales eclesiásticos de mayor rango. Esto no es un invento antojado de un cualquiera en una divagación matinal de un día cualquiera. Esto ya ha sido visto por innumerables eruditos estudiosos del Nuevo Testamento, pero sin embargo sus deducciones y descubrimientos han quedado en la nebulosa porque, alterar esos órdenes, equivaldría a pulverizar nuestro sistema eclesiástico actual y retrotraer todo a la iglesia primitiva, causando un verdadero estrago, esencialmente, en tantos y tantos hombres y mujeres que, por mucho o por poco, tienen un salario que proviene de la organización cristiana a la que están adheridos.

Ahora bien: La lista de requisitos que Pablo presenta con relación a los ancianos, ¿Los coloca en una especie de nombramiento oficial? Te podría responder un sinfín de cosas, pero prefiero que lo haga la Escritura. A ella nadie le discute, a los hombres que la proclaman tal cual es, todavía sí.

(1 Timoteo 3: 1)= Palabra fiel: si alguno anhela obispado, buena obra desea.

(2) Pero es necesario que el obispo sea: (Y a continuación Pablo enumera, detalla y describe diecisiete condiciones indispensables para aquellos que, como él mismo dice, anhelan obispado, guardia, vigilancia. Tito 1:7-9, dice algo similar)

Todos sabemos porque así se nos ha enseñado en cualquiera de los cientos, miles de seminarios bíblicos que han estado “preparando” líderes, una cuestión que tampoco queda muy claro de cómo ha sido interpretada, que las cartas que Pablo enviara a Timoteo y a Tito, han sido denominadas como “epístolas pastorales”. El por qué de esa catalogación, habrá que hallarla en el convencimiento de que ambos personajes, eran indudablemente pastores, líderes, conductores de congregaciones, r4esidentes en determinados sitios. Así se entendió y así se nos enseñó a todos. Pero hay un problema: la Biblia jamás dijo eso. Esas cartas, muy por el contrario, fueron escritas a quienes eran, evidentemente, colaboradores apostólicos del propio Pablo. O sea que, tanto Timoteo como Tito, formaban parte de su círculo apostólico. Atención con esto; no eran pastores residentes, entonces, como a muchos les ha gustado y les gusta todavía enseñar. Eran obreros itinerantes. ¿De donde saco esto? Del único lugar en que los creyentes deberíamos extraer nuestras enseñanzas, y que no es de las concepciones teológicas de nuestras doctrinas denominacionales: de la Palabra de Dios escrita en la Biblia. Hay por lo menos ocho pasajes que confirman esto, pero yo te voy a dar sólo dos para no cansarte.

(1 Corintios 16: 10)= Y si llega Timoteo, mirad que esté con vosotros con tranquilidad, porque él hace la obra del Señor así como yo. (Si llega Timoteo. Esto implica que Timoteo no estaba viviendo allí, tenía que llegar de algún otro lado. Itinerante. El hace la obra del Señor como yo. ¿Cómo la hacía Pablo? Desde su función de apóstol, no de pastor. Bueno, Timoteo exactamente igual)

(2 Corintios 8: 23)= En cuanto a Tito, es mi compañero y colaborador para con vosotros; y en cuanto a nuestros hermanos, son mensajeros de las iglesias, y gloria de Cristo. (Pablo no dijo lo que muchos enseñan. ¿Hubiera tenido algún problema, si así hubiese sido, de decirle a esa gente que obedecieran a Tito en todo lo que ordenara, ya que él era su pastor, su líder, su responsable? Tal como Pablo escribe y ordena, nada se lo habría impedido. Pero no, Pablo es muy claro cuando les señala que Tito, era un compañero, un igual, un colaborador suyo. Nunca fue más allá.)

También está muy claro que, en estas denominadas “cartas pastorales”, la metáfora del cuerpo, por ejemplo, prácticamente está ausente, se menciona ocasionalmente a los hermanos, y hay escaso énfasis en el ministerio mutuo. No hay que confundirse, lo que tenemos en estos textos son las cualidades esenciales de un verdadero vigilante, en vez de una lista de requisitos para un determinado oficio, función o cargo posicional. La suma de estas cualidades, nos arroja: carácter, fidelidad, rectitud moral, responsabilidad, piedad que es espiritualidad y estabilidad. Esto es lo básico que sigue en pie para el ejercicio de cualquier tipo de liderazgo.

Va implícito, asimismo, que el sabor de estos textos en el griego es el de función en lugar de cargos. De ninguna manera Pablo llamaría “titular del cargo” a uno de esos vigiladores o supervisores, sino una “noble función”. Por otra parte, Pablo es muy claro y concreto cuando le recomienda a Timoteo que honre a los ancianos que “guían bien” y que “dedican sus esfuerzos” a la proclamación y la enseñanza, no a todos. De allí que no podemos confundir a esos vigilantes y supervisores con los modernos funcionarios eclesiásticos. Esto se debe a nuestra tendencia a imponer en el Nuevo Testamento nuestros convencionalismos organizativos. Esto es indicativo de una estructura cultural aprendida que introducimos en el texto y nada más. En resumen, el lenguaje de función en vez del oficio, domina a esas cartas pastorales así como a todas las demás cartas de Pablo.

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enero 1, 2015 Néstor Martínez