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¡Quebrántate!

A lo largo de mi vida de creyente, luchando contra mis propias imperfecciones, he sido involuntario testigo y hasta partícipe de muchísimas oraciones mal hechas, ya sea por ansiedad, por ignorancia, por arrogancia o por cualquiera de esas cosas que nuestra carne –o la influencia satánica-, nos pone en la mente a la hora de comunicarnos con el Padre celestial. El resultado de esas oraciones, quizás le suene a usted bastante conocido: pedir, pedir y pedir. Una trilogía reiterada de una misma palabra que puede traducirse en otra: Inmadurez.

En aquellos años en que recién me había convertido y por esa simple causa no podía pasar del clásico: “-¡Señor! Bendíceme a mí, a mi familia, a mi casa y a mi perro-“, solía reunirme en el domicilio de otro creyente, con un grupo que estaba mucho más crecido que yo. O, al menos, tenían más horas-templo que yo. Y recuerdo que uno de ellos, cuando oraba, siempre solía pedirle al Señor que lo quebrantara. A mí, esa oración me parecía muy espiritual y muy madura y casi anhelaba poder tener esa valentía delante de Dios. Yo no me atrevía, tenía –lo confieso- mucho miedo, esa es la verdad, de orar por eso, pero a él se lo justificaba porque era uno de los que me había guiado a Cristo.

Con el correr del tiempo, ese joven comenzó a tener problemas en su familia. Primero con su suegra, factor que resultó incidente a que los extendiera a su esposa. Comenzó a sentirse muy mal, se enredó en pensamientos muy extraños, se le empezaron a desmoronar todas las cosas materiales y espirituales que había construido y, en un momento, hasta llegó a perder su legendaria línea de sobriedad, serenidad y aplomo. Fue exactamente allí cuando, en su congregación, apareció una joven que al enterarse de sus problemas comenzó a dialogar con él y a “comprenderlo” mucho. Obviamente; concluyeron encontrándose todos los días, a toda hora y en todo lugar y, finalmente cayeron en el más antiguo de los pecados de la carne y terminaron apartándose de la iglesia primero y del Camino mismo más adelante, con todo lo que eso significa y que solamente puede saberlo aquel que lo haya vivido.

Pasó mucho tiempo antes que yo me diera cuenta que el Señor había respondido a la oración, que comenzó a permitir algunas cosas en su vida con la intención de que él, si realmente deseaba un quebrantamiento tal cual lo pedía en oración, pudiera crecer batallándolas. El problema fue que él ni se acordó de aquella vieja oración repetitiva, no pensó ni por un instante en que eso que de pronto se metía en su vida era para que en el final se decretara la victoria que Dios y todos sus ángeles querían disfrutar y celebrar. No lo vio y, naturalmente, se vino abajo.

La pregunta que me hice durante mucho tiempo y que seguramente usted mismo se está haciendo en este momento al leer esto, fue: ¿Cómo pudo Dios permitir eso? ¿Cómo es que, si Dios sabía que lo que iba a suceder, lo dejó caerse así? Obviamente, aún yo no sabía absolutamente nada con respecto a la importancia del quebrantamiento y sus posteriores consecuencias y frutos. Lo que sí aprendí, fue que el quebrantamiento tiene pasos que necesariamente debemos cumplir, trasvasar y vencer, si es que realmente deseamos crecer y madurar.

Cualquier persona que sirva a Dios, habrá de descubrir tarde o temprano, que el gran obstáculo en su servicio no son los demás como en algún momento supone, sino él mismo. Descubrirá que su hombre exterior y su hombre interior (¡Oh, Watchman Nee!) No están en armonía, porque los dos se inclinan en sentidos o direcciones opuestas. También se dan cuenta de la incapacidad de su hombre exterior, de someterse al control del Espíritu, lo que lo hace incapaz de obedecer a los designios más elevados de Dios. Rápidamente se dará cuenta que la mayor dificultad está en el hombre exterior, que le impide usar su espíritu.

Dijo alguien, alguna vez, que en nuestro interior conviven un león blanco y un león negro que están continuamente peleándose. El león blanco simbolizaba el espíritu y el negro la carne. Y remataba este hombre puntualizando que ganaba la batalla aquel león que estaba mejor alimentado. Bonito ejemplo, digno de los ágiles, creativos y chispeantes predicadores evangélicos. Sólo un problema: dentro nuestro no hay ningún león, ni blanco ni negro. Sólo hay un alma que no acepta sujetarse al Espíritu Santo que vive en nuestro espíritu humano. De todos modos, es importantísimo saber con qué se alimenta usted en mayor medida. ¿Ingerimos para el alma o para el espíritu?

Muchos siervos de Dios no son capaces de practicar, incuso las obras más elementales. De modo general, por el ejercicio de su espíritu, ellos deberían tener condiciones de conocer la Palabra de Dios, de discernir la condición espiritual de los demás, de transmitir los mensajes de Dios bajo su santa unción y de recibir las revelaciones de Dios. Sin embargo, debido a las distracciones del hombre exterior, nunca fue tratado. Por esta razón, el reavivamiento, el celo, las súplicas y las actividades son nada más que un desperdicio de tiempo. Como vemos, existe solamente un tratamiento básico que capacita al hombre para ser útil delante de Dios: el quebrantamiento.

CONOCIMIENTO DEL HOMBRE INTEROR Y EXTERIOR

Primero, Deberemos notar que la Biblia divide concreta y perfectamente al hombre interior (el espiritual) del hombre exterior, (el carnal). Estas tres escrituras que voy a incluir ahora, sustentan claramente lo que le estoy diciendo y dejan abiertas las puertas de un estudio mucho mayor que nos lleve, definitivamente, a conocernos primero, para saber quienes y como somos, pero esencialmente, hacia adonde vamos.

(Romanos 7: 22)= Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios. (La ley antigua, es hoy la Palabra, la Biblia. Es imposible deleitarse, disfrutar, gozar de la Biblia a través de nuestro hombre exterior. Se duerme, se aburre y se enoja. Sólo el interior lo puede entender.)

(Efesios 3: 16)= Para que os dé, conforma a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior, por su espíritu. (Dios fortalece con poder y por su Espíritu, nuestro hombre interior. El exterior, apenas puede fortalecerse con la temporalidad de un poder mundano, endeble y vulnerable)

(2 Corintios 4: 16)= Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior se renueva de día en día (Esto significa que: mientras nuestros cuerpos van envejeciendo y deteriorándose como parte de una ley natural inconmovible, nuestros espíritus van creciendo, madurando y creciendo a la estatura del varón perfecto. ¿Adónde está radicado su máximo interés? ¿Anhela crecimiento espiritual o combatir su vejez?)

Cuando Dios viene a habitar en nosotros por su Espíritu, vida y poder, él entra en nuestro espíritu humano al cual llamamos Hombre Interior. Por fuera de este hombre está el alma, donde funcionan nuestros pensamientos, emociones y voluntad. El hombre más exterior, es el cuerpo físico. Por lo tanto, hablaremos del hombre interior como el Espíritu, del hombre exterior como el Alma, y del hombre más exterior como el cuerpo físico.

Nunca podemos olvidarnos que el hombre interior es el espíritu humano, donde habita Dios, donde su Espíritu se une con nuestro espíritu. Así como cubrimos nuestro cuerpo con ropas, nuestro hombre interior “es vestido” por el hombre exterior: el espíritu “está vestido” por el alma. Del mismo modo el espíritu y el alma están “vestidos” por el cuerpo. Es evidente que los hombres en general están más conscientes del hombre exterior y del más exterior; difícilmente reconocen o entienden su espíritu.

Debemos saber que la persona que puede trabajar para el Señor es aquella cuyo hombre interior puede ser liberado. La dificultad fundamental de un siervo está en el fracaso de pasar el hombre interior por el hombre exterior. Por lo tanto, debemos reconocer delante de Dios que la primera dificultad de nuestro trabajo no está en los demás, sino en nosotros.

Nuestro espíritu parece estar cubierto por una cáscara de tal manera que él no puede soltarse fácilmente. Si no aprendemos a liberar nuestro hombre interior, haciéndolo salir a través del hombre exterior, no estaremos aptos para servir. Nada puede molestarnos tanto como el hombre exterior. Si nuestras realizaciones son fructíferas o no, depende de si nuestro hombre exterior ha sido quebrado por el Señor, para que el hombre interior pueda salir por aquella fisura. El Señor quiere quebrar nuestro hombre exterior para que el hombre interior tenga una manera de salir. Cuando el hombre interior es liberado, tanto incrédulos como cristianos, serán bendecidos.

¿CÓMO SE PRODUCE EL QUEBRANTAMIENTO?

(Juan 12: 24)= De cierto, de cierto os digo; que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto.

La vida está en el grano de trigo. Con todo, existe una cáscara, una cáscara muy dura por fuera. Mientras esa cáscara no sea partida, el trigo no puede crecer. Si el grano de trigo no cae en la tierra y muere. ¿Qué es la muerte en este caso? Es la fisura en la cáscara hecha con la ayuda de la temperatura, de la humedad, etc. En la tierra. Una vez que la cáscara es partida, el trigo comienza a crecer. Por lo tanto, el problema no es si existe la vida dentro del grano, sino que la cáscara está quebrada.

(Verso 25)= El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará.

El Señor aquí nos muestra que la cáscara es nuestra propia vida (vida del alma), mientras que la vida interior es la vida eterna la cual Él nos ha dado. Para permitir que la vida interior salga, es imperativo que la vida exterior sea perdida. Si el exterior permanece sin ser quebrado, el interior jamás será capaz de salir.

Fijémonos en los creyentes, en los que poseen vida en el Señor. En ellos podemos encontrar dos condiciones diferentes: una, incluye a aquellos en los cuales la vida está limitada, restringida, aprisionada, e incapaz de salir; la otra incluye a aquellos en los cuales el Señor ha forjado un camino, y por lo tanto, la vida es liberada desde el interior de ellos.

Consecuentemente, el asunto no es cómo obtener vida, sino cómo permitir que esa vida sea liberada. Cuando decimos que necesitamos que el Señor nos quiebre, esto no es meramente un modo de hablar ni una doctrina. Es vital que seamos quebrados por el Señor. No es que la vida de Él no pueda recorrer la tierra; el problema es que SU vida es aprisionada por nosotros. No significa que el Señor no pueda bendecir la iglesia, sino que la vida del Señor está tan restringida dentro de nosotros que no puede fluir. Si el hombre exterior permanece intacto no podemos esperar que la palabra sea bendecida por Dios, por medio de nosotros.

UN VASO DE ALABASTRO DEBE SER QUEBRADO

La Biblia habla del nardo puro. Dios, en su Palabra, usa a propósito el término “puro” para mostrarnos que Él es verdaderamente espiritual. No obstante si el vaso de alabastro no es quebrado, el nardo puro no va a fluir. Es extraño decirlo, pero muchos aún están atesorando el vaso de alabastro pensando que su valor excede a su contenido, el bálsamo. Muchos piensan que su hombre exterior es más precioso que su hombre interior. Este, llega a ser un problema en la iglesia. Uno atesora su capacidad, pensando que es muy importante, otro atesora sus propias emociones, sintiéndose una persona muy importante. Otros, se estiman grandemente, sintiéndose que son mejores que los demás, que su elocuencia ultrapasa a los demás, que su rapidez de acción y exactitud al juzgar son superiores. Sin embargo, no somos coleccionistas de antigüedades, no somos admiradores de vasos; somos aquellos que desean sentir sólo la fragancia del bálsamo, del contenido del vaso. Sin quebrar el exterior, el interior no saldrá. Así, individualmente, no tenemos el fluir, ni la iglesia posee un camino vivo. Entonces, ¿Por qué debemos considerarnos tan preciosos, si nuestro exterior sólo aprisiona la fragancia, en lugar de liberarla?

El Espíritu Santo no paró de trabajar: un episodio tras otro, una cosa tras otra, vienen a nosotros. Toda obra disciplinadora del Espíritu Santo no tiene otro propósito que quebrar nuestro hombre exterior, para que el hombre interior sea liberado. No obstante aquí está nuestra dificultad: nos aborrecemos por cosas mínimas, murmuramos por pequeñas pérdidas. El Señor está preparando una manera de usarnos; con todo, apenas su mano nos toca, ya nos sentimos infelices, al punto de contender con Dios y ser negativos en nuestra actitud. Desde que fuimos salvos, muchas veces y de varias maneras hemos sido tocados por el Señor, con el único propósito de quebrar nuestro hombre exterior. Si estamos conscientes de este hecho o no, el propósito del Señor es uno: destruir ese hombre exterior.

A partir de la destrucción del hombre exterior de la que estamos hablando, descubrimos algo muy importante: que el tesoro está en vasos de barro, pero si el vaso de barro no es quebrado, ¿Quién puede ver el tesoro que está dentro de él? ¿Cuál es el objetivo final del Señor en nuestra vida? Es quebrar ese vaso de barro, quebrar nuestro vaso de alabastro; partir nuestra cáscara. El Señor anhela encontrar una manera de bendecir al mundo por medio de aquellos que le pertenecen. El quebrantamiento es el camino de la bendición, el camino de la fragancia, es el camino de la fructificación; sin embargo, también es una velada rociada de sangre. Sí, hay sangre de muchas heridas. Cuando nos ofrecemos al Señor para servirlo, no nos podemos permitir ser indulgentes para guardarnos. Debemos permitir que el Señor quiebre completamente nuestro hombre exterior para que Él pueda encontrar un camino para SU obra exterior.

Cada uno de nosotros debe descubrir por sí mismos cuál es el propósito del Señor en su vida. Es un hecho muy lamentable que muchos no conozcan la voluntad o la intención del Señor para su vida. Como ellos necesitan que el Señor abra sus ojos para que vean todo lo que sucede en su vida puede ser significativo. El Señor no ha desperdiciado nada. Para que podamos entender el propósito del Señor, es necesario que veamos bien claramente que Él tiene un único objetivo: destruir o quebrar el hombre exterior.

Sin embargo, antes que el Señor levante la mano, ya están perturbados. Debemos darnos cuenta que todas las experiencias, todos los problemas y pruebas que el Señor permite en nuestras vidas, son para nuestro provecho. No podemos esperar y mucho menos pedir, que el Señor nos dé mejores cosas por una simple razón: ¡Estas son sus mejores cosas! Si alguien llega al Señor y ora diciendo: “-¡Oh Señor! ¡Por favor! ¿Déjame elegir lo mejor!-“ Creo que el Señor le dirá: “Lo que te he dado es lo mejor; tus pruebas diarias son para tu mejor provecho.” Por lo tanto, el motivo detrás de todos los arreglos de Dios, es destruir nuestro hombre exterior. Una vez que esto sucede y el espíritu sale, comenzamos a ser capaces de ejercitar nuestro espíritu.

¿CUÁNTO DURA NUESTRO QUEBRANTAMIENTO?

El Señor utiliza dos maneras diferentes para destruir nuestro hombre exterior: una es gradual y la otra es repentina. En algunos casos, el Señor opera una destrucción repentina, seguida de una gradual. Para otros, Él permite que tengan pruebas constantes y diarias hasta que un día, Él causa una destrucción en gran escala. Si primero no viene la repentina y después la gradual, entonces viene la gradual seguida de la repentina. Parece que el Señor normalmente gasta varios años con nosotros antes que Él pueda completar esta obra de destrucción. El tiempo de duración está en su mano. No podemos abreviar el tiempo, aunque ciertamente podamos prolongarlo.

En algunas vidas, el Señor puede completar este trabajo en pocos años de tratamiento; en otros, es evidente que aún después de diez o veinte años, el trabajo aún no ha sido terminado. ¡¡Esto es muy serio!! Nada es más grave que desperdiciar el tiempo de Dios. ¡Frecuentemente la iglesia es atrasada! Podemos predicar usando nuestra mente y conmover a los demás usando nuestras emociones; no obstante, si no sabemos cómo usar nuestro espíritu, el Espíritu de Dios no puede tocar a las personas por nuestro intermedio. La pérdida es grande, si inútilmente prolongamos el tiempo.

Por lo tanto, si nunca nos hemos consagrado antes al Señor de una manera cabal e inteligente, entonces vamos a hacerlo ahora, diciendo: “- Señor, por el futuro de la iglesia y del evangelio, y por tu camino y también por mi propia vida, me pongo en tus manos, sin restricciones y sin reservas. Señor; me regocijo en ofrecerme a ti, y me dispongo para que tengas pleno camino a través de mí.

EL SIGNIFICADO DE LA CRUZ

Con frecuencia hemos oído de la cruz. Tal vez estemos bastante familiarizados con este término. Pero; ¿Qué es la cruz? Cuando realmente entendamos la cruz, veremos que ella significa el quebrar del hombre exterior. La cruz reduce a muerte al hombre exterior, (Nuestras opiniones, nuestras maneras, nuestra inteligencia, nuestro amor propio, nuestro todo) el camino está claro; en verdad, claro como el cristal.

Después que nuestro hombre exterior es destruido, nuestro espíritu puede salir fácilmente. Como ejemplo, tomemos a un hermano: todos los que lo conocen saben que él tiene una mente perspicaz, una voluntad fuerte y emociones profundas. Pero, en lugar de ser impresionados por esas características naturales de su alma, ellos se dan cuenta que contactaron su espíritu. Siempre que las personas tienen comunión con él, ellas encuentran un espíritu limpio.¿Por qué? Porque todo lo que es de su alma fue destruido.

Ahora, tomemos a una hermana como otro ejemplo. Aquellos que la conocen saben que ella tiene una disposición fantástica, (Es decir: rápida para pensar, rápida para hablar, rápida para confesar, rápida para escribir cartas y rápida para romper lo que escribió). Sin embargo, aquellos que se encuentran con ella no ven su rapidez, y sí su espíritu. Ella es alguien que fue totalmente destruida y llegó a ser transparente. Este asunto del hombre exterior es un asunto básico. No debemos apegarnos a las características débiles del alma, incluso exhalando el mismo olor, aún después de cinco o diez años de tratamiento del Señor. ¡No! Debemos permitir que el Señor abra un camino en nuestra vida.

RAZONES PARA NO SER DESTRUIDO

¿Por qué después de tantos años de tratamiento, algunos permanecen de la misma forma? Algunos individuos tienen una voluntad fuerte, algunos tienen emociones fuertes, otros tienen una mente fuerte. Ya que el Señor es capaz de destruirlas, ¿Por qué después de tantos años, todavía no ha cambiado? Se cree que existen dos razones principales.

En primer lugar, muchos viven en tinieblas, no están viendo la mano de Dios. Mientras, Dios está trabajando. Mientras, Dios está destruyendo. Y mientras todo eso ocurre, ellos no reconocen que todo eso proviene de Él; están desprovistos de luz, viendo sólo que los hombres se le oponen. Ellos suponen que su ambiente es demasiado difícil, las circunstancias tienen la culpa. Por lo tanto, ellos continúan en tinieblas y desespero.

Que Dios nos concede revelación para que veamos aquello que procede de SU mano para que nos postremos y le digamos: ¡Eres tú! Desde que seas tú, yo aceptaré. Por lo menos necesitamos saber de quién es la mano que trata con nosotros. No es una mano humana, ni de nuestra familia, ni de los hermanos o hermanas en la iglesia, sino de Dios. Necesitamos aprender a postrarnos y besar y amar la mano que trata con nosotros, así como Madame Guyón lo hacía. Necesitamos tener luz, para que podamos ver todo lo que el Señor ha hecho, lo aceptamos y creemos. ¡El Señor no se equivoca!

En segundo lugar, otro gran obstáculo para el trabajo de destrucción del hombre exterior es el amor propio. Debemos pedir a Dios que quite de nosotros el corazón de amor propio. Mientras el Señor nos trata en respuesta a nuestra oración, debemos adorarlo y decirle: ¡Oh Señor! ¡Si esta es TU mano, que la acepte de corazón! Recordemos que la única razón de todo malentendido, de toda irritación, de todo descontentamiento, es que secretamente nos amamos. Así planeamos una manera por la cual podamos escapar. Muchas veces, los problemas surgen debido a nuestra tentativa de escapar; de escapar del trabajo de la cruz. Aquel que va a la cruz y rechaza tomar el vinagre mezclado con hiel, es quien conoce al Señor.

Muchos van a la cruz muy alegres, pensando que pueden tomar vinagre con hiel para aliviar los dolores. Todo aquel que dice: La copa que el Padre me ha dado, ¿No la he de beber? No beberán la copa de vinagre mezclado con hiel. Ellos sólo pueden beber de una copa, no de dos. Tales personas no tienen amor propio. El amor propio es una dificultad básica. Que el Señor hable con nosotros hoy, para que podamos ser capaces de orar: “¡Oh Señor! ¡He visto que todas las cosas vienen de ti! ¡Todos mis caminos en estos cinco, diez o veinte años han venido de ti! ¡Tú has actuado de tal manera para alcanzar tu propósito, el cual no es ningún otro sino que tu vida pueda ser vivida por mí! Pero he sido un necio. No he visto nada; hice muchas cosas para librarme, atrasando así tu tiempo. Hoy veo tu mano. Estoy dispuesto a ofrecerme a ti. ¡Una vez más me pongo en tus manos!”

ESPERA VER HERIDAS

¡No existe persona más hermosa que aquella que está quebrada! Ser porfiado y el amor propio dan lugar a la belleza, en aquel que ha sido quebrado por Dios. En el Antiguo Testamento, vemos que Jacob, aún en el vientre de su madre, luchó con su hermano.

Él era sutil, lleno de mañas y engañador. Sin embargo, su vida fue llena de tristezas y desastres. Siendo joven, huyó de su casa. Durante veinte años fue engañado por Labán. La esposa amada de su corazón, Raquel, murió prematuramente. José, el hijo amado, fue vendido. Años después, Benjamín fue detenido en Egipto. Él fue continuamente tratado por Dios, encontrando infortunio tras infortunio. Fue herido por Dios una, dos veces; en verdad, toda su historia puede ser contada como la de alguien que fue constantemente herido por Dios.

Finalmente, después de tantos tratamientos el nombre de Jacob fue transformado. En los últimos años de su vida, él era casi transparente. ¡Cuan noble fue su respuesta a Faraón! ¡Cuán maravilloso fue su fin! ¡Cuán claras fueron sus bendiciones a sus descendientes! Después que leemos la última página de su historia, deseamos inclinar nuestra cabeza y adorar a Dios. Aquí está alguien que maduró, que conoció a Dios. Varias décadas de quebrantamiento resultaron en la destrucción del hombre exterior de Jacob. En la vejez, su figura es maravillosa.

Cada uno de nosotros tiene mucho de aquella naturaleza de Jacob. Nuestra única esperanza es que el Señor abra un camino destruyendo el hombre exterior, hasta el punto en que el hombre interior pueda salir y ser visto. Esto es precioso, y este es el camino de aquellos que sirven al Señor. Sólo así podemos servir, sólo así podemos conducir a las personas al Señor. El resto no tiene valor. Las doctrinas no tienen mucha utilidad, tampoco la teología. ¿Cuál es la utilidad de un conocimiento bíblico meramente mental, si el hombre exterior permanece sin ser quebrado? Solamente es útil la persona a través de la cual Dios puede salir.

Después que nuestro hombre exterior fue herido, tratado y conducido por varias pruebas, estaremos heridos, permitiendo así que el espíritu aparezca. Tememos encontrarnos con hermanos y hermanas cuyas vidas continúan intactas, sin que hayan sido tratados ni transformados. Que Dios tenga misericordia de nosotros, mostrándonos claramente este camino y revelándonos que éste es el única camino; que Él también nos muestre que en esto es desvendado el propósito de todos sus tratamientos, que nos han sido aplicados en estos pocos años, sean diez o veinte. Por lo tanto, nadie desprecie los tratamientos del Señor. Que Él verdaderamente nos revele lo que significa la destrucción del hombre exterior. Si el hombre exterior permanece intacto, todas las cosas estarán meramente en su mente; totalmente sin utilidad. Vamos a esperar que el Señor trate completamente con nosotros.

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enero 1, 2015 Néstor Martínez