Dice la Biblia que en los últimos tiempos correremos el riesgo de ser engañados por doctrinas de demonios. Y nosotros, pese a creer esto, estamos muy tranquilos porque todavía no hemos visto subir al púlpito a ningún personaje vestido de rojo, con cuernitos y un tridente a predicarnos que podemos pecar todo lo que se nos ocurra que no va a pasar nada.
Me temo que estamos cometiendo un ingenuo delito de simpleza. Nos estamos olvidando de una palabra que tiene vinculación directa con todo lo diabólico: sutileza. Aquí me propongo demostrar que ya podemos estar recibiendo doctrina falsa, doctrina de demonios, sin que nos hayamos dado cuenta de ello.
Empecemos por saber qué es doctrina. En el Antiguo Testamento, la palabra significa “Lo que es recibido”, es decir: una enseñanza. Allí Dios, como fuente de conocimiento, es llamado “maestro” y su enseñanza se manifiesta en juicios, (Que es separación de lo verdadero de lo falso) y en su voluntad fundamentalmente contenida en la ley.
Enseñar, en esta esencia, significa conducir al hombre a la experiencia más íntima con la voluntad divina, puesto que una doctrina afecta tanto al intelecto como a la voluntad humana. Me gustaría darte algunos versículos que confirmen esto que te estoy diciendo.
(Deuteronomio 32: 1)= Escuchad, cielos, y hablaré; y oiga la tierra los dichos de mi boca.
(2) Goteará como la lluvia mi enseñanza; destilará como el rocío mi razonamiento; como la llovizna sobre la grama, y como las gotas sobre la hierba.
Punto primero: la doctrina viene de Dios, no de las elucubraciones (Bien intencionadas, por supuesto), de alguna junta de notables, teólogos o auto proclamados eruditos bíblicos. Isaías 55:11 dice que la palabra que sale de la boca de Dios no volverá a Él vacía, sino que hará lo que él quiera y que prosperará en aquello para lo cual fue enviada.
Sana doctrina, entonces, y para que nadie nunca más se confunda y asesine hermanos, es todo aquello que se fundamenta con la palabra y no en reglas o estatutos morales y éticos por mejor intencionados que sean. Falsa doctrina, entonces, será todo aquello que, aunque suene bien, no pueda ser confirmado en la Biblia. Mira lo que dice Zofar en Job.
(Job 11: 2)= ¿Las muchas palabras no han de tener respuesta? ¿Y el hombre que habla mucho será justificado?
(3) ¿Harán tus falacias callar a los hombres? ¿Harás escarnio y no habrá quien te avergüence?
(4) Tú dices: mi doctrina es pura, y yo soy limpio delante de tus ojos.
(5) Mas, ¡Oh, quién diera que Dios hablara, y abriera sus labios contigo, (6) y te declarara los secretos de la sabiduría, que son de doble valor que las riquezas! Conocerías entonces que Dios te ha castigado menos de lo que tu iniquidad merece.
(Proverbios 4: 1)= Oíd, hijos, la enseñanza de un padre, y estad atentos, para que conozcáis cordura.
(2) Porque os doy buena enseñanza; no desamparéis mi ley.
Muy bien. Hoy, transitando este tercer milenio, la sana doctrina está íntima y directamente relacionada con Jesucristo. Si una palabra no lo exalta, no emana de la doctrina primera y legítima; es falsa, es humana, es carnal y almática.
Anota esto: la doctrina de Jesucristo siempre tendrá tres palabras que la acompañarán donde quiera que sea predicada: Amonestación, Advertencia y Exhortación. Con esto aclarado, vamos al texto donde la palabra se habrá de revelar para ti en este día.
(2 Juan 1)= El anciano a la señora elegida y a sus hijos, a quienes yo amo en la verdad; y no sólo yo, sino también todos los que han conocido la verdad.
En principio, fíjate que en sus dos últimas cartas, Juan se define a sí mismo como anciano, sugiriendo que él era mayor que otros cristianos y que su conocimiento personal de la fe era más antiguo que el de ellos. Esta es la evidencia más concreta que determinó adjudicarle a Juan, indiscutible autor de la primera carta, también la autoría de las dos siguientes. Por otra parte y en lo espiritual, Juan se define como un ministro de Dios, que es lo que implica y encierra la palabra anciano.
En cuanto a la “señora elegida”, no cabe ninguna duda de que es una tipología de la iglesia. Suponer y enseñar como muchos han hecho, de que se trataba de una buena mujer a la que Juan le envía su carta, es omitir la inspiración divina en la palabra y reducirla a hechos y actitudes humanas de hombres que vivieron una época.
Yo me pregunto, si fuera así, por qué Juan le dice que la ama “en la verdad”, (Que es Cristo), y que no sólo la ama él sino todos los que han conocido la verdad. Para ser una mujer de carne y hueso, lo de Juan suena un poco exagerado, ¿No? Conoceréis la Verdad y la Verdad os hará libres. – Yo Soy el Camino, la Verdad y la vida. Es Cristo, es su cuerpo. Es la iglesia. Por favor, si quieres ser bendecido, míralo así.
(2) A causa de la verdad que permanece en nosotros, y estará para siempre con nosotros: (Ojo con esto: te está diciendo que la posesión de una verdad permanente es la razón principal para permanecer fieles y no dejarse desviar, que es específicamente la intención de la falsa doctrina.) (3) sea con vosotros gracia, misericordia y paz, de Dios Padre y del Señor Jesucristo, hijo del Padre, en verdad y en amor.
(4) Mucho me regocijé porque he hallado a algunos de tus hijos andando en la verdad, conforme al mandamiento que recibimos del Padre.
Acá hay dos cosas: 1)= Para conocer la verdad es necesario practicarla. 2)= En su tercera carta, versos 3 y 4, Juan dice casi lo mismo y se goza de que lo que llama “sus hijos”, anden en la verdad. Eso corrobora que de ningún modo podemos creer que esta carta fue dirigida a una buena señora, ama de casa, sino a la iglesia.
(5) Y ahora te ruego, señora, (Ahora te ruego, iglesia), no como escribiéndote un nuevo mandamiento, sino el que hemos tenido desde el principio, que nos amemos unos a otros.
¿De qué principio está hablando aquí? Es indudable que no se trata del comienzo de algo, como alguna vez se pueda haber enseñado, sino de un principio como un fundamento, como un patrón. En este caso, se trata de un principio implantado por Jesús durante su ministerio: amar, porque eso complace a Dios.
No un mandamiento nuevo sino uno antiguo, dice el mismo Juan en su primera carta. En un sentido, el mandato de amar es viejo, porque la ley de Moisés lo exige, pero en otro sentido es nuevo, porque el ejemplo de Cristo sienta una nueva norma y un nuevo motivo.
A esta altura, créeme que pensar que esta carta le fue escrita a una buena y afable señora, anónima, de carne y hueso, de pantuflas y ruleros, ya está sonando casi como incomprensible. Tanto como ser cristiano y no discernir, tanto los tiempos como las sazones.
(6) Y este es el amor, que andemos según sus mandamientos. Este es el mandamiento: que andéis en amor, como vosotros habéis oído desde el principio.
Esto es indiscutible. Quien lo haya vivido puede confirmarlo: el amor motiva la obediencia. El seguimiento de los mandamientos no apunta, como tantos lo han interpretado, a hacer del evangelio una cosa rígida, contundente, legalista y hasta cruel en algunos casos, sino una manifestación visible de conducta férrea, suceda lo que suceda, ante la vista de los demás como testimonio viviente de la presencia en nuestras vidas del Dios viviente. Ahora: ¿Por qué todas estas recomendaciones?
(7) Porque muchos engañadores han salido por el mundo, que no confiesan que Jesucristo ha venido en carne. Quien esto hace es el engañador y el anticristo.
Aquí primero hay que puntualizar algo antes de que alguien tome esto con la ligereza que es tan frecuente entre el pueblo, y que lo ha llevado en muchos casos a perecer por falta de conocimiento. ¿Qué es un engañador? Simple; alguien que toma una verdad y la tergiversa, la altera, le agrega o le quita cosas que no son, en su propio beneficio.
Ahora piensa esto: para que alguien tome una verdad y con sutileza la altere, y encima logre engañar a muchos que conocían esa verdad, es indispensable que esa persona conozca muy bien esa verdad. Ahora cierra el círculo: ¿Tú podrías ser engañado por alguien que no conozca la Biblia, por una persona atea, incrédula o mundana? Entonces mi amigo, tú ya estás avisado; ya sabes de dónde habrá que esperar a los engañadores.
Por otra parte, el trasfondo histórico y lineal de esta segunda carta de Juan, nos muestra que estuvo dedicada a la relación entre la verdad cristiana y a la hospitalidad ofrecida a los maestros que por entonces viajaban de iglesia en iglesia. A veces se abusaba de esa hospitalidad.
Falsos maestros estaban confundiendo a las comunidades de creyentes, igual a como está sucediendo hoy día y no necesariamente llegando desde otros lugares. Muy bien podrían estar viviendo aquí, cerca de nosotros, gozando de prestigio y hasta teniendo un nombre de que viven aunque estén muertos.
Con respecto al término “anticristo” usado aquí, es más que evidente que también Juan tiene muy claro de que se trata de una mentalidad y no de un hombre individual. Al diablo le encanta que haya mucha gente observando a un líder determinado, ya sea político o de falsas religiones, para ver si ese es el anticristo.
Porque mientras tanto él, usando a falsos profetas, falsos maestros o falsos pastores, inducen a gente cómoda que no escudriña la palabra a creerse mentiras y hasta correr el riesgo de irse al infierno con una Biblia debajo del brazo y con un cargo importante en la iglesia local.
Anticristo es todo lo que se opone a Cristo. Pueden ser cientos, miles o uno, depende el caso. Y así como pueden provenir desde el ateísmo, el orientalismo o el ocultismo, también pueden llegar desde la religión organizada, ya sea oficial o supuestamente evangélica.
(8) Mirad por vosotros mismos, para que no perdáis el fruto de vuestro trabajo, sino que recibáis galardón completo.
Este “mirad por vosotros mismos”, Juan lo toma del propio Jesús cuando, hablando con sus discípulos de las señales de los tiempos y del fin de la era, les dice en Marcos 13:9: Pero mirad por vosotros mismos; porque os entregarán a los concilios, (O sea que al asunto va a estar adentro de la iglesia, no afuera) y en las sinagogas os azotarán; y delante de gobernadores y de reyes os llevarán por causa de mí, para testimonio a ellos.
Esto para que vayas teniendo en cuenta por dónde andará esta guerra. Con relación a no perder el fruto de nuestro trabajo, Pablo lo define muy bien en 1 Corintios 3:8: Y el que planta y el que riega son una misma cosa; Aunque cada uno recibirá su recompensa conforme a su labor. Y como corolario de lo que implica, cuesta y significa esta guerra, el escritor de Hebreos 10:32 dice: Pero traed a la memoria los días pasados, en los cuales, después de haber sido iluminados, sostuvisteis gran combate de padecimientos.
Bien: hasta aquí Juan ha detallado tres cosas muy específicas: Nº1)= Que considera “señora elegida” a la iglesia que anda en la verdad. Y como la verdad es Cristo, es iglesia aquella que solamente se fundamenta en Cristo. “
-¿Me está diciendo, hermano, que hay iglesias que se llaman cristianas que no se fundamentan en Cristo?- “No lo digo yo, lo dice Juan. Si tú ya lo habías pensado y no eres uno de esos obstinados a los que nada les cae bien, no te estoy descubriendo nada nuevo.
Ahora, si no lo habías pensado, si no se te había pasado ni por asomo por tu cabeza y no eres uno de esos robots automatizados que tanto se ven en nuestras congregaciones, es porque gracias y gloria a Dios, has caído en un buen lugar.
Nº2)= Juan dice que sin amor, (Creo que es nuestra mayor asignatura pendiente), y sin cuidado por la palabra, es imposible andar por el Camino de la Verdad que conduce a la vida. Nº3)= Recomienda encarecidamente que nos cuidemos de los engañadores y de los anticristos, influencias internas muy sutiles que tienen como tarea inducir al error a los elegidos. Y ahora, en los siguientes dos versículos, va a atacar lo que, entiendo, no sólo es la base de esta carta sino, además, la base de la vida o la muerte espiritual de la iglesia del Tercer Milenio.
(9) Cualquiera que se extravía, y no persevera en la doctrina de Cristo, (Que es la verdad revelada en la palabra y el cuidado con respecto al engaño) no tiene a Dios; (Anota esto) el que persevera en la doctrina de Cristo, (Aunque en su propia iglesia le digan que está loco, que es demasiado espiritual, que no tiene los pies sobre la tierra) ese sí tiene al Padre y al Hijo.
Los falsos maestros, tanto en lo histórico de los días de Juan como en la actualidad, siempre pretenden tener un conocimiento personal superior y contradictorio con la doctrina apostólica. Lo que en realidad sucedía es que ellos, como tantos otros hoy, habían cortado su relación con Dios, aunque estuvieran viviendo adentro de una iglesia las veinticuatro horas del día.
Mira: hay algo que no muchos alcanzan a divisar: cuidarse de aquellos presuntuosos que hacen cosas que Dios nunca les ha ordenado hacer, y mucho menos involucrarse en ellas, ya que esto es tan malo como hacer las cosas que Dios ha prohibido.
“-¡Pero hermano! ¿Usted está hablando de la iglesia?-“ Yo estoy hablando de aquellos lugares donde se hacen cosas en el nombre de Dios, y que yo sepa, al mundo incrédulo le importan poco, conoce poco y habla poco de las cosas de Dios.
(10) Si alguno viene a vosotros, y no trae esta doctrina, no lo recibáis en casa, ni le digáis ¡Bienvenido!
Bueno: llegamos al versículo cumbre y clave de esta carta y de todo este asunto. Merece que lo desarmemos pieza por pieza para escudriñarlo con detenimiento y no hacer como tenemos por costumbre: Entender lo que nos parece, entender lo que algún comentarista de prestigio haya dejado escrito o, la peor, no entenderlo y, por no tomarnos el trabajo de estudiarlo, dejarlo allí para otro día.
Cuando Juan escribió esto, él se refería al riesgo de dar hospitalidad a los falsos maestros, indicando simpatía y apoyo a sus enseñanzas malignas. Juan, claro, no está condenando la cortesía ni la hospitalidad, pero está alertando y hasta prohibiendo todo aquello que pudiera estimular la labor de los herejes.
Ahora bien: llevado a lo actual, esto se ha interpretado de diversas maneras, lo que habla a las claras de una carnalidad incipiente por parte de los eruditos, porque si se hubieran dejado guiar por el Espíritu Santo de Dios, jamás hubieran tenido diferencias.
Muchos, hoy, ni siquiera les abren la puerta de sus casas a Testigos de Jehová o a mormones, a la luz de este pasaje. Sin embargo, el texto no apunta a religiones inventadas por hombres, sino a gente que convive con los creyentes y hasta ocupa lugares de eminencia, aunque su doctrina se haya apartado totalmente de la doctrina de Cristo.
Recuerda siempre que la Biblia, aunque de pronto sea útil para llevar a la conversión al incrédulo y para enseñar los primeros pasos, en su contexto mayoritario, ha sido escrita para lo que nosotros llamaríamos: ”creyentes veteranos”. Y como apoyo y sustento a lo que dice y hace el Espíritu Santo. Porque si no está presente el Espíritu Santo, la Biblia por sí misma no va a servirte de nada.
Primero veamos algo. “Casa”, aquí, no implica vivienda. Nadie está hablando de tu departamento ni de tu propiedad. Casa, aquí, está escrita en sentido espiritual, el mismo que consigna que somos “templo” del Espíritu Santo.
Allí es donde no debemos recibir, oír, compartir, soportar, ninguna doctrina que no sea la de Cristo y, mucho menos, decirle: ¡Bienvenido! ¡Amén! ¡Gloria a Dios! ¡Lo felicito por su mensaje!, Aunque esto último lo diga cómo generalmente lo he visto hacer: no por compartir los conceptos sino para quedar bien con el que manda.
“-¡Pero hermano! ¡A mí no me van a meter una doctrina que no sea la de Cristo! ¡Tengo muchos años en la iglesia!-“Es verdad; nadie te podría convencer diciéndote que puedes pecar todo lo que quieras que no pasa nada. A esta altura de tu vida no vas a ir a arrodillarte delante de una Biblia encuadernada en oro por más que te digan que es sagrada. Pero hay otros modos más sutiles que sí pueden confundirte.
¿Nunca te predicaron que orar, ayunar y alabar está bien, pero que la prioridad de la iglesia son los pobres, los que no tienen qué comer ni qué ponerse encima, y que si permitimos esa pobreza sin reaccionar y denunciarla, cometemos un enorme pecado como es el de la omisión a los más elementales derechos humanos?
Son mensajes que te producen tal revolución interna que, cuando sales del templo, eres capaz de ir a asaltar un banco para llevarle todo lo que necesita a un asentamiento de emergencia entero. Es un buen discurso, muy real, muy humano, pero tiene un problema: no es esa la doctrina de Cristo, hay pruebas palpables en la Biblia de ello. Así que si recibes ese mensaje y le dices ¡Bienvenido!, No tienes a Dios.
¿Nunca te predicaron que las tremendas necesidades, angustias y depresiones que tiene la gente, deben ser evaluadas, analizadas y atendidas por profesionales cristianos especializados en la psiquis, ya que para eso los puso Dios en la iglesia, ya que estas cosas en donde está en juego la mente y la vida de tantos hombres y mujeres no es asunto que pueda ser encarado por improvisados que jamás pisaron a una universidad?
Este también es muy buen discurso. Fíjate que si tú tienes un problemón de aquellos y estás a un paso de suicidarte, yo no puedo llevarte al diván de mi casa y, alegremente y sin conocimiento alguno, meterme en tu vida a dar sugerencias o dictámenes que te pueden producir una hecatombe tal que te empuje definitivamente al suicidio.
Claro que entonces, este, es un buen discurso. Pero tiene un problema: no es conforme a la doctrina de Cristo y, por lo tanto, no proviene de Dios. Proviene, -en el mejor de los casos-, de la bien intencionada naturaleza humana. Porque para Dios no hay nada imposible. Y si dice “nada”, es porque quiere decir específicamente eso: nada.
¿Nunca te predicaron que no pierdas tiempo en nada, que el Señor viene esta misma noche quizás, y que es necesario que te encuentre esperándole? ¿Alguien puede decir que esto es anti bíblico? En absoluto. Pero todo lo que está escrito debe ser pasado por la guía, la unción y la sabiduría del Espíritu Santo, porque si no se correrán serios riesgos.
El mensaje de “El Señor viene pronto a rescatarnos de este mundo de maldad, incrédulo y pecador es movilizador y atractivo, pero no tiene absolutamente nada que ver con la iglesia gloriosa, victoriosa y más que vencedora de la que habla la doctrina de Cristo. Es un lindo y emotivo discurso, pero ha servido para castrar a cientos y cientos de hermanos que ni se prepararon, ni se casaron, ni estudiaron, ni se compraron una casa porque Cristo venía “Ya”. No emana de Dios.
¿Nunca te predicaron que tengas cuidado, que estás en la casa de Dios, bajo la cobertura del Espíritu, que nada ni nadie puede sacarte la salvación aunque no vivas como Dios ha dicho que debes vivir, que la tierra y las naciones te pertenecen, que la victoria está cerca, que el maligno no puede contigo porque tienes tu credencial de miembro, que todo está bien, que estás en la mejor iglesia, con la mejor doctrina y en la mejor denominación evangélica y que un día de estos, Dios va a poner en su lugar todas las cosas y tú lo verás y lo celebrarás? Sí señor; es un mensaje reconfortante y alentador.
En cientos de púlpitos se predica esto, hoy. Pero sucede lo mismo que con aquel boxeador que, cada vez que salía a combatir en un round, “recibía” como para todo el año y, cuando volvía a su rincón, su asistente le decía, animándolo, que todo andaba bien y que estaba ganando la pelea.
Hasta que por ahí se cansó y le dijo a ese asistente: “Mira; si es cierto que estoy ganando y que mi rival ya no da más, por favor vigílame al árbitro, porque a mí alguno me está dando la gran golpiza”. Este mensaje, que suena precioso a diferencia de los otros y además de no ser tampoco la doctrina de Cristo, tiene la particularidad de anestesiar y disminuir la capacidad de batalla en la gente.
Te he mencionado sólo cuatro, pero seguramente cualquiera de ustedes podría arrimar varios más. A esta altura te estás preguntando, si esto es así, cómo es la historia. Y la historia es simple. Si predico la doctrina de Cristo, que no es zalamera ni aduladora, sino confrontativa y fastidiosa, sin importarme como te cae o te deja de caer, podré no resultarle simpático y hasta podré granjearme rencores santos, pero estaré firme en la única sana doctrina.
Ahora, si para que la gente no se ofenda, no nos mire mal, me tenga simpatía y hasta me dé alguna ofrenda, predico un evangelio liviano, permisivo, filosófico, humanista, sin amonestación ni exhortación, podré llegar a ser un hombre de éxito, pero a lo que no llegaré será a formar parte del ejército de Dios, ya que he cambiado la doctrina de Cristo por otra que en el fondo, da más importancia a la formación y la sabiduría del hombre que al poder, la gracia y la unción de Dios.
“-¿Y qué puedo hacer, hermano?-“Yo sé que estoy escuchando uno de esos discursos. No me los creo porque mi Biblia dice que no es así, pero me los aguanto y no digo nada porque realmente no sé adónde irme. Está bien, pero eso quiere decir que con tu silencio y aceptación estás participando de ese mensaje. “-¡Hermano! ¿No es demasiado legalista, eso?-“Y sí, a mí también me sonaba legalista, pero mira lo que dice el verso once.
(11) Porque el que le dice ¡Bienvenido! (Al que trae una doctrina que no es la de Cristo) participa en sus malas obras.
¿Y qué podemos hacer entonces? Yo no puedo cambiar los mensajes que no son fieles a la doctrina de Cristo. ¿Habrá que cambiar los portadores de esos mensajes? No, no alcanza, porque muchos de esos discursos provienen de estructuras doctrinales denominacionales, tolderías, “campamentos privados”, de los cuales es imposible evadirse.
Pero, ¿Y entonces? Volver a la senda, al Camino antiguo, a la iglesia del libro de los Hechos, a los diseños primarios de Dios, lo que tiene como única autoridad indiscutida al Espíritu Santo y no a hombres sumamente preocupados por sus intereses o por sus prestigios personales, tanto en lo interno denominacional como en lo público y general.
Pero… ¿Podemos cambiar y modificar esto? Cuidado, no te confundas: nadie habla de cambiar, se está hablando de rehacer. Y rehacer, que yo sepa, es “volver a hacer” y si a algo hay que volverlo a hacer, es porque está destruido. “-¡Pero hermano! ¿Eso es bíblico?-“No sé, míralo tú…
(Jeremías 18: 1)= Palabra de Jehová que vino a Jeremías, diciendo: (2) levántate y vete a casa del alfarero, y allí te haré oír mis palabras. (3) Y descendí a casa del alfarero, y he aquí que él trabajaba sobre la rueda.
(4) Y la vasija de barro que él hacía se echó a perder en su mano; (En esta expresión “se echó a perder”, se usa la misma palabra que en el caso del cinto de lino del capítulo 13 y verso 7, sólo que allí se traduce como “podrido”. Es decir que, entonces, lo que tenemos es que la vasija se le pudrió) y volvió y la hizo otra vasija según le pareció mejor hacerla. (Atención: dice que la hizo “otra” vasija, no que intentó emparchar la misma.)
(5) Entonces vino a mí palabra de Jehová, diciendo: (6) ¿No podré yo hacer de vosotros como este alfarero, Oh casa de Israel? (¡Oh iglesia desobediente!) Dice Jehová: he aquí que como el barro en la casa del alfarero, así sois vosotros en mi mano, Oh casa de Israel.
(7) En un instante, (O sea: en un abrir y cerrar de ojos), hablaré (a través de mis ungidos) contra pueblos (En lo humano) y contra reinos (En lo espiritual. Y la única cosa que puede vivir lo humano con lo espiritual, es la iglesia. ¿Y qué hablaba? ¿Sugerencias amorosas y comprensivas? No parece, mire:) Para arrancar, y derribar, y destruir.
¿Qué es ARRANCAR? Sacar algo de raíz. O sacar con violencia una cosa del lugar en donde está adherida. O quitar algo con violencia. En otro plano, separar con violencia a uno de un lugar, de costumbres, de vicios. ¿Qué es DERRIBAR? Arruinar, demoler, echar abajo una cosa. Trastornar, echar abajo lo que estaba en alto. Abatir, humillar. Hacer perder el poder, el cargo, la estimación, o la dignidad adquirida. ¿Qué es DESTRUIR? Arruinar o asolar una cosa material. Deshacer inutilizar un argumento, un proyecto.
(8) Pero si esos pueblos se convirtieren de su maldad contra la cual hablé, yo me arrepentiré del mal que había pensado hacerles, (9) y en un instante hablaré de la gente y del reino para edificar y plantar.
EDIFICAR: Construir. Infundir en otros sentimientos de virtud. PLANTAR. Meter en tierra una planta, un árbol, una semilla u algo similar para que arraigue. Colocar algo donde debe estar. Establecer un sistema o una reforma. Estas son todas acepciones de un diccionario común.
Ya tienes los elementos. No digas ahora que no lo sabías, que jamás te lo predicaron. No esperes, tampoco, que te lo prediquen en el marco de las instituciones formales y nominales. ¿Quizás porque están todos corrompidos? No. No están todos corrompidos, hay un tremendo remanente santo que está vivo y anhelante de ver la manifestación del poder de Dios a través de la Palabra. Pero lo que sí hay, son demasiados compromisos, demasiadas ligaduras del alma, una concepción de la ética bastante dudosa y corporativa. ¡Pero somos un cuerpo! Sí, pero en Cristo, jamás en lo humano, filosófico o religioso. Estás avisado.