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Es Complemento, No Competencia

Los profetas tratan más con la visión, que es como decir el lugar en donde debemos estar. Pero el profeta no se ocupa de la, o las formas existentes para llegar allá. Es el maestro el especialista en enseñarnos cómo llegamos allá. De nuevo: el profeta viene y te dice que en dos años, deberemos estar allá. Cuando tú le preguntas cómo lo hacemos, te responde: No sé, Dios lo sabe. Yo, lo único que sé es que es así porque Dios me lo ha dicho. Ahí es cuando aparece el maestro y pregunta: ¿Dónde debemos estar? Allá. Muy bien. Y a partir de allí ese maestro se pone a trabajar para encontrar, rápidamente, la forma de armar un plan para llegar allá en el lapso de dos años. Y esa es la razón por la cual, el infierno, ha realizado un especial trabajo en cambiar la fuente de información que el maestro tiene.

Porque, ciertamente, el profeta no es bueno para guiar. ¿Sabes qué hace el profeta? Se calza su mochila y se va. ¿Y sabes cómo es su manera de guiar? ¡Sal corriendo y persíguelo! Él va a llegar allá, donde hay que ir, y jamás va a fijarse si alguno venía atrás. El pastor es el que va guiando, empujando y ordenando el andar de las ovejas procurando que nadie se quede. Pero el especialista en la ruta, es el maestro. Él tiene el GPS espiritual. Cuando estos dos ministerios, el de profeta y el de maestro, cooperan el uno con el otro, se forma un equipo que es altísimamente poderoso. Tienen una impresionante capacidad ministerial de complemento. En soledad, cada uno, por el contrario, se les genera algunos problemas muy singulares.

Cuando un profeta o un maestro están solos, no solamente son inofensivos, sino que incluso hasta se pueden tornar destructivos. ¿Por qué? Sin la influencia de los profetas, los maestros suelen ser tan prácticos que, el pueblo puede, por ellos, tener una buena doctrina, pero sin el fuego ni la visión que siempre hacen falta para progresar. Hay cierto carácter de cinismo que se va generando con los años en el maestro, cuando no tiene profetas cerca. Porque es muy práctico. Y esa, créeme, fue una de las razones por las que se fueron anulando los dones dentro de la teología. ¡Ah! ¡Hoy he visto un ángel! – ¿Ah, sí? ¿Y qué significa eso? – ¡Ah, no lo sé! – ¿Y entonces para qué lo dices? ¡Déjalo para ti solo! Porque lo importante no es que tú veas un ángel o dos, lo importante es que tú seas un buen papá.

Ahora; todas estas expresiones muy prácticas y hasta efectivas, con el correr de los tiempos, fueron cortando esa espontaneidad que es típica del ministerio profético. Claro está que por el otro lado, el error fue que ante cada circunstancia, el proceso se realizaba dentro de los conocimientos que se poseían, sin detenerse a pensar ni por un instante, que absolutamente nadie puede suponer que se lo sabe todo. Y quiero aportar una sentencia que, por venir de quien viene, deberías tener en cuenta. Depender solamente de lo que se conoce, nos convierte con el tiempo en una persona cínicamente práctica. Claro está que, así como en iglesias donde lo magisterial y teológico domina a lo espiritual, el espíritu griego se infiltra y llega un momento en que la frialdad provoca congelamientos y neumonías espirituales mortales.

¿Y en las otras, donde todo el mover es profético? Allí las cosas parecen ser mucho más espirituales, por lo que puedes ver a la gente en general, desde los líderes hasta el último de los ujieres, prácticamente levitando en el tercer cielo. Pero claro, al mismo tiempo, hay una mayoría de padres que no tienen ni la menor idea respecto a qué hacer para tener con qué pagarles el colegio a los niños. Esta dualidad es como si examináramos un automóvil. Mientras que su volante representa al maestro, su transmisión representa al profeta. Es más que obvio que se necesitan las dos cosas. ¿Dónde crees que llegarías en un auto que tiene tracción para moverse pero no tiene volante para dirigirlo? A colisionar con lo primer que se cruce. ¿Y dónde se supone que llegarás con uno que tiene un volante que anda perfecto, pero no tiene tracción y no se mueve?  ¿Te das cuenta que necesitamos ambas cosas para funcionar?

Porque si un profeta se deja llevar por su ministerio a pleno, llega un momento en que todo parece volar por los aires, pero la realidad nos muestra que no estamos yendo hacia ningún lado, y que en lugar de ser espirituales, como suponíamos, en verdad apenas estamos resultando místicos. Y créeme que hay una gran diferencia entre ser espirituales y ser místicos, ¿Entiendes? El espiritual, por ejemplo, tiene una lógica espiritual y sabe perfectamente por qué hace eso, mientras que el místico, no. ¿Ejemplo de misticismo? He sabido de personas que llegan a tomar entre tres y cuatro veces por día la Santa Cena. Navegan en las turbias aguas del absurdo.

Además, sin la influencia de un maestro, un profeta puede activar a todo el mundo, pero sin saber lo que hay que hacer. El corazón y el alma del ministerio del maestro, es el amor a la verdad. ¿Y de dónde nace este amor? Del mismo modo que decíamos que el amor a Dios está por encima del amor a las ovejas, vale la pena aclarar esto también. Este amor es la motivación que lo hace escudriñar las Escrituras, que son la base de toda verdad. Un maestro genuino puede cometer cualquier error porque es un ser humano falible; pero enseñar algo que sabe que no es verdad, si es genuino, jamás. Aunque le cueste su expulsión de la sinagoga de turno. Porque su compromiso es con la verdad, no con el líder.

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febrero 19, 2022 Néstor Martínez