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Los Enemigos de Tu Madurez

Hay una realidad que marca, precisamente la realidad de cada día. Ninguno de nosotros podremos ser mejores hijos de Dios, si antes no somos mejores personas. Para eso, es necesario conocer qué recursos operan en nosotros, hoy, en nuestra vida diaria. Y eso, créeme, no es para algunos, es para todos. Y porque es nuestra asignatura pendiente como nación, como región, como planeta, hoy quiero hablar de la justicia.

(Job 14: 7) = Porque si el árbol fuere cortado, aún queda de él esperanza; retoñará aún, y sus renuevos no faltarán.

(8) Si se envejeciere en la tierra su raíz, y su tronco fuere muerto en el polvo, (9) al percibir el agua reverdecerá, y hará copa como planta nueva.

¿Sabías tú que en la Biblia, los árboles representan a los hombres? En todo el contexto bíblico, los árboles representan a los seres humanos. No es casual que el Señor haya muerto en una cruz de madera. Y Pablo dice que fuimos crucificados juntamente con Él.

Claro, si yo te pregunto cuándo fui crucificado, si yo nací hace unos cuantos años en un pequeño pueblito de un lejano país llamado Argentina, y luego me trasladé con mis padres a otro un poco más grande, y allí crecí y llegué a adulto. Nunca fui crucificado. ¿Cómo entiendo eso? Simple: que la madera en la cual Él fue crucificado, es mi naturaleza; un árbol. Literalmente, morimos los dos, allí. El árbol y Él.

Desde el principio, los árboles son elementos a los cuales Dios asocia a nuestra naturaleza. ¿Será porque dependemos de la tierra y del agua? ¿Será porque en el proceso, nuestra razón de vida es dar fruto y multiplicarnos? Por eso resulta interesante lo que dice Job, aquí. Si puedes, por un momento, mírate como un  árbol.

Tú sabes que si cortas un árbol pero no lo desprendes de la tierra, aún cortado, con el tiempo, comienza a reverdecer. ¿Cuándo muere realmente un árbol? No hay muchas coincidencias entre los especialistas y botánicos. Lo cierto es que no podríamos imaginarnos un árbol sin agua. ¿Cuánto tiempo crees que sobreviviría?

Claro que aquí iremos a lo otro que también es importante a grado sumo y que todavía está en amplio estudio: qué significa el agua en la Biblia. El Espíritu y la Palabra. Y es muy singular, porque alguien puede estar literalmente muriéndose, pero si recibe una palabra de fe, es como que revive y sale otra vez a la batalla sin rastros de su anterior desmoronamiento.

Y si tomamos como ejemplo o base algunas actitudes del rey Nabucodonosor respecto a un cierto árbol, veremos que  en el fondo, en la Palabra, hay muchos elementos que muestran la naturaleza humana a través de los árboles. Y dice que hay esperanza para un árbol cuando es cortado. Que volverá a retoñar y que sus renuevos no le faltarán.

Aunque envejezcan sus raíces en la tierra y muera su tronco en el polvo, al olor del agua reverdecerá, y como una planta joven, echará renuevos. En el libro del profeta Isaías, y en el capítulo 61, está el texto principal de lo que deseo compartir en este trabajo.

(Isaías 61: 1) = El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar (2) libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel; a proclamar el año de la buena voluntad de Jehová, y el día de (3) venganza del Dios nuestro; a consolar a todos los enlutados; a ordenar que a los afligidos de Sion se les dé gloria en lugar de ceniza, óleo de gozo en lugar de luto, manto de alegría en lugar del espíritu angustiado; y serán llamados árboles de justicia, (4) plantío de Jehová, para gloria suya.

Aquí creo que queda más que claro que Dios quiere que nosotros seamos verdaderos árboles de justicia. Y fíjate que en el huerto del Edén, Adán tenía una enorme cantidad de árboles. Y que, de hecho, la posibilidad del pecado y la posterior expulsión del huerto de ellos, fue la de haber comido del fruto de un árbol del cual se le había prohibido hacerlo. No podemos decir que sea casual que toda esta tremenda historia en la que estamos involucrados, comienza con un árbol.

Y hay una cantidad enorme de árboles mencionados en toda la Biblia. Te cito algunos: el cedro, la palmera, la higuera, la mostaza, el ajenjo, y cada uno de ellos representa algo especial. Puedo tirarte algunas ideas. El famoso cedro del Líbano, que era utilizado para construir edificaciones, por ejemplo, el interior del templo.

Entonces, se habla que las columnas de la casa del Señor, estaban hechas con el cedro del Líbano. En otro orden, la palmera siempre es representada con la perseverancia, con la capacidad de soportar la adversidad. Todos hemos visto alguna vez, (Muchos en vivo y sufriéndolo, otros por televisión y a distancia), lo que hacen los terribles huracanes caribeños con esas palmeras. Las doblan hasta tocar el suelo, pero no las rompen.

Y eso, de hecho, nos habla de una tremenda capacidad para resistir. Por eso entiendo que, andes en lo que andes, tienes obligación de ser como una palmera. Es decir: puedes doblarte, pero no quebrarte. Es toda una característica de los hijos de Dios; soportar, soportar y soportar.

Porque, esa persona que a la primera presión entrega todo y sale huyendo, será buena persona, no tengo por qué dudarlo, pero definitivamente no es una palmera. Entiende: un árbol frágil, no sirve para otra cosa que para hacer leña y quemarlo. Supongo que ahora entiendes el porqué del concepto de infierno y destrucción. Al que no, será echado al fuego.

Árboles. Un árbol que no sirve para fabricar muebles, que no sirve para construir casas, que no sirve para fabricar un instrumento, que solamente atrae esas tremendas hormigas llamadas termitas, es un árbol inservible y, por tal motivo, tiene que ser quemado. Sólo sirve para cocinar nuestros asados.

Después tenemos a la higuera. La higuera, proféticamente hablando, en la Biblia, simboliza la religión. Es el hombre religioso. Es el sistema religioso. Por el otro lado, el olivo, representa a Israel. Entonces, qué tremendo que Jesús muera en el jardín de los olivos. Literalmente él murió en Israel, murió por Israel, pero también murió por lo que el Padre le pidió hacer.

De hecho, podríamos estar largo rato hablando de árboles, ya que hay partes de la Biblia en donde los árboles conversan, en donde se rebelan y muchos episodios muy interesantes más, pero en este trabajo lo que quiero acompañarte a encontrar, es la causa, razón o motivo por el cual somos llamados, justamente, árboles de justicia. Plantíos del Señor, dice en otro lugar.

En el capítulo 61 y verso 3 de Isaías, dice que ese es nuestro nombre, que el Señor quiere que lleguemos a ser árboles de justicia. Claro, aquí aterrizamos en una realidad cotidiana que nos va a obliga r a preguntarnos y a preguntar qué cosa es la justicia.

Seguramente que tú, al igual que yo y que todos los que vivimos en países más o menos ajustados a la democracia, escuchamos a nuestros líderes políticos, sobre todo cuando andan en  campañas pre-electorales, hablar mucho de justicia, pero sin embargo, cuando ellos dejan esos lugares de poder, aparecen una serie de actos cometidos que están muy lejos de emparentarse precisamente con la justicia.

Entonces vemos que por un lado se utiliza a la justicia como para atraer el interés de la gente, pero por el otro lado vemos con nuestros propios ojos que no existe ningún compromiso serio con la justicia. ¿Por qué crees que los políticos usan, aún hoy día, el lenguaje de la justicia? ¿Por qué, por ejemplo, hablan de la justicia social? Por una simple razón: porque todos los seres humanos anhelamos precisamente eso: justicia social.

De hecho, fuimos creados para la justicia. Entonces, cuando un político habla sobre la justicia social, te conecta. Y no tiene nada que ver con que seas cristiano, o no,  que el político sea cristiano. Él está hablando en un lenguaje en el cual tu ADN reconoce palabras. Nos habla de la justicia, nos habla de que las cosas que cada estado tiene, realmente llegue a cada persona.

Pero, esto nos sirve para darnos cuenta que, mayoritariamente, no hay coherencia entre lo que se dice y lo que se hace. Y, claro está, esto sucede también entre nosotros. Porque si debemos hilar fino, la iglesia debería ser la célula, el organismo biológico más justo de la tierra. Y ustedes, al menos los que tienen  algunos años de iglesia, saben muy bien que eso no siempre es así. Debería serlo, pero no lo es.

Y esto tiene su proverbial importancia, cuando estimamos que cualquier proyecto ambicioso que se desee llevar a cabo en beneficio de la humanidad, tendrá que estar profundamente avalado por la justicia. Porque construir algo que les será beneficioso a unos pocos, en detrimento de muchos, no es justo; ni aquí en Argentina, ni en el último lugar del universo. El cielo lo dice, no yo.

Porque para Dios, la justicia no es opcional. Muy por el contrario, es tan vertical, que Él solamente puede estar presente donde hay justicia. Donde no la hay, Él no puede estar. ¿Será por eso que está en tan pocos lugares de la tierra? Y eso nos incluye. Dios no está necesariamente donde se le canta o se le habla lindo. Está donde hay justicia. ¿Está claro?

Y está más que claro que, por más que me esmere y ponga lo mejor de mí, mi justicia de hombre jamás podrá llegar a ser como Su justicia. Por eso quiero que veamos lo que está escrito en el evangelio de Mateo, en el capítulo 7 y en el verso 16. Y cuando lo leamos, tú podrás ver por qué esto está dicho de esta manera.

(Mateo 7: 16) =  Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos?

(17) Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos.

(18) No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos.

(19) Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego.

(20) Así que, por sus frutos los conoceréis.

Momento de hacerte una pregunta: ¿Tú crees que aquí está hablando de botánica o está hablando de nosotros? Como armoniza el entender que somos árboles, espiritualmente, para poder ver como Dios nos ve. ¿Recuerdas a ese ciego que recupera la vista, pero no del todo, y cuando le preguntan qué ve, él dice que ve a los hombres como árboles?

Fíjate que lo primer que recupera, es la vista espiritual. Porque después vuelven a orar por él y ahí si ya los ve naturalmente. ¿Te imaginas? Hombres como árboles. Piensa en un árbol, recuerda sus principales características, y ahí lo tienes: hay hombres (Y mujeres, claro), así.

Y claro, aquí es donde los principales teólogos de mayor prestigio que se conocen, no han podido ponerse de acuerdo. Algunos dicen que es sólo metáfora, símbolo. Otros prefieren recurrir a las escrituras y allí encuentran que Isaías dice que somos plantío del Señor. No dice que parecemos, o que somos “como” plantío. ¡No! Dice que somos plantío.

De todos modos, a mí me parece que alguien debería actuar como humilde mediador, convencer a las partes que sus egos académicos no son tan importantes y tratar de consensuar en algo. Así seamos árboles o como árboles, el centro neurálgico de la cuestión, que es las características, es el mismo.

Ahora; lo más importante del caso, es que el primero que debería saber perfectamente qué clase de árbol es, es el propio árbol. Fíjate que fuera de los especialistas que conocen muy bien el tema, la gente del común jamás puede llegar a saber qué clase de árbol es uno hasta que no ve el fruto. O sea que son los frutos los que determinan qué clase de árbol es ese árbol.

El problema más grande que padecemos los cristianos es que tenemos grandes grupos que todavía no han dado fruto alguno. Y si quieres, en este punto podríamos relacionar fruto con ministerio, aunque no me gusta demasiado esa comparación. Pero, para la explicación, vale. Son los que te dicen que llevan años en la iglesia y todavía no pueden saber qué clase de ministerio es el que el Señor les ha confiado.

Y ahí está el nudo del problema, porque ya quedó dicho que es el fruto el que determina qué clase de árbol eres. Y lo más complicado es que los frutos van a aparecer en tiempos específicos. Te quiero decir con esto que nadie cosecha lo que se le da la gana todo el año. Son muy pocos los productos que dan fruto todo el año; la mayoría es por temporadas, por épocas, por estaciones, tiempos.

Y a mí me da la sensación que está terminando una estación climática en lo espiritual de este tiempo, y está comenzando otra. Y esto, lo que significa con total claridad, es que también ha llegado el tiempo en que ciertos frutos ya no están, y llega el momento de dar otra clase de frutos. Porque son las estaciones las que determinan la aparición de los frutos. ¿Estamos en invierno, otoño, primavera o verano espiritual?

A mí me produce cierta gracia, pero al mismo tiempo tristeza, cuando oigo en alguna congregación que desde la plataforma baja la orden de exclamar a gran voz que está llegando un tiempo nuevo. ¿Sabes qué? Se te puede poner la boca violeta gritando que viene un tiempo nuevo, pero no es así. Porque no eres tú quien determina un nuevo tiempo, ¡Es el Señor!

Volviendo a nuestros amigos, los árboles, podemos recordar que tiene cinco enemigos. Son organismos muy resistentes, pero a pesar de eso, están muy lejos de ser invencibles; sólo son enemigos complicados. El primer enemigo que tiene un árbol, son Las Tormentas Eléctricas.

Pueden manejar ciertas tormentas más comunes, con viento y agua. A lo mejor se quedan sin una sola hoja, pero allí están, en píe. Es más, en algunos casos, verlos defenderse de los vientos o los vendavales de agua, nos deja la sensación de que parecería haber una mente en su interior dando órdenes precisas.

Tú ves un árbol a orillas de un río, por ejemplo, y no te das una idea sobre cómo hizo ese árbol para crecer y desarrollarse. Cuando era pequeño y sus raíces recién empezaban a extenderse, ese árbol envió una raíz sola, más larga que las otras, a buscar agua por debajo de la tierra. Y esa raíz encontró el agua del río, y allí el árbol envió a las otras raíces y, de ese modo, recibió alimento y sustento. Los árboles tienen inteligencia.

Los primeros años de un árbol, crece de una sola forma, pero más adelante, su estructura empieza a cambiar, comienza a ensancharse y toma otras características. Y, mientras tanto, va registrando en sus anillos, todo lo que les pasó. Del mismo modo en que todos nosotros vamos registrando todo lo que nos pasó en nuestros anillos, los que tenemos en el alma.

Dicen los que saben porque se han dedicado con mayor especialidad a esto, que el hombre tiene siete anillos en su alma, donde va registrando todos estos acontecimientos. Por eso lo de la tormenta eléctrica. Un rayo, un solo rayo que acierte a caer sobre un árbol, lo deja para leña, no sirve más.

¿Por qué? Porque, literalmente, toda la savia que está adentro de ese árbol, con la caída de ese rayo, explota. Porque el enorme caudal de electricidad que contiene el rayo, hace hervir violentamente a esa savia y la enorme temperatura que adquiere la hace explotar. Y, desaparecida la savia, muerto el árbol. La savia es la sangre del árbol. Ningún ser humano vivirá sin sangre.

Ahora comparemos: ¿Qué es una tormenta eléctrica en la vida de un hombre? Una situación de la cual nunca se puede recuperar. Por ejemplo, un divorcio. Es un impacto devastador que afecta a todo el entorno, tanto el más cercano como el más lejano. Yo sé que en Cristo todo podemos vivirlo y salir con victoria. De todos modos, algo se habrá quemado en esa tormenta. Y lo que se quema es muy difícil recuperarlo.

Las tormentas eléctricas son, entonces y en esencia, problemas familiares. Porque, ¿Qué puede ser más devastador que algo familiar? Si tu familia está unida y está bien, todo lo demás, se maneja. Pero cuando se presenta una crisis familiar, a nivel de matrimonio, con los padres o con los hijos, eso te parte al medio. ¿Cómo se maneja eso?

El gran tema, es: ¿Podrán recuperarse de algo así? Volvamos al ejemplo del árbol. ¿Podrá un árbol recuperarse de un rayo que lo partió al medio? Yo, personalmente, creo que sí. Que conque quede una posibilidad de que aparezca un retoño en alguna parte de su estructura, ese retoño puede hacerle recuperar la vida. Tal vez no con las mismas características que tenía anteriormente, cierto, pero vida al fin.

Muy bien; el segundo enemigo que tiene el árbol, es El Frío. Los árboles, dicho por conocedores profesionales del tema, pueden resistir más el calor que el frío. Literalmente, el frío puede matar un árbol. Comparémoslo con la vida de un creyente. ¿Has visto alguno que se muera de entusiasmo?

Yo no, y pasé por etapas donde el entusiasmo era casi la piedra basal de todo lo que se construía. En los años noventa, en mi país, he visto en iglesias conservadoras, danzar a solemnes y venerables ancianos al son de la “nueva” forma de alabanza nacida en la época.

Por el contrario, sí me ha tocado ver a gente que, espiritualmente se ha ido enfriando, se ha ido enfriando hasta que un día, ¡Paf!, salen con algún hecho que deja en evidencia que se murieron. Por eso es que la Biblia, en muchos de sus textos, nos exhorta entre otras cosas, a que no nos enfriemos.

Este, fíjate, es el eje central de lo que nosotros llamamos congregarse. ¿Nunca te pusiste a pensar por qué nos debemos congregar? ¡Para mantenernos encendidos, como brasas de carbón, y bien calientes! Pero hermano…es que yo he visto iglesias donde corre un frío glacial dentro de sus paredes… Yo también, pero en ese lugar la gente no se está congregando para el bien, como manda la Palabra. Sólo se está reuniendo como si fuera un club religioso.

Por eso abunda el hielo y falta el fuego. Tú sabrás abundancia de qué y ausencia de qué te muestro con esta figura. El muchachito alegre que cantaba bien alto y levantaba sus brazos al cielo hoy, ha llegado a ser un líder y anda allí todo ceremonioso, sin mover un músculo durante la alabanza. ¡Se enfrió! ¿Qué le pasó? Adquirió un título. ¿Y eso que tiene que ver? Los títulos, enfrían.

Yo no soy excesivamente demostrativo, supongo que por mi formación rígida, acostumbrada en aquellas épocas en las que me tocó crecer. Padres severos, lejanos en los afectos. Madres temerosas de dar ese afecto y ganarse una reprimenda del padre. Sin embargo, así y todo, créeme que me ha resultado mucho más fácil darle un abrazo a un amigo no creyente que a un pastor o a un profeta.

De hecho, vivimos en un mundo dominado por la frialdad suma. El altísimo grado de hipocresía reinante en todos los estamentos y niveles, produce relaciones falsas, fingidas, un marco de simulación casi permanente que termina confundiendo a los más sanos. Examina tu trabajo, tu colegio, tu barrio. ¿Cuánta gente simula lo que no es? ¿Cuánto debes soportar tú para no caer en lo mismo? ¡No es fácil!

El frío mata a los árboles. Una helada intensa puede destruir una plantación completa que a lo mejor tardó años en crecer. Debemos ser enemigos del frío. Hay lugares en los que se han cambiado las formas en aras de una unción profética, pero ¿Sabes qué? Es mucha la gente mayor que está triste, y se debería articular por lo menos una vez a la semana volver a lo antiguo, ya no para Dios, sino para esa gente, para que dejen de estar fríos y recobren su calidez espiritual.

Yo no sé qué es lo que piensan algunos respecto a Dios. De hecho que a Él le place que proclamemos y profeticemos, pero por encima de todas esas cosas tan valiosas, lo que a Dios más le place es que seamos una gente feliz. Y lo que más le impresiona de ti, es tu honestidad. ¿Lo habías visto así? Más vale que lo veas, es Dios y no hombre, para ser engañado por la hipocresía popular.

Porque, convengamos, el hombre se pasa toda su vida pidiéndole ayuda a Dios, pero Él solamente puede hacerlo con tu honestidad como vía por la cual Él será locomotora. Cuando aquel discípulo le dijo que no tenía suficiente fe y le pidió que se la aumentara, ¿Qué hizo Él, se enojó? ¡No! Simplemente le dijo: ¡Claro que te la voy a aumentar!

Si nosotros estamos ocupados en lo que Dios nos llamó a hacer, nunca vamos a sentir frío. Porque, ¿Quién se enfría? ¡El que se queda quieto! El que se aísla, el que no sabe qué está pasando, el que se desconecta del fluir de Dios.

Tercer enemigo, La Sequedad. Esto, de hecho, es la falta de agua. Volvamos a los árboles. ¿Sabías que cuando el agua comienza a faltarles, los árboles empiezan a perder hojas? Ellos mismos sacrifican sus hojas. Empiezan a secarlas, y empiezan a caerse. ¿Por qué? Porque cómo ve que hay poca agua, decide sacrificar lo menos esencial.

Un árbol puede vivir sin hojas, pero no puede vivir sin un tronco humedecido internamente. Entonces sacrifica las hojas y lo podrás ver todo pelado. De acuerdo, no vamos a buscar gente parecida, no seamos tan literales. Sin embargo, la idea es que el árbol, por el tema de la sequedad, va a empezar a racionalizar el agua.

¿Y qué hará? La enviará realmente a la parte neurálgica del árbol, que es el tronco. El fundamento del árbol es el tronco, que está conectado a las raíces. Y fíjate que las raíces son las últimas en morir, aunque en algunos casos pueden ser las primeras. En ese caso, el árbol está fundido, no tiene manera de sobrevivir.

Y eso nos deja en evidencia que los árboles saben administrar la vida que tienen. Si hay mucha agua, va a pasar algo. Si hay poca agua, va a pasar algo. En nuestra vida diaria, el agua es el Espíritu Santo, es la Palabra. No vas a poder sostenerte en victoria en esta vida, si no sabes recurrir a la fuente de agua, que es el Espíritu Santo.

No estamos aquí para depender de las personas. Ustedes no pueden depender de sus pastores. Ya sé que en algunos casos son excelentes personas, eso no está en discusión, pero ¿Sabes qué? Cuando estés en el momento más difícil, Dios va a hacer algo para que ni el celular te funcione. ¿Para qué? Para que de esa forma, tú te acuerdes de Él.

Entonces la gente se molesta y dice: “¡Cuando yo necesité ayuda, no había nadie!” ¿Sabes qué? ¡Esa era la idea! Que no encontraras a nadie de carne y hueso. Dios permitió eso, porque si tú te levantas sólo, siendo ayudado por Dios, se forma tu carácter.

Ah, pero: ¿Y dónde está lo de la compañía? ¿Y dónde está lo de la ayuda? Escucha: cuando el Señor quiere estirar tu estatura, te lo va a trabajar solo. Y en ese proceso, nos va a meter en tiempos bien difíciles. Pero su corazón no es destruirnos, sino permitirnos crecer y manifestar un nivel de vida en el que no estamos funcionando.

Entonces, no me extraña que en el momento en que estés en un problema y busques a tu pastor, seguramente él no estará ese día por allí. Y tampoco sus ayudantes más fuertes. Deja de buscar. Dios te ha puesto allí para que solamente lo busques a Él y Él pueda darte una victoria por fuera de las estructuras.

Allí tendrás que pensar muy seriamente respecto a qué debes aprender, qué es lo que Dios quiere mostrarte llevándote a una dependencia directa. No tienes que pedir ayuda a las Naciones Unidas ni al Fondo Monetario Internacional, sólo debes acudir al Dios que te creó y que te está esperando para enseñarte cosas nuevas que tú no conoces.

Necesitamos que el Espíritu Santo haga su trabajo en nosotros. Y para eso necesitamos ser sensibles. Aprende esto: el Espíritu Santo nunca tiene el teléfono descolgado. Nunca lo tiene con el receptor de mensajes. Él nunca te dejará en espera. No habrá del otro lado una voz metálica que te diga: deje su mensaje después del “bip”, habrá una voz suave que te dirá: “Hola… ¿Qué necesitas, hijo?”

Entonces la duda en forma de pregunta que nos llega, es: ¿Por qué no lo llamamos a Él, primero? Movilizamos a media congregación y no a Él. Él quiere que lo busquemos en primera opción. De hecho, los árboles cuando no tienen agua, tampoco dan fruto. Si h a pasado una temporada muy seca y viene la época de los frutos, el árbol no va a dar frutos.

Porque hay una proporción directa entre la cantidad de agua y la calidad del fruto. Si da frutos en ese momento, se puede morir. Debe reservar lo que tiene para sobrevivir en la siguiente estación, y en esa siguiente estación, vas a ver qué va a dar frutos en una cantidad que es el doble de lo normal.  Por la anterior que no dio, y por esta.

Creo que estás entendiendo que el fruto no se puede forzar, ¿Verdad? Es una simple consecuencia de la vitalidad del árbol. Si el árbol está sano, va a dar buenos frutos. Si el árbol tiene agua, va a dar buenos frutos. Pero si el árbol no tiene agua, no va a poder dar frutos correctamente. Y si los da, serán unas insignificancias que parecerán una broma botánica.

Unas cosas pequeñas, sin sabor, deterioradas. ¿Por qué? Porque trató de funcionar en el tiempo, pero sin tener el abastecimiento que necesita. Es momento de darte cuenta que, delante de Dios, los frutos no son una ilusión, son cosas reales que nos califican, porque dice que por nuestros frutos seremos conocidos. ¿Quién eres tú? Eres lo que es tu fruto. Tú eres lo que es tu fruto.

El Cuarto Enemigo que tiene  los árboles, son Las Inundaciones. Seguramente estarás pensando ya mismo qué tendrán de malo las inundaciones, si de última es más agua, que se necesita. El problema es que el agua, sin curso natural, es lo más peligroso que hay. El agua desbordada, es muy peligrosa. Y el gran problema cuando hay una inundación, es que el agua se come la tierra.

Y aunque no alcance a llevarse al árbol, éste pierde su sustento. De allí que cuando hay una inundación y luego las aguas descienden, se pueden ver las raíces de los árboles. Y cuando las raíces quedan expuestas, el árbol puede morirse. Mira qué tremendo, qué sentido espiritual más fuerte. Si las raíces son expuestas, el árbol puede morir. ¿Cuáles son nuestras raíces? Sólo piénsalo.

¿Y qué cosa son las inundaciones? Son los conflictos dentro del seno de la iglesia. El diablo provoca inundaciones. Por ejemplo, celos. Los celos son una inundación. Si estamos bien plantados, ninguna inundación nos perjudicará. Pero si estamos débiles o inseguros, cualquier núcleo de agua nos hará perder las bases. Pero tienes que estar plantado donde hay complementación y apoyo mutuo, no donde hay competencia.

Toma este ejemplo que escuché por allí. Una junta de vecinos se reúne para mejorar la calidad de vida del barrio. ¿Y sabes qué? La reunión se convierte en una catarata de quejas individuales sobre problemas individuales. Ningún vecino se interesa por la calidad de vida del barrio, sólo les importa lo que concierne a sus propias casas. Muy bien; la iglesia, tanto la genuina como la que conocemos mayoritariamente, no es una junta de vecinos. ¿Se entiende, verdad?

Nosotros no estamos en esta tierra para defender nuestros derechos, estamos para defender los derechos del Reino. Y si tenemos que reunirnos, tendrá que ser confiando los unos en los otros como comunidad del Señor. Si hay desconfianza entre los que nos reunimos, eso no es iglesia, eso es parlamento secular.

Las inundaciones, cuando azotan un bosque, son devastadoras. Solamente pueden resistirlas aquellos árboles que tienen raíces muy firmes, muy profundas. Sinónimo espiritual. ¿Quiénes quedan al margen de esas rencillas que solemos ver a menudo en las congregaciones cristianas? Sólo los que tienen raíces muy profundas.

Definidos con mayor precisión, son aquellos que ya saben perfectamente que los hombres son como son y por lo tanto no se puede confiar demasiado en ellos. Sólo saben confiar en Dios. Y de los hombres ya están acostumbrados a recibir tanto lo malo como lo bueno. Y sin ofenderse ni angustiarse. Igual que como se sintió Jesús cuando iba camino a la cruz empujado por aquellos que había venido a salvar.

Así que, hermano, si no quieres que ninguna inundación sacuda tú árbol, aprende a que tu fe no puede depender de tu líder, sino que debe depender de Dios. Si tú líder quiere ser santo, amén y gloria a Dios. Si tú líder elige ser falso y pecar, allá él en su relación personal y privada con Dios. Será justicia, siempre.

Ahora, claro; si tú tienes debilidad por los referentes casi inmaculados aquí en la tierra, y en tu habitación tienes un poster de Messi y otro a su lado de tu pastor, mucho me temo que cuando Messi no convierta un gol y tu pastor no pueda ayudarte, la inundación te va a descalabrar tu vida y se va a llevar hasta los posters.

El Quinto enemigo de los árboles, Los Incendios. Y los incendios, son las tentaciones no controladas. Una pequeña chispa, un minúsculo fósforo, es lo único que se necesita para que se queme un bosque entero. Acompáñame al libro del profeta Joel. Allí está lo que ahora quiero compartirte.

Un incendio es algo tremendo por una simple razón: cuando el fuego se escapa de control, se torna ingobernable. Eso es exactamente lo que ocurre con el pecado. Te metes un día en donde no debes porque te creíste la mentira del infierno que te lo hizo ver cómo beneficioso y, cuando sales, te das cuenta que estás todo chamuscado. El incendió te ha dejado sus huellas.

A eso se refiere Pablo, cuando en Corintios dice que algunos serán salvos como por fuego, esto es: todos quemados, casi destruidos y hasta desfigurados. Son gente que se arrepintió, pero que como demoró demasiado en hacerlo, perdió todo lo que tenía en ese incendio; hasta su autoridad. Porque el diablo siempre es muy gentil a la hora de invitarte, pero luego te pasa la factura de esa invitación.

Aparte de esos peligros que tienen los árboles, que son peligros externos, también hay algunos peligros internos. Los árboles pueden sufrir los ataques de pequeños organismos. Que a simple vista pueden parecer hasta inofensivos e insignificantes, pero que a la hora de estimar el daño que causan, se puede comprobar que es terrible.

(Joel 1: 4) = Lo que quedó de la oruga comió el saltón, y lo que quedó del saltón comió el revoltón; y la langosta comió lo que del revoltón había quedado. La Versión biblia Textual lo dice así: Lo que dejó la langosta lo comió el saltón, Lo que dejó el saltón lo comió el saltamontes, Y lo que dejó el saltamontes lo comió el cigarrón.

¿Qué es lo que comió la oruga? Es muy interesante, porque la oruga ataca la raíz del árbol. Escucha esto. Hay algo que en este tiempo la genética intenta explicar, pero que todavía no lo ve claro, y es la manera en que nuestros antepasados influyen en nosotros. Esa parte, que se llama Genética, todavía no es algo que la ciencia pueda manejar con presteza y certeza. Hay muchas preguntas sin respuesta, todavía.

Míralo desde esta óptica: cuando tú te encuentras con una persona que, sabes, tiene pobreza crónica, tú primer pensamiento sería que esa raíz de pobreza podría tener unos doscientos años de antigüedad. Porque la pobreza crónica, generalmente es un tema generacional. ¿Qué quiero decir? Que alguien, en los últimos doscientos años, le dio derecho a Satanás a robarle todo. Hay una persona que lo hizo. Una.

El tema de las finanzas es apasionante, porque las finanzas están asociadas a la raíz. Porque la gente del común puede ver y entender que las finanzas son un fruto, cuando en realidad son una raíz. El punto es este: ¿Cuánto puede cambiar un árbol en su vida, en su estructura, si su raíz está mala?

Y cuando decimos que son doscientos años, no se trata de una cifra tirada al azar porque nos parece. Hay razones bíblicas asociadas con cierta cantidad de generaciones que lo avala. Porque, veamos, ¿Cuál es el problema más frecuente o típico para que haya sequedad financiera? La injusticia. La injusticia familiar.

Por dar un ejemplo. Si un antepasado tuyo, que te digo, un bisabuelo, por ejemplo, le quitó la tierra a gente pobre y honesta, la usurpó e hizo llorar a mucha gente con eso y él hizo mucho dinero, probablemente y por unas ocho generaciones, Y va a haber gente que va a estar pagando las consecuencias por lo que ese hombre hizo. ¿Por qué? Por el simple hecho de haber sido sus descendientes.

Porque hay maldiciones muy fuertes contra aquellos que despojan la tierra, injustamente, del débil. Y no es algo de lo cual se pueda estar demasiado prevenido porque no es sencillo. Mira; ¿Cuántos se supone que conoces tú respecto a tu tatarabuelo? ¿Sabes qué hacía ese hombre? ¿Sabes de qué trabajaba y si era o no una buena persona? ¡Generalmente no sabes nada!

Según la Biblia, el árbol genealógico es altamente valioso e importante en lo espiritual, pero no hay cultura en el pueblo latinoamericano para utilizarlo en favor de las grandes soluciones. La prueba la tienes en que por cada latino que procura armar su árbol genealógico, hay cincuenta europeos que lo están haciendo.

Tú hablabas con un judío y él se sabía de memoria quién había sido su bisabuelo, su tatarabuelo y todos los que habitaban en su árbol genealógico. Porque saberlo, a ellos les daba derecho de recibir herencias o legados. Y también les daba derecho de pedir perdón por algunas cosas.

Ellos sabían que esas personas eran sus raíces, Y que si había problemas en sus raíces, iban a haber problemas en sus frutos. Entones, no era algo que se diga responsable, simplemente ignorar. Por eso tú vas a encontrar genealogías íntegras en la Biblia. Y uno die: ¿Quién puso esto en la Biblia?

Porque quizás ahora no nos sirve en un sentido de aplicación diaria, viva, aunque yo soy uno de los que cree que todo sirve en la Palabra, pero para ellos era esencial. Entonces, deja a un costado tu visión personal actual, y trata de imaginarte proyectado en tus biznietos, que algún día al menos uno de ellos pueda decir que están recibiendo enorme bendición gracias a un bisabuelo que tenían y era íntegro y fiel.

Y no exageramos si decimos que un día, uno de tus biznietos pueda decir que está establecido en la fe de manera firme, por causa de su decisión personal, es cierto, pero también por causa de las promesas que en su momento ese bisabuelo reclamó y recibió para él y toda su casa hasta la cuarta generación.

A mí nadie me saca del pensamiento que, yo estoy convertido a Jesucristo hoy, y firme en mí andar en el evangelio, porque en algún momento y tiempo de las ocho o diez generaciones anteriores a mi nacimiento, alguien fue creyente y lo declaró con valor de palabra profética. Y ese antepasado mío no vivió para verlo cumplido en mí, pero hizo su parte y Dios cumplió con la suya. ¡Así es como funciona!

Tú no lo sabes, pero el día que te toque llegar del otro lado del río, ahí te vas a enterar quién era. Y yo mismo soy un ejemplo viviente de eso. ¿Qué posibilidad podía tener yo de conocer, aceptar y entregar mi vida a Jesucristo, si en mi casa paterna y materna no había ningún creyente, no al menos como consideramos a un verdadero creyente. Que no es precisamente el ser un cristianito nominal, ritualista y religioso.

Porque tenemos la costumbre de decir que somos los primeros en la familia en ser creyentes, pero yo te puedo asegurar que algunas generaciones atrás, hubo por lo menos uno de tus antepasados que creyó a Dios. Y tú vendrías a ser una pequeña parte de ese fruto sembrado y cosechado en su tiempo.

Porque, y ahora te lo pregunto a ti, que eres creyente desde hace muchos años, y eres un hombre o una mujer firme en la Palabra y en las riquezas del evangelio, ¿Puedes imaginarte siquiera la forma en que con tu fe vas a abrirle camino a tus nietos, biznietos o tataranietos? ¿La manera en que vas a preparar sendas para ellos?

Dice la Palabra que Abraham daba diezmos por sus generaciones, ¡No tenía hijos, todavía, y él daba diezmos por sus nietos, biznietos! Por eso se le llama Padre de la Fe. Oye: tú no das diezmos sólo por ti, tú das diezmos por todos tus descendientes.

Entonces, claro, cuando hablamos de pobreza, esa persona que quiere abrir un negocio y se le quema, o sea que le va mal; quiere estudiar y justo ese año se cierra la facultad. Va a cenar por antojo al Palacio de la Papa Frita y, justo ese día, ¡No hay papas fritas! Y te quejas y te lamentas y le echas la culpa a esto y a lo otro. Sin embargo, eso se llama Esterilidad.

Y por ahí las cosas te funcionan materialmente bien y te compras un auto nuevo, y cuando llega el único que enviaron desde la fábrica a la concesionaria, tú vas a retirarlo y el auto no funciona, está dañado y nadie sabe lo que le pasa. Los empleados se disculpan y te aseguran que en un lapso de dos o tres meses tendrás tu auto nuevo y funcionando a full. Y a ti no te fastidia esperar ese tiempo, lo que te enoja es que todo eso te pase a ti y no a otro que ni siquiera conoce a Cristo.

¡Ese hombre no puede andar por la vida con una cara de felicidad! Por el contrario, su rostro es mustio y su gesto adusto y hasta crispado por cierto rictus de amargura. Es el resultado de una vida que parecería sintetizarse en una cola para realizar un trámite y, justo que te toca a ti, el empleado de la ventanilla empieza a cerrarla y te dice: ¡Se cayó el sistema, vuelva mañana!

Eso es lo que podemos encerrar dentro del título de espíritu de Esterilidad. No es que no tengas hijos, sino que llegas a darte cuenta que no estás cosechando en la dimensión de lo que has sembrado. Entonces uno quiere resolver todo esto cargándose con culpas. ¿Qué estoy haciendo mal? ¿En qué le estoy fallando a Dios? Un momento: ¿Y qué pasa si tú no eres el problema?

¿Qué pasa si alguien, hace tiempo atrás, hizo algo tan malo, que hoy todavía le da derecho al diablo de quitarte lo que es tuyo? Esa es la oruga. La oruga ataca la raíz del árbol. Podemos creer que nuestra vida, hoy, es la expresión de nuestra familia de los últimos doscientos años.

Lo que estoy tratando que entiendas, es que es un error pensar y suponer que cualquiera de nosotros, nacidos en tal o cual año, somos el todo de nuestra vida. Apenas somos la continuación de muchas cosas. Y de muchas cosas buenas y malas. Tú, cuando te levantas cada mañana y enfrentas tu vida, piensas que estás peleando por ti. Y si eres madre o padre, tal vez pienses que estás peleando por tus hijos. Sin embargo, la realidad te dice y me dice que estás peleando por generaciones.

Porque no son sólo tus hijos, si es que los tienes o no. También son tus nietos y los que han de venir que quizás ni siquiera llegues a conocer ni ver jamás. De hecho, si tú eres un esposo fiel, no solamente bendecirás a tu esposa con ella, sino a toda la generación hereditaria y genética que viene detrás de ti. Lo contrario, es una de las causas más abundantes de adulterio en matrimonios en los que imaginarlo, era impensado.

Entonces, ya no vivo sólo para mí, sino que vivo para los que vienen detrás de mí. Esto no es enseñado por la iglesia como debería hacerlo. Nosotros, cada uno de nosotros, con nuestras vidas cotidianas, fuera de los ojos de los hermanos de la iglesia y del pastor, y sólo bajo los ojos de Dios, somos responsables de la posibilidad de cambiar la genética de los que nos sucederán.

Yo no sé ni puedo saberlo si Cristo va a venir pronto o no. ¡Gloria a Dios si viene! Pero si se demora todavía un poco más, yo tengo la obligación de vivir de un modo que deje a las generaciones que vienen detrás de mí, una vida que los lance hacia adelante y no hacia atrás.

No es fácil pensar que nosotros no estamos viviendo solamente para nosotros mismos, sino para una enorme cantidad de gente que viene después de nosotros, y que nosotros todavía no vemos, y quizás en muchos casos ni siquiera veremos nunca, pero que Dios sí está viendo hoy mismo, porque para Él no hay límites de tiempo.

Entonces, cuando tienes ese vaso de cerveza en las manos y no hay ni un solo hermanito a la vista del que tengas que cuidarte, antes de llevártelo a la boca, piensa que no lo estás haciendo por ti solamente, sino por todas las generaciones que vienen detrás de ti. ¿Eso vas a dejarle en herencia? ¿El amor o la dependencia por el alcohol?

Entonces agarras y lo pones a un lado y dices: ¡No lo voy a hacer, porque soy una persona diferente que vivo mi vida mirando la eternidad de Dios, no mis conveniencias o placeres! ¡Y no quiero ser yo el que de lugar a la oruga de la siguiente generación!

Eso es carácter, que viene como consecuencia de entender que muchos de los problemas que tienes hoy día, tanto físicos, como económicos o emocionales, empezaron hace doscientos años atrás. En ese punto es donde la sanidad interior sí tiene razón de ser. Y no comandada por profesionales de la psicología secular, sino por ministros levantados por el Señor para ello.

Y no te pongas en exquisito, legalista o pretencioso. ¡La gente del mundo no tiene como resolver eso y tú y yo sí lo tenemos! Hay gente del mundo que está destinada a fracasar matrimonialmente, porque todos sus antepasados fracasaron. La oruga es, en definitiva, ese espíritu inmundo que se metió en nuestro pasado. No es solamente para ti, es para los que te siguen. Porque cuando tú creces, te das cuenta que hay cosas en tu raíz que te hace más débil.

¿Por qué yo miro esas cosas de esta forma? ¿De dónde me salen estos temores? ¿Por qué a mí me cuesta tanto lo que a una gran mayoría no le da ni el menor trabajo ni esfuerzo? ¿Por qué a mí sí? Esa es la oruga. Que es solamente la antecesora de lo que vendrá luego, el saltón.

Es una etapa del insecto, donde todavía no tiene ni patas ni alas, vive pegado, adherido a una parte del árbol; al tronco. Luego está el revoltón, que es la langosta joven, la que está en la fase más temprana de su desarrollo. Entonces vive para comer. Tiene pequeñas alas, pero todavía no vuela.

La oruga, habla de cosas que pasaron en los últimos doscientos años; el saltón habla de lo que pasó en los últimos ochenta años; el revoltón habla de lo que pasó en los últimos cuarenta años. Son las ramas. La langosta, que es la fase final de la maduración de este insecto, y ya tiene patas, tiene alas, es lo que destruye a tus hijos y a tus nietos.

¿De dónde saco eso? De la información que me dice que la langosta destruye tus frutos. Mientras que el revoltón se come las ramas, el saltón el tronco y la oruga las raíces. Y fíjate que de los cuatro, tres tienen que ver con el pasado. Solamente la langosta tiene que ver con el presente y el futuro. Es la cuarta fase de generación.

¿Hay maldiciones? Sí. Y te digo ya mismo una maldición de las más comunes, que incluso se la ha llevado hasta el cine. Y es muy curioso porque tiene que ver con información real de la historia americana. Un hombre tenía, en el siglo veinte, en los Estados Unidos, un promedio de vida de setenta y cinco años. UN hombre afro-americano, allí mismo, tenía un promedio de vida de setenta años.

¿Por qué menciono esto? Porque había una familia, en ese país, que nadie puede decir que no era conocida. Incluso su historia de vida fue llevada al cine. Estoy hablando de la familia Kennedy. Ahora; ¿Sabes cuál era el promedio de vida de la familia Kennedy? Cuarenta y cuatro años. Todos los Kennedy murieron antes de los cuarenta y cuatro años de edad.

Tienes que ser muy incrédulo o escéptico para no darte cuenta que hay un tema bien fuerte allí. Todos. Y, además, trágicamente. Quien quiera seguir adjudicándolo a la casualidad, que lo haga, pero si me lo pide, le presto la Web para que me haga un estudio que me esclarezca qué cosa real es la casualidad. Ven conmigo a Juan capítulo 15.

(Juan 15: 1) = Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. 

(2) Todo pámpano (Toda rama) que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto. 

Nosotros tomamos estas escrituras como cosa juzgada y concreta, pero debes darte cuenta que si aquí hubiera un experto en viñedos, entendería esto de una manera que a nosotros nos es imposible ver. Es igual que si yo te dijera que todo pen drive que se coloca en una computadora con virus, terminará también con virus. O sea: tengan cuidado en donde ponen el pen drive.

A eso, obviamente, sólo lo entendería con total claridad aquellas personas que, por sus trabajos en compañías de informática o similares, se manejan a diario con pen drives y saben qué son y para qué sirven. Porque, incluso hay un problema de traducción en este pasaje. En su segundo verso, dice que todo pámpano que no dé fruto, será quitado. Y esa es la palabra que usa: quitar.

Sin embargo, el que ha tenido acceso a alguna versión que no sea la tradicional de la Biblia, que es la que yo utilizo como centro porque es la que la gran mayoría posee, sabe que en otras versiones muy conocidas y confiables, como es la de la Biblia Textual, por ejemplo, que es una versión muy ajustada a los originales, de momento que ha sido traducida directamente de los originales al español, sin pasar por el inglés como la Reina Valera, se usa otra palabra en lugar de quitar: levantar.

Te la reproduzco tal como está escrita: Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo levanta; y todo el que lleva fruto, lo limpia para que lleve más fruto. Fíjate que no parece significar lo mismo, ¿Verdad? Pero lo cierto es que, la palabra que se utiliza en los originales y que la Biblia convencional traduce como “quitará”, es la palabra airo. Y significa: elevar más allá del nivel de la tierra para que no se pudra.

Esto significa que el Padre va a recogerlo de en medio de las piedras para luego limpiarlo. Yo no sé cuántos de ustedes conocen un viñedo. En nuestras argentinas provincias de Mendoza y San Juan, preponderantemente, es donde se produce la mayor cantidad del buen vino que mi país logra, así que esos lugares están llenos de viñedos.

Son plantas muy pequeñas, tanto que literalmente, parecen arbustos. Pero tienen que tener muchísimo cuidado. Deben poner unos hilos para sostener de esta manera las ramitas de manera tal que, los racimos de uvas cuelguen, pero que no lleguen a tocar el piso. Entonces, la altura que tienen las pequeñas plantas y las diferentes líneas de sostén, son bien particulares, es decir: no es nada fácil.

Porque si el racimo de uvas toca el piso, se perdió. Porque como es algo orgánico, el roce con la tierra orgánica, hará que entre de inmediato en proceso de putrefacción. Ahora; ¿Qué pasa con esa rama que no está dando fruto? ¡Se corta! A ver un momento, pregunto: ¿Cuándo tú no dabas fruto, el Señor te cortó?

Si así se resolvieran las cosas en el Reino, más de la mitad de los que nos encontramos a diario en esta Web, estaríamos afuera. La palabra airo, significa que, como no estás dando fruto allí donde estás, se te va a elevar un poco más. O sea: te separa más de la tierra. Es decir que, si no estás dando fruto, es porque estás demasiado cerca de la tierra.

Dicho sin anestesia ni eufemismos: ¡Si no estás dando fruto, es porque estás demasiado cerca del mundo! Si no estás dando fruto, es porque estás muy cerca de lo que te hace pecar. Entones te tiras de rodillas y clamas: ¡Señor, ayúdame! ¿Y qué pasa? Pasa que al día siguiente se te quema el cable y el televisor. ¡Señor! ¡Te pedí ayuda y mira lo que pasó! No entendiste nada, ¡Te está empezando a separar de la tierra!

¡Hermano! ¿Usted me está diciendo que el cable y el televisor simbolizan al mundo? ¡No! ¡Nunca dije eso! Lo que te digo es que lo que te acerca al mundo, a la tierra, es el tiempo que tú inviertes en ellos. La fe viene por el oír, y mucho me temo que lo que estás oyendo en estos tiempos no es lo que Dios quiere que oigas, ni tampoco lo que tú necesitas oír para crecer.

Oye: el Señor, no quiere cortar aquello que no da fruto. Quiere separarlo y levantarlo. Dilo para ti mismo, en voz alta: ¡Me levanta! Otra vez: ¡Me levanta! Él no te va a cortar, va a trabajar contigo. ¿No te das cuenta que si Él te corta, eso hablará muy mal de su salvación en tu vida?

Lo que estoy queriendo que entiendas, es que Él se glorifica en que des fruto. Él busca a la oveja número cien. Lo que sucede, es que a veces los profetas quieren resolverlo todo cortando a la gente. ¿No obedece? ¡Se va ya mismo! ¡Que se pierda! ¡Como dice la Biblia, lo entrego a Satanás! Espera…ten paciencia…

También dice, la misma Biblia, que el Hijo del Hombre vino a salvar. No vino a jugar a la Lotería, algo así como me quedo con este y desecho este otro. ¡Es que somos pocos! Bueno, de acuerdo, pero que sea Él el que determine cuáles son esos pocos, no tú o yo. Porque nuestro corazón debe ser que nadie se pierda.

Te digo más; hasta debemos esforzarnos por aquel que no quiere seguir. Sigue siendo vigente que uno es el que sale a buscar al cien que va a perderse. No tiene que venir ese a hablar con ese uno y avisarle que se va. Es que si va a retirarse de la congregación, tendrá que darle aviso al pastor… ¡Ni modo! ¡Es el pastor el que tiene que salir a buscar al que se le fue! Eso dice la Biblia.

¿Qué hace el Padre con aquel que no tiene fruto? Lo separa más de la tierra. ¿Y al que sí tiene fruto? Lo poda. Dice acá en mi Biblia Textual que lo limpia. Y yo no sé si tú te das cuenta que podar no es lo mismo que cortar. Porque cortar es agarrar una tijera y entrar a darle a todo lo que tenga color verde, pero podar es necesariamente el producto de una muy fina selección. Te llegas a equivocar y pierdes la planta.

¡Y menos mal que no somos nosotros, los hombres, con cargos o sin ellos, los que debemos podar, sino nuestro Padre! Porque Él es el único que sabe lo que hay dentro de nosotros y lo que realmente hay en nuestras vidas. Los hombres sólo ven las apariencias. Y las apariencias engañan.

Porque los hombres tal vez nos parecemos mucho entre nosotros, pero en lo íntimo, el Señor sabe quiénes son los diferentes. La etapa del podar, es la etapa de la limpieza. No es la etapa del castigo, es la etapa de la limpieza. Hay cosas que Dios te quita porque te está limpiando, y necesita que esa área de tu vida sea trabajada.

Hay dos tipos de creyentes. El que no da fruto, Dios lo levanta más, y al que da fruto, Dios lo limpia más. ¿Y entonces, a quién no molesta con una cosa ni con la otra? Al que no es su hijo. Entonces, tampoco es parte de este árbol. Y será bueno que si en este momento estás pensando que te gustaría mucho ser uno de esos árboles de justicia, deberás saber que si lo decides, Dios te quitará todo lo que no te sirve para lograrlo.

(2 Samuel 12: 13) =  Entonces dijo David a Natán: Pequé contra Jehová. Y Natán dijo a David: También Jehová ha remitido tu pecado; no morirás. 

(14) Más por cuanto con este asunto hiciste blasfemar a los enemigos de Jehová, el hijo que te ha nacido ciertamente morirá. 

(15) Y Natán se volvió a su casa. Y Jehová hirió al niño que la mujer de Urías había dado a David, y enfermó gravemente. 

(16) Entonces David rogó a Dios por el niño; y ayunó David, y entró, y pasó la noche acostado en tierra. 

(17) Y se levantaron los ancianos de su casa, y fueron a él para hacerlo levantar de la tierra; mas él no quiso, ni comió con ellos pan. 

(18) Y al séptimo día murió el niño; y temían los siervos de David hacerle saber que el niño había muerto, diciendo entre sí: Cuando el niño aún vivía, le hablábamos, y no quería oír nuestra voz; ¿cuánto más se afligirá si le decimos que el niño ha muerto? 

(19) Mas David, viendo a sus siervos hablar entre sí, entendió que el niño había muerto; por lo que dijo David a sus siervos: ¿Ha muerto el niño? Y ellos respondieron: Ha muerto. 

(20) Entonces David se levantó de la tierra, (Recuerda; cuando alguien no tiene fruto, Dios lo levanta de la tierra) y se lavó y se ungió, y cambió sus ropas, y entró a la casa de Jehová, y adoró. Después vino a su casa, y pidió, y le pusieron pan, y comió. 

(21) Y le dijeron sus siervos: ¿Qué es esto que has hecho? Por el niño, viviendo aún, ayunabas y llorabas; y muerto él, te levantaste y comiste pan. 

 (22) Y él respondió: Viviendo aún el niño, yo ayunaba y lloraba, diciendo: ¿Quién sabe si Dios tendrá compasión de mí, y vivirá el niño? 

(23) Más ahora que ha muerto, ¿para qué he de ayunar? ¿Podré yo hacerle volver? Yo voy a él, mas él no volverá a mí. 

¿Qué pasó cuando David pecó? Se arrepintió y el Señor lo levantó del suelo. Ese cortar y ese levantar, son gestos de amor de Dios. Es posible que haya cosas que no se absorban en el tiempo, y el gran problema es este: todo tiene que ver con el momento en que hacemos las cosas. No es lo mismo hacer algo ya después, cuando el tiempo ya pasó.

En su misericordia, el Señor nos va a quitar cosas, nos va a separar de situaciones, para que podamos administrar el tiempo de otra forma. Porque Él no quiere que nosotros nos quedemos sin fruto. No estimes como enojo del Señor cuando Él te quita algo. No te molestes con Él. Cuando veas el fruto en tu vida, te darás cuenta que eso fue bueno, aunque en ese momento haya sido doloroso.

A Él le interesa que tu vida sea la mejor que se pueda aquí en esta tierra, así que hasta es probable que si es necesario, te quite algunas de las amistades que tenías, porque si bien parecían ser muy fieles y nobles, en realidad Él sabe que te estaban destruyendo. Tú lo ignorabas.

También es posible que pierdas algunas cosas materiales. Ejemplo: en este tiempo, la gente joven anda tan obsesionada con sus teléfonos, que no me extrañaría que si alguno de ellos le pide sinceramente al Señor que lo use, lo primero que le pase es que se le pierda su celular. Y será divertido, porque se le habrá perdido justamente lo que más cuidaba.

Alguien se preguntaba qué sucedería si los jóvenes consultaran a Dios con la misma frecuencia y dinámica con que lo hacen con sus teléfonos. Serían profetas imbatibles. El problema está en que todo aquello que nos roba su presencia, termina siendo algo que nos afecta.

Entender lo que Dios está haciendo con su pueblo, no tiene que ver simplemente con reunirse en templos o salones. La vida de ese pueblo sólo se justifica si tiene fruto. Tenemos que convencernos de una vez por todas que para este tiempo es que hemos nacido. No es ni casualidad ni ocurrencia de padres carnales. Dios sopló ese espíritu aquí y ahora, con una finalidad.

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junio 27, 2019 Néstor Martínez