Estudios » Blog

Por si Fuéramos Esparcidos…

Dice Juan capítulo 1 en el verso 12: Más a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; (Reitero y enfatizo: a los que creen en su nombre). Y la palabra creer, en el griego, es la palabra pistis. Pistis es creer, pero aquí dice que: en su nombre. Ahora bien; cuando yo te digo que lo que mayoritariamente se escucha como prédica, es hablar de lo que es o no es la iglesia, llegamos a entender que, entonces, la iglesia se está predicando a sí misma. Porque ellos, en el fondo, no están haciendo que la gente conozca el nombre de quién es Él, tal cual se nos ha ordenado, sino el nombre de la congregación del caso.

Y si quieres una prueba legítima de lo que digo, observa los tratados que se reparten en ocasión de campañas evangelísticas puerta a puerta. Lo que yo llamo “tratado”, por las dudas alguien no lo tenga en claro por cuestiones de diferencias idiomáticas latinoamericanas, es un pequeño folleto que generalmente trae en letras visibles un salmo, un versículo, una porción con su correspondiente explicación y, seguidamente, algunas palabras alusivas. Pero al pie, en la parte inferior pero no en letra pequeña, precisamente e indefectiblemente, el nombre de la congregación que realiza el operativo. Impreso, si es de cierto prestigio y poder adquisitivo, o con un modesto sello, si es de las más carenciadas. Escúchame: ¡Tienen que conocer el nombre de Jesucristo! ¿Era necesario el otro? Es que…es para que sepan dónde ir después que se conviertan… ¡Basta! ¡Tienen que ir a Cristo! Después que Él los lleve donde estén predestinados a vencer.

Vamos a ver: ¿Qué se escribe en las puertas de las iglesias? Ejemplo: Iglesia Cristiana Pan y Vino. ¿Qué es lo que se está exponiendo ahí afuera como eje central de tu interés ateo o incrédulo?¿Cuál es el nombre que te están presentando como realmente importante? Sencillo y a la vista: Pan y Vino, que es el nombre de los que pagan la renta, el alquiler del salón o los gastos fijos del edificio. Y eso, fíjate, a mí me lleva a recordar un pasaje que alguna vez habrás leído y que, al igual que yo en su momento, y en varios otros momentos también, no alcancé a entender del todo, pero en este momento sí lo entiendo: hagámonos un nombre por si fuéramos esparcidos. ¿Lo recuerdas, verdad?

Entonces, si eso no es lo correcto, ¿Qué es lo que debería escribirse afuera? Jesús. Ahí es donde tú me dices: ¡Bueno, de acuerdo, pero es que Jesús no es el nombre de la iglesia! ¿Ah, sí, eh? Hubiera jurado que sí lo era. ¡Es que usted no entiende, hermano! ¡En mi país se necesita tener una personería jurídica que la otorga la Secretaria de Culto de la Nación, pero eso sólo es posible si se le presenta con un nombre! No me estás contando ninguna novedad, en el mío, también; claro que lo sé. Y es correcto que se haga eso, que se organice un fichero de cuito y que se presenten todos los documentos y papeles que sean necesarios, pero eso no obliga a pregonar en la puerta de tu congregación lo que para ti no es lo más importante. ¿O es que sí lo es?

Decía un amigo que hay negocios de venta de comida, que parecen tener más discernimiento que la mayoría de las iglesias. “Venta de tortas El Shadai”, por ejemplo. Son creyentes, seguramente, pero fíjate que ellos en su pequeño negocio de venta de tortas, están pregonando un nombre que en la iglesia no se pregona. ¿Y sabes qué? Luego pasas por uno de esos lugares donde te venden aguas milagrosas, ángeles custodios, aceites energizantes o fluidos para atraer o ahuyentar parejas, y ¿Con qué te encuentras? Conque encima de la puerta de ingreso a sus fétidos salones, (Y digo fétidos no por ser ofensivo, sino porque donde hay demonios hay feo aroma), hay un letrero que dice: “¡Jesús es el Señor! ¡¡¡Ellos anuncian el nombre que nosotros deberíamos anunciar!!! Y lo hacen para vender porquerías…

¿Qué crees que sucedería si todas las iglesias de tu ciudad tuvieran ese letrero sobre sus puertas? Internamente estarían un poco confundidos a la hora de pagar servicios o recibir donaciones, pero la gente seguramente se asombraría al comprobar que todas tienen y anuncian… ¡El mismo nombre! Yo personalmente adhiero a la teoría de varios hombres y mujeres de Dios, algunos de ellos muy conocidos. Creo que muchos no son hijos todavía, porque en lugar de conocer el nombre que está por sobre todo nombre, sólo conocen el nombre de su iglesia. Bautista, Asambleas, Presbiteriana, Cuadrangular, Hermanos Libres, etc. Debemos entender que, ninguna instancia humana, por buena que sea, puede formar hijos. Porque Dios le dio los hijos a una familia, a un matrimonio. Hay un diseño para tener hijos. Y sólo habrá hijos en una congregación donde Él es la cabeza y la iglesia es el cuerpo. Y muy difícilmente una iglesia así, si la hubiera, pondría un letrerito de ese tipo en su entrada. Ese negocio de venta de tortas que te mencionaba, tiene más discernimiento. Porque están pregonando al Todopoderoso, el Shadai.

Esto demuestra que en el fondo, algo se está haciendo mal. ¡Pero, hermano! ¡Usted está en contra de las denominaciones y se le nota! Muchas gracias, pero déjalo que se me note. Y es cierto, estoy en contra de las denominaciones. Estimo que lo único que han logrado es dividirnos y, hasta donde yo leí y entendí en mi Biblia, todavía ninguna casa dividida prevalece. Es más: hasta puedo asegurarte que creo que las denominaciones no existen. ¿Cómo que no existen, hermano? ¿Qué está diciendo? ¡Existen y Dios las usa! Eso es cierto, en lo natural y carnal existen y, efectivamente, Dios las usa. Pero no porque sea su voluntad usarlas. Y no estamos hablando de esa denominación que posee miles de iglesias, muy bien puede ser una sola que sea el principio de otra denominación. Entiende: denominación. De-nominación. Nominación por nombre. Pregunto: ¿No leyeron Génesis 11? Hagámonos un nombre, por si fuéramos esparcidos.

Haz una prueba simple. Cuando te encuentres con algún hermano de otro lugar, dile que tú eres un cristiano que se congrega en tal o cual ciudad, donde tú vives. Vas a ver qué va a hacer lo indecible para saber en qué iglesia, de qué denominación. ¡Necesita etiquetarte! ¡Necesita saber bajo qué nombre humano te congregas! El nombre divino, parecería no importar demasiado. Sin embargo, lo que podemos ver es que la gente siente temor de no tener un nombre. Y cuando alguien dice que pertenece a la iglesia tal o cual, entonces ya ponen en marcha sus sistemas propios de base de datos y, en menos de tres minutos, te tienen catalogado y ubicado, y hasta se permiten aventurar supuestos errores doctrinales tuyos y de tus hermanos de ese lugar.

¿Sabes qué? Pablo enfrentó eso. Él dijo no es de Cefas ni de Pablo; somos uno. Y nosotros, aunque todos decimos gloria a Dios y gritamos aleluya en el mismo tono, encarnizadamente defendemos nuestros nombres. Cuando alguien me pregunta qué soy, yo digo que soy creyente. Entonces luego me preguntan a qué iglesia voy. A ninguna, yo soy la iglesia. ¡Sí! ¿Pero cuál? La única, porque las demás son Babilonia. ¿Y dónde está esa iglesia? En Rosario, mi ciudad. ¡Claro! ¿Pero en qué calle? En varias. Aquí es donde puede producirse el primer cortocircuito. ¡Es que a los propios líderes no les gusta que los confundan con los de la otra denominación! Deberíamos salir como los jovencitos mormones; todos con camisa blanca y pantalón negro o marrón, y con una credencial de plástico adherida al bolsillo de la camisa, para que todos sepan de dónde venimos. Perdón… ¿Y el Nombre que está por sobre todo nombre, para cuándo?

Mira; yo era uno de los que suponía que, mientras más alta era tu posición en la iglesia, más autoridad tenías en contra de los demonios. Sin embargo, luego de algunas experiencias personales y como simple observador de compañía, pude comprobar que los demonios, cuando habitan en alguien que no desea tenerlos consigo y pide ayuda, están dispuestos a ser obedientes e irse de allí ni bien alguien con autoridad les dé la orden de hacerlo. Si tú quieres ser bíblico y al mismo tiempo novelesco, te doy como ejemplo: ¡Sal fuera! Ahora pregunto: ¿Con eso es suficiente? Sí, pero tiene que hacerse en el Nombre que es por sobre todo nombre, ya que de otro modo ni sueñes que siquiera un mísero demonito pequeño se irá de su lugar de habitación. ¿Y ahí qué es lo que decimos? ¡En el nombre de Jesús! ¿Y es suficiente? Sí, aunque algunos evangelistas de alto poder liberador, se aseguran que ningún demonio se haga el desentendido y los echan fuera ¡En el Nombre de Jesús de Nazaret! Y, allí sí, nadie se podrá hacer el distraído. ¿Suficiente para un Sábado de Gloria? Quiera el Señor que lo sea.

Comentarios o consultas a tiempodevictoria@yahoo.com.ar

abril 3, 2021 Néstor Martínez